domingo, 22 de enero de 2012

LUIS POSADA CARRILES, ETERNO PROTEGIDO DEL FBI (II)


Percy Francisco Alvarado Godoy


Con su evasión  de la prisión venezolana  de San Juan de los Morros, en la medianoche del 18 agosto de 1985, Luis Posada Carriles iniciaría el capítulo centroamericano de las drogas y el terror. Sabiéndose impunemente libre, de inmediato se trasladó a Coro, luego a Vela y, posteriormente, a Aruba, portando un revólver Smith & Wesson y cerca de 4 700 dólares. Este último intento de fuga vio coronado sus esfuerzos y el de sus cómplices, tras el fracaso en dos oportunidades anteriores. Al fin se sintió el criminal nuevamente libre y protegido, carcomido su corazón por las nacientes expectativas, y gozoso de que la CIA y el FBI no se hubieran olvidado de él. Sin embargo,  pensativo sobre el uso venidero que le darían sus jefes de la CIA en los próximos tiempos,  especuló que  esta vez debería ser más cuidadoso en cada paso que diera.

Su arribo a  El Salvador ocurrió tras haber contactado a la CIA y al FBI, de quienes recibió inmediato apoyo: una avioneta bimotor, del tipo Cessna 310, con la que realizó breves escalas en Panamá y Costa Rica. Durante el trayecto hacia su nuevo destino, recibió del piloto, el capitán Roberto Leyva, subordinado a Félix Rodríguez Mendigutía, las documentaciones necesarias para penetrar a territorio salvadoreño con la identidad de Ramón Medina Rodríguez, nombre que usaría posteriormente y de manera alternativa para ejecutar sus fechorías. No podía imaginar Posada, que el documento recibido era una adulteración hecha por la CIA del número de identidad de una salvadoreña nombrada Mercedes  Flores Funes.

Félix Rodríguez Mendigutía, “El Gato”,  involucró de inmediato a Posada Carriles en la Operación Calypso, siniestro operativo de la CIA contra la Revolución Sandinista, creado al sustituir  ésta al hatajo de especialistas argentinos, quienes operaban desde Tegucigalpa, Honduras, enviados por la dictadura militar en apoyo de la contra nicaragüense. Después vendría el traslado para la base de Ilopango, nuevo centro operacional en  El Salvador, a donde arribaría Posada. Ya instalado, empezó a recibir su salario de la CIA, usando una fachada como Support Director del Nicaraguan Humanitarian Assistance Office (NHAO).

A Posada, cosa que él no puede negar, siempre le traicionó  su afán de protagonismo y la necesidad de reconocimiento,  aún a costa de violar la rigurosa compartimentación establecida por la CIA. Indiscretamente, estableció contactos con varios de sus congéneres de correrías como Armando López Estrada, René Corvo Lorenzo, residentes en Costa Rica; así como con Juan Pérez Franco, Rolando Mendoza, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Font y otros, quienes lo visitaron a su base de operaciones, abriendo una peligrosa brecha de seguridad, que sería criticada por sus jefes.

No podría durarle mucho su nuevo trabajo con la CIA. El escándalo Irán-Contras se destapó con la denuncia del Viceministro del MININT de Nicaragua, Luis Carrión, el 15 de octubre de 1986, luego del derribo de la avioneta de Eugene  Hassenfus. A partir de ese instante, salió a luz pública, en toda su dimensión,  el  rol de la CIA como soporte de la contra nicaragüense y la implicación de Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano en esas actividades.

Posada Carriles permaneció en la base de Ilopango hasta fines  de octubre de 1986, fecha en la que inició un proceso de continuos viajes en la sombra en espera de las consecuencias del escándalo Irán-Contras. Escondido en Xanadú, un lugar turístico de El Salvador, cercano a El Zunzal, esperó el incierto desenlace de la  descubierta operación. En marzo de 1987 se movió hacia Panamá en donde recibió  la visita de Gaspar Jiménez Escobedo, al que manifestó estar disgustado con la FNCA, pues creía que los jefes de la misma lo habían abandonado  a su suerte, distanciándose de él como de un apestado. Tres meses después. Aquejado por el abandono, enfermo y con falta de recursos, se trasladó a Honduras, bajo la tutela del embajador yanqui en ese país, Everett Brigs. Allí se incorporó como instructor, aún sin ocultar su desazón, a los entrenamientos que recibía un grupo de la Brigada 2506. La suerte, sin embargo, pareció no abandonarlo del todo cuando se encontró allí con Hermes Rojas y  a otros de sus ex socios de la DISIP venezolana, quienes  lo introdujeron  dentro del círculo de asesores del presidente José Napoleón Duarte. Para ese entonces usó el seudónimo de Ignacio Castro y contaba con el apoyo de varios jefes policiales y militares centroamericanos.

Para nadie hoy es un secreto que Posada supo establecer fuertes vínculos con sicarios, militares y terroristas de origen cubano asentados en Centroamérica, los que usaría con total impunidad desde su arribo a  El Salvador en 1985,  hasta su  cuestionado indulto en el 2004 por la ex presidente panameña Mireya Moscoso. Su red de cómplices y colaboradores  se extendió a  Honduras, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y El Salvador. 

