lunes, 24 de junio de 2013

Apuntes sobre el pensamiento de Carlos Fonseca






I. Introducción

Leer a Carlos Fonseca es descubrir los ejes esenciales de la realidad histórica nicaragüense, entendiendo por tal no sólo el pasado, como suele pensarse, sino también el presente y la potencialidad de desenvolverlo hacia horizontes que den o puedan dar a la nación posibilidades de felicidad creciente.

Hablar de Carlos Fonseca no se reduce a su persona, sino a todo el entorno histórico de nuestro país. No es así posible referirse a él sin tomar en cuenta sus estudios sobre Sandino, su lucha, sus compañeros de lucha, su vida y su legado político-ideológico. No resulta pues fortuito que hable y escriba profusamente sobre el héroe de las Segovias y haga referencia a los antecedentes más remotos de su gesta. Tampoco lo es que asuma constantemente el análisis  de lo que caracterizó a la dictadura somocista, a la oposición burguesa y a la permanente resistencia que el pueblo libró en contra de las distintas formas de opresión a la que ha sido sometido; lucha de la que él mismo fue no sólo testigo y protagonista sino también, sobre todo, su impulsor más importante.

Si para Sandino Benjamín Zeledón fue la clave de la realidad nacional, para Carlos Fonseca, Sandino fue la antorcha que iluminó con su lucha,  sus ideas, su genio y patriotismo a toda prueba, toda la lucha ulterior del pueblo no sólo hasta el derrocamiento de la dictadura somocista en 1979, sino hasta el presente, en el que su legado está presente en todos los proyectos que impulsa el FSLN  en el poder.

II. Breve comparación entre Sandino y Carlos Fonseca


Sandino nació el 18 de mayo de 1895 en condiciones de extrema pobreza; murió asesinado el 21 de febrero de 1934, por órdenes del imperio y la dictadura somocista en ciernes. No pudo cumplir los 40 años.

Carlos Fonseca nació el 23 de junio de 1936, murió combatiendo a la dictadura somocista el 8 de noviembre de 1976. Apenas pudo llegar a los 40 años.
 
Sandino fue hijo natural de Margarita Calderón, una campesina, y de Gregorio Sandino, un terrateniente medio. Carlos Fonseca fue también hijo natural. Fausto Amador, su padre, fue un funcionario de la dictadura somocista y antes administrador de la mina la Reina en San Ramón, Matagalpa, fundada en 1938 por inversionistas yanquis. Su madre fue Agustina Fonseca Úbeda, campesina y cocinera.

Tanto Sandino como Carlos Fonseca, al tiempo que se interesaban vivamente por la realidad local a cuya transformación radical dedicaron todas sus energías y sus vidas, comprendían a la nación como parte inseparable del mundo y, particularmente de Nuestra América.

“Diga usted a Hispanoamérica que mientras Sandino aliente, la independencia de Centroamérica tendrá un defensor. Jamás traicionaré mi causa. Por esto me llamo hijo de Bolívar…” [1]

Carlos Fonseca, por su parte, hablaba de la necesidad de alzar los ideales de Carlos Marx, Camilo Torres, el Che y muchos otros héroes del mundo.[2] Hacía ver la esperanza que produjo en el pueblo nicaragüense la victoria del pueblo venezolano en enero de 1958, contra la dictadura de Pérez y Jiménez y Pedro Estrada;[3] de forma semejante se expresó de la victoria del pueblo cubano en su lucha contra la dictadura batistiana, el 1 de enero de 1959, anotando que ella daba nuevas esperanzas a nuestro pueblo que la acogía como propia.[4] 

Veamos algunos de los hilos esenciales que Carlos Fonseca descubre en Bajo la bandera del sandinismo.



III. Análisis histórico-políticos[5]

En sus Análisis histórico-políticos, al hacer referencia a lo que él llama “La lucha por la transformación de Nicaragua”, resalta que la lucha contra la dictadura somocista no implica un simple cambio, sino un cambio radical traducido en la liquidación del sistema económico y político que impera en Nicaragua, sustituyéndolo por uno nuevo y superior. No es casual que coloque a Nicaragua como parte inseparable del mundo oprimido por el imperialismo cuya capital reside en Washington. En correspondencia con ello, el país posee una estructura económica que en su mayor parte responde a las demandas del mercado externo, fenómeno  que, a lo interno, se expresa como monocultivismo. De esta suerte, las mejores tierras se encuentran bajo el poder de la oligarquía terrateniente.

