sábado, 21 de enero de 2012

EL FBI DE MIAMI ENTRE EL DILEMA DE CAZAR “ESPIAS” Y TERRORISTAS DE ORIGEN CUBANO.

Percy Francisco Alvarado Godoy


 Quien lee la historia del FBI en Miami no puede menos que dolerse de que el esfuerzo legítimo de un grupo de valerosos hombres y mujeres, dedicados a combatir el crimen organizado, los delitos significativos y el narcotráfico, haya sido mancillado por la actividad complaciente y cómplice de algunos de sus agentes y jefes los cuales, respondiendo a los dictámenes de la ultraderecha norteamericana y de los grupos y organizaciones mafiosas que controlan la política de la ciudad, hayan convertido al Buró en un sórdido instrumento de sus maquinaciones y lo hayan sumergido en oscuras componendas y compromisos, transformándolo en tácito compinche de delitos como el terrorismo y el narcotráfico.
Para vergüenza de la memoria de agentes fallecidos en el cumplimiento del deber en Miami, como Jerry Dove y Benjamin P. Grogan, muertos el  11 de abril de 1986, mientras enfrentaban a dos delincuentes comunes, así como la de sus cinco compañeros heridos en dicho tiroteo, otros oficiales se han dedicado a falsificar pruebas para inculpar a antiterroristas con falsos cargos de espionaje, a proteger sistemáticamente a sospechosos de terrorismo y a favorecerlos con una detestable colaboración. Es por ello que al leer la  presentación de la Unidad del FBI de Miami, aparecida en su sitio web, y donde se expresa: “Nuestra gente en Miami posee una mezcla de talento y experiencia que nos permiten ayudar a proteger a ustedes, sus familias y sus lugares de trabajo de una amplia gama de amenazas a la seguridad nacional y los principales problemas del crimen”,  no puede uno menos que  experimentar sentimientos encontrados entre los que se entremezclan la admiración y el repudio.
La historia del FBI en Miami se remonta a octubre de 1924, cuando un agente especial a cargo nombrado  Howe, inició su actividad combatiendo diferentes delitos que incluían la prostitución y el robo de automóviles.  Luego la unidad de Miami cobraría notoriedad en 1929 al capturar al gánster  Al Capone, por faltar a una citación federal.
Ya en 1937 el FBI instaló su propia oficina en Miami bajo el mando del Agente  Especial a Cargo Robert L. Shivers, quien capitaneó una profunda cruzada contra  la corrupción pública, el crimen organizado, los secuestros y la prostitución interestatal.
En 1942 el FBI de Miami se anotó un importante triunfo al capturar a un grupo de saboteadores nazis en Ponte Vedra Beach, Florida, recuperando una gran cantidad de armas y explosivos. Para los años 50, el FBI de Miami contaba con cerca de 150 agentes especiales y otros colaboradores.
Sin embargo, por arte y magia del diferendo impuesto por Estados Unidos a Cuba a partir del primero de enero de 1959, el FBI se supeditaría a la guerra sucia implementada por las administraciones norteamericanas contra la Isla. A pesar de que el  Buró continuaría la lucha contra el delito como se demostró en el arresto del roba bancos Jerry Clarence Rush en 1963, en la detención de John Wesley Davis y Joel Leo Vedder, quienes planeaban sabotear el  East Florida Ferrocarril en 1964;  y la captura del terrorista Henry Kiter  Jr. en agosto de 1969, quien amenazó con sabotear aviones de la compañía Delta Airlines; así como el combate a la delincuencia de cuello blanco, la corrupción,  sobornos, malversación de fondos, pornografía infantil, otras actividades ilegales como el narcotráfico  y   el fraude en las décadas siguientes, su función principal fue investigar las actividades de las organizaciones terroristas de origen cubano en el propio territorio norteamericano en una vasta investigación denominada FREIGHTBOM, la que les permitió identificar a numerosos terroristas y organizaciones que desarrollaban acciones violentas contra Cuba, en abierta violación de la Ley de Neutralidad. No obstante, como analizaremos en los dos  próximos artículos, nunca se tomaron medidas radicales contra estos grupos extremistas, protegidos por las administraciones de turno y la CIA.
