Con
el fin de discutir la utilización de empresas militares y de seguridad
privadas con uso de la fuerza armada para proteger al personal de las
Naciones Unidas y a los locales de la Organización en el terreno, así
como la utilización de este tipo de empresas en las operaciones
humanitarias y de mantenimiento de la paz, la ONU ha convocado un Panel
de Expertos en su Sede en Nueva York, el 31 de Julio de 2013. El actual
Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre la utilización de mercenarios
organiza dicho Panel.
En
otras palabras, Naciones Unidas contempla la posibilidad de privatizar
las operaciones humanitarias y del mantenimiento de la paz: un objetivo
de varios miles de millones de dólares al año que el cartel de las
empresas militares y de seguridad privada lleva codiciando desde hace
muchos años.
Desde
que Gregory Starr asumió el puesto en Naciones Unidas de Secretario
General Adjunto para la Seguridad en 2009 y comenzó a externalizar la
seguridad de la Organización al sector privado, dicho Departamento ha
estado elaborando directrices y criterios para dar un aspecto de
legitimación a la utilización de empresas militares y de seguridad
privadas ya que la utilización de tales empresas conlleva una imagen
negativa debido a las graves violaciones de derechos humanos que dichas
empresas han cometido en situaciones de conflicto o de post-conflicto
como Iraq.
En
2012, el Departamento de Naciones Unidas encargado de la seguridad
publicó un documento sobre la Política de Naciones Unidas. Asimismo
dicho Departamento ha elaborado unas Directrices a seguir por la
Organización sobre la utilización de empresas militares y de seguridad
privadas que pueden hacer uso de la fuerza armada.
Según
los organizadores el objetivo del Panel de Expertos que se reunirá en
julio de 2013 en Nueva York es fomentar la discusión y provocar
respuestas de la sociedad civil a las Directrices emitidas por el
Departamento encargado de la seguridad de Naciones Unidas.
Las
conclusiones del Panel de Expertos se incluirán en el próximo informe
anual que el Grupo de Trabajo sobre la utilización de mercenarios
someterá a la Asamblea General.
Sin
embargo, se puede plantear la cuestión de si uno de los principales
objetivos del Grupo de Expertos de julio no es presentar y aprobar las
Directrices de las Naciones Unidas con miras a lograr un paso más en la
legitimación de la utilización de empresas militares y de seguridad
privadas por el sistema de las Naciones Unidas.
Es
interesante recordar que Gregory Starr antes de entrar en Naciones
Unidas fue Director del Servicio de Seguridad Diplomática (DSS) del
Departamento de Estado de EE.UU. Y que fue uno de los principales
promotores en externalizar la seguridad de los diplomáticos de EE.UU
a empresas militares y de seguridad privadas como Blackwater.
En
este contexto hay que recordar que dos ex Secretarios Generales de la
ONU han hecho propuestas para proveer a la Organización Mundial con un
pequeño grupo de fuerzas permanentes que podrían estar a la disposición
de la Organización en todo momento, de conformidad con el espíritu de la
Carta de las Naciones Unidas.
En
efecto, los Estados miembros de la ONU aún no han implementado un
ejército permanente de las Naciones Unidas o en su defecto una fuerza
policial de la ONU según lo previsto en la Carta de la Organización.
Como
resultado, las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones
Unidas se han basado únicamente en coaliciones ad hoc de Estados
voluntarios dispuestos a proveer personal militar nacional. La
consecuencia en la mayoría de los casos ha sido una serie de
disfunciones de las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU así
como de las operaciones de seguridad por falta de compromiso de los
Estados Miembros de la ONU de facilitar el personal y los recursos
necesarios para el adecuado funcionamiento de las operaciones de
mantenimiento de la paz [1].
El Departamento para la Seguridad de la ONU parece haber optado por la privatización de la seguridad de la Organización.
Sin
embargo, no hay que olvidar que las empresas militares y de seguridad
privadas (EMSP) son la reencarnación moderna de un largo linaje de
proveedores privados de la fuerza física, como corsarios, bucaneros y
mercenarios [2].
En
los siglos XIX y principios del XX, las naciones adoptaron instrumentos
internacionales para regular las actividades de los corsarios y
bucaneros [3].
Los
mercenarios, que habían desaparecido prácticamente durante los siglos
XIX y XX, volvieron a aparecer en la década de los años 1960 durante el
período de descolonización, operando principalmente en África y Asia.
