domingo, 14 de abril de 2013

Un tequila con los narcos


 

Los oficiales de la Agencia Antidroga de Estados Unidos –la histórica DEA; la de las tres letras, para los criminales mexicanos– son expertos en la historia del narcotráfico y no se dejan llevar por la última moda. Para ellos el capo más brillante, el mafioso número uno por ingenio y por espíritu empresarial, no es el “Chapo” Guzmán, sino un muerto al que se le conocía con el elevado nombre de “El Señor de los Cielos”, Amado Carrillo Fuentes, jefe del Cártel de Juárez, fallecido a los 40 años en 1997 durante una operación de cirugía estética que se hizo en el DF para cambiarse de aspecto.
Así lo recuerda Mike Vigil, un agente antinarcóticos que se pasó años y años persiguiéndolo. “Amado siempre estaba 10 pasos por delante de la DEA y del Gobierno de México. Lo hacía tan bien que hasta tenía un estilo… digamos que elegante. (…) Era como un neurocirujano del narcotráfico”.
La DEA en México (Grijalbo, 2013) es un libro sobre la historia de este organismo en el País que hoy en día es considerado como el cetro de los cárteles de la droga.
Su autor es Jesús Esquivel, corresponsal en Washington del semanario mexicano Proceso. “Más que hablar del narco es un trabajo para desenmascarar la imagen que se tiene de los agentes de la DEA como agentes secretos, como si fueran de la CIA”, dice por teléfono desde la capital de EU.
“No son eso. Son gente común. Quise contar cómo trabajan, cómo han tenido éxitos y fracasos, cómo han sido traicionados por el gobierno mexicano, al que le pasan información sobre criminales y que luego (cuando el objetivo se escabulle) les dice ay se me peló, o se me fue, o no lo agarré…”.
Esquivel ha entrevistado a más de una docena de agentes en activo o jubilados de la DEA para entender cómo funciona la agencia en México y para dar un retrato natural, sin efectos de home cinema, de los tipos que la componen.
"Uno de ellos me dijo, qué bueno que acabes con este mito, porque somos cabrones normales y corrientes como todo el mundo”, cuenta el reportero.
En México, un País con un fino gusto por las elucubraciones en torno a la trastienda del poder, la imagen popular de los agentes antinarcóticos estadounidenses tiende a ser un pelín fantasiosa, según dice Esquivel:
“Para los mexicanos son una especie de James Bond, agentes secretos que andan en los oscuro y que saben todo, que usan relojes con grabadora –o hasta con un arma–, y eso se dio porque los medios de comunicación nos hemos encargado de construir ese mito”.
En su libro, Esquivel muestra a los agentes de la DEA como gente que trabaja duro, convencida –hasta llegar a un punto algo ingenuo para la mirada desengañada de un mexicano– de que su labor es evitar que los malos metan droga en sus amados EU y con el equilibro suficiente de miedo, inteligencia y valor para infiltrarse en el mundo de los narcotraficantes e investigar desde dentro su negocio.
Cuenta el periodista que los policías antidroga no empiezan acercándose al gran capo, lógicamente, sino a los narquillos menudos, y que para acomodarse al ambiente en el que se mueven estos obreros de las mafias ellos mismos se visten con el estereotipo norteño del sombrero tejano, el cinturón con hebilla y las botas de cuero.
Los tratos se platican en restaurantes –“muchas transacciones se hicieron entre tequilas y mujeres”, cuenta Jesús Esquivel–, los rumores son el menú diario de información que hay que ir seleccionando como se saca el grano de la paja y la misión es una tarea sin fecha de caducidad: “No tienen límite”, dice el autor de La DEA en México; “a mí me contaron que una vez se tardaron casi tres años investigando unos cargamentos de barcos que venían de Colombia”.

-¿Cómo un estadounidense rubio puede infiltrarse en el ecosistema moreno del narcotráfico mexicano?-
“Eso es algo de lo que se quejan los agentes hispanos de la DEA, que mandan a anglosajones que medio hablan español y que es difícil que operen bien en México. Pero también esto es una navaja de doble filo, porque muchos de estos agentes se hacen pasar por compradores de droga e incluso les funciona que los vean bien gringos”, explica el corresponsal de la revista Proceso.

-¿Los de la DEA creen que se puede atrapar al “Chapo” Guzmán, el criminal que ha aparecido en la lista Forbes de los multimillonarios del mundo, el mafioso de baja estatura que se escapó de la cárcel metido en un carrito de lavandería, el todopoderoso capo del cartel de Sinaloa?-
“Ellos dicen que el Gobierno mexicano no lo ha agarrado porque no ha querido”, responde Esquivel. “La mejor manera de agarrar a un capo es investigar el dinero de sus casas, de su patrimonio, de sus familiares, y así llegas a la raíz; pero los agentes de la DEA creen que no lo hacen porque los órganos de investigación son corruptos”.
Jesús Esquivel dice que los hombres de la DEA también tienen miedo. En la memoria de todo policía antinarcóticos gringo que trabaje en México está el recuerdo de la tortura y ejecución a manos de narcos del agente encubierto Enrique Kiki Camarena en 1985, el único miembro de la DEA asesinado en territorio mexicano.
De todos modos, según el reportero, la gente de la DEA sabe que, si bien no es inmune, el hecho de ser policías de Estados Unidos los convierte en una pieza de caza poco deseable, teniendo en cuenta la capacidad de respuesta que tiene su poderoso vecino del norte. “Los verdaderos narcos no son tontos, son empresarios, y un auténtico cartel no los va a tocar porque saben que eso sería como agarrar a patadas en los huevos al diablo”.

Fuente: El País

Tomado de  http://www.vanguardia.com.mx

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