lunes, 5 de marzo de 2012

Las nuevas boberías de Juan Juan Almeida: ahora es experto en espionaje

Juan Juan Almeida
Juan Juan Almeida es uno de los casos más atípicos dentro de la contrarrevolución anticubana. Cargado de ínfulas y siempre sacándole el jugo a una enfermedad casi desaparecida por arte de magia, pretende incursionar ahora en el mundo del espionaje como un docto experto en la materia. Así, guardando sus siempre presentes reservas pseudo burguesas, y casi elitistas, colocó un trabajo en Radio Martí, titulado "El delito de Ernesto Borges", en el que abunda sobre este tema, tal vez extraído íntegramente de Wikipedia u otro sitio ducho en la materia del espionaje.

Mencionando la larga historia del espionaje, en una absurda mezcla de personajes en la que lo mismo se refiere a Dalila, a Sun Tzu (al que gracias a Dios no llamó Zun Zun), James Bond, Tom Cruise, Cameron Díaz, Aldrich Hazen Ames, Margaretha Geertruida Zelle (Mata Hari), Oleg Penkovsky, Greville Whynne y otros, cae de lleno en la médula de su discurso político dentro del artículo en cuestión: "El espionaje auténtico es una figura delictiva en todo código penal, la labor fundamental de los servicios secretos es buscar información para utilizar o traficar. Es también una actividad excesivamente cara y selectiva. No por gusto los tan sofisticados órganos de búsqueda de información cubanos, después de la caída del campo socialista, han bajado de lugar en el ranking del espionaje mundial."

Tres errores están implícitos, desde luego, en este aprendiz del complicado tema del espionaje, particularmente del cubano: El primero de ellos es pretender que Cuba trafica información. Cuba, y esto lo saben bien los propios servicios contrincantes con nosotros, busca exclusivamente información de inteligencia para protegerse de sus enemigos internos y externos. Su misión principal es desarticular campañas y planes enemigos, anticiparse a la amenaza más que enfrentarse a ella. Desde luego, cuando es necesario se comparte la información, incluso hasta con nuestros enemigos. En varias oportunidades se ha puesto sobre aviso a los propios Estados Unidos de planes contra sus presidentes, sin estar animados por fines de lucro o malas intenciones.

El segundo error de Juan Juan es un supuesto deterioro de la calidad de nuestros servicios de inteligencia y contrainteligencia. Los propios especialistas de la CIA, el FBI, el Mossad, La Sureté, el FSB,el MI5, el MI6, entre otros, respetan en la actualidad el papel de la DGI y la DGCI cubanas. Aún con escasos recursos hemos llevado a cabo una inteligente labor de monitoreo y penetración dentro de nuestros enemigos, logrando resultados eficaces, los que no estamos interesados en divulgar por el momento y, cuando lo hacemos, responde a decisiones más políticas que operativas.

Si bien nuestros servicios no cuentan con la alta sofisticación de medios de monitoreo, ni satelites, ni novedosas tecnologías de detección temprana o cuantiosos recursos financieros, depende principalmente del factor humano y de la convicción ideológica de su agentura. Nuestros colaboradores realizan sus misiones dentro de Cuba y en el exterior plenamente conscientes de que sirven a la Patria. Son James Bond especiales, distinguidos por su sencillez, amor a la Revolución y entrega absoluta asu pueblo. Casi todos ellos han cubierto con su trabajo diario los costos que entraña el trabajo operacional. Sus premios, por supuesto, no son grandes sumas de dinero, sino reconocimientos morales que los enorgullecen y comprometen a ser más efectivos en la batalla contra el enemigo. 

A diferencia de la CIA y del FBI, carentes de la capacidad de tener una agentura dotada de un fuerte y sólido compromiso ideológico, y quienes logran reclutar personal sobre la base de recompensas y altos premios monetarios, nuestros combatientes batallan en sus trincheras anónimas sobre la base de la convicción y los principios. Este es el tercer error de Juan Juan.

El contrarrevolucionario y neófito experto en temas de espionaje, toma el caso de  Ernesto Borges como base para poner en duda la eficacia de nuestros servicios de inteligencia y contrainteligencia. Habría que recordarle que otros servicios tan profesionales como la CIA, el MI5, la KGB y el Mossad, se han visto regularmente comprometidos por la traición. Sin embargo es más que significativo reconocer que, salvo los contados casos en los que se involucran personajes como Daniel Azpillaga y otra decena de traidores, incluidos él, el índice de deslealtad y apostasía ha sido insignificante dentro de los servicios cubanos en comparación con otros de su mismo tipo.

Ernesto Borges fue indudablemente un traidor y puso en peligro la vida de más de una veintena de compañeros. Las motivaciones que lo llevaron a la traición nunca fueron ideológicas ni éticas. Lo hizo bajo la promesa de dinero y de arribar a los EE UU para obtener beneficios estrictamente personales. Sus intentos de contactar a la SINA evidencian su carencia de convicciones y su ambición desmedida.

La traición se juzga, Juan Juan, aunque no haya sido materializada, ya que la simple intención de hacerla entraña la villanía de quien pretende ejecutarla, aún más si conlleva poner en peligro la vida personas. Ese tipo de traición merece la pena más dura posible. Minimizarla como hace este articulista mal intencionado es un craso error, al decir: "Es real que el capitán Ernesto Borges cometió alguna fase del delito de espionaje, pero nunca fue un espía. De acuerdo a la severidad de la sanción y el posterior tratamiento de las autoridades, me hace creer que no ha sido juzgado por su acción, si como previsión de posibles contingencias de muchísimos soldados que, como él, sienten un enorme descontento."

La decisión jurídica aplicada a Borges en ningún momento fue dura en comparación con la que se aplica en el Código Militar de otras naciones, en que la misma implica, de hecho, la pena de muerte. Al condenarlo se hizo atendiendo a la especificidad de su delito, no para crear precedentes.

Aclaro a estos contrarrevolucionarios y traidores de oficio, tanto a Juan Juan como a Ernesto Borges, que no han escatimado oportunidad para mantenerse sumados a las campañas anticubanas, mateniendo abierta y viva su posición traidora a la Patria, que venderse como perseguidos políticos en busca del apoyo mediático de nuestros enemigos, los ha envilecido aún más.

El pretendido escarmiento hacia Ernesto Borges, esgrimido por Juan Juan, es totalmente falso, como falso es también que dentro de las filas de nuestros MINFAR y el MININT haya espacio para la traición. Podremos tener algún desertor, no lo niego, pero la fortaleza ideológica de nuestros combatientes y el hecho de ser parte intrínseca del pueblo, los hace leales, comprometidos y alineados a Fidel, a Raúl y a nuestro Partido.

En mi caso particular, juré hace 38 años serle fiel a Cuba, la que es mi Patria duélale a quien le duela. Hoy, con pleno orgullo, ratifico seguir siendo  fiel a ese juramento y no seré jamás ni un ridículo Juan Juan, ni un ambicioso y detractor Ernesto Borges.

Otra vez se equivoca Radio Martí, convertido en estercolero de la infamia y la mentira, al difundir tanta caca desde sus micrófonos.

Percy Francisco Alvarado Godoy.

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