Bajo los auspicios de las Naciones Unidas, se aprobó una Convención que
pone fuera de la ley y criminaliza las actividades de los mercenarios
[4].
Con
el fin de evitar el estigma que produce la etiqueta "mercenarios",
estas entidades no estatales de combatientes, de free-lancers ha venido
cambiado y adoptándose como los camaleones y ha pasado de llamarse
"perros de la guerra" a "empresas militares privadas" en los años 90,
cuando se crearon empresas como Executive Outcomes y Sandline , y más
recientemente se han hecho llamar "contratistas privados" y "empresas de
seguridad privada", durante la intervención de Estados Unidos en
Afganistán e Irak y el desarrollo de la industria de la seguridad en el
inicio del siglo XXI; y más recientemente han cambiado nuevamente y
actualmente, coincidiendo con el desarrollo del cartel de la industria
de la seguridad privada, se denominan "proveedores de servicios de
seguridad privada".
La
externalización generalizada en los últimos años de funciones militares
y de seguridad a las empresas militares y de seguridad privadas (EMSP)
por los gobiernos, las organizaciones intergubernamentales y no
gubernamentales, y las empresas multinacionales en situaciones de
conflicto de baja intensidad, conflictos armados, post-conflictos,
socorro internacional y operaciones humanitarias constituye un fenómeno
de gran importancia.
En
muchos casos, se contrata a empresas privadas con el fin de evitar la
responsabilidad directa de los gobiernos o de organizaciones. La
utilización de estos contratistas privados para apoyar las operaciones
en Irak y Afganistán, y las violaciones de derechos humanos en los que
han participado han sido el foco de la atención internacional. Y ha
generado un debate sobre las funciones de las EMSP, las normas bajo las
cuales deben operar, y cómo controlar sus actividades.
La
Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el órgano
predecesor del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, alertada por las
violaciones cometidas por dichas empresas militares y de seguridad
privadas, estableció en 2005 el Grupo de Trabajo sobre la utilización de
mercenarios con el mandato de analizar las tendencias modernas del
mercenarismo.
En
2010, el primer Grupo de Trabajo sobre mercenarios de la ONU, después
de haber cumplido su mandato de seis años, presentó a Naciones Unidas un
proyecto de convención que había elaborado para regular y supervisar
las actividades de las empresas militares y de seguridad privadas.
En Afganistán
no sólo ha habido violaciones de derechos humanos por dichas empresas
sino también, como en otros lugares, colusión de las empresas
internacionales militares y de seguridad privadas en casos de corrupción
con el gobierno y negocios ilegales.
Dichas
actividades incluyen la creación de la inseguridad, con el objetivo de
asegurar el negocio a esas empresas e incluso de ampliar los contratos
mediante sobornos a grupos anti-gubernamentales para garantizar la
circulación de convoyes militares y de acción humanitaria, así como
dando asilo y protección a sospechosos o presuntos autores de
violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. También
hay información que indica que empresas militares y de seguridad
privadas, contratadas por el gobierno de EE.UU., han tenido una relación
privilegiada con los Talibanes.
El
proyecto de convención presentado por el primer Grupo de Trabajo sobre
la utilización de mercenarios de Naciones Unidas, contiene una serie de
normas y procedimientos para regular a estas empresas a nivel nacional e
internacional. También prevé medidas de control que las organizaciones
intergubernamentales tales como las Naciones Unidas y la OTAN deberían
adoptar, así como la prohibición de subcontratar al sector privado una
serie de funciones inherentemente estatales que son parte de la
soberanía de los Estados.
En
muchos países el número de personal de seguridad privada por cada
100.000 habitantes ya es mucho mayor que el de la policía activa. Entre
estos países se pueden mencionar: Angola, Argentina, Australia,
Bulgaria, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Côte d'Ivoire, República
Checa, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Honduras, Hungría,
India, Irlanda, Jamaica, Japón, Kenia, Luxemburgo, Panamá, Polonia,
Rumania, Federación de Rusia, Eslovenia, Sudáfrica, Turquía y EE.UU. [5]
Tras
la propuesta del Grupo de Trabajo de Naciones Unidas "de un instrumento
internacional para regular y controlar las actividades de las empresas
militares y de seguridad privadas”, el Consejo de Derechos Humanos de la
ONU estableció un Grupo intergubernamental de composición abierta,
encargado de debatir y negociar una posible convención.
