viernes, 4 de mayo de 2012

Obama prefiere visitar Kabul en la penumbra

El teatro de Obama
La visita nocturna de Barack Obama a Kabul es uno de esos acontecimientos que dan lugar a múltiples interpretaciones.
Habrá quienes supondrán que un año antes de las elecciones el presidente en ejercicio se dedica a la propaganda electoral, causa a la que sirve también su viaje a Afganistán. No obstante, una visión más sensata consiste en que Obama se plantea el objetivo de elaborar una línea política para aquellos países donde la intervención de Estados Unidos en sus asuntos internos no trajo sino complicaciones y cuyo futuro no parece demasiado prometedor. Es el caso de Afganistán, de Libia y de algunos otros Estados.
No es “victoria” sino “retirada”
Empecemos por el factor “preelectoral”. No hubo nada especialmente victorioso ni heroico en el aterrizaje del avión con el presidente estadounidense a bordo en la base militar en Bagram a las 22.30 hora local. Obama se subió en un helicóptero y media hora después se encontraba ya en el palacio de Hamid Karzai, listo para la firma de los documentos. Cuatro horas más tarde, con los primeros signos del amanecer, estaba abandonando el territorio afgano, antes de que la capital del país empezara a despertarse.
Por supuesto, todavía no es un vuelo como aquellos que evacuaban de Saigón a finales de la guerra de Vietnam a los últimos ciudadanos estadounidenses, pero la rapidez con la cual los talibanes perpetraron en Kabul cuatro explosiones a modo de despedida del máximo mandatario de EEUU deja claro que la próxima retirada de las tropas no es consecuencia de la victoria de Washington. Digamos que no es lo mismo que Obama hubiera paseado en un descapotable por las calles de Kabul a plena luz del día, lloviéndole flores desde todas partes.
En cuanto a la opinión de los electores, el año pasado el número de quienes respaldan la retirada de las tropas nacionales de Afganistán, superó el índice del 50%, de modo que Barack Obama podría haber confirmado que para 2014 la retirada será concluida sin abandonar para ello la Casa Blanca ni embarcarse en aventuras nocturnas.
¿Algún otro indicio de sus intenciones “preelectorales”? ¿El hecho de que Obama no pronunciara en Kabul la palabra “victoria” sino “retirada”? Parece muy sensato, y más aún porque no fue él quien empezó la guerra. ¿El que su visita haya coincidido con un año desde la muerte de Bin Laden? ¿O el detalle de su discurso, que no pasó desapercibido, por referirse el presidente estadounidense a los talibanes como “posible parte del futuro del país”?
Al mantener Washington durante algunos meses negociaciones a puerta cerrada con los representantes del movimiento Talibán, se puede adivinar que estos últimos serían unos de los dueños del país, cuando no los únicos. Y de acuerdo con algunos datos, los talibanes no se tomaron en serio las negociaciones en cuestión, seguros de poder conseguir lo que se propongan sin ayuda de nadie. El hecho de ser mencionados en el discurso del presidente Obama al margen de Al Qaeda no cambia gran cosa, por lo menos para los electores de Estados Unidos.
El equipo de Karzai está contento
En caso de no tragar el anzuelo de los “motivos preelectorales” del presidente Obama, ¿cuáles podrían ser?
El vuelo del presidente de Estados Unidos a Kabul, de acuerdo con el uso horario de EEUU, se celebró a una hora bastante aceptable y los medios de comunicación no tardaron en localizar a algunos expertos insomnes. Éstos hicieron recordar, entre otros factores, que el próximo 20 de mayo en Chicago se celebrará una cumbre de la OTAN, en la cual se abordará precisamente el tema de la solución afgana. Y es muy lógico que la parte estadounidense presente sus ideas ya formadas sobre lo que pasará en Afganistán después de 2014.
El documento sobre cooperación estratégica, firmado por Barack Obama y Hamid Karzai en Kabul precisamente hace referencia a este futuro tan incierto de Afganistán. La esencia del documento consiste en que Estados Unidos se compromete a formar al Ejército afgano, no retirando del país a sus unidades de misiones especiales que, sin embargo, no permanecerán en las bases estadounidenses sino en las afganas.
The New York Times publica opiniones de importantes figuras del régimen de Karzai. Aseguran que la visita a Kabul de Barack Obama es un acontecimiento muy relevante.
En primer lugar, porque pronto habrá elecciones y para el actual presidente afgano su acuerdo con Estados Unidos es un punto a favor. Segundo porque, por lo menos en el entorno de Karzai, estaba muy extendido el temor de que los estadounidenses no retirarían simplemente sus tropas, sino que “huirían, abandonando a sus aliados en la desgracia”. Los miedos resultaron desmentidos hasta cierto punto por el acuerdo firmado.
Además, se ha hecho patente que ha acabado el período de ilusiones afganas tan características para el Partido Demócrata. Bien se conoce que los Republicanos tienden a tratar con aquellos gobiernos extranjeros que están en poder en un momento determinado, mientras que los Demócratas suelen pecar de afición a la pedagogía y al moralismo.
Verdad es que nunca les ha caído bien Hamid Karzai. De hecho, a lo largo de toda la epopeya afgana Barack Obama parecía estar buscando un sustituto al actual presidente de Afganistán, alguna figura de reputación no empañada, libre de sospechas de corrupción y capaz de infundir respeto. No se pudo encontrar a nadie. Por esta misma razón las negociaciones del acuerdo sobre cooperación estratégica llevaron dos años, demorando Washington el proceso en lo que le fuera posible.
Sin embargo, con la firma del documento toda búsqueda acabó. El acuerdo deja claro que para cualquier tipo de ayuda a Afganistán la Administración de Estados Unidos solicitará fondos al Congreso. Pero por otra parte, todos los fondos son asignados por el Congreso.
The Washington Post pronostica en un tono de pesimismo que Afganistán acabará siguiendo el camino de Libia y Malí: será gobernado por terroristas. Y Barack Obama espera, prosigue el periodista, que algún otro presidente tenga que dar solución a todo este entramado de problemas.
Sería complicado saber si de verdad Obama espera eso, pero no cabe duda de que se necesita una nueva línea política que sustituya a la que acabó en fracaso en Libia, Afganistán y en otros sitios. Y el actual acuerdo firmado por Washington y Kabul no es sino parte de la elaboración de este nuevo enfoque.

Dmitri Kósirev, RIA Novosti

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