La oleada de casi medio millón de cubanos dio un giro diferente a la soleada Miami. Los viejos males de la seudo república derrotada, se “exiliaron” junto a los miles de lumpen, funcionarios corruptos, criminales de toda laya,  asesinos y sicarios, así como mafiosos enriquecidos a costa de expoliar a su propio pueblo, convirtiéndola en nuevo centro del vicio y el delito en EE UU. Es tal la magnitud de los delitos que cometen ciudadanos de origen cubano que Timothy Delaney, agente especial adjunto a cargo de la oficina del FBI en Miami y jefe del programa nacional contra el fraude a los servicios médicos entre el  2000 y el  2004, declaró asombrado al iniciar su gestión en esa ciudad: “Yo sabía que en Miami la situación era mala, pero cuando llegué quedé asombrado''. (…)  “Aquí hay fraude como en ninguna otra parte del país. Los Ángeles está en segundo lugar, pero a mucha distancia'”.
La base principal de las actividades delictivas en aumento en Miami estuvo en el auto titulado exilio cubano, quienes promovieron de inmediato el narcotráfico, los juegos ilegales de azar,  las corruptelas, el robo y particularmente, el terrorismo y los asesinatos violentos. Una prueba de ello es que ya el 19 de abril de 1965, por citar un ejemplo, un cubano que alcanzaría funesta notoriedad por sus crímenes, Luis Posada Carriles, se vio involucrado en Miami, junto al ricachón guatemalteco Roberto Alejos Arzú, dueño de la Finca Helvetia en la que se había preparado en 1961 la derrotada Brigada invasora 2506, en una operación subversiva contra el gobierno de Guatemala, contando por supuesto con el apoyo de la CIA y del FBI, de los que era activo colaborador.
Un documento del FBI, desclasificado en virtud de la Ley Pública 102-526. Con fecha de 28 de abril de 2005, referido al Archivo Nro. 2-380 y emitido por el Buró el 17 de mayo de 1965, acusó a Roberto Alejos Arzú, guatemalteco, residente en el 180 Palm Drive, en Palm Island, Miami Beach, de conspirar junto a Posada Carriles, el cubano Luis Sierra López y otros de sus co nacionales, de poseer un vasto arsenal compuesto por dos ametralladoras calibre 30, M-1919A4; 1 fusil automático Browning,  1 lanza llamas, con tanques y fusil No. M2A1,  6 carabinas M-1, 1 subametralladora Thompson calibre 45, modelo 1928; 1 pistola Colt automática calibre 45, 10 fusiles Grease M-3 calibre 45; 1 lanzacohetes de 3.5 pies, M-20 (bazooka); 2 morteros de 60 mm, M-5, con trípode, placa de base y cañón; 2 cureñas, con trípode, calibre 30, M-2; 2 cureñas, con bípode, calibre 30, M-2; 15 fusiles Garand, miles de cartuchos para estas armas;  28 adaptadores de granadas, fusil Garand M-1;  32 bloques de C-4 (2½ libra cada uno) 80 libras; 12 bloques de C-3 (2½ libra cada uno) 28 libras; 24 bloques de TNT (1 libra cada uno) 24 libras; 8 bloques de Pinolite (1 libra cada uno ) 8 libras; 2 latas de Napalm (3 galones cada una) 6 galones; 16 proyectiles de bazooka (de 3.5 pulgadas de diámetro, de alto poder explosivo); 44 barras de TNT (utilizadas por el ejército) 1 libra cada una, 44 libras; 46 cartuchos, proyectiles de morteros de 57 milímetros; 51 granadas de mano M-21 (de fragmentación): 3 granadas de gases lacrimógenos; 6 fusiles lanza granadas; 5 rollos de mecha Orange-wax, marca Clover (170 pies en total); 20 encendedores de mecha; 2 detonantes de gran potencia (de una libra cada uno); 1 caja de detonantes y encendedores (100 de cada uno); 53 detonadores; 1 rollo de cable para detonadores, aproximadamente ¼ de milla; 1 bolsa de municiones, fusil Garand M-1;  1 rifle Winchester semiautomático, calibre 12; así como otros medios de guerra.