Pese
a que una mayoría de Estados Miembros de la ONU está a favor de las
medidas de regulación y control, la posición de los Estados occidentales
es un rechazo total a la regulación y los mecanismos de supervisión
internacionales. Su posición es comprensible, ya que la nueva industria
de seguridad, en todo su auge y florecimiento, se encuentra en los
países occidentales y en particular en el Reino Unido y los EE.UU.,
donde el setenta por ciento de esas empresas se encuentran.
Cabe
señalar que, paralelamente a la creación del Grupo de Trabajo sobre la
utilización de mercenarios y con el fin de evitar cualquier regulación
internacional o estatal, así como las críticas por violaciones de
derechos humanos, la industria internacional de la seguridad con grupos
como la Asociación Operación Estabilidad (ISOA) de Estados Unidos y la
Asociación Británica de Empresas de Seguridad Privada (BAPSC) y el
respaldo de los gobiernos de Reino Unido, Estados Unidos y Suiza,
lanzaron en 2006 lo que se conoce como la Iniciativa Suiza.
Dicha
Iniciativa Suiza incluye una serie de acuerdos de autorregulación entre
ellos el Documento de Montreux y el Código Internacional de Conducta,
que ya han firmado cerca de 700 empresas militares y de seguridad
privadas que operan en el ámbito internacional.
Entre
las casi 700 empresas militares y de seguridad privadas firmantes del
Código se encuentran empresas como Blackwater (que ahora figura como
Academi después de haber cambiado dos veces su nombre), United Resources
Group, G4S y su filial Armor Group o Triple Canopy, todas ellas
implicadas en graves violaciones de derechos humanos; o empresas como
DynCorp, Blackwater y Aegis (otra empresa que ha cambiado de nombre y
que se llamaba Sandline), todas ellas con un pasado turbulento; o
empresas como la ugandesa Saracen Uganda Ltd. presuntamente implicada en
capacitar a paramilitares en Puntland, Somalia y violar resoluciones
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Es
interesante señalar que no se ha sometido a ninguna de las empresas
signatarias del Código Internacional de Conducta a cualquier tipo
de control. Mecanismos de supervisión, tales como: (i) certificación,
(ii) auditoría y control, y (iii) sumisión de informes sólo se aplicarán
una vez que se haya establecido la Asociación del Código Internacional
de Conducta.
Las
empresas militares y de seguridad privadas no están reguladas ni
controladas por los gobiernos: se autorregulan ellas mismas. Y
consecuentemente operan por lo general en un vacío jurídico sin respetar
el derecho internacional humanitario y de derechos humanos. Con el fin
de proporcionar una cierta legitimidad, el desarrollo más reciente de la
Iniciativa Suiza va a ser el establecimiento de una asociación-cartel
internacional - en Ginebra. Con esta apariencia de legitimidad se espera
dar una zancadilla a cualquier proyecto de elaboración de un
instrumento internacional de regulación así como seguir obteniendo
contratos de las Naciones Unidas y de las organizaciones
intergubernamentales del sistema de Naciones Unidas en operaciones
humanitarias y por qué no en operaciones de mantenimiento de la paz.
La
creación de la Asociación del Código Internacional de Conducta (ICOCA)
de las EMSP va a tener lugar durante la conferencia que se va a celebrar
en Ginebra los días 19 y 20 de septiembre de 2013. La Asociación va a
ser oficialmente establecida bajo la ley suiza y se elegirá el primer
Consejo de Administración.
El
Gobierno de Suiza, como estado anfitrión de la ICOCA, se ha
comprometido a contribuir con 467.500 dólares anuales durante los dos
primeros años, y ha indicado la posibilidad de una mayor contribución
después de ese período. El Gobierno del Reino Unido se ha comprometido a
participar con 300.000 euros como contribución inicial. Los Estados
Unidos y Australia también han manifestado su intención de contribuir
con donaciones a la Asociación.
A
estas contribuciones hay que añadir la financiación de la misma
industria de seguridad, es decir, la cuota de suscripción individual que
cada una de las empresas militares y de seguridad privadas tendrán que
hacer obligatoriamente todos los años como miembros de la Asociación.
Dicha cuota está en función con el nivel de ingresos de cada empresa. Se
puede decir que el nuevo cartel de seguridad no nace pobre.
Autor: José L. Gómez del Prado (* Extracto).
Autor: José L. Gómez del Prado (* Extracto).
Tomado de http://www.solidaridad.net
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