viernes, 10 de febrero de 2012

El pueblo de Guatemala dijo ¡NO! a la invasión de Playa Girón.

Campamento de la Brigada 2506 en Guatemala
Percy  Francisco Alvarado Godoy

La Revolución Cubana, como fenómeno inusual en el contexto histórico latinoamericano, abrió, sin lugar a dudas, una nueva expectativa en dicho panorama, a la par que demostró la posibilidad del triunfo revolucionario por la vía armada en dicho momento memorable de supremacía hegemónica norteamericana en la región. Ello promovió un nuevo cauce a las expectativas de nuestros pueblos, hastiados de la explotación de las oligarquías nacionales, y fortaleció las esperanzas de emancipación del yugo imperialista. Cuba se convirtió en ejemplo legítimo y despertó en todos un fuerte sentimiento de solidaridad en a lo largo del continente. Para las fuerzas progresistas, el salvar a Cuba se convirtió no solo en una consigna, sino en una fuerte convicción solidaria. Cuba representaba la materialización de los sueños de los oprimidos y, de  manera particular, esa motivación alcanzó dimensiones tempranas y peculiares en Guatemala.

La aceptación por parte del presidente Miguel Ydígoras Fuentes en 1960, para vincular a Guatemala como traspatio de la Operación Pluto, organizada por la CIA con la anuencia de la Casa Blanca, sin el permiso del Congreso de la República, permitió que el territorio nacional fuera empleado para el entrenamiento de una fuerza mercenaria de origen cubano con el propósito de invadir la isla  y derrocar a la naciente Revolución. El patriotismo de los guatemaltecos, unos de los pocos tesoros que habían podido atesorar tras largos siglos de vasallaje y expoliación colonial e imperialista, fue mancillado por la presencia de tropas extranjeras, hiriendo la sensibilidad de cada uno de ellos. No podrían quedarse callados ante tal afrenta.
Miguel Ydígoras Fuentes

Los mercenarios, provenientes de Miami, fueron entrenados en varias zonas del país, principalmente en la finca “La Helvetia”, propiedad del terrateniente Roberto Alejos Arzú, situada en el municipio El Palmar, en el Departamento de Quetzaltenango. De allí, y desde otros puntos, partiría la Brigada 2506, aquella envilecida legión que mordería el polvo de la derrota en las arenas de Playa Larga y Playa Girón, en la Ciénaga de Zapata, tras la resistencia victoriosa del pueblo cubano uniformado. El mutismo de la enorme conspiración fue vulnerado con desparpajo por los propios mercenarios, acostumbrados a las abiertas fechorías, desmanes sin parangón y ultrajantes acciones contra la población vecina a sus zonas de entrenamiento. Tal fue el descaro y la impunidad imperante, que apenas un mes antes de partir hacia Cuba, un numeroso grupo de invasores fueron llevados públicamente hacia la playa Sipacate, ubicada en la costa del Pacífico guatemalteco, para disfrutar de vacaciones, emborracharse y hostigar a la población civil de la zona, desoyendo las crecientes protestas populares.

EVALUANDO LA SOLIDARIDAD DEL PUEBLO GUATEMALTECO HACIA CUBA CASI 51 AÑOS DESPUES.

La participación del gobierno en esa agresión fue repudiada, apenas fueron descubriéndose los hilos de la mega conspiración y cuando ya esos mercenarios mordían el polvo de la derrota a muchas millas de distancia, en la Ciénaga de Zapata,  por diversos sectores en Guatemala, particularmente por el estudiantado universitario. Los ánimos fueron caldeándose en la medida que corrían los rumores y las denuncias sobre la presencia de tropas irregulares, acantonadas en campamentos y con una fuerte dotación de armas, tanques, embarcaciones y aviones de guerra sin insignias que les identificaran.

La tarde del 19 de abril 1961, la Asociación de Estudiantes de Económicas organizó una manifestación en contra la invasión mercenaria, la que tuvo lugar en el famoso Parque Centenario de Ciudad Guatemala. Un grupo integrado por provocadores asalariados de la derecha  y policías de civil, fuertemente armados, reprimieron a la pacífica e indignada protesta. El crimen se consumó con total impunidad ante la pasividad de la policía uniformada. Fueron asesinados tres guatemaltecos y varios de los manifestantes recibieron heridas de bala y múltiples golpizas. Fue una demostración de valentía de los estudiantes, obreros y dirigentes del ilegal Partido Guatemalteco del Trabajo, ante las amenazas hacia la Cuba admirada y venerada por todos ellos. Esa sangre derramada, adherida a las baldosas y al frío cemento, testigo elocuente de la matanza, herida abierta en la dignidad de Guatemala, tuvo varias innegables consecuencias: la primera de ellas fue la expresión de repudio del pueblo por usar a su nación para agredir a otra, admirada y respetada; la segunda, sin lugar a dudas, fue la legítima muestra de una solidaridad consecuente y militante de los hombres sencillos de mi Patria hacia Cuba, expresándole al hermano pueblo de Cuba que no estaba solo y podía contar con los hombres y mujeres más dignos de nuestros nacionales. No faltó quien reclamara armas para unirse a la defensa de Cuba y ofrendar su vida desinteresadamente por ella.

