lunes, 4 de enero de 2016

Silencio cómplice



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Durante el último año y medio el Estado Islámico nos ha 'regalado' insólitas escenas de crueldad inalcanzables para las mentes más perversas y sádicas. Incluso para las que alumbran guiones de serie b con sobredosis de ketchup. En su cruzada contra la humanidad, los descerebrados del Daesh han degollado, quemado vivo, ahogado o arrojado desde las azoteas más altas del territorio en el que imponen su dominio del terror a cientos de personas. Su última exhibición, la ejecución de cinco presuntos espías británicos y la fanfarronada de la invasión del Reino Unido. 

Los ataques en París, primero contra el Charlie Hebdo y después, hace dos meses, contra la sala Bataclán y lugares de ocio nocturno, hicieron reaccionar a la comunidad internacional que habían contemplado al ISIS casi como a un grupo exótico del que sólo había que preocuparse cuando asesinaba o secuestraba a alguno de los nuestros. Ahora, después de aquello, todos estamos contra el Daesh: Estados Unidos, Alemania, Australia, Bélgica, España, Turquía, Bahréin, Catar... y así hasta los 60 países que forman la coalición internacional contra el yihadismo.

Uno de esos 'amigos' es Arabia Saudí. Ese pedazo de desierto en el que las grandes empresas españoles se llenan los bolsillos a manos llenas; esa monarquía absolutista (amiga íntima de la española) en la que los derechos humanos son un chiste malo; ese reino wahabita al que muchos acusan de financiar al grupo terrorista. Ese aliado es el que, al más puro estilo Estado Islámico, ha decapitado a 47 personas. La reacción internacional ha sido entre tibia y fría, como si la resaca navideña convirtiera el exceso ajeno en pecata minuta. En España nadie ha dicho esta boca es mía, no vaya a ser que se enfaden y nos quiten el jornal. Todo tiene un precio. Incluso la decencia. 


LUIS JAVIER RUIZ - DAÑOS COLATERALES

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