sábado, 13 de abril de 2013

¿La conspiración de los iguales?


La conspiración de los iguales


Hay algo que no termina de convencerme en la columna que Roberto Zurbano publicó en The New York Times, no por el contenido del artículo, que llega a ser fundamentalista y exagerado -“tú hablas así porque eres rubia”, diría él-; sino porque me he quedado esperando qué viene después, como si su frase: “Para los negros cubanos la Revolución no ha comenzado” fuera una especie de Maine, la antesala de algún propósito que no atisbo a comprender.

Debe ser que he venido cultivando durante años esta suspicacia que roza en lo patológico, pero me niego a creer que Roberto Zurbano, intelectual de renombre en cenáculos capitalinos y medios nacionales, haya esbozado sus hipótesis pensando que nada pasaría, que se puede ejercer impúdicamente el derecho a la libertad de expresión aunque este lacere la imagen de todo un país. Me niego a creer que el suyo haya sido un acto ingenuo.

Obviando los excesos de extremismo en los que cae, al punto de cuestionar la credibilidad de los datos que sobre la raza arrojó el más reciente Censo de Población y Viviendas -de por sí, bastante cuestionado por la comunidad homosexual-, en algo coincido con Zurbano: los negros y mestizos en Cuba arrastran, no ya las cadenas de la esclavitud, sino otras no menos lacerantes: las del prejuicio.

Pero de esa suerte de discriminación no institucional, velada, que indudablemente existe, a las maquiavélicas estrategias que Zurbano le imputa al Gobierno con el objetivo de menospreciar al negro hay, más que un trecho, toda una autopista de políticas sociales; tal vez han sido insuficientes para garantizar la igualdad plena, pero al menos han sido. Tan obvias resultan, además, que no puedo entender que el crítico de arte no las vea.

El ciudadano de a pie, sin Internet y, por ende, sin la más remota idea de esta disputa que ha levantado demasiada hojarasca en el ciberespacio, no imagina que el paradigma de sociedad sin discriminación racial es, para Zurbano y compañía -sigo sin creer que anda solo en este empeño- aquella que consiga agenciarse un presidente negro. Sin embargo, espero que para el 2018, cuando los cubanos le busquemos sustituto a Raúl Castro, ya tengamos acceso a Internet como para enterarnos de estas escaramuzas virtuales y no andemos reparando en el color de la piel de los candidatos sino en su vocación martiana de servicio a la Patria.

Por el momento eso hago: esperar, porque algo me dice que esta reemergencia de la polémica sobre el racismo no es el rapto fortuito de un intelectual neófito que descubrió, por la Divina Providencia, su capacidad para expresarse. El capítulo “Zurbano en The New York Times” -como las opiniones sobre la eliminación de la libreta de abastecimiento en Granma- tiene un tufillo a conspiración que me resulta, por cierto, demasiado evidente.

 Por Gisselle Morales Rodríguez en ¨Cuba Profunda¨

Tomado de  http://www.chiringadecuba.com

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