A pesar de todas las pruebas en su poder y pleno conocimiento de la conspiración, el FBI solo se limitó a recoger el armamento y a exonerar de cargos a los implicados, lo que se convertiría en un hábito en los próximos años. Bastaría saber que entre 1959 y el año 2001, el Buró tuvo conocimiento de cerca de 360 actos terroristas realizados en suelo norteamericano, 186 de ellas afectando directamente intereses estadounidenses y, sin embargo, solo una mínima parte de los ejecutores fueron capturados y recibieron tan solo  bochornosas condenas.
La posición contemplativa del FBI ante el asesinato de 35 personas en suelo norteamericano, incluidos nacionales de ese país; de 14 atentados contra aeropuertos norteamericanos, como los de La Guardia y John F. Kennedy (Nueva York), el Miami Internacional Aiport y el de Newark, Nueva Jersey; así ataques contra oficinas gubernamentales como las propias sedes del FBI y del INS en varias ciudades, la sede de las Naciones Unidas (ONU), embarcaciones de varias nacionalidades, aeronaves y otros objetivos como consulados de Nicaragua, México,  Venezuela y otras naciones; agencias de viajes y centros nocturnos, prueba esta aseveración.
Aunque el Buró se vanagloria de haber llevado a cabo varios casos graves de terrorismo como el que involucró a José Padilla, el   22 de noviembre de 2005, así como la captura en el 2006 de   siete hombres de la Florida acusados de conspiración para proveer apoyo material a Al Qaeda, lo cierto es que se ha hecho de la vista gorda en relación con las decenas de terroristas de origen cubano que han actuado y actúan con total impunidad en Miami. Adempero,  sí ha hecho el Buró una fijación enfermiza sobre un supuesto espionaje cubano en La Florida, sobre todo a partir de la década de los 90, ante la imposibilidad de haber podido capturar con anterioridad a alguno del numeroso grupo de combatientes anónimos que enfrentan en Miami al terrorismo contra Cuba.
Si el FBI cumpliera a cabalidad su papel contra el terrorismo de la mafia anticubana, incluso cuando Cuba le ha facilitado abundante información al respecto, como lo ha hecho en varias oportunidades, no fuera necesaria la presencia de los luchadores de la Seguridad del Estado en EE UU. Eso es una verdad de Perogrullo.
 Una batalla en la entrañas del monstruo.
Uno de los primeros valiosos compañeros infiltrados dentro de los grupos terroristas de Miami, particularmente Alpha 66, fue  José "El Chino" Fernández Santos, quien inició su labor, apenas triunfó la Revolución, en las filas del Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER) y, posteriormente, dentro del Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Su largo historial como agente, que lo hizo merecedor de la Medalla Al Valor “Eliseo Reyes”, tuvo sus inicios en 1961 cuando infiltró en Cuba a varias organizaciones contrarrevolucionarias, entre ellas el Movimiento de Renovación Revolucionaria (MRR).
 A partir de 1968, ya en Miami, trabó contacto con Andrés Nazario Sargén, quien lo incorporó a Alpha 66, donde logró identificar los principales centros de entrenamiento de este grupo terrorista. En 1974, por encargo de Sargén y ascendido a capitán, dirigió una expedición integrada por  Hugo Gascón, Roberto del Castillo, Ramón Cala, Jesús Vega, Santiago Acosta, y Mario Bello, la cual fue interceptada en Gran Inagua, en las Bahamas, el 12 de octubre de 1974. Comprometida su filiación revolucionaria, pudo escapar a Cuba burlando al FBI y a los propios sicarios de Alpha 66.
Su caso alcanzó renombre cuando Fernández testificó ante el "Tribunal Contra el Imperialismo", en la Habana y parte de su historia fue presentada en una de las obras de Luis Adrian Betancourt, titulada  "Aquí las arenas son más limpias".
