¿Qué mosca ha picado al Premio Nobel de la Paz Barack Obama? El
domingo 25 de agosto de 2013, la Casa Blanca publicó un comunicado en el que un
alto funcionario anónimo afirmaba que hay «muy pocas dudas» del uso en
Siria de armas químicas contra la oposición. El comunicado agrega que el
consentimiento de Siria para permitir que los inspectores de la ONU penetren en
la zona del ataque químico llega «demasiado tarde para ser creíble».
Si bien el uso de armas químicas en la periferia de Damasco
reportado el miércoles 21 de agosto de 2013 parece bastante probable, el
Consejo de Seguridad de la ONU no concluyó que fuese atribuible al gobierno
sirio. En una reunión urgente solicitada por los occidentales, los embajadores
quedaron sorprendidos cuando su colega ruso les presentó fotos captadas por los
satélites de su país en las que pueden verse los disparos de 2 obuses –a las 01
horas y 35 minutos de la mañana– realizados desde la zona de los rebeldes en
Duma hacia las zonas, también rebeldes, que resultaron afectadas por los gases
–en Jobar y entre Arbin y Zamalka– en horarios que coinciden con los incidentes
reportados. Las fotos de los satélites rusos no permiten determinar si se trata
de obuses químicos pero sugieren que la «Brigada del Islam» que ocupa la
localidad de Duma quiso matar tres pájaros de un tiro: eliminar a sus rivales
en el seno mismo de la oposición, lograr que se acusara a Siria de usar armas
químicas y contrarrestar al mismo tiempo la ofensiva del ejército sirio contra
las posiciones de los grupos armados que hostigan la capital.
El gobierno sirio no es signatario de la Convención contra las
Armas Químicas –como tampoco lo es su enemigo israelí– y dispone de ese tipo de
armamento. Pero los yihadistas también lo tienen, como ya lo confirmó Carla del
Ponte en declaraciones que desataron la cólera de la Alta Comisionada de la ONU
para los Derechos Humanos. Ya en diciembre de 2012, el Ejército Sirio Libre
difundió un video en el que realizaba un experimento de laboratorio con un gas
venenoso y amenazaba con utilizarlo contra los alauitas. Esta misma semana, el
gobierno sirio descubrió en las afueras de Damasco varios escondites que
contenían armas químicas, mascaras antigases y dosis de antídotos. Los
productos provenían de Arabia Saudita, Qatar, Estados Unidos y los Países
Bajos. Es, por cierto, a pedido del gobierno sirio –y no de los occidentales–
que los expertos de la ONU se encuentran en Siria por dos semanas para
investigar las alegaciones de uso de armas químicas. Para terminar, el 29 de
mayo de 2013, la policía turca arrestó una docena de miembros del Frente
al-Nusra y les confiscó armas químicas destinadas a su uso en Siria.
A pesar de todo eso, el presidente Obama reunió su Consejo de
Seguridad Nacional el viernes 23 de agosto para examinar las opciones de ataque
contra Siria en presencia de su embajadora en la ONU, Samantha Power, cabecilla
de los halcones liberales. Decidió entonces reforzar la presencia de la marina
de guerra estadounidense en el Mediterráneo con el envío del buque de guerra USS
Ramage, un destructor portador de misiles crucero, que se une a otros 3 –el
USS Gravely, el USS Barry y el USS Mahan– que ya estaban
en la zona.
El sábado, el presidente Barack Obama se comunicó telefónicamente
con el primer ministro británico David Cameron. Y el domingo habló con el
presidente francés Francois Hollande. Los tres estuvieron de acuerdo en que
había que intervenir, pero sin precisar cómo. También el domingo, el secretario
de Estado John Kerry llamaba a sus homólogos del Reino Unido, Francia, Canadá y
Rusia para decirles que Estados Unidos está convencido de que Siria había
traspasado la «línea roja». Sus tres primeros interlocutores lo
escucharon asumiendo lo que los militares llaman «posición de firmes».
Pero el ministro ruso Serguei Lavrov le expresó su asombro ante el hecho que
Washington se pronuncie antes del informe de los inspectores de la ONU y le
advirtió sobre las «consecuencias extremadamente graves» de una
intervención en la región.
El lunes, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian,
estaba en Qatar y debía viajar después a los Emiratos Árabes Unidos para
coordinar con ellos mientras que el consejero israelí de seguridad nacional
–general Yaakov Amidor– era recibido en la Casa Blanca. En una conversación
telefónica entre el primer ministro británico David Cameron y el presidente
ruso Vladimir Putin, este último subrayó que no existe prueba alguna del uso de
armas químicas por parte del gobierno sirio. Por su parte, el viceministro
chino de Relaciones Exteriores, Li Baodong, telefoneó a su homóloga
estadounidense Wendy R. Sherman exhortando Estados Unidos a la cordura.