Caracterizando siempre las estructuras socio-económicas del país, Carlos Fonseca acota que las mismas personas que controlan el aparato estatal del mismo, controlan igualmente  su vida económica. A la vez, sirviendo los intereses foráneos de EEUU, la dictadura funge como agencia del Departamento de Estado de EEUU. Y desde luego, los invasores yanquis, obligados por los patriotas sandinistas a desocupar el territorio nicaragüense, crearon a la Guardia Nacional como sostén fundamental de la dictadura somocista.

Ante este panorama que favorece a los menos en detrimento de los más, éstos se interesan en que en Nicaragua triunfe una revolución que los convierta en dominadores y a los primeros en dominados.

Pero Carlos Fonseca no hace su examen de la realidad sólo desde la óptica de los grandes autores más visibles de las contradicciones de clase (pueblo vs. dictadura), sino también desde la de quienes formalmente, no de fondo, conforman la oposición al somocismo: los conservadores, cuyos intereses representan a los grandes ricos, comerciantes millonarios, empresarios y latifundistas. Estas fuerzas, organizadas en el Partido Conservador, tienen como meta única “sustituir a los Somoza en el primer lugar como millonarios.” No representan así “intereses irreconciliables con la dictadura.” [6]

Dictadura, oposición, pueblo y lucha armada

Sobre esta base, Carlos Fonseca plantea:

“En gran medida la camarilla conservadora se encuentra interesada en la continuación del somocismo si la caída de éste lleva a una revolución que liquide la explotación brutal del pueblo. Este señalamiento trae la explicación sobre la causa por la cual el Partido Conservador no ha sido capaz de dirigir con éxito la lucha opositora y también explica los numerosos pactos que se han puesto en práctica con la camarilla dictatorial.”[7]

Como contraparte de lo arriba señalado, los sectores más combativos del pueblo, particularmente los estudiantes y los jóvenes de la clase media urbana,  buscan nuevos caminos para derrocar a la dictadura.

La conclusión inequívoca a la que llega Carlos Fonseca consiste en que con la lucha legal no se puede alcanzar ninguna victoria, sobre todo considerando que la dictadura es un régimen de fuerza y no de ley.” En este sentido, resulta absurdo que el pueblo levantela ley contra la fuerza, el código contra la bayoneta.” [8]

Necesidad de otras formas de lucha 

Pero la lucha armada, por importante que sea, no puede por sí sola conducir a la victoria del pueblo. Por lo mismo, esta forma de lucha debe forzosamente aprovechar las puertas legales, por pocas y limitadas que sean, para denunciar los problemas que el pueblo soporta. Igual pasa con la actividad clandestina, que debe estimarse auxiliar importante de la lucha armada.  Esta actividad debe ocuparse de la organización de mítines relámpagos, pintas, etc.[9]

Sin embargo, la lucha armada no equivale para Carlos Fonseca, a terrorismo. Por ello, declara que las fuerzas revolucionarias se declaran enemigas del uso de bombas y sabotajes aislados como base de la lucha contra la dictadura. Para él, resulta erróneo asumir “que la zozobra producida por las bombas”, pueda liquidar al régimen dictatorial. Tampoco se trata de descartar esas formas de lucha por completo; se debe recurrir a ellas como auxiliares de una acción armada determinada, evitando que ello pueda dar lugar a víctimas inocentes. [10]

La unidad en la acción, sin sectarismos

Empero, ningún triunfo resulta posible sin la unidad en la acción; sin sectarismos de ningún tipo. Sólo así son alcanzables los objetivos revolucionarios. Mas, ello es alcanzable solo en la medida que la dirección de la lucha exitosa contra el régimen opresor se encuentre en manos revolucionarias que cuenten, además, con el respaldo del campesinado poniendo en práctica “una línea agraria de entregar la tierra.” [11]

El éxito de la lucha depende, así mismo, de la capacidad autocrítica de las fuerzas revolucionarias; del estudio permanente de la experiencia de lucha propia y la de otros pueblos hermanos.[12]

Breve estudio de la lucha popular nicaragüense: la GN, la dictadura y la complicidad conservadora

En su Breve estudio de la lucha popular nicaragüense contra la dictadura de Somoza, Carlos Fonseca aborda tópicos diversos que complementan el panorama anteriormente expuesto.

