jueves, 19 de diciembre de 2013

Los riesgos nucleares locales de los nuevos tiempos

Los riesgos nucleares locales de los nuevos tiempos

La era del apocalipsis nuclear global ha terminado; llegó la hora de los conflictos nucleares locales. Y cada uno de ellos puede poner a la humanidad al borde de la existencia.

Los viejos tiempos buenos, mirándolos desde las alturas de nuestros días, asombran por su previsibilidad. Casi todos nuestros temores están ligados al enfrentamiento global entre la Unión Soviética y EEUU. Pero en alguna parte de la profundidad del alma comprendíamos que independientemente del enardecimiento del enfrentamiento ideológico, el mundo logrará detenerse un paso antes de la última raya. Los dirigentes de los dos Estados eran responsables, al menos hasta el punto de no dar órdenes suicidas. Ellos sabían que eran responsables ante toda la humanidad.
Hoy es otra cosa. El nuevo mundo, que se levanta de las ruinas del sistema bipolar, es multipolar. Esto tiene sus ventajas. Pero una de las deficiencias principales es el crecimiento de la inestabilidad global. Si todos son iguales nadie puede apretar las clavijas al otro, o sea que cada uno actúa en la medida de sus propias nociones sobre el bien y la justicia y sus propios intereses. El proceso de erosión del régimen de no proliferación echa leña al fuego. Si antes el arma nuclear era considerada el arma del fuerte, ahora es el arma del débil, su último escudo esperanzador ante la expansión exterior. En otros tiempos, solo Washington y Moscú (los satélites de las dos superpotencias no se tienen en cuenta) podían ordenar el lanzamiento de misiles balísticos con ojivas nucleares. Hoy esa orden se puede dar prácticamente en cualquier región del mundo. El científico jefe del Centro de Seguridad Internacional del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de Rusia, Piotr Topichkanov, dice al respecto:
—La existencia de armas nucleares en los arsenales de los Estados implica que tienen planificado el empleo de ese armamento. Y en caso de crisis o conflictos puede ser usado.
Además, puede tratarse de que los Estados, cuyas armas nucleares se encuentran en disposición de combate, pueden ser empleadas no en caso de un conflicto, sino por otras razones. Por ejemplo, incluso por un error técnico. EEUU y Rusia rebajaron la posibilidad de tal error a su mínima expresión. Pero lo consiguieron tras muchos años de trabajo y de acumulación de una rica experiencia. Los países que se hicieron con el arma nuclear no hace tanto tiempo pueden no tener tal experiencia. Y por esos sus riesgos son mayores.
Por ejemplo, la India y Pakistán. Si suponemos que en un conflicto corriente en la disputada región de Cachemira, los Gobiernos de ambos países deciden poner en disposición de combate su armamento nuclear y, una de las partes, por error o casualidad (suponiendo que el enemigo ya inicia el ataque) puede decidir lanzar un ataque nuclear. Se trata de un guión muy probable de cómo el arma nuclear puede ser empleada en nuestros tiempos.
Muchos expertos coinciden en que Asia del Sur es más peligrosa, desde el punto de vista de la proximidad de una catástrofe nuclear, que Oriente Próximo o la península de Corea. Se trata de un conflicto humeante que en cualquier momento puede convertirse en un incendio nuclear. Esto tiene varias causas fundamentales, cada una de las cuales hace casi imposible la solución del problema en los próximos años.
La India y Pakistán están separados por un profundo abismo geopolítico. Nueva Delhi se siente, con bastante fundamento, líder regional en Asia del Sur. Islamabad, por su parte, no piensa resignarse a que dos terceras partes del territorio de Cachemira, poblada por musulmanes y que según el plano de división de la colonia británica pertenece a Pakistán, estén ocupadas por la India. La India considera con razón que el territorio de Jammu y Cachemira fue adherido por resolución del Gobierno legítimo de ese Estado en 1949.
Durante el enfrentamiento militar que sostuvieron ambas partes acumularon una sólida experiencia de lucha armada. Si bien la existencia del arma nuclear es un factor de disuasión, en determinadas circunstancias puede ser el catalizador de la transformación de las tensas relaciones en una guerra nuclear. Si el guión más trágico llega a convertirse en una realidad, se asestará un duro golpe contra una de las regiones más pobladas y pobres del planeta. En Nueva Delhi e Islamabad están convencidos de que el conflicto local y las pérdidas no serán mayores. Desde luego que se trata de un gran error. Incluso en el caso de un limitado conflicto nuclear indo-paquistaní a la humanidad le aguardaría la catástrofe más gigantesca de su historia.