Por citar un ejemplo, Posada estableció una red de terroristas en el territorio tico integrada por los hermanos Gustavo, Armando y Claudio Lora Hernández, naturales de Cienfuegos como él y vinculados a  Posada Carriles  durante sus actividades en el MRR y la Brigada 2506. Uno de ellos, Gustavo, trabó vínculos en Fort Benning con Posada, Jorge Mas Canosa, José Basulto León, Félix Rodríguez Mendigutía, Armando López Estrada y otros muchos importantes contrarrevolucionarios. A su vez, Armando López Estrada también había apoyado a Luis Posada Carriles desde que se vio involucrado con él en actividades patrocinadas por la CIA en Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y El Salvador. También en Costa Rica, Posada contó con el apoyo de Moisés Núñez Ruíz, dueño de los frigoríficos Punta Arenas S.A. y su grupo de amistades de origen cubano, integrado por varios terroristas como René Corvo Lorenzo, Orfilio Palacios, Eduardo Paz y Héctor Alfonso. Casi todos mantenían  relaciones con el cabecilla dirigente de Cuba Independiente y Democrática (CID), Hubert Matos.

En noviembre de 1988,  Posada Carriles participó desde El Salvador en la organización de un plan de atentado contra Fidel Castro, elaborado por éste en complicidad con Gaspar Jiménez Escobedo y el contrarrevolucionario Orlando Mendoza. El plan contemplaba asesinar al mandatario cuando éste realizara una visita a Brasil. Sin embargo, dando muestras de una obcecada y enfermiza beligerancia contra Cuba, particularmente hacia Fidel, se vio envuelto junto a Orlando Bosch, Gaspar Jiménez Escobedo, Pedro Corzo Eves  y otros individuos, en otro plan de atentado contra el líder cubano, a realizarse en diciembre de 1988, cuando éste asistiera a la toma de Posesión de Carlos Andrés Pérez, en Caracas, Venezuela.
Su involucramiento en estas actividades, volvió a ponerlo ante el centro de atención  de sus ex socios de la FNCA, aunque él nunca olvidó sus desatenciones y guardó en su corazón un oculto rencor hacia ellos, sabiendo importante mantener contacto con esta jugosa fuente de financiamiento.  Posada tenía bien claro, a pesar de todo, que el que quiere comer no puede pelearse con el cocinero. La FNCA, por su parte,  estaba interesada en disponer de él  para sus futuros planes contra Cuba, entre los que estaba la preparación de la oleada terrorista contra instalaciones turísticas en la Isla y realizar otros intentos magnicidas contra Fidel.

Viajero incansable, realizó un periplo por varios países, con breves estancias en  Guatemala, El Salvador y Honduras, hasta que se radicó finalmente en Ciudad Guatemala, en abril de 1989, convirtiéndose de inmediato en jefe de seguridad de la empresa telefónica estatal Guatel. Este trabajo lo obtuvo gracias a la ayuda de Francisco Ramírez, en ese entonces director de dicha empresa de comunicaciones guatemalteca. Acostumbrado a relacionarse con gentes de  escasa valía, Posada Carriles ignoró deliberadamente que Ramírez se hallaba involucrado hasta los tuétanos en actividades de narcotráfico y lavado de dinero, actividades que lo llevaron a prisión en octubre de 1994, en Nueva Orleans. Allí, en Guatemala, contó con el apoyo de varios funcionarios del gobierno guatemalteco, entre ellos el de Rolando Castro, director de Aduanas, uno de quienes lo ayudó a convertirse en  asesor personal de investigaciones del presidente Marco Vinicio Cerezo Arévalo.

Poseedor asimismo de fuertes contactos con las redes de narcotráfico y tráfico de armas desde su estancia en Ilopango, Posada Carriles fortaleció sus vínculos de amistad con Mario Delamico, quien se convertiría en uno de los principales sostenes de sus planes terroristas en años posteriores. Con este individuo, obtuvo las armas necesarias para tramar nuevas intentonas magnicidas contra Fidel y otros objetivos cubanos, lo que incluyó a los planes de atentado contra Fidel Castro durante una posible visita a El Salvador durante la toma de posesión del presidente Reina,  el atentado frustrado contra el líder cubano en Cartagena de Indias, en Colombia e, incluso, uno de los tres planes preparados contra Fidel durante su visita a República Dominicana en 1998.

Sus nuevos contactos en el FBI a partir de la  década de los 90.

Por primera vez en su vida debió experimentar miedo Luis Posada Carriles cuando el 26 de febrero de 1990 fue  atacado en  la Colonia Vista Hermosa, Ciudad Guatemala, por combatientes revolucionarios centroamericanos, en plena calle,  en un intento por ajusticiarlo y hacer que pagara sus culpas. Nunca antes la muerte había estado tan cerca de él, reclamándole sus crímenes y poniéndole en dudas su tan acostumbrada impunidad. Recibió, sin esperarlos, dos tiros: uno cerca del corazón y otro en el rostro,  en la zona de la  mandíbula y  que le seccionó la lengua,  cuando se desplazaba en una  Suzuki de color negro. Grande debió ser el susto de sus cómplices y protectores ante este suceso.