El FBI investigó varios casos de supuesto espionaje cubano, siendo uno de ellos el relacionado con René Valdés, representante de Alpha 66 en la ciudad de Los Ángeles, así como el de Edith Reinoso Hernández, quien más tarde lograría retornar a Cuba y publicar sus experiencias en un libro titulado “Testimonio de una emigrada”. Otros casos monitoreados por el FBI en los que los supuestos agentes cubanos involucrados actuaban en Miami  fueron los de Julio César Ramírez,  Emérito González, Mario "El Gago" Estévez y   Néstor López Molina, aunque luego se comprobó lo infundado de sus sospechas, principalmente en los tres últimos individuos.
Carlos Rivero Collado también fue espiado por los Feds hasta que regresó a Cuba en 1974, donde puso al desnudo el rol terrorista de la mafia miamense y publicó un libro titulado “Los sobrinos del tío Sam”. 
Otra pléyade de compañeros entre los que se encuentran Noel Salas Santos, Manuel Hevia Cosculluela, Juan Pablo Roque,  así como el que escribe este artículo, estuvimos alguna vez infiltrados dentro de los grupos terroristas o vinculados a la actividad de la CIA, defendiendo en un  terreno hostil la seguridad de nuestro pueblo, a la par que burlando las acechanzas del FBI, de la DIA y de la CIA. Por suerte, la labor abnegada de nuestros jefes, la orientación precisa y oportuna, así como el respeto a las medidas de compartimentación y seguridad, nos permitieron salir indemnes en  nuestro avatar como revolucionarios en este campo de trabajo. Otros compañeros, dolorosamente, no corrieron la misma suerte, pues algunos murieron en este combate silencioso y anónimo, alejados de sus seres queridos y del privilegio de ser enterrados y llorados por los suyos, mientras que otros purgan injusta prisión por el simple hecho de defender a su Patria.
Héctor Pesquera y el Caso de los Cinco.
Es precisamente en la década de los 90, cuando Estados Unidos se duele con desesperación de la permanencia de la Revolución Cubana a pesar del derrumbe del campo socialista y cuando les fallan una tras otras otra las conspiraciones de asesinato contra Fidel y otros planes de atentado, luego de la oleada terrorista de 1997, que el FBI prioriza su labor de contra inteligencia contra un vasto y supuesto espionaje cubano en Miami. Otro elemento fue el bochorno sufrido ante las denuncias de los agentes Orión, Fraile, Olga, Félix y Julito, sobre el incremento de las actividades terroristas anticubanas desde Miami, que involucraban a la FNCA, al Ex Club, el CID y otras organizaciones extremistas ubicadas en la ciudad floridana, al amparo de la CIA y del FBI.
Para cumplir este sucio rol de promover una campaña mediática contra supuestos espías cubanos en La Florida, los mafiosos de la FNCA  acudieron a Héctor Pesquera, promovido a jefe del FBI de Miami, en un intercambio de favores luego de que éste los protegiera, en octubre de 1997,  durante los sucesos relacionados con el juicio que se les seguía por intentar asesinar a Fidel Castro en Isla Margarita. Pesquera propició la captura de la Red Avispa a pesar de las reticencias de la entonces Fiscal General, Janet Reno, de hacerlo, sabiendo la misma que no existían fundamentos de peso para elaborar la trama de espionaje que montó Pesquera. Su obcecado empecinamiento para favorecer a la mafia miamense, lo hizo caer en una trampa: Fue tal su empecinamiento en perseguir a los agentes cubanos, que descuidó a los grupos islámicos asentados en La Florida que, posteriormente, estarían directamente involucrados en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
Las oscuras artimañas y complicidades de Pesquera con los poderosos jefes de la FNCA, luego de la captura de los terroristas del yate  "La Esperanza", en las aguas borinqueñas, el 27 de octubre de 1997,  quien accedió al expediente manipulando pruebas y ocultando hechos comprometedores, condujeron a la bochornosa absolución de los terroristas implicados, entre ellos Francisco José Hernández Calvo, presidente de la FNCA.
