sábado, 9 de marzo de 2013

Lo que la ARPA-E no puede hacer

 

Durante la Cumbre sobre Innovación en Energía de la Agencia estadounidense de Proyectos de Investigación Avanzada para la Energía (ARPA-E) celebrada la semana pasada en Washington (Estados Unidos), políticos de ambos bandos, junto a líderes del medio ambiente y los negocios, hicieron algo poco común: estar de acuerdo en algo. Destacaron las alabanzas a la ARPA-E, el organismo creado en 2009 para financiar el desarrollo de las primeras etapas de tecnologías relacionadas con la energía. Sin embargo, entre en todos los discursos laudatorios, hay que destacar el hecho de que la ARPA-E no va a lograr resolver los problemas energéticos más importantes de EE.UU. y no puede cumplir su misión en solitario.
Esa misión siempre ha sido limitada. La legislación sobre la que se asienta le permite identificar avances prometedores en el marco de los laboratorios y darles suficiente impulso como para demostrar su potencial ante inversores privados. Una pequeña empresa o laboratorio de universidad que haya descubierto un material prometedor, por ejemplo, podría recibir financiación para producir un prototipo de trabajo de una batería o célula solar. Sin embargo, se supone que la ARPA-E explícitamente no puede suplantar a los capitalistas de riesgo en la comercialización de tecnología. La agencia solo invierte en proyectos que sean demasiado arriesgados para los inversores privados.
El presupuesto de la agencia refleja el hecho de que nunca haya tenido la intención de comercializar tecnología. Algunas nuevas tecnologías energéticas requerirán demostraciones a gran escala, que podrían costar cientos de millones de dólares antes de que los inversores privados estén dispuestos a hacerse cargo. Sin embargo, el presupuesto anual de la ARPA-E asciende a menos de 300 millones de dólares (230 millones de euros), que se reparten entre docenas de proyectos. "Las partes de la cadena de la innovación más difíciles dentro del campo de la energía son las fases de ampliación y demostración, y eso es precisamente lo que la ARPA-E no está diseñada para hacer", señala David Victor, codirector del Laboratorio de Derecho Internacional y Reglamento de la Universidad de California en San Diego ( EE.UU.).
Durante la creación de la ARPA-E, se pensó que si pudiera lograr que se construyeran prototipos, los capitalistas de riesgo o las empresas acabarían financiando las demostraciones a gran escala. Para facilitar el proceso, las garantías de préstamos del Gobierno podrían proporcionar a las empresas recursos de financiamiento para probar su tecnología.
No obstante, la teoría se ha encontrado con problemas. Los capitalistas de riesgo han descubierto que la construcción de fábricas y plantas de demostración a gran escala es a menudo demasiado costosa y lenta para dar lugar a un retorno lucrativo de sus inversiones. Muchos han visto cómo las compañías en las que han invertido cientos de millones de dólares quiebran o son vendidas por centavos de dólar, lo que hace que tengan mucho cuidado a la hora de hacer grandes inversiones en energía. Mientras tanto, las garantías de préstamos federales también han sido objeto de críticas después de producirse algunos fracasos de alto perfil.
Como resultado, los empresarios han tenido que adaptarse. Algunos se están centrando en tecnologías cuya demostración es menos costosa. Por ejemplo, algunas tecnologías pueden hacer uso de técnicas de fabricación que ya han sido puestas a prueba. Pero este tipo de mejoras incrementales y relativamente seguras son las que la inversión privada está muy bien equipada para financiar en primer lugar.
Por su parte, la ARPA-E está tratando de hacer de casamentera, invitando a empresas con mucho dinero cuando se pone en marcha un nuevo programa, con el objetivo de ver qué opinan y presentarles a los investigadores. También exige que sus adjudicatarios planeen qué van a hacer después de que un proyecto esté terminado. Este enfoque ha demostrado al menos algo de éxito. Una adjudicataria de la ARPA-E, una compañía de almacenamiento de energía llamada General Compression, se ha asociado con ConocoPhillips en un proyecto piloto de Texas. Un grupo de cinco adjudicatarios dedicados a trabajar en sistemas de refrigeración y calefacción más eficientes cuentan con una dotación económica por parte del ejército para desarrollar aún más la tecnología. Pero estos proyectos son relativamente pequeños. El total de la adjudicación del ejército no llegó a los 10 millones de dólares (7,7 millones de euros).
La DARPA, la agencia sobre la que ARPA-E fue diseñada, hacía que las cosas fueran mucho más fáciles, indica Víctor Reis, asesor sénior en el Departamento de Energía de EE.UU. y ex director de la DARPA. Señala que la DARPA mantenía una clara relación con su cliente, el ejército. Sin embargo, incluso entonces, se tardó mucho tiempo en desarrollar lo que él compara con un modelo de negocio para conseguir que las innovaciones se implanten. En el sector de la energía tienes que trabajar con las compañías eléctricas, los legisladores, los fabricantes de automóviles y los consumidores, y la situación es mucho más difícil, señala. "El modelo de negocio del funcionamiento de la ARPA-E dentro del sistema de energía no está aún bien desarrollado", concluye.

  • Por Kevin Bullis
  • Traducido por Francisco Reyes (Opinno
  • Tomado de  http://www.technologyreview.es

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