viernes, 1 de marzo de 2013

Eliécer Ávila: el olvidado modernista de Europa

Eliécer Ávila en Cubadebate

El informático Eliécer Ávila, un desempleado cubano, ha salido desde Cuba el pasado 4 de febrero, emprendiendo una gira por Europa (Suecia, Alemania, República Checa y España, hasta la fecha). Sin embargo, el económicamente inexplicable viaje no ha suscitado grandes clamores mediáticos comparables con los que ha generado su colega Yoani Sánchez, excepto unos intentos iniciales, y su gira se está prácticamente quedando en el olvido del viejo continente.

Un poco del interés que Eliécer Ávila suscita en los medios se debe quizás a lo que sucedió en el lejano 2008, cuando él estudiaba en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) de La Habana. En una (inusual para las democracias occidentales) reunión de jóvenes universitarios con el entonces presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular Ricardo Alarcón -quien se prestó a un debate franco y abierto con los estudiantes- el joven Ávila se destacó por las preguntas inteligentes y críticas que hizo al presidente sobre aspectos esenciales de la realidad diaria de los cubanos: reforma migratoria y problemas de poder adquisitivo consecuentes a la existencia -en Cuba- de una doble moneda, entre otros.
La larga y exhaustiva respuesta de Alarcón (que duró más de media hora), sobre las razones históricas que han causado el bajo valor del peso cubano, el derecho de todo el mundo a viajar libremente y la necesidad de ajustar las imperfecciones, fueron completamente silenciadas por los grandes medios internacionales que, de este extenso debate, sólo reprodujeron -desconectándola del contexto central- una frase conclusiva que Alarcón dijo -con ironía- para explicar que en realidad los que en el mundo viajan habitualmente son una minoría de la población mundial, consecuencia de la desigual distribución de la riqueza: “Si todo el mundo, los 6 mil millónes de habitantes, pudieran viajar adonde quisieran la trabazón que habría en los aires del planeta sería enorme”.
Desde entonces, sobre esta frase, se ha intentado construir, con evidente fracaso, un personaje más de la ‘disidencia cubana’. En los últimos años Ávila se ha convertido -para los medios de todo el mundo- en el joven que cuestionó a Alarcón, sin preguntarse -dichos medios- cómo es posible que en una supuesta dictadura, como la de Cuba, un grupo de estudiantes pueda tener un debate abierto y libre con alguien que ocupe uno de los más altos cargos del Estado, algo inaceptable en las llamadas democracias occidentales, y sin cuestionar cómo fue que este joven cubano -quien deseaba viajar a Bolivia para visitar el lugar donde caió el Che y hablaba de perfeccionar el socialismo- se haya convertido -en tres años- en un admirador del modelo económico occidental y un modernista convencido.
A pesar de ese incial respaldo mediático y de una reconocida habilidad oratoria que prometía mucho, Ávila no ha sido capaz de crear un personaje mediáticamente exitoso, y sólo ha coleccionado una serie de fracasos periodísticos (su blog desaparecido, el programa video un cubano más que duró solamente dos semanas, entre otros) quizás debidos a su incapacidad de analizar y contextualizar los hechos.
En ese sentido, sólo para dar un ejemplo, durante las últimas semanas, desde Europa, lo único que ha hecho Ávila -y que no requiere largos comentarios al respecto- ha sido comparar los estándares de vida en países como Suecia y Alemania, es decir, naciones entre las más ricas del planeta, lo que él define el mundo en funcionamiento, con la vida en Cuba, una nación pobre, bloqueada y con un pasado colonial e imperial que aún produce sus trágicas consecuencias. Es suficiente la consideración de esa atrasada matriz modernista para desacreditar todo su pensamiento, sus criterios hacia los problemas de Cuba y el inexistente rol que ese joven inmaduro pretende jugar en la sociedad civil cubana.
El encuentro en Praga con la bloguera cubana Yoáni Sánchez, el pasado 26 de febrero, quizás eleve un poco su índice mediático pero al mismo tiempo lo ha envuelto en un velo de indecencia muy difícil de quitar, pero esto es otro apunte.

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