domingo, 27 de octubre de 2013

Los más grandes negociantes de drogas del mundo

José M. Ameliach N.

José M. Ameliach N.

El país donde se trafica y se consume la mayor cantidad de drogas sin duda es los Estados Unidos de América, pero se ha dado usted cuenta que allí nunca han capturado alguna organización dedicada al comercio de las drogas; y que ella esté integrada por sus nacionales. No, allí siempre los aprehendidos son latinoamericanos o de otras nacionalidades, jamás estadounidenses, pareciera que ningún gringo está metido en este sucio negocio y cualquiera pensaría que ellos son simples e inocentes consumidores; y otros son los traficantes, proveedores y distribuidores. Se sabe que el negocio de las drogas produce inmensa cantidad de dinero, pero sin embargo el gobierno estadounidense sostiene que en estos “business” los hijos de los padres peregrinos, venidos de Inglaterra en el barco Mayflower en 1.620 a las costas de cabo Cod, lugar localizado en lo que hoy es el estado de Massachussets, son incapaces de meterse en el negocio de las drogas, ya que ello ofendería el heredado puritanismo proveniente de sus ancestros; que conformaron las 13 colonias británicas asentadas en esa tierra.
Según un reciente estudio desarrollado en los Estados Unidos por el Instituto Nacional sobre la Drogadicción, con la siglas NIDA en inglés, el 85% del total del consumo de drogas ilícitas en esa nación lo hace los adolescentes entre los 15 y 18 años de edad, y ese estudio lo atribuye a la incidencia de problemas domésticos, el descuido y la falta de atención de los padres con relación a sus hijos, o lo que es lo mismo, al poco o ningún signo de afecto de los padres y demás familiares hacia esos jóvenes. Los investigadores J. J. Lloyd, J. C. Anthony y C. S. Store, profesores de la renombrada Universidad Johns Hopkins, coinciden en señalar que por encima de cualquiera otra motivación, es la falta de cariño para con los hijos en los hogares estadounidenses lo que causa que el joven busque en otro lugar lo que allí no encuentra y de allí la inclinación de la juventud de ese país al hábito de las drogas. Esa misma razón, la poca unión y ternura dentro del hogar, hace que los jóvenes de ambos sexo se vayan de casa de sus padres, la mayoría antes de ser mayor de edad, y se van a vivir de manera independiente en cualquier tugurio y, la mayoría de las veces, con el consentimiento y regocijo de sus progenitores por haber salido de lo que para la pareja era un estorbo para sus vidas; sin duda que es toda una cultura la carencia de sentimientos sublimes en esa sociedad y por tal circunstancia no es comprensible que en esa nación no hayan ciudadanos nativos que trafiquen, comercien y vendan al detal las drogas ilícitas. No, allí lo que existe es una gran mentira y un inmenso negocio por parte del gobierno estadounidense, que se ha empeñado en hacer ver al mundo entero que todos los problemas con las drogas provienen de personas de otros países y que sus nacionales solo son indefensas victimas de aquel monstruoso negocio.

Resulta que la economía de los EE.UU. tiene mucho que ver con el lavado y legitimación de capitales provenientes del negocio de las drogas, pues ellas son realizadas por las principales entidades bancarias existentes en esa nación, razón por la cual el gobierno de los Estados Unidos no combate eficientemente el negocio de las drogas ilícitas. De manera que el fulano plan para el combate a las drogas con que se llenan la boca los gobernantes estadounidenses, no es más que un ridículo show para hacer creer que rechazan el tráfico y consumo de las drogas, valiéndose de esas medidas efectistas para además del beneficio económico que obtienen, monitorear a muchos otros países, intervenirlos y hasta dirigirlos desde Washington D.C. La pérfida idea de algunos ciudadanos estadounidenses de convertir a su país en un imperio, traerá en un mediano plazo el total desmembramiento de las pautas humanitarias y entonces en ese país se terminará por imponer una sociedad materialista y carente de toda bondad y compasión para con los suyos; y para con los demás habitantes del mundo entero. 


José M. Ameliach N.

Aporrea

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