Luego de debatirse entre la vida y la muerte, salió del hospital guatemalteco y, al punto de recibir de sus socios de la FNCA la suma de  22 000 dólares para su recuperación, se trasladó a San Pedro Sula, en Honduras, a la casa de Rafael Hernández Nodarse, antiguo socio de correrías y uno de los miembros de su red terrorista en Centroamérica. Sobre esa estancia, relató en “Los caminos del Guerrero”: “La gente de Miami se comunica con Rafael Nodarse para que me dé apoyo. Rafael me lleva al mejor hotel de San Pedro Sula, el Copantl. Allí permanezco durante dos meses. Rafael paga los gastos. Sus hijos, Tadeo y Joaquín, me protegerán mientras dure mi lenta convalecencia. Rafael siempre estará cerca de mí.”

Es por esos años que Posada Carriles fue citado el 7 de febrero de  1992 por dos investigadores del FBI,  quienes llevaban  a cabo una investigación del Congreso norteamericano sobre el caso Irán-Contras. La entrevista, que duró casi siete horas, tuvo lugar en  la embajada yanqui de EE UU en Tegucigalpa. Uno de los oficiales era  George Kyszinski, con el que mantenía viejos lazos de amistad. El otro oficial  acompañante era Michael Foster.

Posada no dudó en informar a los investigadores del FBI de todos los detalles de la Operación Irán-Contras, sobre todo lo relacionado con los intercambios de drogas por armas, dirigidos por el Coronel Steele, uno de los subalternos de Oliver North.  Es en esta oportunidad que Posada explicó que, al ser derribado en Nicaragua el avión de Eugene Hassenfus en octubre de 1986, informó inmediatamente al coronel James Steele y a Félix Rodríguez Mendigutía sobre el suceso. El primero de estos acudió de inmediato al aviso con vistas a crear una cortina de humo que evitara la implicación de la CIA en este operativo. Lo absurdo de todo es que el FBI no tomó acción alguna contra él, lo que corroboró una vez más su permanente rol de informante de los Feds.

Que Kyszinski  le tendió la mano a  Posada Carriles no fue nada extraño. Kiszynski había sido cómplice del dispositivo CIA en Ilopango, lo que salió a luz pública  cuando se dio a conocer que este oficial del FBI entregó a Oliver North, el 24 de marzo de 1986, un documento interno del Buró sobre la actividad de los contras en relación con el tráfico de drogas y contrabando de armas. Al haber alertado a un cabecilla del complot de Nicaragua, Kyszinski cometió un serio delito de deslealtad con su organización, pero nunca fue juzgado por esta traición.

Cinco meses después de su entrevista con el FBI en la embajada norteamericana en Tegucigalpa, fue visitado por Gaspar Jiménez Escobedo el 15 de julio de 1992,  con la finalidad de coordinar un nuevo atentado contra Fidel Castro. De acuerdo con este plan magnicida, Posada Carriles se encargaría de conseguir un lanzacohetes RPG-7, de fabricación soviética, para atentar contra el avión del mandatario cubano durante su visita a España, en ocasión de celebrarse allí la II Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Otra vez los vínculos entre Posada y la FNCA se volvían a materializar en una nueva conspiración contra Fidel. Otra vez la sádica perseverancia sería premiada con el fracaso.

En 1993 Posada Carriles, totalmente recuperado de sus heridas, pero con permanentes secuelas, organizó un ataque contra un carguero cubano que realizaba operaciones entre el puerto de Cienfuegos, en Cuba, y varios puertos hondureños.

En enero de 1994, cuando se instaló en el apartamento 401 del Edificio Moncada, ubicado en la Avenida Juan Lido, Colonia Ninites, en Tegucigalpa, Posada Carriles preparó un nuevo atentado contra Fidel Castro, esperando la participación del jede de estado cubano en la toma de posesión del electo  presidente Carlos Roberto Reina. Para ejecutar este plan, la FNCA desembolsó 20 000 dólares y planificó el empleo de un francotirador quien dispararía contra ambos mandatarios con un fusil dotado de mirilla telescópica. Junto a Posada Carriles estuvieron involucrados Roberto Martín Pérez, Ramón Orosco, Gaspar Jiménez Escobedo y Francisco Castro Paz.

Incansable en sus intentos de destruir a la Revolución Cubana, Posada Carriles viajó a Costa Rica el 15 de junio de 1994. Su misión, en este caso, era preparar un atentado contra un barco cubano que tocaba con relativa frecuencia el Puerto de Limón. Para esta misión y muchas otras, contó con el apoyo de sus colaboradores de la red terrorista centroamericana en Costa Rica, entre los que se encontraban Miguel Mariano Merino Márquez y los hermanos Lora Hernández.

Por esa época acababa de adquirir fraudulentamente el pasaporte a nombre de Franco Rodríguez Mena, en Tecapán, Usulután, haciendo uso de una fe de bautismo de  otra persona ya fallecida. Esa nueva identidad le permitirá desplazarse por diversos países de la región, incluyendo los Estados Unidos, con total impunidad. La dirección de residencia de Mena Franco, que consta en este  nuevo pasaporte salvadoreño, es Calle San Salvador Nro.  219, Colonia Centro América, San Salvador, detectándose posteriormente que la misma es inexistente.