Lo primero que sale a flote en este análisis es que la Guardia Nacional es el principal instrumento para garantizar el sostenimiento de la dictadura, al grado que la historia de ésta es la de aquélla. Profundizando al respecto de este asunto, Carlos Fonseca añade que los métodos criminales adoptados por el Somocismo en función de consolidar su poder, cuentan con el aplauso de los líderes del Partido Conservador, al que llama “tienda política de la oligarquía feudal”,  tal como queda demostrado con el banquete que diera en Granada tras el asesinato de Sandino el 21 de febrero de 1934 para festejar el hecho, ante confesión que hiciera Somoza asumiendo su responsabilidad por dicho crimen y el de muchos patriotas que seguían al héroe. No resulta sobrancero decir que, para Carlos Fonseca, la instauración del Somocismo debe considerarse “parte del plan fascista internacional de implantar gobiernos basados en la fuerza reaccionaria”. No extraña que Somoza García, durante algún tiempo, exhibiera en su despacho fotografías de Hitler, Mussolini e Hirohito, las cuales retiró tras el ataque japonés a Pearl Harbor.[13]

Caracterización del régimen somocista

Entre los objetivos del régimen somocista, Carlos Fonseca señala:

1. Servir de centro de conspiración contra gobiernos caribeños legítimamente electos que cuentan con voluntad, mayor o menor, de proteger los intereses de sus propios pueblos. En Guatemala, Carlos Castillo Armas, para derrocar a Jacobo Árbenz -lo que acaeció el 19 de febrero de 1954-,  contó con aviones que la dictadura somocista le facilitó; en Costa Rica, Pepe Figueres (padre), mismo que en algún momento hizo reclamos a los monopolios, el 8 de enero de 1955 se vio agredido por Somoza García; en Cuba, el dictador Fulgencio Batista masacró al pueblo con tanques que el somocismo le envió.

2.   Ultraje a los valores nacionales, como la memoria de Rubén Darío, al darle su nombre a la principal condecoración del país, otorgándosela, además, a gente de la peor ralea del continente y del mundo.

3. Adopción de una naturaleza dinástica a raíz del ajusticiamiento de su fundador, Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre de 1956. Así las cosas, la presidencia del país la asume Luis Somoza Debayle (quien, el 2 febrero de 1957, mediante una farsa electoral es electo presidente hasta 1963), lo que contó con el respaldo de Thomas Whelam, embajador de EEUU en Nicaragua, ello mientras su hermano, Anastasio Somoza Debayle, contando con el mismo respaldo,  se colocó al frente de la Guardia Nacional.

4. La economía del país se conserva en un nivel semifeudal y semicolonial, sobre todo porque la parte fundamental de su producción se orienta a los mercados externos, esencialmente a EEUU y porque la mayor parte de los productos que importa son manufacturados. No es fortuito que el principal terrateniente y el primer rico del país sea la familia Somoza. La dictadura ha reducido al pueblo a soportar una vida llena, por completo, de las peores calamidades, entre otras, la desocupación, los bajos salarios, el analfabetismo, enfermedades, etc. Más del 50 % de las personas que mueren en Nicaragua son menores de 4 años. No hay así pobre en el país que no haya sufrido al menos el fallecimiento de uno de sus hijos.

5.  Son durísimas las penalidades que soportan los trabajadores de las minas de oro, plata y cobre en manos de compañías extranjeras.[14]

Algunas conclusiones en torno a la lucha popular

Tras el análisis breve de la lucha popular contra el somocismo, Carlos Fonseca, hace algunas conclusiones:

1.  La salida electoral es una farsa hipócrita sobre todo por el carácter represivo de la Guardia Nacional y la recurrencia a los fraudes electorales por parte del régimen.

2. El Partido Conservador y otros elementos vacilantes son, como los Somoza, traidores a Nicaragua.

3. La insurrección popular armada es la médula de la lucha contra el somocismo.

4.  La unidad es, necesariamente, fundamental para que la insurrección progrese. Y ésta requiere sin falta de unidad en la acción.

5. El Ejército Defensor del Pueblo  Nicaragüense debe contar con el apoyo del Frente Interno de la Resistencia, mismo que debe hacer uso de “métodos clandestinos y secretos de lucha, al margen de las leyes reaccionarias de la dictadura.”

6.    La actividad legal de determinadas organizaciones y personalidades puede jugar un papel importante en la lucha revolucionaria.