El odio latente en todos los guatemaltecos hacia los mercenarios de origen cubano y su  ajetreo inusual, así como la presencia de oficiales norteamericanos en varios departamentos del país, despertó el nefasto recuerdo de la invasión mercenaria a Guatemala en 1954, cuando se troncharon los sueños más puros de toda una nación. La herida no cerrada, la dignidad ofendida, la exigencia de los mártires y héroes todavía doliendo en la memoria, se tornaron en vivo descontento entre la población guatemalteca, al extremo de que algunos sectores de las Fuerzas Armadas, y en el propio Congreso de la República, se levantaron voces para reclamarle al gobierno el cese del sucio contubernio con el imperialismo yanqui.

 Tal fue entonces el repudio, que varios guatemaltecos se transformaron, por convicción, en fuentes silenciosas para informar a Cuba sobre la sucia trama y potencial agresión. Ellos, varios de los cuales aún permanecen en el anonimato, realizaron una activa tarea de recopilación de inteligencia sobre los preparativos de la invasión y sirvieron a la Isla para tener una completa idea de los planes de asalto fabricados por la CIA y el gobierno norteamericano. Fueron ellos, héroes anónimos de la solidaridad sobre los que, como en el caso de Efraín Coronado, alguna vez habrá que  escribir con todo detalle y respeto. Otros, como en el caso de mis padres, Carlos Alvarado Marín y Martha Godoy, se destacaron capturando a miembros de la contrarrevolución interna que se sumarían a los invasores de la Brigada 2506, apenas comenzara la invasión. Prueba de ello fue el arribo a la Habana, el 13 de febrero de 1961, del agente de la CIA Manuel Reyes García con instrucciones para la fallida insurrección. Por ello, la captura de la base contrarrevolucionaria interna, integrada por varios millares de individuos, fue una condición imprescindible para la derrota de los enemigos de la Revolución. La contrarrevolución interna confabulada con la agresión recibió, mediante varios teams de infiltración, numerosas toneladas de armas y explosivos, previéndose su incorporación y apoyo a la invasión. De los 35 teams, una veintena fueron capturados por la seguridad cubana con la ayuda popular.

Uno de los mártires de la solidaridad guatemalteca hacia Cuba fue Leonel García Benavente, asesinado en 1961, en una manifestación de apoyo a la naciente Revolución en la Isla del Caribe.

 Por otra parte, un papel primordial en las denuncias públicas en Guatemala sobre estos criminales preparativos de invasión los realizaron el Partido Guatemalteco del Trabajo, numerosos intelectuales y periodistas, la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU), la Asociación de Estudiantes de la Facultad de Humanidades y la Asociación de Estudiantes de Ciencias Económicas, así como varios medios de comunicación de Guatemala, como “Radio Flash”, “Radio Noticias” y el rotativo “Prensa Libre”. Los desmanes de los mercenarios contra la población civil llegaron al extremo de que los fines de semana escandalizaron en Mazatenango donde crearon un mercado de ventas de armas y trueques de las mismas por bebidas alcohólicas, se emborrachaban, ofendían a la población civil y militar del lugar, y se dedicaban,   a la par, a disfrutar sus bajos instintos sexuales con prostitutas. Eso era abiertamente público e incrementó la repulsa popular y de toda la nación. Para reprimir los desmanes de los mercenarios fue encargado el agente del FBI Pedro Organvidez Parada.

Otras destacadas denuncias y protestas en Guatemala tuvieron lugar desde los inicios mismos de la presencia de los primeros invasores de origen cubano. Ya en junio de 1960, el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) había manifestado su repulsa sobre la confabulación del gobierno ydigorista con EE UU pata atacar a Cuba. Apenas dos meses después, un numeroso grupo de estudiantes protestó ante la embajada norteamericana en Ciudad Guatemala. Otra denuncia de relevancia fue la realizada por el coronel Carlos Paz Tejada en el diario Prensa Libre, fijando la posición contraria ante estos hechos por parte de sectores de las fuerzas armadas guatemaltecas. También protestaron los estudiantes de la Escuela de Derecho  y del Círculo Salvador Orozco de Quetzaltenango.