Sin cejar en su permanente intento de agredir a la Revolución Cubana y de asesinar a su máxima figura, Posada Carriles, en unión de cinco terroristas fracasó una vez más en la realización de un atentado contra Fidel en Cartagena de Indias, Colombia, durante la celebración de la IV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Celebrada entre los días 14 y 15 de junio de 1994. Previsto a realizarse cuando el jefe de estado cubano realizara un paseo por la ciudad en compañía del escritor colombiano Gabriel García Márquez, este plan contó con abundante soporte monetario, cerca de 50 000 dólares, proveniente de los jefes de la FNCA. Asimismo, serían empleados diversos medios de guerra entre los que se encontraban bazookas, armas largas y explosivos. El plan contemplaba el empleo de un fusil Barrett, calibre 50, enviado desde Miami, presumiblemente aportado por Pepe Hernández, con el que se dispararía contra el mandatario cubano. Posada Carriles contó, en esta oportunidad, con la ayuda de Alberto Hernández, Félix Rodríguez Mendigutía, Gaspar Jiménez Escobedo, Ramón Orosco Crespo, Roberto Martín Pérez y Raúl Valverde.
Otro plan terrorista desarrollado por Posada Carriles por esa época, involucró a uno de los altos personeros del ejército hondureño, amigo suyo y de Mario Delamico, el Inspector de las FF.AA., coronel Guillermo Pinel Cálix,  en ese entonces jefe de la inteligencia militar de Honduras. El plan consistió en crear un campamento secreto en esa nación centroamericana para emplearlo como campo de entrenamiento de contrarrevolucionarios cubanos y como base de agresiones terroristas contra la Isla. Una gran cantidad de dinero fue entregado a manera de sobornos a jerarcas militares hondureños, con independencia del cuarto de millón de dólares que costaría el establecimiento de la base operativa.  Para concretar estos planes, el coronel marchó a Miami donde se reunión con altos miembros de la FNCA.

Mientras Posada Carriles preparaba desde Honduras la oleada de atentados contra instalaciones turísticas en la Habana y Varadero, se le vio inmerso en la preparación de terroristas del auto titulado Gobierno Provisional en Costa Rica, contando con el apoyo de contrarrevolucionarios residentes en ese país, en una abierta injerencia  para usar ese país como base de operaciones contrarrevolucionarias. El FBI tuvo conocimiento de estos hechos, pero tampoco le molestó.

La protección de Posada Carriles por el FBI y la oleada terrorista de 1997.

Matar a Fidel y revertir el proceso revolucionario cubano fueron por estos años, como en toda su vida, su principal razón de existir. La ancianidad que se apoderaba de él no le hizo frenar y buscar un retiro tranquilo. Por el contrario, acrecentó sus odios personales y fortaleció a su empecinado carácter, acentuando su impiedad y su irracionalidad.

Para 1997, el terco e incansable Posada Carriles logró crear la infraestructura necesaria para llevar a cabo la oleada terrorista contra Cuba que había planificado, no sin tropiezos, la Fundación Nacional Cubano Americana. Contaba, por un lado, con incontables recursos provenientes de la FNCA y de las autoridades norteamericanas, sabiéndose protegido por la CIA y el FBI, así como varios gobiernos de la región. Organizador tenaz y viajero frecuente, ha desandado toda Centroamérica  para cumplir este propósito.  Creó, sin mucho esfuerzo, una numerosa red de colaboradores en Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Honduras, Venezuela, República Dominicana, El Salvador y otras naciones de la región, para obtener financiamiento, apoyo logístico y armas. Siempre dispuso  de un potencial grupo de mercenarios centroamericanos, identificados por sus cómplices en esos países, debidamente desinformados sobre la realidad cubana y con disposición de arriesgarse por irrisorias sumas de dinero, que constituyen una fortuna en sus empobrecidos países.

La oleada de atentados terrorista con la que siempre soñó  Posada Carriles se inició el 9 de abril de 1997,  cuando Francisco Chávez Abarca arribó a Cuba por el Aeropuerto Internacional “José Martí”, empleando su pasaporte salvadoreño Nro. 816604. La primera de las bombas la colocó este terrorista centroamericano  en los baños de la discoteca “Aché” del Hotel Meliá Cohiba y detonó, como un mal presagio,  a las 3.53 de  la madrugada del día 12 de abril. Contenía 600 gramos de C-4. La suerte ayudó esta vez a los cubanos, pues ninguno se encontraba en esos momentos en el local siniestrado.

En ocasión de otro de sus viajes, realizado 18 días después de la colocación de la primera bomba, el  30 mayo, Chávez Abarca colocó otro artefacto explosivo en una maceta ornamental del piso 15 de ese mismo hotel habanero. Contenía 401 gramos de C-4, que se activarían mediante un mecanismo de relojería acoplado a una calculadora marca  Casio, Modelo QA-100.  También esta vez, descubierto a tiempo el artefacto de muerte, se pudo evitar la muerte y la destrucción.

La actividad terrorista de Chávez Abarca,  como miembro de la red centroamericana del terror y por orientaciones de Posada Carriles, lo llevó a colocar una bomba en las oficinas de la corporación Cubanacán, en Ciudad México el  25 de mayo de 1994, a las 6 de la tarde de ese día. Con este hecho se quiso revivir la ofensiva terrorista contra intereses y representaciones cubanas en el exterior, modus operandi de Posada Carriles y sus cómplices en la década de los 70. Estaba  claro que este centroamericano sin escrúpulos se había convertido en  un eficaz aliado para la FNCA y Posada.