7.     La juventud nicaragüense del pueblo está vinculada al triunfo contra la dictadura en tanto que siente y comprende que lo que está de por medio es el futuro de Nicaragua.[15]

Mensaje a los estudiantes revolucionarios, abril de 1968

En su Mensaje a los estudiantes revolucionarios, publicado en mimeógrafo en abril de 1968, hablando en nombre del FSLN, Carlos hace referencia a las dificultades con que se ha tropezado el movimiento armado revolucionario para desarrollarse, lo que atribuye a la política oportunista seguida por los que llama falsos marxistas, quienes renuncian a la lucha armada para conquistar el poder y han acaparado la dirección del movimiento revolucionario por décadas, imprimiéndole métodos de trabajo pacifiqueros. Por el contrario, anota, la decisión del FSLN de recurrir a la lucha  armada demuestra que los militantes de esta agrupación son la fuerza con mayor ansia por la transformación de Nicaragua y el establecimiento en ella de un régimen revolucionario.[16]

Estudiantes revolucionarios y estudiantes guerrilleros

Enfatiza, además, que los combatientes de procedencia estudiantil han ocupado un lugar destacado en la germinación de la lucha armada. Sin embargo, hace la distinción entre los estudiantes guerrilleros que han derramado su sangre y los estudiantes revolucionarios que se han quedado en las aulas de brazos cruzados. El movimiento estudiantil organizado, acusa, se ha limitado a lanzar proclamas de pésame; no se ha concentrado en asambleas fraternales, no ha proclamado en las calles su identificación con los ideales de los combatientes del pueblo. Pero, inmediatamente advierte que la responsabilidad de ello recae en la indisciplina del movimiento estudiantil y en la penetración capitalista de las universidades del país.[17]

Desenmascaramiento del Plan Nacional de Desarrollo de la Universidad

Carlos desenmascara el carácter reaccionario del “Plan Nacional de Desarrollo” de la Universidad Nacional de Nicaragua, que habla de coexistir pacíficamente, entenderse, dialogar, transigir y respetarse mutuamente, conceptos que consideran la lucha como algo que rebaja la función de la universidad. En realidad de lo que habla ese documento es de coexistir no solo con la oligarquía capitalista local sino también con el imperio yanqui. Además, en él se divorcia la cultura de su base: la plena liberación nacional. La pretensión señalada, acusa Carlos Fonseca,  conlleva a la aplicación de las teorías pedagógicas de la revista Life que inculca que los programas educativos deben ocupar la mayor parte posible del tiempo de los estudiantes, con el objeto de impedirles que dispongan de tiempo para participar en la lucha popular.[18]

Estudiantes de enseñanza media y universitaria deben respaldar lucha popular

Los estudiantes de enseñanza media o universitaria no deben dar la espalda a las mayorías oprimidas. Por su instrucción, ellos cuentan con mayor facilidad para conocer las causas que provocan los problemas que afectan a la nación, lo cual multiplica el deber que tienen de ser parte del combate popular.  Por otro lado, sus espíritus no han sido penetrados muy hondo por las mentiras y vicios a los que da lugar la sociedad capitalista. Se trata, pues, del sector de la población que con más dificultades se ve enajenado por esta sociedad. Por ello, la relación entre fuerza estudiantil y política resulta inevitable. Y aquéllos que se oponen a este vínculo concreto, hablan en contra del pueblo. Aunque no en contra de toda política porque en verdad desean ver a los estudiantes identificarse con la política más reaccionaria.

Siendo el sector que más ansias demuestra por los cambios radicales, los estudiantes, por algún tiempo, deben ser la fuerza que deba encabezar la lucha popular, lo que no significa negar el papel que en ello deben desempeñar el sector obrero y el sector campesino. Más bien implica vincularse estrechamente a ellos, lo que incluye la investigación de los problemas que los aquejan, acudir a la fábrica, comarca y latifundio en que se desenvuelven. Ello se hace primordial para movilizar a ambos sectores en contra de sus enemigos.

Carlos luego advierte que con el desarrollo de la organización guerrillera rural, el Partido Conservador y el Partido Social Cristiano, identificados con el capitalismo, lejos de quedarse de brazos cruzados echarán a andar maniobras en su contra; pretenderán una componenda que cambie sólo de nombre el aparato estatal somocista para conservar incólume el poder económico de los capitalistas locales y extranjeros.[19]

Contra penetración capitalista de la Universidad. Crítica a rectores

En la misma tónica, Carlos advierte contra la penetración capitalista en la enseñanza y en la universidad. Critica a los rectores de las universidades por identificar a éstas con la formación de un hombre culto y no la de “un patriota, de un ser humano consciente de poner sus conocimientos al servicio de la patria, al servicio de la humanidad.”