Consciente del riesgo de una guerra regional, cuyas primeras víctimas serían
los cristianos del Oriente, el papa Francisco I reiteró sus llamados a la paz.
¿Debemos pensar que los occidentales van a entrar en guerra sin un
mandato del Consejo de Seguridad, como lo hizo la OTAN en Yugoslavia? Es poco
probable porque la Rusia de aquella época estaba en ruinas mientras que hoy en
día tendría que intervenir, después de haber emitido 3 vetos para proteger a
Siria, o renunciar a toda acción internacional. Sin embargo, Serguei Lavrov
descartó sabiamente una Tercera Guerra Mundial. Precisó que su país no tenía
intenciones de entrar en guerra con nadie, ni siquiera por el tema sirio.
Podría tratarse por lo tanto de una intervención indirecta en apoyo a Siria,
similar a la acción de China durante la guerra de Vietnam.
Irán anunció, por boca del jefe adjunto de su estado mayor, el
general Massud Jazayeri, que para Teherán el ataque contra Siria sería la
violación de la «línea roja», precisando que si la Casa Blanca pasa a la
acción tendrá que enfrentar «graves consecuencias». Es evidente que Irán
no tiene los medios que posee Rusia, ni tampoco sus alianzas, pero no hay que
olvidar que está entre las 10 primeras potencias militares a nivel mundial.
Partiendo de esa base, atacar Siria sería arriesgarse a una respuesta contra
Israel y a sublevaciones en gran parte del mundo árabe, sobre todo en Arabia
Saudita. La reciente intervención del Hezbollah libanés y las declaraciones de
su secretario general Hassan Nasrallah no dejan lugar a dudas en ese sentido.
Interrogado por la prensa rusa, el presidente sirio Bachar
al-Assad declaró:
«Las declaraciones de los políticos estadounidenses, occidentales
y de otros países constituyen un insulto al sentido común y una expresión de
desprecio por la opinión pública de sus pueblos. Es algo que no tiene sentido:
se acusa primero y después se reúnen las pruebas. Eso lo está haciendo un país
poderoso, Estados Unidos (…) Son acusaciones exclusivamente políticas,
responden a la serie de victorias registradas por las fuerzas gubernamentales
sobre los terroristas.»
En Rusia, el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores
del Parlamento ruso, el periodista y especialista en geopolítica Alexei Pushkov
comentó a través de su cuenta de Twitter: «Washington y Londres han
declarado a Assad culpable antes de las conclusiones de los inspectores de la
ONU. Sólo aceptarán un veredicto de culpabilidad. Cualquier otro veredicto será
rechazado.»
El principio de una nueva guerra en Siria no se ajusta a los
problemas económicos de Estados Unidos y los europeos. Vender armas es una
manera de ganar dinero pero destruir un Estado sin esperanzas de recuperar la
inversión a corto o mediano plazo sólo puede agravar una situación económica ya
muy difícil.
Según un sondeo Reuters/Ipsos realizado después de las
informaciones sobre el ataque del 21 de agosto más de 60% de los
estadounidenses se oponen a una intervención en Siria y sólo un 9% sería
favorable. Aún si estuviesen convencidos del uso de armas químicas por parte de
Siria, un 46% de los estadounidenses seguirían oponiéndose a una intervención
que sólo contaría con un respaldo del 25%. Ese mismo sondeo indica que los
estadounidenses respaldan todavía menos la guerra secreta: el 89% declara que
tampoco se debe armar a los rebeldes, contra un 11% que prefiere seguir
armándolos. Los encuestadores propusieron a las personas interrogadas 4
opciones: golpes aéreos (respaldados por un 12%), creación de una zona de
exclusión aérea (11%), financiamiento de una fuerza multinacional (9%) o una
intervención directa de Estados Unidos (4%).
En Francia, el diario Le Figaro, propiedad del fabricante y
vendedor de armas Dassault, también sondeó a sus lectores. Al cabo de un día,
el 79,6% se había pronunciado contra la guerra, respaldada solamente por un
20,4%.
Será por lo tanto muy difícil para los occidentales invertir
radicalmente el sentir de su opinión pública y entrar en guerra.
También es posible otra interpretación de los hechos. Ya que
varios videos de víctimas de los ataques químicos fueron publicados en internet
horas antes de los ataques, siempre cabe la posibilidad de que los occidentales
«descubran» el engaño en el momento adecuado para dar marcha atrás. El
escándalo de las supuestas armas químicas en Irak demostró, sin embargo, que
los occidentales pueden darse el lujo de mentir a la comunidad internacional y
reconocerlo ulteriormente –y sin mayores consecuencias– luego de haber cometido
la fechoría que querían justificar.