El premio de Pesquera no demoró el tiempo en que se chasquea un dedo: los poderosos representantes floridanos en el Congreso “solicitaron”  a Louis Freeh, entonces jefe del FBI, el traslado de Pesquera como  Agente Especial a Cargo de la Unidad del FBI en la ciudad de Miami, en mayo de 1998. A partir de allí, la mafia contaría con otro aliado más para desarrollar sus campañas anticubanas y para proteger sus negocios sucios.
La primera acción anticubana del estrenado jefe del FBI en Miami fue la captura de los integrantes de la llamada Red Avispa, a las 5 de la madrugada del 12 de septiembre de 1998, acción que comunicó previamente a su ejecución a sus benefactores en la ciudad floridana, Ileana Ros Lehtinen y Lincoln Díaz Balart, así como presumiblemente a alguno de los jefes de la FNCA.
El egocéntrico jefe del FBI montó, en contubernio con la mafia anticubana, un sonado show mediático, en torno a la captura de una red de espías cubanos, la primera en la historia del FBI en Estados Unidos.  En el propio cuartel general del Buró, situado en el  16320 NW 2nd Avenue, en North Miami Beach, Pesquera se regodeó con su momento de gloria. Parecía dejar atrás su oscura trayectoria en Tampa, Montevideo (Uruguay), Washington, las Islas Vírgenes y Puerto Rico, sin poder percibir que otro enemigo mayor y más peligroso, la red Al Qaeda, actuaba silenciosamente ante sus propias narices. Cegado por la vanidad y el odio contagiado a él por sus nuevos cómplices mafiosos, se ensañó en los antiterroristas cubanos, edificando falsas pruebas y acusaciones.
No pudiendo soportar el bochorno de su victoria pírrica en el campo del espionaje, ante su ceguera en cuanto a la actividad de los terroristas islámicos, renunció en el año 2003, siendo despedido en una opípara cena en la que participaron muchos de sus socios de la FNCA y de otras agrupaciones terroristas y mafiosas de Miami. Posteriormente, el 1 de abril 2004, Pesquera pasó a trabajar en el condado de Broward como enlace de la Oficina del  Sheriff  (OBS) con otras agencias locales, federales y del estado, bajo las órdenes del alguacil Ken Jenne.
El 14 de abril  de 2004 fue ridiculizado por la prensa en Port Everglades, sobre su papel  para prevenir los nefastos sucesos del 11 de septiembre y sus declaraciones ante la Comisión 9/11 en Washington, DC., cuestionado por haber usado solo a un agente del FBI para monitorear a los grupos de AlQaeda y no descubrir sus actividades preparatorias de los atentados, mientras destinada incontables recursos y agentes para monitorear a un grupo de cubanos a los que no se les pudo probar realmente cargos de espionaje.
Con desfachatez sin parangón dijo desconocer la nota de un agente de campo de  Phoenix, Arizona, del 10 de julio 2001, en la que se recomendaba al FBI de Miami que investigara a un grupo de árabes entrenándose en escuelas de aviación en su ciudad.
Hoy, tras 12 años de estos bochornosos sucesos montados por el FBI, tiempo que nuestros hermanos llevan purgando inmerecida prisión, los funcionarios de la DIA como Chris Simmons y otros supuestos expertos en espionaje cubano, siguen especulando sobre la llamada la Red Avispa. Es evidente que no se ponen de acuerdo, pues la invención de espionaje fue tan absurda y apresuradamente elaborada, que recurrieron a falacias de las que ellos mismos no se acuerdan totalmente.
Según Simmons, por ejemplo, la Red Avispa contaba con  27 agentes, mientras las fuentes del FBI en Miami sustentan que el número de sus integrantes era de entre 13 y 16 miembros. Lo cierto es que  10 personas fueron capturadas con un aparatoso montaje de fuerzas en la madrugada del 12 de septiembre de 1998. De inmediato, fueron conducidos al Headquarter del FBI en Miami, donde fueron presionados con vistas a que se plegaran al montaje de supuesta actividad de espionaje preparado por Pesquera. Un tiempo después fueron trasladados al Federal Detention Center, situado en el Downtown de Miami.