Sin embargo, tratando de obstaculizar la identificación estudiantil con el pueblo, las autoridades universitarias, el Instituto Nicaragüense de Desarrollo (INDE) y el Instituto Nicaragüense de Promoción Humana (IMPRHU) conciben planes para desviar sus inquietudes hacia cosas inocuas como la de hacer participar al movimiento estudiantil en campañas de alfabetización a ciertas personas del pueblo. Lo que en sí no es malo, el problema radica en la pretensión de dirigir sus inquietudes esencialmente a este tipo de labores.[20]

En el ámbito de la lucha nacional, Carlos acusa la necesidad de que en un programa revolucionario se debe desenmascarar demagogia socialcristiana que pretende la conciliación de clase; es decir, entre ricos y pobres, la que, como muestra la experiencia internacional, no es alcanzable.[21]

Rescatar universidad para el pueblo, demiurgo de la misma

Una de las exigencias planteadas ante la acción estudiantil “es la obligación de rescatar la universidad para el pueblo, la universidad se sostiene con el sudor del pueblo trabajador. La cultura proviene del trabajo milenario de los pueblos. De manera que el legítimo dueño de la universidad es el pueblo.” Pero obsérvese ahora esta nota que no puede pasar desapercibida: “… la razón de ser del movimiento estudiantil revolucionario, no puede consistir exclusivamente en obtener posiciones en las directivas estudiantiles. En  nombre de la habilidad para ganar fuerzas en las elecciones estudiantiles se ha llegado a renunciar a las demandas revolucionarias, a la ligazón con la amplia masa.”[22]

Lucha de clases, empleo de la violencia y falta de conciencia revolucionaria

En “Nicaragua Hora Cero”, Carlos Fonseca trae a colación una idea de gran importancia para comprender la realidad histórica nicaragüense y, particularmente, lo relativo a la lucha de clases, idea que reproducimos íntegra:

“Un rasgo notable en la historia de Nicaragua, en particular en la etapa que se inicia con la independencia de la dominación española en 1821, es el empleo de la violencia en el relevo de las distintas fuerzas políticas, representantes de las clases explotadoras, que se han disputado la hegemonía del poder. Los cambios pacíficos entre los distintos bandos de las clases dominantes, un tanto frecuentes en otros países de América Latina, en Nicaragua no han tenido lugar. Esa experiencia tradicional predispone al pueblo de Nicaragua contra las farsas electorales y a favor de la lucha armada.”[23] 

Sin embargo, sostiene que otros rasgos de nuestra historia consisten en que, pese a que el pueblo ha tomado las armas, encabezado por individuos que no podían de ningún modo encausar su lucha hacia cambios revolucionarios; ha faltado una profunda conciencia revolucionaria, lo cual vincula con el oscurantismo ideológico de la época colonial  que ha seguido pesando decisivamente impidiéndole al pueblo marchar a los combates con conciencia plena del cambio social. En él ha pesado más el instinto que la conciencia.[24]

Lucha se desarrolló sin la presencia de un proletariado industrial

Señala Carlos Fonseca que, de 1926 a 1936, la lucha del pueblo nicaragüense:

“[…] se desarrollo sin existir un proletariado industrial. La incipiente burguesía traicionó al pueblo nicaragüense y se entregó a la intervención yanqui. La burguesía no pudo ser relevada de inmediato de la vanguardia de la lucha popular por un proletariado revolucionario. La resistencia sandinista, que se convirtió en la heroica vanguardia del pueblo, presentaba una composición casi absolutamente campesina y precisamente en este detalle reside la gloria y la tragedia de aquel movimiento revolucionario. Fue una gloria para el pueblo de Nicaragua que la clase más humilde respondiera por el mancillado honor de la patria y al mismo tiempo fue una tragedia porque se trataba de un campesinado sin nivel político alguno […] Esto condujo a que una vez asesinado Sandino su movimiento no pudiera tener continuidad.” [25]

Carlos acota que el periodo que va desde el asesinato de Sandino en 1934, hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, se caracterizó principalmente por la interrupción de la lucha armada tradicional como forma sistemática para combatir al somocismo. Ello lo vincula con esta otra característica principal del periodo, a saber, “el dominio casi total que el sector conservador ejerció sobre la oposición antisomocista.” No obstante, todo esto que duró 25 años, fue el precedente de una nueva etapa de lucha que se origina con la lucha armada y el triunfo revolucionario, en 1959, contra la dictadura batistiana en Cuba.[26]

Y, en su “Síntesis de algunos problemas actuales”, refiriéndose a las acciones del enemigo de clase del pueblo nicaragüense, Carlos hace esta importante advertencia:

“No se necesita mucha perspicacia para adivinar que el enemigo tratará de penetrar la organización, nuestras filas mismas, a través de personas que puedan hacerse pasar por sandinistas, para más adelante provocar escisiones mediante grupos de sandinistas “democráticos”. Indicios de tal posibilidad y peligro se ve en la pose del señor P.J. Chamorro, quien en su oficina se atreve a ostentar la imagen de Sandino.”