Por esos días de agosto de 1997, su jefe Luis Posada Carriles realizó un viaje en el que recorrió a varios países de  Europa y África, empleando el pasaporte falso a nombre de Franco Rodríguez Mena,  enviado por algunos de sus protectores dentro del gobierno salvadoreño  y con la finalidad de adquirir cuantiosas cantidades de armas de manera ilegal. Un hecho curioso tuvo lugar por esa fecha: el 25 de mayo de 1997 tuvo lugar un golpe de estado en Sierra Leona que derrocó al gobierno civil del Presidente Ahmad Tejan Kabbah, país en el que se encontraba en esos momentos. Ante los confusos acontecimientos corrió a refugiarse a la embajada de Estados Unidos, donde recibió cobija y refugio seguro, cuando portaba una identidad falsa y tenía sucios antecedentes relacionados con su fuga de una prisión en Venezuela y con el escándalo Irán-Contras. Sus amos del Norte le tendieron la mano otra vez de forma solapada y este hecho trató de ocultarse a la opinión pública. Los agentes de la CIA y del FBI en Sierra Leona volvieron a cubrirle las espaldas.

El gobierno  salvadoreño de ARENA también hizo lo suyo. Tanto el Ministro de Seguridad salvadoreño, Francisco Bertrand Galindo, como el  viceministro de Seguridad en ese entonces, Hugo Barrera, ex antiguo líder de ARENA; como Rodrigo Ávila, director de la Policía Nacional Civil y Mauricio Eduardo Sandoval Avilés, Director del Organismo de Inteligencia del Estado; así como Julio Eduardo Villatoro Monteagudo, un abogado que enfrentó a partir del  2008  un proceso de deportación en Estados Unidos, luego de su captura,  y quien le apoyó con dinero y recursos para sus actividades terroristas en la década de los noventa, le protegieron de cualquier acción ilegal. Esta protección a Posada se extendió también a Francisco Chávez Abarca, lo que se demostró mediante las reiteradas negativas del pasado Ministro de Seguridad Pública de El Salvador y vicepresidente de ARENA, René Figueroa, a enjuiciar a Francisco Chávez Abarca por los actos de terrorismo cometidos por éste. Años después Figueroa, encargado de la seguridad de la recientemente celebrada XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estados en El Salvador, se lavó las manos ante las denuncias del presidente venezolano Hugo Chávez sobre un plan de atentado contra su persona cuando asistiera a la misma. Era tal el contubernio entre Posada y los burgueses de ARENA, que el gobierno salvadoreño ignoró un informe sobre este terrorista hecho llegar al entonces presidente Francisco Flores, el 5 de octubre de 1999, sobre sus criminales actividades.

La complicidad de Posada Carriles con las élites del poder en El Salvador, se puso de manifiesto hace poco cuando fue recomendado por Lincoln Díaz Balart para que participara desde Miami en las componendas para impedir la ascensión del FMLN si éste ganaba las elecciones o, de lo contrario, realizar maniobras para impedir el triunfo de esta organización en las urnas. La inusual recomendación hecha por el representante de la ultraderecha miamense tuvo lugar en un encuentro secreto en los Ángeles con el entonces presidente Antonio Saca,  celebrado en abril del 2008. Como premio a su “ayuda”, Lincoln Díaz Balart recibió la Orden Nacional José Matías Delgado apenas un mes después. El 3 de mayo de 2008, en Miami, se consumaba la estrecha relación entre estos representantes de mafia cubanoamericana de la Florida y la ultraderecha salvadoreña.

Cansado de arriesgarse innecesariamente y a instancias de Posada Carriles, Abarca se dedicó a reclutar mercenarios centroamericanos para continuar la oleada de atentados en Cuba. Uno de sus escogidos fue el joven  salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, en ocasión de contactarlo en la agencia  "Geo Rent A Car", en San  Salvador. No fue difícil   para él reclutar a este individuo dotado de una personalidad sociopática y un fuerte interés por el dinero. Ante  la promesa de recibir $3 700 dólares, Raúl Ernesto Cruz León viajó a la Habana con la finalidad de realizar los atentados terroristas comprometidos con Chávez Abarca. El 12 de julio, tres meses después de la detonación de la primera bomba en la discoteca del Meliá Cohiba, colocó al mismo tiempo una bomba el  Hotel Capri y otra en el cercano Hotel Nacional, alrededor de las 11.35 de la mañana. Ya en San Salvador, hizo alarde de su reciente aventura, sin importarle las cuatro personas heridas durante el suceso terrorista.