Las presiones sicológicas, el burdo chantaje y todo tipo de amenazas surtieron efecto en  cinco de los detenidos: Alejandro Alonso, Linda Hernández, Nilo Hernández Mederos, José Santos Cecilia  y Amarylis Silverio García de Santos,   quienes se prestaron al juego de Pesquera de intentar edificar un caso de espionaje a toda costa, aun teniendo que fabricar todo tipo de patrañas y acusaciones improbables. El premio a la traición cometida por estas personas, no solo por cooperar con el FBI y la Fiscalía reconociendo como válidas muchas de las quiméricas imputaciones, sino también por favorecer las falsas acusaciones contra sus compañeros, fueron reducidas sanciones y  el ser  agraciados por el Programa de Protección de Testigos luego de purgar sus breves condenas. 
Otro grupo de los detenidos, integrado por René González Sehwerert, Antonio Guerrero Rodríguez, Manuel Viramontes (Gerardo Hernández Nordelo), Luis Medina (Ramón Labañino Salazar) y  Rubén Campa (Fernando González Llort), con total entereza y dignidad, se negaron a cooperar con el FBI y las falsas imputaciones que debían aceptar a cambio de un deshonroso acuerdo.
Olga Salanueva, esposa de René, fue también acusada de pertenecer a la célula con el seudónimo de Ida, sin que se haya podido probar su participación real en la misma. Lo mismo ocurrió con Adriana Pérez O´Connor, esposa de Gerardo, a quien acusaron de ser la agente Bonsái y de actuar en Miami con una falsa identidad. Tales improbados argumentos sirven de dudosa base para impedirles que puedan visitar a sus esposos en prisión durante todos estos años.
Para las febriles manipulaciones de Pesquera y sus agentes, otros cuatro agentes de la red pudieron escapar a Cuba, entre los que se encontraban Juan Pablo Roque, Ricardo Villareal (Horacio) y Remigio Luna (Remi/Marcelino). A partir de allí y, siguiendo las instrucciones del gobierno norteamericanos y de la mafia miamense, Pesquera lanzó dos nuevas acusaciones: la primera de ellas estaba dirigida a comprometer a varios funcionarios diplomáticos cubanos de la Misión ante la ONU en Nueva York y de  la Sección de Intereses de Cuba en Washington, en un claro intento de enrarecer las relaciones entre ambas naciones, lo que llevó a la inmerecida expulsión del primer secretario Eduardo Martínez Borbonet y de otro compañero. Por otro lado, Pesquera mantuvo latente la supuesta amenaza del espionaje cubano en Miami y la histeria anticubana,  al decir que había otros agentes actuando y que su actividad estaba monitoreada por el FBI.
Dos hechos significativos marcaron el papel del FBI y del gobierno norteamericano en relación con los cinco miembros de la Red Avispa que no se plegaron a los chantajes y las presiones a que fueron sometidos.
En el primer caso, estos compañeros sufrieron permanentes maltratos y presiones sicológicas de todo tipo. Con total ensañamiento, luego de apenas dos días de su captura en que el agente Raúl Fernández entrega a la corte un amplio dossier de dudosas y fabricadas imputaciones, los Cinco son trasladados el día 29 de septiembre a la Special House Unit, burda forma de llamar al  “hueco”, una diminuta celda  en la que se confina a peligrosos criminales y donde se les puede mantener solo por un período de 60 días. Los intransigentes y valientes cubanos son encerrados allí, en franca violación del Reglamento del Buró de Prisiones del Departamento de Justicia, por un término de 17 meses.
Una vez que el FBI y el gobierno movieron todo los resortes necesarios para montar un show mediático destinado a satanizar a los “espías” cubanos, con el pleno apoyo de los intolerantes Ileana Ros Lehtinen y los hermanos Díaz Balart, así como los principales capos de los grupos mafiosos y terroristas de La Florida, el 2 de octubre de 1998  se radicó la causa ante un Jurado Federal, acusándolos falsamente de los delitos de  “cometer actos de espionaje, conspiración, conspiración para cometer actos de espionaje y de ser agente extranjero”.