Mas no se trata simplemente de preocuparse  por “vulgares delatores en las filas, sino también de ejercer vigilancia ante el peligro de infiltración ideológica o de tipo político. Eso también hace ver la importancia de no descuidar nunca la educación política de miembros, simpatizantes, colaboradores y afiliados.”[27]


IV. Carlos Fonseca al rescate de Sandino[28]

Viva Sandino y otros escritos de  Carlos Fonseca Amador

Carlos Fonseca, en su obra Viva Sandino (1985), acota que para tener una visión completa de la lucha que Sandino encabezó, así como de la gloria y la tragedia que la envolvieron, es imprescindible resaltar la condición de istmo de la geografía de Nicaragua, su ubicación estratégica; valorar la fecundidad del suelo, la codicia y la soberbia del gobernante local, la gran rebeldía del pueblo y apreciar la forma en que inciden sobre el país los acontecimientos internacionales.[29] No por casualidad, habla de “los más remotos antecedentes del destino histórico del pueblo nicaragüense”, mencionado en  primera instancia a Colón y a los exploradores y conquistadores que le sucedieron, quienes, desde inicios de la conquista, convirtieron a la tierra nicaragüense en su presa, hecho que no se acogería de rodillas por chontales, dirianes, nagrandanos y matagalpas.[30] 

Más adelante, al hacer referencia a “la guerra de los indios” que estalló en Matagalpa en 1881, guerra que él estima “síntoma visible de la descomposición del sistema feudal”, Carlos Fonseca expresa: “La “guerra de los indios” de 1881 debe anotarse como un antecedente de la colosal guerra de guerrillas que cerca de medio siglo después encabezará Augusto César Sandino. Tómese en cuenta que la zona de Matagalpa está ubicada en lo que sería uno de los extremos de la amplia región del país en que llegaron a operar los guerrilleros sandinistas”.[31]

Al valorar la etapa que se inicia con la retirada de los invasores estadounidenses, Carlos Fonseca sostiene que la comprensión de la misma requiere “contemplar la actitud del movimiento revolucionario internacional hacia los patriotas nicaragüenses, lo mismo que aspectos notables de la situación política interna de Nicaragua”.[32] Señala que aunque Sandino contó con una correcta táctica militar, ella “no pudo estar correspondida de una adecuada estrategia política” que diera continuidad a la lucha de forma indefinida; pero el patriota contó en cambio “con un pensamiento en el que a la vez está clara su conciencia del papel determinante que desempeñó la lucha armada en la búsqueda de la definitiva independencia nacional, es también evidente su identificación con ideas avanzadas de reivindicación social”.[33]

De inmediato, Carlos Fonseca nos dice que no es cierto que el héroe segoviano careciera de principios programáticos, ligados no sólo a la expulsión del interventor extranjero, sino también a la eliminación de lo que lesionara la soberanía nacional.[34] La debilidad del movimiento sandinista no estuvo, pues, en los principios programáticos sino en la estrategia de lucha y los medios para hacer realidad las metas del movimiento. Es más, dicha debilidad no la contempla Carlos Fonseca como algo subjetivo sino primordialmente como corolario de “la limitación que las condiciones generales impusieron a la lucha sandinista”.[35]  Más aún, señala que a lo largo de la lucha sandinista de 1927-1934, se advierte en ella “la identificación con las ideas sociales lindantes con el socialismo”.[36]

Nosotros, con base en los escritos de Sandino advertimos que, en efecto, hay un pensamiento en el héroe que yendo más allá del liberalismo lo hace declarar, en mayo de 1933, su condición de “comunista racionalista” [37]; dirá que jamás tuvo disputas ideológicas con Farabundo Martí, comunista salvadoreño que peleó en sus filas  y, más aún, en noviembre de ese mismo año, declararía que estaba de acuerdo con todas sus ideas. Pero, bajo condiciones creadas por la intervención  militar yanqui, insistirá en que su lucha tenía un carácter de liberación nacional, antes que un carácter inmediatamente social. [38]