Cabe reconocer que el Estado indio de Jammu y Cachemira tiene una posición geográfica ventajosa desde el punto de vista militar. En realidad, la capital de Pakistán puede ser abatida con los sistemas reactivos indios de gran calibre, con los misiles tácticos y táctico-operativos y con aviones tácticos. Por su parte, Pakistán puede lanzar un ataque contra Nueva Delhi únicamente con misiles de medio alcance y bombarderos. A la vez, la India dispone actualmente de unos trescientos misiles de diferente radio de acción, provistos de ojivas nucleares de una potencia que oscila entre diez y cien kilotones. Por su parte, Pakistán tiene cerca de un centenar de misiles con ojivas nucleares de tal potencia.
Hay expertos que opinan que la India puede provocar a Pakistán a lanzar un ataque nuclear único, a fin de responder con un ataque masivo y borrar al rival regional de la faz de la Tierra. Sea como sea, incluso si cerca de la mitad de los misiles de las partes llega a ser destruida en las posiciones de lanzamiento y asimismo en las trayectorias de los medios de defensa antimisiles, el resto abatirá objetivos con una potencia total de unos trescientos kilotones.
En los primeros segundos a causa de la radiación luminosa y de la onda de choque podrían morir unos doce millones de personas, y en los primeros dos o tres días otros cien millones. La contaminación radiactiva del entorno, el hambre y otros factores de desastre ecológico y humanitario se cobrarán mensualmente la vida de entre diez y veinte millones de víctimas. De tal modo, durante el primer año del “juicio final” indo-paquistaní dejarán de existir trescientos millones de personas.
En medio del caos incontrolable no habrá quien pueda darles sepultura. Los sobrevivientes tratarán de abandonar los lugares peligrosos. Como consecuencia, la región se verá afectada por una catástrofe humanitaria de envergadura inédita. Además, al bombardeo nuclear le seguirá inevitablemente una cadena de situaciones de emergencia de tipo natural y tecnógeno: terremotos, catástrofes en las centrales atómicas, en plantas químicas, etc.
Las pérdidas seguirán en aumento por la propagación de la radiación a los Estados vecinos, sobre todo, a la densamente poblada China, a los países del sureste de Asia y a Oriente Próximo. Piotr Topichkanov, señala:
—Las consecuencias del empleo del arma química serán dramáticas por doquier. Si hablamos de una explosión nuclear única, lo más probable es que las consecuencias tengan un carácter regional, aunque todo el mundo percibirá sus consecuencias, tal como percibió las consecuencias de la catástrofe en la central nuclear de Chernóbil.
También se puede hablar de un intercambio de ataques nucleares, por ejemplo, entre la India y Pakistán. De acuerdo con algunos cálculos, si la India y Pakistán llegan a intercambiar ataques nucleares, eso puede generar una catástrofe global, no local. Todas las personas de la Tierra percibirían sus consecuencias.
Los investigadores de la organización internacional Médicos para la Prevención de una Guerra Mundial llegaron a la conclusión de que un intercambio de ataques nucleares entre la India y Pakistán se traduciría en una reducción sustancial de los cultivos agrícolas, que dejará sin alimento como mínimo a dos mil millones de personas. La hambruna irá acompañada de epidemias, que pondrán al borde de la muerte a cientos de millones de personas más.
Como consecuencia del intercambio de ataques en territorio de la India y Pakistán surgirán numerosos focos de incendios, a la atmósfera irán cinco millones de toneladas de hollín que, en virtud de su pequeña masa y su superficie desarrollada con los ascendentes flujos de aire caliente, se elevarán por encima de las nubes. Como resultados se producirá una caída de los índices de la temperatura media. Además, el efecto climático se difunde rápidamente al resto del mundo, afectando sobre todo al este y sur de Asia, EEUU y Eurasia. En este caso incluso no surge una amenaza global a la existencia de la civilización humana. Pero el mundo tras el “juicio final” indo-paquistaní cambiará irremediablemente y no para mejor.
Los científicos han utilizado este guión trágico solo como modelo, para demostrar todo el peligro que encierra la subestimación de las crisis regionales, que en potencia pueden abrir la caja nuclear de Pandora. Esto tiene que ver no solo con la India y Pakistán, sino también con Irán e Israel, con Corea del Norte y Corea del Sur, tiene que ver en general con todos los “países del umbral”, que admiten la posibilidad de ingresar en el club de la élite nuclear por la puerta trasera.
En todas las crisis regionales a las espaldas de los participantes directos del juego están las grandes potencias, que, a partir de sus propios intereses egoístas, en el peor de los casos acucian la escalada y en el mejor impiden que la situación se resuelva favorablemente. Semejante conducta no acarreó consecuencia alguna el siglo pasado. Pero ahora puede liberar una carga potencial de enorme fuerza destructora.


Serguéi Dúz

La Voz de Rusia

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