El compañero Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba desnudó en su momento esta macabra conspiración, cuando expresó: “La Fiscalía no acusó a ninguno de ellos de espionaje en sí por una razón muy simple: no existió nada semejante y por lo tanto nunca pudiera ser probado.” (…) “Lo único que tenía que hacer la Fiscalía era “convencer” a los miembros del jurado que los acusados eran personas realmente malas capaces de concebir un intento de poner en peligro la Seguridad Nacional de los Estados Unidos en algún momento de un hipotético futuro.”

En segundo lugar, y siguiendo la dirección denunciada por Alarcón, el FBI y la Fiscalía se dedicaron a montar una increíble trama de espionaje encaminada a desvirtuar la real misión de los agentes cubanos, presentándolos como amenaza para la seguridad nacional por su pretendida actividad de  indagación sobre objetivos militares norteamericanos. De acuerdos con estos febriles inventos, se trató de incriminar a los compañeros con las siguientes acusaciones:

En el caso de  Gerardo Hernández Nordelo (Giro/Giraldo), bajo la identidad falsa de Manuel Viramontes, se dijo ser poseedor en su casa de Miami Beach de una computadora y disquetes con información comprometedora, grabadoras y cámaras fotográficas de alta sensibilidad. Como el FBI dijo monitorear la actividad de la red desde 1995, expresó disponer de pruebas suficientes de su papel como líder del grupo, obtenidas mediante vigilancia electrónica y visitas subrepticias a su morada, donde accedieron a mensajes codificados y las claves de decodificación. Se le acusó igualmente de disponer documentos falsificados obtenidos ilegalmente por el gobierno cubano a nombre de dos cubanos residentes en Broward y West Palm Beach, Osvaldo Reina y Daniel Cabrera. Se dijo que Gerardo usó la primera falsa identidad y destinó la otra a Fernando González Llort. Otras falsas identidades correspondieron a dos niños fallecidos en California en los años 60.
En el caso de Ramón Labañino Salazar (Alan), para el FBI el sub jefe de la Red Avispa, éste era el encargado de ejecutar y dirigir el supuesto espionaje contra  instalaciones militares de Estados Unidos en el sur de la Florida, tales como  el Comando Sur,  la base aeronaval de Boca Chica, en Cayo Hueso, así como la base de la fuerza aérea McDill, en Tampa. Otra burda acusación del FBI era que Labañino era el contacto entre la Red y los diplomáticos cubanos de la Misión de Cuba ante la ONU.
En el caso de Rubén Campa o  Fernando González Llort (Vicky/Oscar), éste fue acusado de ser enlace con otros agentes de la Red y de monitorear la actividad de grupos extremistas en Miami, buscando la  manipulación de información para denigrarlos ante la opinión pública. Esta absurda acusación es insostenible ante el grado de deterioro de imagen que padecen los principales grupos mafiosos por sus propias cuestionables acciones.
Antonio Guerrero fue acusado falsamente de espiar en la  base naval y aérea de Boca Chica, donde era un simple empleado civil, imputándole igualmente un aparente interés por acercarse a personal militar y de poseer cientos de direcciones de militares asentados en Boca Chica.
Por su parte, René González Sehwerert (Castor), tenía como misión, de acuerdo con el FBI, de monitorear las actividades de organizaciones extremistas radicadas en La Florida  como Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Militares y Profesionales por la Democracia, Comando Unidos para la Liberación, Partido Unido Nacional Democrático (PUND), Comisión Nacional Cubana y la Asociación de Pilotos Cubano Americana. En su rol de colaborador del FBI en relación con actividades de narcotráfico, el FBI lo acusó de usar esa condición para  denigrar a los grupos del “exilio” en Miami.
El 20 de septiembre del 2001, Héctor Pesquera quiso sobresalir para paliar su infortunado y cuestionado papel en relación con las redes de AlQaeda en La Florida, al declarar el arresto de otros dos agentes de la Red Avispa: Gerardo Gari (Luis) y Marisol Gari (Margot), quienes dijo eran colaboradores de Fernando González Llort en la actividad de “espionaje”. El primero de ellos fue acusado de intentar infiltrar el Comando Sur en La Florida, particularmente en la base MacDill, en Tampa. Por su parte, Marisol fue acusada de usar su empleo en el Servicio Postal de Estados Unidos en el Miami International Airport, para recabar información confidencial, así como monitorear la actividad de la FNCA. Fueron acusados de espionaje con las sanciones de 7 años de prisión para Gerardo Gari y 3 años y seis meses  para su esposa Marisol.
