No hay nada
más socorrido que un día detrás del otro, tampoco hay peor sordo que el que no
quiere oír, así como ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio
es cierto, también aquello que dice que hagas lo que digo y no lo que yo
hago. Como han cursado las cosas a través de la historia de este país,
todos los dichos anteriores se le pueden aplicar al gobierno de los Estados
Unidos. Ejemplos sobran. Veamos algunos de ellos.
En
el territorio cubano existen decenas de prisioneros en huelga de hambre.
Algunos de ellos, en contra de su voluntad, son alimentados a la fuerza por sus
carceleros. Muchos de los huelguistas hace ya mucho tiempo que no deberían
estar encarcelados, sin embargo, allí permanecen, golpeados y humillados por
sus creencias religiosas. Son los presos de la base naval de Guantánamo, son
los que el gobierno de los Estados Unidos ha mantenido prisioneros por años.
Ante
esta huelga de hambre, el gobierno nada dice y nada hace. Sin embargo, a
solo kilómetros de allí, cualquier personaje que se hace llamar disidente se
declara en huelga de hambre, e inmediatamente el mismo gobierno comienza una
campaña de propaganda contra el gobierno cubano, acusándolo de cuantas
barbaridades pueda inventar. En este caso específico, ven la paja en el
ojo ajeno y no...
En
Cuba hay un preso norteamericano que, bajo contrato con una agencia
gubernamental de Estados Unidos, fue a Cuba a violar las leyes, llevando
equipos tecnológicos de última generación, con la intención de promover la
subversión interna, por lo cual fue juzgado y condenado en un juicio abierto y
justo a 15 años de prisión. El gobierno de este país le exige al gobierno
cubano que lo libere y lo regrese para acá, alegando razones humanitarias.
Aquí
hay cinco cubanos que fueron condenados a larguísimas penas de prisión,
solamente por el delito de estar buscando informaciones entre los terroristas de
origen cubanos que radican en la ciudad de Miami que se han dedicado a hacer
actos terroristas en las ciudades y campos de la isla. Cuba pide su libertad,
también por razones humanitarias y por lo injustas que son sus condenas.
Aquí se la niegan porque para los antiterroristas no hay razones humanitarias
que existan. O sea, haz lo que yo digo, no lo que yo hago.
Si
uno se toma el trabajo de buscar en la internet la historia de las elecciones
presidenciales de los Estados Unidos, encontrará que en muchísimas de esas
contiendas el presidente que fue electo no fue precisamente el que más votos
sacó. En otras muchas, las diferencias entre el candidato perdedor y el
ganador fueron de solamente unos cuantos miles de votos. Nunca, que yo sepa,
ningún país extranjero le ha exigido al gobierno de Estados Unidos el recuento
de votos en sus elecciones y muchos menos le han dicho que no reconocen al
presidente electo.
No
hay que ir tan lejos, se sabe que en las elecciones del año 2000, entre George
W Bush y Albert Gore, este último sacó más de 500,000 votos que Bush y además,
que cuando la Corte Suprema de la nación, por encima de la decisión de la Corte
Suprema del Estado de La Florida, ordenó que se parara el reconteo de votos en
el estado, Bush tenía una ventaja de 154 votos solamente. No se siguió
contando. Le dieron la presidencia a W Bush y todo el mundo tuvo que
aceptar.
Muchas
risas y burlas al sistema electoral de este país se vieron por el mundo, pero
nadie se negó a reconocer a Bush como presidente. En este caso, se puede
aplicar aquello de que no hay más sordo como el que no quiere oír. A mí, ¿qué
me importa lo que piense el resto del mundo? Solo oigo lo que quiero.
Ahora,
con las elecciones que se llevaron a cabo en Venezuela, el gobierno de los
Estados Unidos vuelve al bate. Como su candidato Henrique Capriles perdió las
mismas por más de doscientos mil votos y él mismo no quiere reconocer su
derrota, el Departamento de Estado le exige al gobierno venezolano el conteo de
los votos como paso previo para reconocer a Maduro como presidente elegido.
Después del fiasco del año 2000, lo mejor que podía hacer el gobierno de este
país y su Departamento de Estado es nunca más inmiscuirse en ninguna elección
presidencial en ningún país del mundo. No hay nada más socorrido que un
día tras el otro y lo mejor que pueden hacer las autoridades de esta nación es
no meterse en los problemas internos de otros países.
Nadie
le exige a ellos, y nadie le ha dado el poder a nadie para que sea juez de
todos.
Por Lázaro
Fariñas*
*Lázaro
Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.
Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación
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