El descontento popular y entre las filas del Ejército por la política de Ydígoras Fuentes, particularmente por la presencia de fuerzas mercenarias en el país, condujo al levantamiento cívico militar del 13 de noviembre de 1960. Este hecho, sin lugar a dudas, fue la semilla de las luchas posteriores de las fuerzas progresistas contra la oligarquía nacional y el imperialismo norteamericano. La asonada fue producida por un grupo de militares que se rebeló contra el gobierno del sátrapa Ydígoras Fuentes. Varios militares de grado medio como Yon Sosa, Turcios Lima, Luis Trejo, Augusto Luarca y otros menos conocidos, implicados en este movimiento, formarían posteriormente la primera guerrilla en Guatemala. Lamentablemente, las fuerzas cívico militares fueron traicionadas por la vacilación de los altos oficiales del Ejército y por la sumisión incondicional de éstos a EE UU. Los pocos miembros de las fuerzas armadas involucrados fueron perseguidos y el 16 de noviembre 1960 la revuelta fue aplastada, haciéndose  gala de fuertes bombardeos y criminales ataques dirigidos por los traidores que una vez se vieron involucrados en los planes de sedición armada. Mucho se ha denunciado sobre el empleo de las fuerzas mercenarias de origen cubano como participantes de esta criminal represión contra los guatemaltecos aunque si bien fueron movilizados hacia Puerto Barrios en varios aviones C-46, no entraron en acción. Sin embargo, Ydígoras Fuentes contó potencialmente con ellos para reprimir al movimiento cívico militar.

Baste destacar también que, como reacción al levantamiento militar, el Gobierno arrestó ese mismo día 13 de Noviembre a  varios miembros del PGT, del Partido Revolucionario (PR) y del Partido de Unidad Revolucionaria (PUR), a quienes se les acusó de estar involucrados en la conspiración militar. El líder de los oficiales rebeldes, el teniente Alejandro de León, fue asesinado a mansalva por el propio jefe de la policía judicial, Ranulfo González, en pleno centro de Ciudad Guatemala.

La derrota del levantamiento del 13 de noviembre permitió al gobierno de Ydígoras continuar con sus planes de apoyo a la invasión a Cuba. Ya ni los reportajes de medios de prensa internacionales como el del diario neoyorkino “Daily News” (9 de enero de 1961), de los rotativos norteamericanos “The Nation” y  “The New York Times” o del semanario inglés “Sunday Times”, pudieron evitar la impunidad.

CUBA AL TANTO DE LA OPERACIÓN PLUTO GRACIAS A LA AYUDA SOLIDARIA DE GUATEMALTECOS.

Cuba contó siempre con abundante información sobre los planes de invasión fraguados contra ella por Estados Unidos en contubernio con varios gobiernos centroamericanos. Si bien no se logró la infiltración directa del los agentes cubanos dentro de los campamentos, hacia la Habana fluyó abundante información pública sobre la presencia de mercenarios en Panamá, Guatemala y Nicaragua, procedente de fuentes públicas, así como información procedente de varios simpatizantes en territorio norteamericano, mexicano, nicaragüense, costarricense y, particularmente, desde la tierra chapina. Desde luego, se pudo comprobar la existencia de elementos desinformativos procedentes de la CIA, sobre todo en mucha de la información recepcionada por la embajada cubana en  Costa Rica, penetrada por un agente de la CIA. Sin embargo, el G-2 cubano no fue engañado y Cuba esperó en guardia el ya no sorpresivo ataque.

En un documento “Confidencial” de la División de Inteligencia del  G-2 del MINFAR de la República de Cuba, desclasificado el 3 de marzo de 2001 y emitido el 7 de abril de 1961, con el número 656, e identificado con el número de entrada 2681 a  su destino, se destaca como asunto: “Informe sobre los campamentos y bases mercenarias en Guatemala, Nicaragua y la Florida”. En el citado informe que lleva la firma del Comandante Ramiro Valdés y estaba dirigido al Comandante Fidel Castro, se declara:

Así, en los primeros meses de 1960 ya se había construido una importante pista aérea en Retalhuleu, así como un gran campamento de mercenarios en sus cercanías bajo la dirección de  oficiales yanquis. Esta base  se construyó con gran rapidez por una empresa yanqui y por ingenieros de ese país, a un costo de más de un millón de dólares, aportados, según informes, por la CIA y la United Fruit Company.”