Las acusaciones de los yihadistas y de sus padrinos occidentales
se producen en medio de una vasta ofensiva del Ejército Árabe Sirio, bautizada
«Escudo de Damasco» y destinada a limpiar los alrededores de la capital.
El lanzamiento de los dos obuses de la «Brigada del Islam» tuvo lugar en
respuesta al inicio de esa ofensiva, que se desarrolló durante 5 días y
ocasionó grandes pérdidas a los yihadistas –al menos 1 500 bajas entre muertos
y heridos. La agitación de los occidentales puede por lo tanto ser una forma de
guerra sicológica tendiente a ocultar esa derrota y a paralizar a la vez la
ofensiva siria. Para Washington es en todo caso una forma de poner a prueba la
respuesta iraní después de la elección de Hassan Rohani como presidente. Y
ahora se sabe claramente que este último no podrá oponerse a la política del
Guía de la Revolución, el ayatola Ali Khamenei.
En el momento de la guerra contra Libia subestimé la capacidad de
Estados Unidos para violar todas las reglas, incluyendo las de la OTAN.
Basándome en el contenido de los documentos de la propia OTAN, insistía yo en
la larga capacidad de resistencia de la Yamahiriya ante su oposición
armada. Yo no sabía en aquel momento que una reunión secreta había tenido lugar
en la base de la OTAN en Nápoles, a espaldas del Consejo de la alianza
atlántica. Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Dinamarca y Turquía, con
Israel, Qatar y Jordania estaban planificando en secreto el uso de los medios
de la OTAN para bombardear la capital de Libia [1]. Excluyeron de aquella reunión
a los aliados que se oponían a un ataque tan costoso en vidas humanas. La OTAN
había dejado de ser una «alianza» en el sentido real de la palabra para
convertirse en una coalición de circunstancia. En pocos días, la toma de
Trípoli dejó un saldo de 40 000 muertos, según los informes internos de la Cruz
Roja. Un dispositivo similar puede estar organizándose en este momento ya que
los jefes de estado mayor de prácticamente los mismos países –a los que se unen
ahora Arabia Saudita y Canadá– están reunidos, desde el domingo y hasta esta
noche [martes 27 de agosto de 2013] en Amman, bajo la presidencia del
comandante del CentCom, el general Lloyd J. Austin III. Los participantes
estudian 5 opciones: entrega de armas a los Contras, imposición de una zona de
no sobrevuelo, creación de zonas-tapones e invasión terrestre.
La prensa atlantista está llamando a la guerra. En Londres, The
Times ya la anuncia.
El presidente Barack Obama podría seguir, de esa manera, el plan
de guerra ya establecido por su predecesor George W. Bush desde el 15 de
septiembre de 2001, plan que además de los ataques contra Afganistán e Irak
preveía también las agresiones contra Libia y Siria, como ha revelado el
general estadounidense Wesley Clark [2], ex comandante de la OTAN. Problema:
por primera vez, el blanco seleccionado dispone de muy serias alianzas.
Esa variante contradice, sin embargo, todos los esfuerzos que la
administración Obama había venido realizando desde hace un año para eliminar
los obstáculos a la celebración de la conferencia Ginebra 2: dimisión del
general David Petraeus y de los partidarios de la guerra secreta; no renovación
del mandato de Hillary Clinton y de los ultrasionistas; acusaciones legales
invalidantes contra los opositores irreductibles de toda alianza con Rusia,
esencialmente en el seno de la OTAN y del escudo antimisiles. Y también
contradice los esfuerzos de John Brennan, el ahora jefe de la CIA, por provocar
enfrentamientos en el seno de la oposición armada siria, por exigir la
abdicación del emir de Qatar y amenazar a Arabia Saudita.
Mientras tanto, Siria se prepara, en la medida de lo posible, para
cualquier eventualidad, incluyendo un bombardeo de la OTAN contra los centros
de mando y los ministerios, acción que puede estar coordinada con un asalto de
los yihadistas contra la capital. Pero la opción más probable no es el inicio
de una guerra regional que escaparía al control de las potencias occidentales
sino un ataque –en otoño– bajo la supervisión de Arabia Saudita y concretado
por los combatientes que ese reino está reclutando actualmente, operación que
se desarrollaría con el posible respaldo de la Liga Árabe.
por Thierry Meyssan
Red Voltaire
No hay comentarios:
Publicar un comentario