Siguiendo el concepto de internacionalización del terrorismo contra Cuba, mercenarios al servicio de la FNCA detonaron un artefacto explosivo en las afueras de las oficinas de Havanatur en Nassau, Bahamas, sobre las 9 de la noche del día 3 de agosto de 1997. No se ha podido esclarecer hasta ahora quiénes fueron los ejecutores directos de esta explosión, pero no se descarta la implicación de la Fundación.
Otro de los terroristas contratados por Francisco Chávez Abarca y Luis Posada Carriles fue Otto René Rodríguez Llerena, quien laboraba en ese entonces como Gerente de Seguridad y Protección en la firma automotriz Didea S.A. Movido por una mezcla de intereses monetarios e ideológicos, arribó a la Habana el 3 de agosto de 1997 y colocó, al día siguiente una bomba en el vestíbulo del Hotel Meliá Cohiba. El día 4 de agosto, como ya señalamos, entre las 7 y las 8 de la mañana, el artefacto explotó causando varios daños materiales. La composición de la mezcla explosiva, según los peritos, contenía TNT y Hexógeno. Para realizar tales acciones, Rodríguez Llerena transportó 1.519 kilogramos de explosivo plástico C-4, distribuidos y enmascarados en un pomo de shampoo, uno de pasta dental y otro de desodorante. Traía, además dos relojes marca Casio y dos detonadores.

Un tiempo después sería capturado este mercenario al entrar al país, a la 2 de la tarde del 10 de junio de 1998, procedente de Guatemala. Su misión de abastecer con explosivos a un supuesto terrorista radicado en Cuba nombrado Juan Francisco González Gómez, quien colocaría una bomba en el Mausoleo al Che Guevara en Santa Clara. El supuesto terrorista al que contactaría en Cuba era un experimentado agente de la seguridad cubana.

Mientras estos hechos se sucedían, el 2 de agosto de 1998 Posada Carriles ofreció una entrevista a la cadena CBS, la que en su programa Polos Opuestos transmitió unas declaraciones del terrorista en las que reconoce su participación en las acciones violentas que ocurrían en la Isla y declara realizar más de estos atentados con explosivos. Por su parte, en una muestra de descarada hipocresía, la Fundación Nacional Cubano Americana, solapada organizadora y financista de los mismos, apoyó con total impudicia y desenfado  una declaración en apoyo a sus ejecutores.

El 22  de agosto, apenas unos días después, explotó una bomba en el hotel “Sol Palmeras” de Varadero. Fue colocada en un pasillo cercano al bar lobby. Este atentado fue realizado por los guatemaltecos Marlon Antonio González Estrada y Jorge Venancio Ruíz, contratados  también por Francisco Chávez Abarca.
El 4 de septiembre de 1997, fueron colocadas cinco bombas simultáneamente en los Hoteles Comodoro, Chateu Miramar, Tritón y Copacabana, así como en la Bodeguita del Medio, otra vez por Cruz León. La primera se colocó en un área cercana a un salón donde se celebraba un evento infantil de Ajedrez y la misma no detonó al ser desactivada por un niño que recogió los componentes y los trasladó a su casa. Meses después fueron entregados a las autoridades. Por supuesto, Raúl Ernesto Cruz León, quien había regresado sabiéndose impune,  nunca reconoció la existencia de esta bomba.

Las bombas colocadas por este terrorista centroamericano provocaron cuantiosos daños materiales y el lamentable deceso del ciudadano de origen italiano Fabio Di Celmo. Hoy purga prisión junto a otros terroristas de origen centroamericano por los delitos horribles que cometieron, en espera de que se consume la sanción de pena capital a la que fue sentenciado en compañía de Rodríguez Llerena.

Paralelamente a los atentados con bombas que ocurrían en la Isla, Francisco José Hernández Calvo trató de ampliar dicha oleada mediante el empleo de aviones teledirigidos  y cargados de explosivos, a un precio de 50 000 dólares cada uno, los que se lanzarían contra algunos de los objetivos de los que yo, supuestamente agente de la FNCA, había identificado en 1994 con el GPS. Ante estos hechos, fue citado por el FBI en septiembre de 1997 sin que fuera procesado por ello. Nadie en Miami molestaría a uno de los prominentes jefes de la Fundación.

El 19 de octubre de 1997 fue encontrado, en el interior de un microbús Toyota del servicio de taxis Autos Havana, en las cercanías de la Ciudad Deportiva, en Ciudad de la Habana, un poderoso explosivo oculto en una tanqueta, con su respectivo detonador y un reloj digital marca Casio.

Otra bomba fue colocada el día 30 de octubre de 1997, en un depósito de basura aledaño a un quiosco, en un salón de la Terminal Nro.  2  del Aeropuerto Internacional José Martí. Tanto esta bomba, como la encontrada unos  días antes en un microbús, fueron colocadas por los guatemaltecos Marlon Antonio González Estrada y Jorge Venancio Ruíz. Ambos terroristas suplantaron las identidades de dos de sus compatriotas, a saber nombrados Nery de Jesús Galicia Hernández y José Luis Castillo Manzo para realizar su viaje de octubre de 1997. Hoy es conocido que ambos terroristas pertenecían a la célula terrorista guatemalteca de Luis Posada Carriles, integrada por José Burgos, Juan Jiménez, Mario Delamico y José Álvarez. Marlon Antonio González Estrada apareció muerto con un disparo en la cabeza el 2 de mayo de 1998, fruto de  una venganza entre ladrones de carros.

