Un oficial ruso hecho prisionero durante la guerra ruso-japonesa
(febrero de 1904 –septiembre de 1905) y una enfermera nipona... Se
encontraron hace cien años y se enamoraron. No importa lo que fue de
ellos. Lo principal es que su historia de amor, intensa y singular,
sigue atrayendo la atención un siglo después, opina Keniti Umeki, el
investigador del museo arqueológico de la pequeña ciudad de Matsuyama en
el sur de Japón.
© RIA Novosti. Ksenia Naka
La planta baja del castillo de Matsuyama, donde hace 100 años se situaba el hospital para prisioneros de guerra rusos.
La historia de una moneda
En 1985 en el castillo de Matsuyama se llevaron a cabo unas
excavaciones arqueológicas para reconstruir el estanque desaparecido
tras la Segunda Guerra Mundial. “Extrajimos decenas de toneladas de
tierra. Estaba llena de basura: trozos de cristal, jeringas y frascos de
medicinas. A principios del siglo XX aquí se alojaba un hospital. Uno
de los pocos hallazgos de interés histórico y arqueológico fue una
moneda de oro rusa de 1899”, explica Umeki.
Pero no supuso ninguna sorpresa para los arqueólogos: durante la
guerra ruso-japonesa la ciudad de Matsuyama recibió miles de prisioneros
rusos. Los heridos ingresaron en el hospital del castillo y los demás
vivían en un campamento construido en las proximidades.
© RIA Novosti. Ksenia Naka
Maqueta de la planta baja con el estanque (en el centro), donde fue hallada la moneda.
Los prisioneros de guerra
Los propios japoneses hablan de la guerra ruso japonesa como la
“última guerra con reglas honestas”, en la que no se remataba al enemigo
que se entrega, se salvaba a los náufragos del barco enemigo hundido y
se curaba a los prisioneros heridos.
Para Japón era la primera guerra tras su adhesión al Convenio de la
Haya. El Imperio, cerrado para los extranjeros hasta hacía poco, quería
demostrar al resto del mundo civilizado que estaba dispuesto a cumplir
con los requisitos para figurar entre las potencias de progreso.
© RIA Novosti. Ksenia Naka
El puerto de Matsuyama al que llegaban los prisioneros rusos. En los últimos cien años casi nada ha cambiado.
La ciudad de Matsuyama, con una población de 30.000 personas, recibió
a 6.000 prisioneros rusos, casi una décima parte de todos los militares
rusos capturados que se encontraban en Japón. Cuando el campamento del
castillo quedó repleto, les alojaban en los templos budistas y
sintoístas.
Se conservaron múltiples testimonios del trato más que humano que
recibían los prisioneros en Matsuyama. Los oficiales tenían cierta
libertad de tránsito, visitaban los baños termales del lugar, paseaban
por las calles comerciales de la ciudad, hacían excursiones en bicicleta
y organizaban competiciones deportivas. Los soldados podían participar
en las excursiones al campo. Los prisioneros tenían derecho a trabajar
si así lo deseaban, cobrando a veces más que los lugareños. La
generosidad de los rusos atrajo a Matsuyama a los mercantes de todo el
país. Una de las calles comerciales incluso se conocía como “la pequeña
Rusia”.
© RIA Novosti. Ksenia Naka
Moneda rusa de 10 rublos de oro de 1899
La historia de un amor
La moneda de oro hallada en el lugar donde se situaba el campamento
de los prisioneros de guerra pasó a formar parte de los fondos del museo
local de arqueología. Allí estuvo durante un cuarto de siglo sin atraer
mucha atención hasta que hace dos años el museo decidiera preparar una
exposición de los hallazgos del castillo de Matsuyama.
“Una moneda de oro siempre llama la atención. Decidimos que formaría
parte de la exposición. Fue entonces cuando uno de los trabajadores del
museo se dio cuenta de que había arañazos extraños en su superficie.
Fotografié la moneda y, al ampliar la imagen en el ordenador, descubrí
que en la moneda están inscritos unos nombres. Un amigo consiguió leer
el apellido ruso de Kostenko. Los jeroglíficos japoneses al principio
los interpretamos como el nombre masculino: Tatibana Tikara. Pero no
conseguimos rastrear a nadie con este nombre. Más tarde uno de los
expertos propuso leerlo como el femenino, Takeba Naka”, comenta el
arqueólogo Umeki.
“Si mira la fotografía del personal del hospital, la encontrará
enseguida. Es la más guapa de las enfermeras. Todos nuestros artistas la
señalaron”, dice el director del teatro Botchan Yoichi Oti.
© Photo Foto del archivo del investigador Dmitri Niloláev
Takeba Naka
Para este teatro fue escrita una pieza sobre el amor del preso
oficial ruso y la enfermera japonesa. La puesta en escena tuvo mucho
exito en Japón y a mediados de septiembre el teatro Botchan la
representará en Rusia. El argumento del musical ‘Juramento en la moneda’
está inspirado en la historia de un amor fugaz entre un hombre y una
mujer de países que están en guerra, un amor que pudo superar las
fronteras, las barreras lingüísticas y culturales pero no tuvo un final
feliz.