Precisamente al periodista vasco  Ramón de Belausteguigoitia, que conversó con el héroe sobre diversos temas, entre ellos los sociales, Sandino le expresa que en distintos momentos trataron de darle a su lucha, de naturaleza nacional, un “carácter más bien social”.  Recalcaba que el movimiento que él había encabezado era nacional y antiimperialista, manteniendo la bandera de la libertad de Nicaragua y de Latinoamérica.  Ello no niega, sin embargo, que ignorara lo social y, por eso agregaba que su movimiento es popular y preconiza “un sentido de avance de las aspiraciones sociales”.[39]

Carlos Fonseca, por ello, devuelve las críticas hechas a Sandino a aquéllos que, desde la izquierda y desde lo que él llama “pacifismo utópico”, no brindaron a la lucha que el héroe encabezó el apoyo necesario.[40]

Sobre las consecuencias que tuvo la paz en 1933, Carlos Fonseca expresa que el carácter negativo de las mismas no dependía de las negociaciones de esa paz en sí misma “sino del cúmulo de dificultades” presentadas “lo cual truncó la perspectiva política de la lucha sandinista”.[41] En otro escrito suyo sobre el héroe, intitulado “Crónica Secreta.  Augusto César Sandino ante sus Verdugos” (1981), Carlos Fonseca manifiesta que de la atenta observación de “documentos  esenciales, resalta la conclusión inequívoca de que Sandino no confió para nada en la contraparte, con la que le correspondió discutir, en los meses inmediatos a la expulsión de los ocupantes armados norteamericanos”.[42]

Sandino, en efecto, habló de la persecución criminal de que eran víctimas sus soldados por parte de la guardia [43]; de seguir sorteando los peligros mientras las cosas no llegaran a su punto en Nicaragua,[44] e incluso de que el no viviría mucho tiempo pero que, de todos modos, quedaban sus muchachos para darle continuidad a la lucha emprendida.[45]

Sergio Ramírez Mercado, cuando su pluma estaba al lado de las mejores causas escribió sobre Sandino: “El Muchacho de Niquinohomo”, “Sandino Clase e Ideología”, “Vigencia del Pensamiento Sandinista”, “El Alba de los Desterrados”.  En su ensayo histórico “Sandino Clase e Ideología” anotaba  que “en última instancia lo que persiste en Sandino es el proyecto fundamental de la toma del poder.  Ninguna reivindicación social, ninguna idea de nacionalización de recursos naturales […]  ninguna idea de cambio estructural en la producción, educación, desarrollo técnico, se pudo concebir sin el desplazamiento de las paralelas históricas oligárquicas amarradas al imperialismo y sin el advenimiento de una forma de poder popular”.[46]  En “El Muchacho de Niquinohomo”, Ramírez sostiene: “El hecho de que la Guardia Nacional entraba a cumplir un papel de ejército de ocupación no le pasaría nunca desapercibido” a Sandino.[47]

Edelberto Torres Espinoza, en su obra Sandino y sus Pares (1981), hace un extenso estudio sobre el héroe nicaragüense, referido a distintas facetas de la vida y de la lucha del mismo. Es una obra ampliamente documentada lo cual le da un gran valor a su contenido.  Mas nuestro objeto, en lo que atañe a esta obra, es sólo  observar la valoración que su autor da a la paz suscrita en 1933.  Un sólo párrafo -que transcribimos a continuación- bastará para ello:

“Sandino tenía el hábito de reflexionar detenidamente sobre los problemas de su preocupación, la guerra, la vida ultraterrena, el destino de América, la vida del pueblo  nicaragüense  y sus causas.  Ahora tiene que afrontar el transcendental problema político de la paz.  Su decisión fue sabia y acorde con la finalidad de su pertinaz oposición armada al imperialismo: optó por la paz”.[48]



V. Epílogo

Conducida por el FSLN y teniendo como timoneles al Comandante presidente Daniel Ortega y a la compañera Rosario Murillo, la Nicaragua de hoy transita  hacia cambios cada vez profundos que, desde luego, están lejos de llegar a su culminación, a lo que Sandino llamada llevar las cosas hasta su punto.

En ella, se han restablecido derechos y se han establecido nuevos. Hay múltiples proyectos puestos en marcha. Se refieren a la salud, la educación, la vivienda, las calles, la infraestructura, la generación de energía, la reducción de la pobreza en general, la producción; y no faltaba más, a la materialización de ese viejo sueño de construir un canal interoceánico sobre su territorio, en función no sólo de sus ciudadanos, sino de todo los habitantes del mundo. Se refieren, igualmente, a la consolidación del poder ciudadano en todos los sentidos y a la de las relaciones internacionales, así como a otros asuntos tan vitales como  la paz mundial y la preservación del medio ambiente.