Más adelante, se destaca en dicho documento: “Más de veinte de estos campamentos pronto se establecieron en distintos lugares de Guatemala, llegando a tener más de seis mil mercenarios, contando con aviones y grandes cantidades de armamentos.” En total, las fuerzas mercenarias contaban con 48 aviones del tipo B-26 y varios aviones de transporte del tipo Globemaster, así como otros aviones a reacción.
Mercenarios en Finca Helvetia

Otros lugares empleados por las fuerzas mercenarias para su entrenamiento y ejecución de los planes de agresión contra Cuba, además de los dos campamentos de 300 casas de campaña cada uno, situados en la finca Helvetia, y la costosa finca de Retalhuleu,  fueron: una estación de radar en las cercanías del cerro Nil, a orillas del río Nimá; otras bases en Chinajá; el aeropuerto internacional La Aurora, usado por la Fuerza Aérea Guatemalteca; el Puerto San José, en la costa del Pacífico; así como Puerto Barrios, en la costa Atlántica. También fueron usadas las fincas “Candelaria Xornuitz”, “La Aurora”, “La Suiza”, “Tambor”, “Culain”, “Rancho Florido”, “Inca”  y  “Campo Corriente”, entre otras. Inicialmente los mercenarios fueron organizados en varios teams de infiltración en la finca San José de Buenavista, en Escuintla, Guatemala, en diciembre de 1960 y en el mayor secreto posible, con la finalidad de introducir armas en Cuba y preparar una insurrección interna contrarrevolucionaria. Uno de estos teams, por citar un ejemplo, fue lanzado el 14 de febrero de 1961, cerca de los Arcos de Canasí, en las afueras de la Habana, con una enorme cantidad de armas y explosivos, casi dos toneladas, que fueron luego capturadas al ser uno de sus receptores un miembro  encubierto del G-2 cubano. Allí estuvieron como integrantes del team nada menos que Félix Rodríguez Mendigutía “El Gato”, Javier Souto, José González Castro, Segundo Borges y Edgar Sopo.

Mientras tanto, las embarcaciones que se emplearían en la invasión estaban distribuidas en Puerto Barrios, en Guatemala; Puerto Cabezas, Bluefields, Cabo Gracias a Dios y las Islas del Maíz, en Nicaragua; así como en Cayo Swan, propiedad de Honduras.

CONCLUSIONES

Al rememorar estos hechos cinco décadas después, lo más importante de todo lo acontecido en aquellos momentos fue que vibró la solidaridad con la naciente Revolución Cubana en todo el mundo y, particularmente, en Guatemala. Allí, con la sangre derramada de estos mártires, se cimentó la indestructible amistad entre los pueblos de Cuba y Guatemala, la que hoy se expresa con la ayuda solidaria y desinteresada del gobierno cubano hacia el pueblo guatemalteco.

Hoy, al trascurrir tanto tiempo, los sucesos acaecidos y no olvidados por la memoria histórica de ambos pueblos, cobra  realce en hechos sobresalientes de humanismo y solidaridad:

Cuba desarrolla actualmente un apoyo desinteresado para garantizar el  desarrollo del deporte y la alfabetización de las masas humildes del país. Especial atención pone Cuba en apoyar un programa de estudio de las discapacidades entre los guatemaltecos.
Yo sí puedo en Guatemala

Otro campo de la cooperación cubana en Guatemala es la implementación del programa “YO si puedo”, con vistas a eliminar el alto índice del 21 % existente en ese país. Ya se ven los resultados: el municipio de San Cristóbal Acasaguastlán, en el central departamento de El Progreso, fue declarado territorio libre de analfabetismo. Hasta el momento, más de 65.000 personas aprendieron a leer y escribir, desde 2007, con la ayuda de este programa de alfabetización cubano, cuyo método ha sido utilizado en más de 28 países en el mundo, entre ellos 13 latinoamericanos, incluyendo a Guatemala. Ya 11 de los 333 municipios de Guatemala fueron declarados libres de este flagelo.

Cuba ha ofrecido permanentemente ayuda médica a Guatemala en cada momento en que esa nación lo ha necesitado. Así sucedió tras la tormenta Stan, cuando fueron enviados 100 médicos y 48 técnicos en saneamiento ambiental y lucha contra vectores, adicionándose a  los más de 700 galenos y especialistas de la salud que laboran permanentemente en ese país. Además, para el año 2009, Cuba había graduado ya 62 médicos originarios de las zonas más pobres del país.

La Brigada Médica Cubana (BMC) en Guatemala cerró el primer semestre del año 2011, entonces integrada por  332 colaboradores, distribuidos 57 en la Operación Milagro  y 275 en el plan integral de salud. Hubo en esos momentos 238 galenos de distintas especialidades, la mayor parte de los cuales laboran directamente en la atención primaria a la población. Sus resultados han sido reconocidos por las autoridades locales, lográndose una cobertura del 13,1 % de atención a la población de ese país, lo que equivalió a alrededor de 1 939 000 guatemaltecos.

Después después de transcurridos casi 51 años, luego de la injerencia mercenaria en Guatemala y de las protestas solidarias de los mejores hijos de la nación chapina, uno piensa en el mejor tributo para rendir a los que cayeron denunciando la agresión contra Cuba: intensificar los potentes lazos de solidaridad entre los dos pueblos.

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