Otra vez Pesquera se vanaglorió de su éxito cuando declaró ante la prensa: “no fueron arrestados hace tres años porque tuvimos que ser selectivos. Esos arrestos fueron hechos con premura, porque sabíamos que algunos de ellos habían recibido la orden de regresar a la isla; en el caso de estos dos, teníamos la convicción de que no escaparían, como vino a suceder”.
Los miembros de la Red Avispa fueron sometidos a un juicio amañado en una ciudad llena de animadversión contra ellos y sobre la base de inventadas acusaciones. Gerardo Hernández Nordelo recibió dos cadenas perpetuas más 15 años, bajo los cargos de  conspiración por espiar y por el ilusorio cargo de asesinato premeditado en relación con los pilotos de Hermanos al Rescate, derribados el 24 de febrero de 1996. Ramón Labañino Salazar fue sentenciado a una cadena perpetua más 18 años, sin derecho a salida, por improbado espionaje contra bases militares norteamericanas. Antonio Guerrero fue condenado a una cadena perpetua más 10 años. René González Sehwerert fue condenado a 15 años de prisión, mientras  Fernando González Llort a 19 años de prisión. Recientemente, por disposición de una corte de apelaciones,  Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Fernando González Llort recibieron nuevas condenas al ser re sentenciados por la misma jueza Joan Lenard: al primero le cambiaron la sentencia inicial por 21 años más 10 meses de prisión; Labañino fue re sentenciado, a su vez,  a 30 años de cárcel. Por su parte, Fernando recibió una modificación de condena de 17 años más 9 mese de prisión, solo uno menos que la condena anterior. Tanto Gerardo como René fueron excluidos de este beneficio.
Tal vez la prueba más evidente de la politización del juicio a los Cinco por parte del FBI y del gobierno norteamericano, así como de una justicia parcializada y de  una actitud de relativa falta de coherencia en los casos de  espías capturados in fraganti, es que otros casos de espionaje más peligrosos y dañinos para la seguridad nacional estadounidense, se han caracterizado por la aplicación de penas menos severas y condescendientes con los acusados.
Tres casos ilustran esta aseveración:
●   Khaled Abdel-Latif Dumeisi, acusado de ser un agente no registrado del gobierno de Saddam Hussein.  Recibió una condena de  3 años y 10 meses de prisión en abril de 2004, en medio de la guerra de Estados Unidos contra Irak.
●  Leandro Aragoncillo fue hallado culpable en julio de 2007 de transmitir cerca de 800 documentos clasificados relacionados con la  defensa nacional de los Estados Unidos, mientras era  asistente militar de los vicepresidentes Al Gore y Dick Cheney.  Solo recibió una condena de  10 años de prisión. Su socio de labores de espionaje,  Michael Ray Aquino, purga  una sentencia de 6 años y 4 meses.
●  Gregg W. Bergersen, funcionario del  Departamento de Defensa, de suministró información de defensa nacional por dinero y otros beneficios materiales en julio de 2008, siendo sancionado solo a 4 años y 9 meses de prisión.
●  Lawrence Anthony Franklin, un coronel de la reserva en el Departamento de Defensa, vendió información secreta a un gobierno extranjero y fue sancionado solo  a 12 años y 7 meses de prisión.
El caso montado contra nuestros Cinco Héroes, al que se le otorgó el número 98-3493, con 27 páginas plagadas de mentiras que sustentan un apócrifa acusación de espionaje, constituye, sin lugar a dudas, una prueba del execrable  papel del FBI de Miami, con Héctor Pesquera a la cabeza,  para favorecer las apetencias anti cubanas de la mafia de Miami y de la ultraderecha norteamericana.
Por su parte, los alegatos de nuestros hermanos en su defensa, así como la actitud firme mantenida en prisión, demuestran de qué lado está la verdad.

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