Alrededor de esos días, Posada Carriles viajó a Estados Unidos, específicamente el 26 de agosto de 1997, rumbo a Nueva York en el  vuelo 730 de la aerolíneas  centroamericana Taca Internacional, empleando el pasaporte  a nombre de Franco Rodríguez Mena.  Ni el FBI, ni el INS,  ni alguna otra agencia norteamericana, le molestaron al entrar a EE UU.

Los últimos terroristas centroamericanos fueron capturados unos meses después, el 4 de marzo de 1998. Fueron  los guatemaltecos: Nader Kamal Musalam Barakat  y María Elena González Meza. El primero de ellos fue detenido en la terminal aeroportuaria en el punto aduanal mientras transportaba los explosivos. La segunda, portadora de los detonadores, logró escabullirse y fue capturada horas después en el barrio habanero de El Vedado.

El esposo de María Elena, Jazid Iván Fernández Mendoza,  fue arrestado por las autoridades cubanas unos días después al arribar al país con la misión de averiguar la situación de su cónyuge. En sus manos existían trazas de explosivo plástico C-4. Jazid fue liberado tras cumplir su condena el 15 de diciembre de 2006,  mientras María Elena salió de prisión y marchó a Guatemala  el 9 de julio del 2008.

Por ese entonces, Luis Posada Carriles se encontraba en Honduras empleando la falsa identidad de Ramón Medina. Podía ser localizado por sus cómplices en el celular 011 503 886 2953. No se ocultaba esta vez, se sabía protegido por las autoridades de ese país, a muchos de cuyos jefes militares había conocido en las décadas anteriores. Llegó al extremo de verse involucrado, el 13 de octubre de 1997,  en dos atentados con bomba contra el presidente Carlos Roberto Reina, demostrando que no respetaba ni a sus protectores.
La ola de atentados a hoteles cubanos en 1997 y las posteriores declaraciones del connotado asesino Luis Posada Carriles a The New York Times, pusieron en entredicho a los órganos de la inteligencia y contrainteligencia norteamericanos. "A mí no me molesta ni la CIA ni el FBI", expresó Posada al rotativo un tiempo después, mientras que artículos aparecidos en Washington por los archivos de Seguridad Nacional, apoyaron la insinuación de Posada de que el FBI y la CIA tenían conocimiento detallado de sus operaciones contra el Gobierno de Cuba desde principios de los años sesenta.

Un hecho que demuestra la complicidad del FBI con Posada Carriles tuvo lugar cuando el empresario Antonio Jorge Álvarez (Tony), residente en Carolina del Sur, quien dirigía la empresa WRB Enterprises en Guatemala y tuvo en ese país contactos con Posada Carriles y otros terroristas de origen cubano, suministró información al FBI en 1997 sobre los preparativos de atentados contra el Presidente de Cuba durante la Cumbre Iberoamericana en Isla Margarita, Venezuela, y sobre la campaña de bombas que se gestaba contra hoteles en la Isla, pero el FBI demostró poco interés en la denuncia.  La verdad, sin embargo, era otra: quien atendió la denuncia de Álvarez fue George Kiszynski, quien no dio curso a las acusaciones del empresario contra Posada.

La confabulación de Pesquera y el FBI en Miami.

El 27 de octubre de  1997 fue capturado en Puerto Rico el yate “La Esperanza”, propiedad del contrarrevolucionario José Antonio Llamas,  en aguas cercanas a esta isla, cerca del Cabo Rojo, por el barco Barnoff  de la Guardia Costera de los Estados Unidos. Sus cuatro ocupantes. Ángel Manuel Alfonso Alemán,  Juan Bautista Márquez,  Ángel Hernández Rojo y Francisco Secundino Córdova, planeaban realizar un atentado contra Fidel, durante su asistencia a la VII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, a realizarse entre los días 8 y 9 de noviembre,  en Islas Margarita,  Venezuela.

El operativo implicado en este magnicidio había realizado estudios previos sobre el terreno con vistas a detectar aquellos puntos factibles para realizar disparos con dos sofisticados fusiles semiautomáticos calibre 50, marca Barret y modelo 82A1, dotados con miras telescópicas, contra la aeronave que transportaría al jefe de estado cubano o contra los carros blindados que lo transportarían. Contaban además con siete cajas de proyectiles para estas armas, cada uno con 10 cartuchos, así como varios uniformes militares, 6 radios portátiles, un teléfono satelital, visores nocturnos, y miras telescópicas, un total de cerca de  mil dólares.

La preparación de este atentado contó con la organización inicial del mismo por Posada Carriles y Arnaldo Monzón Plasencia, otros directivos de la FNCA, así como grupos contrarrevolucionarios radicados en Venezuela y Miami. Entre los primeros se encontraban Salvador Romaní, Ricardo Koesling, Francisco Pimentel, Hermes Rojas Peralta, Pedro Morales y Nelly Rojas, esposa de este último. Entre los contrarrevolucionarios radicados en la Florida, vinculados todos a la FNCA, se encontraban Alberto Hernández, Francisco José Hernández Calvo, Alfredo Domingo Otero y otros.

La célula venezolana de Posada Carriles se encargó de realizar estudios en Isla Margarita que contemplaban el descubrimiento y análisis de las medidas gubernamentales de seguridad en la misma, examen del recorrido posible de la aeronave cubana que transportaba a Fidel previo a su aterrizaje, sus vías de desplazamiento en el lugar, así como otras importantes tareas logísticas. Aún hoy existen sospechas sobre otros dos planes alternativos de atentado contra Fidel: la colocación de explosivos donde taxearía su avión y el envió de explosivos al hotel donde se alojaría, posiblemente usando a Chávez Abarca o a un contrarrevolucionario radicado en Venezuela.

