Para tal
fecha, los Estados Unidos tendrán en ese océano al 60 por ciento de sus
efectivos. Mientras tanto, Rusia y China no asisten a ese rearme sin
moverse.
José Javier Esparza
Una de
las últimas cosas que hizo el anterior secretario de Defensa de Obama,
Leon Panetta, fue anunciar que los Estados Unidos iban a “rebalancear”
su política militar: la retirada progresiva del escenario medio-oriental
era el prólogo de un nuevo impulso en el escenario marítimo del
Pacífico. “Estados Unidos ha sido, es, y seguirá siendo una potencia en
el Pacífico”, afirmó Panetta el pasado mes de diciembre en la cumbre de
seguridad asiática en Singapur. Hoy Panetta ya no es secretario de
Defensa, pero su sucesor, Chuck Hagel, defiende la misma política,
abanderada por el propio Obama.
El teatro del Pacífico
En
cifras, eso significa que para el año 2020 alrededor del 60 por ciento
de la Armada estadounidense estará desplegada en el Pacífico. El
despliegue incluirá seis portaaviones –la US Navy tiene un total de
diez- y la mayor parte de los submarinos y buques de superficie.
El nuevo
diseño exigirá una renovación de alianzas para establecer bases
logísticas fiables. Todo apunta a que la pieza esencial
de Internacional este nueva estrategia será Australia, donde se prevé un
despliegue rotatorio de aeronaves y “marines”. Tal es la nueva doctrina
geopolítica del Pentágono.
Acción-reacción
Este
anuncio norteamericano se ha ido verificando a lo largo del año en curso
y, como era de esperar, ha provocado la consiguiente reacción de las
otras potencias regionales, en particular Rusia y China, que se sienten
amenazadas por la exhibición de hegemonía americana. Rusia se ha fijado
el mismo horizonte –el año 2020- para culminar la mayor parte del
proceso de modernización de su armamento: hasta un 70% de su arsenal.
Y China, por su lado, aunque va con un ostensible retraso
tecnológico, espera en esa misma fecha haber completado un proceso de
modernización armamentística aún pendiente de cuantificar. El caso ruso
es el más notable por el vertiginoso crecimiento experimentado en los
últimos años. La mayor parte del arsenal soviético procede todavía de
los años 80, la última década soviética. El colapso económico posterior
se tradujo en una reducción brutal de la producción, limitada a armas
convencionales destinadas a la exportación a otros países. Sólo a
partir de 2008 se recuperó la producción y, eso sí, lo hizo a todo
tren: el porcentaje de armamento moderno ha crecido desde un 6% en 2008
hasta un 16% en 2013, y la previsión es que el volumen aumente en
progresión geométrica. Las “estrellas” de esta modernización son los
aviones: los nuevos cazas Su-35S y Su- 35SM, los Sukhoi de quinta
generación T-50 y los bombarderos Su-34. En la mar es mucho
más complicado el panorama, porque los planes para fabricar nuevos
portaviones y destructores aún están en fase de discusión. Por el
contrario, el programa submarino avanza a gran rapidez con las naves
nucleares portamisiles de clases Borei y Yasen. Concebidas, por
cierto, para navegar precisamente por el Pacífico.
China, hermana pobre
China es
la hermana pobre de esta nueva carrera de armamentos. La mayor parte de
su arsenal fue fabricada en los años sesenta y setenta, como los
misiles balísticos DF-4 y DF-5. El retraso llega al extremo de que el
gobierno chino ha pedido a los técnicos de misiles, ya próximos a la
edad de retiro, que no se jubilen, porque no hay personal que pueda
reemplazarles. Los aviones de caza J-7, muchos de los cuales tienen más
de treinta años, siguen en activo, por no hablar de las piezas de
artillería, fabricadas casi todas en los años cincuenta.
China ha
emprendido desde 2010 un vigoroso programa de renovación, pero todo
apunta a que el esfuerzo norteamericano le doblará el brazo, como se lo
dobló Reagan a la URSS con la famosa "guerra de las galaxias".
Tierra y mar, de Carl Schmitt
En un
ensayo sobre geopolítica publicado en 1942 y prontamente difundido en
España, "Tierra y mar", el filósofo Carla Schmitt atribuyó a los Estados
Unidos un inevitable destino marítimo como potencia mundial. "América
es la gran isla, desde la que se debe ser perpetuada la conquista
inglesa de los mares y continuada en gran escala la hegemonía marítima
que los angloamericanos ejercen en el mundo".
Así como
hay potencias construidas sobre el dominio de las tierras
continentales- el ejemplo ruso es transparente - hay otras que basan su
fuerza en el control del mar. De estas últimas, el ejemplo histórico más
eminente es la Gran Bretaña imperial.
El
politólogo alemán recuperaba las teorías del almirante norteamericano
Alfred Mahan, según el cual la proyección americana en los mares
prolongaba el imperio naval británico. Mahan escribía en 1904 y Schimtt
en e1942, pero es un hecho que la hegemonía militar y política
norteamericana ha seguido el camino de la mar hasta nuestros días y, por
el contrario, ha tenido apuros para consolidar su poder sobre tierra,
como muestran los ejemplos de Irak y Afganistán.
El "giro
hacia el Pacífico" de la Administración Obama parece responder a esa
misma contatación. Carl Schmitt terminaba su ensayo con una frase de
Hegel que vale la pena citar: "Así como la tierra, el suelo firme, es la
condición para la industria, el elemento vivificante hacia el
exterior".
Publicado en La Gaceta el 6/8/2013
Tomado de http://www.defensa.com
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