Por sobre todas las cosas, se refieren a aquel principio bolivariano de alcanzar la mayor cantidad posible de felicidad, aplicado, en este caso, a la nación nicaragüense en su conjunto, pero  también a los pueblos del mundo sin excepción, a cuya felicidad nuestra nación quiere contribuir con el ejemplo que ella irradie y con lo que la misma pueda humildemente ofrecerles.

Estamos hablando de que en Nicaragua se está cumpliendo el mandato de Sandino, de Carlos y de todas las personas que en ella nacieron y murieron por la plena liberación nacional y social del gran demiurgo de la historia en cualquier rincón del planeta: el pueblo.  


Manuel Moncada Fonseca


Conferencia ofrecida a los trabajadores y trabajadoras de la Secretaría de la Presidencia (SEPRES) el miércoles 19 de junio de 2013
 


[1] Sandino, Augusto C. El pensamiento vivo. Tomo 1. Editorial Nueva Nicaragua. Colección Pensamiento Vivo, 1984. p. 269.
[2]. Fonseca, Carlos. Bajo la bandera del sandinismo. Tomo 1. Managua,  Nueva Nicaragua, 1982.  p. 66.
[3] Ibíd. p. 45
[4] Ibíd. p. 46.
[5] Ibíd. pp. 23-141, escrito suscrito el 8 de octubre de 1976.
[6] Ibíd. pp. 25-26.
[7] Ibíd. pp. 26-27.
[8] Ibíd. p. 27.
[9] Ibíd.p. 29.
[10] Ibíd.p. 32.
[11]  Ibíd.p. 34.   
[12] Ibíd. pp. 37-38. 
[13] Ibíd. pp. 39-40.
[14] Ibíd. pp. 40-42
[15] Ibíd. pp. 52-54.
[16] Ibíd. p. 56.
[17] Ibíd. pp. 57-58.
[18] Ibíd. p. 59
[19]  Ibíd. 60-63.
[20] Ibíd. p. 63.
[21]  Ibíd. p. 69.
[22] Ibíd. pp. 71-72.
[23] Ibíd.  p. 81.
[24] Ibíd. pp. 81-82.
[25] Ibíd. pp. 82-83.
[26] Ibíd. p. 84.
[27] Ibíd. p. 100.
[28] Esta parte de nuestro escrito, con leves modificaciones y correcciones, está tomada de un trabajo más amplio que intitulamos “¿NECESITÓ SANDINO UNA MEJOR VISIÓN?”  http://www.rebelion.org/docs/112613.pdf
[29] Fonseca Carlos. Obras. Tomo 2. Viva Sandino. Recopilación de textos del Instituto Estudios del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua, 1985. p. 22.
[30] Ibíd. pp. 23-24.
[31] Ibíd. p. 34.
[32] Ibíd. p. 66.
[33] Ibíd. pp. 67-68.
[34] Ibíd. p. 68.
[35] Ibíd. p. 68.
[36] Ibíd. p. 68.
[37] Sandino, Augusto C. El Pensamiento Vivo. Introducción y notas de Sergio Ramírez. Editorial Nueva Nicaragua, Managua 1984. Tomo 2. p. 338.
[38] Sandino, A.C. Ob. cit. Tomo 2. p. 366.
[39] Belausteguigoitia, Ramón.  Con Sandino en Nicaragua.  Editorial Nueva Nicaragua. 1981. p. 181.
[40] Fonseca, Carlos. Tomo 2. El Pensamiento Vivo. Ob. cit. pp. 73-75.
[41] Ibíd. p. 77.
[42] Fonseca Carlos. Obras.  Tomo 1. Bajo la bandera del sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua. Ob. cit. p. 412.
[43] Sandino, A.C. El Pensamiento Vivo. Ob. cit. Tomo 2.p. 373.
[44]  Ibíd. p. 356.
[45] Ibíd. p. 381.  
[46] Ramírez, Sergio. Sandino: Clase o Ideología. En: El Alba de Oro. La Historia Viva de Nicaragua.  Siglo veintiuno editores, segunda edición, 1984. p. 135.
[47] “El Muchacho de Niquinohomo”. Ibíd. p. 50.
[48] Torres, Edelberto. Sandino y sus pares.  Editorial Nueva Nicaragua. Febrero de 1983. p. 278.
Etiquetas: Ensayos

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