Ahora, cien años después, no se puede averiguar sino datos muy
escuetos. Se conoce que Mijaíl Kostenko, que sirvió de prototipo de
protagonista de la obra teatral, fue hecho prisionero durante la batalla
del río Yalu al recibir una herida en la pierna. Ingresó en el hospital
de Matsuyama en mayo de 1904. Takeba Naka trabajó en el mismo hospital
de enfermera desde la primavera de 1904. El oficial ruso fue dado de
alta en diciembre del mismo año. Pero dos meses antes la enfermera había
abandonado el hospital volviéndose a casa de sus padres. Poco después
la joven se casó, vivió junto a su esposo algún tiempo en Tokio, luego
se fueron a la isla de Kyushu donde murió en 1975.
© Photo Foto del archivo del investigador Dmitri Niloláev
Mijaíl Kostenko: prototipo del protagonista de la obra teatral.
“Había pasado muy poco tiempo, por eso decidimos interrumpir la
búsqueda de información para no violar la privacidad de la familia de la
antigua enfermera. Por lo visto, entonces, a principios del siglo
pasado, tuvo que separarse del ser amado por circunstancias ajenas a su
voluntad. Es evidente. Su historia de amor era demasiado inverosímil en
aquellos tiempos. Parece que hicieron de la moneda una medalla que más
tarde fue lanzada al estanque. Nadie sabrá si la lanzaron juntos o lo
hizo alguno de ellos. Otra cosa que resulta evidente es que los nombres
fueron grabados por un profesional”, afirma Keniti Umeki.
“Por desgracia, sólo conocemos la parte japonesa de la historia. Y
únicamente contamos con las fotografías de la joven. Es probable que
Mijaíl Kostenko, al igual que el personaje de la pieza teatral, hubiera
desaparecido durante la revolución bolchevique en Rusia”, conjetura el
director del teatro Botchan.
El investigador ruso Dmitri Nikoláev ayudó a esclarecer los hechos
ocurridos hace cien años. La extensa colección de Nikoláev cuenta con
las memorias del mayor general Kostenko, padre de Mijaíl, quien menciona
que su hijo fue capturado en la batalla del río Yalu.
Según el investigador, Mijaíl Kostenko volvió a Rusia tras liberarse y
siguió en el servicio militar. Se ignora su destino posterior. Solo se
sabe que murió en 1928 en EEUU a la edad de 47 años.
© RIA Novosti Ksenia Naka
Calle comercial en las proximidades de las aguas termales Dogo, frecuentada por los rusos.
Los rusos en Matsuyama
A principios del siglo pasado la llegada de varios miles de los
prisioneros de guerra rusos representó para esta ciudad nipona un
empujón hacia el desarrollo. Será por eso que los habitantes conservan
muy buenos recuerdos de los militares del país eslavo.
Una de la tiendas en el centro de la ciudad tiene un nombre ruso.
“Decidimos dar este nombre a la tienda hace dos años. Matsuyama está muy
unida a Rusia: en el siglo pasado aquí vivieron muchos rusos”, explica
el encargado.
En el templo sintoísta Isaniwa se encuentra el cuadro dedicado al
asedio de Port Arthur, una de las principales batallas de la guerra
ruso-japonesa, que regalaron a los sacerdotes los militares rusos.
Pero no son los templos, las calles o las fotografías los que
conservan la memoria más inmediata de la presencia de los rusos en
Matsuyama. Durante casi 30 años unos cien escolares de la escuela
Katsuyama van periódicamente al cementerio ruso donde están enterrados
98 soldados y oficiales que murieron a en la ciudad japonesa a causa de
las heridas. Los muchachos limpian las lápidas, plantan flores, rinden
homenaje a los muertos guardando un minuto de silencio.
“Es la segunda vez que vengo aquí como voluntaria. ¿Por qué?”, dice
Miu Kiguti, de 13 años, que se queda perpleja ante la pregunta. “Para
que lo rusos que murieron en mi país en vez del suyo puedan descansar en
paz”, añade.
“No obligamos a los chicos a hacerlo. Para ellos esto representa una
tradición, sus compañeros de estudios, muchas veces también sus padres
han venido a este cementerio cada segundo sábado del mes. Los chicos se
esfuerzan en conservar esta tradición. Empecé a trabajar aquí hace
cuatro años y me impresionó mucho la actitud de los escolares”, confiesa
el maestro Sinya Hamamoto.
© RIA Novosti. Ksenia Naka
Los escolares japoneses trabajan en el cementerio ruso.
Epílogo
“Ahora me siento como un padre cuyo hijo ya se ha hecho mayor y vive
su propia vida. La moneda de oro ya es mucho más de lo que era: se
convirtió en una obra de teatro, unió vidas de decenas de actores,
investigadores, diplomáticos... Cada uno que la ha tenido en las manos
en estos 100 años, se quedó de alguna manera involucrado en ella. Este
debe de ser su sentido. Es como un mensaje de los dos enamorados, que no
brinda la posibilidad de recuperar los lazos que unían antaño a
Matsuyama y a Rusia”, cree Keniti Umeki, quien descubrió los nombres en
la moneda.
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