Detenidos por el FBI, los cuatro terroristas  hicieron disparatadas y contradictorias versiones sobre el plan. Más adelante se esclarecerían los hechos. Pocos días después, durante el proceso investigativo, los fiscales federales se encontraron que el plan de atentado no era un hecho realizado aisladamente por estos individuos, sino una de las madejas de una conspiración.

Lo primero en aparecer fue una cuenta bancaria a nombre de Juan Bautista Márquez en el CITIBANK, con un depósito de $2,000. Sospechosamente, esta cuenta fue incrementándose en los próximos días al recibir una transferencia inicial de $2,990 y un depósito ulterior de $127.00. Hoy se ha comprobado que estas sumas de dinero fueron entregados a Juan Bautista por Alfredo Domingo Otero, uno de los jefes de operaciones del grupo paramilitar de la FNCA.

Las investigaciones arrojaron que los dos fusiles Barret fueron comprados por Francisco "Pepe" Hernández, presidente de la FNCA y Juan Evelio Pou, otro de los integrantes de esta organización terrorista. Más adelante, el  jurado de instrucción comprobó que el  dueño de la nave era José Antonio Llama, otro de los directivos de la FNCA.

Todos los tripulantes capturados por la embarcación “Barnoff”, de la Guardia Costera,  tenían amplios antecedentes que los vinculaban a acciones terroristas contra Cuba. Ángel Manuel Alfonso Alemán estuvo condenado en Cuba por actividades terroristas y pertenecía a la Asociación de Ex Presos Políticos en el Exilio. Francisco Córdova participó en la derrotada invasión de Playa Girón en 1961.

A pesar de los delitos cometidos, los acusados fueron liberados bajo fianza. Miles de dólares fueron desembolsados por la FNCA para pagar las fianzas impuestas y los gastos de la defensa. Sorpresivamente, cuando se esperaba que purgaran su crimen con sanciones adecuadas a su delito, fueron acusados simplemente de dos delitos menores. Por arte de magia, fueron escamoteados los delitos de más peso: conspiración para cometer asesinato, tráfico de armas y falsos testimonios. Era, sin lugar a dudas, una muestra más de la parcialidad de la justicia norteamericana con los terroristas de origen cubano.

Las investigaciones posteriores fueron viciadas por Héctor Pesquera, agente a cargo del FBI en Puerto Rico, en contubernio con su primo, Ricardo Pesquera, defensor de los acusados, quienes se dedicaron a ocultar evidencias para escamotear la verdad y la magnitud de los hechos. Muchos implicados como José Francisco "Pepe" Hernández, presidente de la FNCA, y Alfredo Domingo Otero, ni siquiera fueron inquiridos. Otra vez la mafia fue protegida por el FBI, al extremo que el propio Pesquera declaró, sin recato alguno el  29 de julio de 1998: "… a pesar del torrente de informes sobre ataques terroristas de exiliados anticastristas, no planeo aumentar la prioridad de investigación para tales acciones". 

Tan evidente fue la manipulación del caso que el  propio The Miami Herald en español, en un artículo firmado por Juan A. Tamayo, publicado el 23 de julio de 1998, reconoció: "En medio de informes de que líderes del exilio cubano financiaron atentados dinamiteros en La Habana, fiscales, conspiradores y policías estuvieron de acuerdo en que las conspiraciones anticastristas en el sur de la Florida no solo son comunes, sino casi toleradas". (…)  "Durante años la política tácita de las agencias policíacas ha sido espiar a los militantes anticastristas y romper sus conspiraciones antes que enjuiciarlos”

Kendall Coffey, ex fiscal federal en Miami, a la par que protagonista a favor de los mafiosos en el juicio de los Cinco  y también abogado de los secuestradores del niño Elián, esclareció los compromisos de la justicia gringa con los mafiosos de Miami, al reconocer sobre estos acontecimientos: "A través de los años hemos actuado en cierto número de casos pero es muy difícil obtener un jurado en esta parte de la Florida que halle culpables a personas que son presentadas como combatientes por la libertad".

El propio nombramiento de Pesquera tuvo visos de obedecer a influencias de la mafia y la extrema derecha norteamericana. En cuanto llegó a Miami, bajo la anuencia de los representantes extremistas floridanos y de los grupos de poder en esa ciudad, sostuvo reuniones con dirigentes contrarrevolucionarios y reafirmó sus compromisos incondicionales  con ellos.

Cerrado el caso con la absolución de los magnicidas y sus cómplices en diciembre de 1999, la mafia de Miami encontró en Pesquera el aliado deseado para perpetuar su impunidad. Como siempre, el FBI ignoró al verdadero terrorista y lo cubrió con las cortinas de humo lanzadas desde sus oficinas en abierta y descarada confabulación.

1 comentario:

  1. Hola! Ojalá que sea atrapado y detenido. Aquí, en la isla margarita también hay muchos delincuentes que andan sueltos. Saludos!

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