El teatro de Obama |
La visita nocturna de Barack Obama a Kabul es uno de esos acontecimientos que dan lugar a múltiples interpretaciones.
Habrá quienes supondrán que un año antes de las elecciones el
presidente en ejercicio se dedica a la propaganda electoral, causa a la
que sirve también su viaje a Afganistán. No obstante, una visión más
sensata consiste en que Obama se plantea el objetivo de elaborar una
línea política para aquellos países donde la intervención de Estados
Unidos en sus asuntos internos no trajo sino complicaciones y cuyo
futuro no parece demasiado prometedor. Es el caso de Afganistán, de
Libia y de algunos otros Estados.
No es “victoria” sino “retirada”
Empecemos por el factor “preelectoral”. No hubo nada especialmente
victorioso ni heroico en el aterrizaje del avión con el presidente
estadounidense a bordo en la base militar en Bagram a las 22.30 hora
local. Obama se subió en un helicóptero y media hora después se
encontraba ya en el palacio de Hamid Karzai, listo para la firma de los
documentos. Cuatro horas más tarde, con los primeros signos del
amanecer, estaba abandonando el territorio afgano, antes de que la
capital del país empezara a despertarse.
Por supuesto, todavía no es un vuelo como aquellos que evacuaban de
Saigón a finales de la guerra de Vietnam a los últimos ciudadanos
estadounidenses, pero la rapidez con la cual los talibanes perpetraron
en Kabul cuatro explosiones a modo de despedida del máximo mandatario de
EEUU deja claro que la próxima retirada de las tropas no es
consecuencia de la victoria de Washington. Digamos que no es lo mismo
que Obama hubiera paseado en un descapotable por las calles de Kabul a
plena luz del día, lloviéndole flores desde todas partes.
En cuanto a la opinión de los electores, el año pasado el número de
quienes respaldan la retirada de las tropas nacionales de Afganistán,
superó el índice del 50%, de modo que Barack Obama podría haber
confirmado que para 2014 la retirada será concluida sin abandonar para
ello la Casa Blanca ni embarcarse en aventuras nocturnas.
¿Algún otro indicio de sus intenciones “preelectorales”? ¿El hecho de
que Obama no pronunciara en Kabul la palabra “victoria” sino
“retirada”? Parece muy sensato, y más aún porque no fue él quien empezó
la guerra. ¿El que su visita haya coincidido con un año desde la muerte
de Bin Laden? ¿O el detalle de su discurso, que no pasó desapercibido,
por referirse el presidente estadounidense a los talibanes como “posible
parte del futuro del país”?
Al mantener Washington durante algunos meses negociaciones a puerta
cerrada con los representantes del movimiento Talibán, se puede adivinar
que estos últimos serían unos de los dueños del país, cuando no los
únicos. Y de acuerdo con algunos datos, los talibanes no se tomaron en
serio las negociaciones en cuestión, seguros de poder conseguir lo que
se propongan sin ayuda de nadie. El hecho de ser mencionados en el
discurso del presidente Obama al margen de Al Qaeda no cambia gran cosa,
por lo menos para los electores de Estados Unidos.
El equipo de Karzai está contento
En caso de no tragar el anzuelo de los “motivos preelectorales” del presidente Obama, ¿cuáles podrían ser?
El vuelo del presidente de Estados Unidos a Kabul, de acuerdo con el
uso horario de EEUU, se celebró a una hora bastante aceptable y los
medios de comunicación no tardaron en localizar a algunos expertos
insomnes. Éstos hicieron recordar, entre otros factores, que el próximo
20 de mayo en Chicago se celebrará una cumbre de la OTAN, en la cual se
abordará precisamente el tema de la solución afgana. Y es muy lógico que
la parte estadounidense presente sus ideas ya formadas sobre lo que
pasará en Afganistán después de 2014.
El documento sobre cooperación estratégica, firmado por Barack Obama y
Hamid Karzai en Kabul precisamente hace referencia a este futuro tan
incierto de Afganistán. La esencia del documento consiste en que Estados
Unidos se compromete a formar al Ejército afgano, no retirando del país
a sus unidades de misiones especiales que, sin embargo, no permanecerán
en las bases estadounidenses sino en las afganas.
The New York Times publica opiniones de importantes figuras del
régimen de Karzai. Aseguran que la visita a Kabul de Barack Obama es un
acontecimiento muy relevante.
En primer lugar, porque pronto habrá elecciones y para el actual
presidente afgano su acuerdo con Estados Unidos es un punto a favor.
Segundo porque, por lo menos en el entorno de Karzai, estaba muy
extendido el temor de que los estadounidenses no retirarían simplemente
sus tropas, sino que “huirían, abandonando a sus aliados en la
desgracia”. Los miedos resultaron desmentidos hasta cierto punto por el
acuerdo firmado.
Además, se ha hecho patente que ha acabado el período de ilusiones
afganas tan características para el Partido Demócrata. Bien se conoce
que los Republicanos tienden a tratar con aquellos gobiernos extranjeros
que están en poder en un momento determinado, mientras que los
Demócratas suelen pecar de afición a la pedagogía y al moralismo.
Verdad es que nunca les ha caído bien Hamid Karzai. De hecho, a lo
largo de toda la epopeya afgana Barack Obama parecía estar buscando un
sustituto al actual presidente de Afganistán, alguna figura de
reputación no empañada, libre de sospechas de corrupción y capaz de
infundir respeto. No se pudo encontrar a nadie. Por esta misma razón las
negociaciones del acuerdo sobre cooperación estratégica llevaron dos
años, demorando Washington el proceso en lo que le fuera posible.
Sin embargo, con la firma del documento toda búsqueda acabó. El
acuerdo deja claro que para cualquier tipo de ayuda a Afganistán la
Administración de Estados Unidos solicitará fondos al Congreso. Pero por
otra parte, todos los fondos son asignados por el Congreso.
The Washington Post pronostica en un tono de pesimismo que Afganistán
acabará siguiendo el camino de Libia y Malí: será gobernado por
terroristas. Y Barack Obama espera, prosigue el periodista, que algún
otro presidente tenga que dar solución a todo este entramado de
problemas.
Sería complicado saber si de verdad Obama espera eso, pero no cabe
duda de que se necesita una nueva línea política que sustituya a la que
acabó en fracaso en Libia, Afganistán y en otros sitios. Y el actual
acuerdo firmado por Washington y Kabul no es sino parte de la
elaboración de este nuevo enfoque.
Dmitri Kósirev, RIA Novosti
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