Masacre de My Lai |
Descubrir el lado más oscuro de todas las artimañas,
trapos sucios, fabricación de falsos pretextos para iniciar guerras y
operaciones encubiertas, acoso sexual, filtración de documentos y otros malos
manejos del Pentágono, ha sido uno de los más preciados anhelos de periodistas
honestos, tanto de EE.UU. como del mundo. Un lugar cimero en este empeño lo ha
logrado Seymour
Hersh.
Hersh asestó su primer golpe noticioso en 1969, al
poner sobre aviso a la opinión pública mundial la nada célebre matanza de My
Lai, en la que fueron asesinados más de tres centenares de vietnamitas,
incluidos niños, mujeres y ancianos. Fue,
sin dudas, un duro golpe contra el papel de su país en Indochina y uno de los
tantos granos de arena que motivó el despertar de la lucha contra la guerra en
Vietnam en EE UU.
Luego de importantes destapes de operaciones
encubiertas de la CIA como lo fueron los intentos para desestabilizar al
legítimo gobierno de Salvador Allende, los seguimientos e intentos de asesinato
por parte de la CIA contra líderes de otras naciones, el programa nuclear
israelí, el rol de Kissinger en la desestabilización en Vietnam y Chile, las
operaciones del Plan Cóndor, los affaires amorosos de Clinton con Mónica Lewinsky,
volvió a la carga contra el Pentágono en abril de 2005, mediante un artículo
titulado “Tortura en Abu Ghraib”. Otra
vez salió a la luz el sadismo de los militares norteamericanos y otra vez el
mundo se escandalizó. El gobierno de George W. Bush sufrió el descalabro,
incluido su Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, obligado a dejar su puesto.
Hay indicios de que Hersh estuvo varias veces en
peligro y más de un alto miembro del Pentágono y la CIA analizó la posibilidad
de hacerlo desaparecer. Sin embargo, Hersh siguió desenmascarando ante un
público ávido por conocer la verdad oculta detrás del secretismo gubernamental.
El
16 de junio de 1992 otro escándalo sacudiría al Pentágono y que condujo a la
renuncia y procesamiento legal del entonces Secretario de Defensa de Ronald
Reagan, Caspar Weinberger, como resultado del destape del escándalo
Irán-Contras. La acusación contra Caspar –chivo expiatorio y no el único
culpable-, incluyó varios cargos tales como los de
obstrucción de la investigación del Congreso, perjurio y falsificación de datos.
De nada sirvió el espaldarazo que trató de darle Reagan, ya expresidente, a uno
de sus más importantes instrumentos de su política guerrerista.
Con
la masiva filtración de documentos por parte de WikiLeaks, otra vez el
Pentágono fue puesto en la mirilla de la opinión pública mundial, al ser sacados
a la luz sus secretos mejor guardados. Nada
pudo hacer la Casa Blanca para amortiguar el enjuiciamiento de cada persona y
de los medios de prensa. Salieron a la luz operaciones encubiertas, fuentes de
información, actividades cuestionables, crímenes horrendos, turbias
manipulaciones y otras trapisondas vinculadas a la guerra de Afganistán y al
actuar de la administración Obama. Se supo entonces de secretos que
involucraban a Pakistán y otras naciones en la guerra sucia afgana, tanto como
aliados o como soportes de los talibanes.
A
partir de esos momentos de hicieron familiares para la gente apelativos
como Task Force 373, Delta Force, Seals
y otros, como tropas élites secretas cuya misión es la de servir como fuerzas
letales en varias partes del mundo y, particularmente, en Afganistán. Estas
fuerzas actuaban por doquier, violando fronteras territoriales de otros países
en sus incursiones de muerte, cometiendo crímenes y otras atrocidades, con el
visto bueno del Pentágono y el gobierno.
Estos
comandos élites se encargaron de la eliminación física, sobre la base de una
lista de objetivos, denominada Joint Prioritized Effects List, la que acumuló
miles de nombres. Su divisa era, simplemente, “capturar o matar”.
Lo
cierto es que, a pesar de algunos logros incuestionables, muchos de sus blancos
fueron víctimas civiles a los que se consideró siempre como daños colaterales.
Un ejemplo de ello fue la muerte de 7 niños para conseguir la captura de Abu
Laith al-Libi, un terrorista de Al Qaeda, eliminado en Waziristán, Pakistán, en
abril de 2007.
Otro
escándalo que ha afectado al Pentágono es el uso de drones como Reaper o
Predator, cuya eficacia en la selección de los objetivos es dudosa y ha causado
–sigue causando y lo seguirá haciendo-, la muerte de centenares de inocentes,
sobre todo en Afganistán y Pakistán.
En
marzo de 2012, otros dos nuevos escándalos afectaron seriamente al Pentágono y
a la imagen de sus tropas. La aparición de una foto de un grupo de
francotiradores de la unidad conocida como Sniper Scouts, posando durante su
estancia en el 2010, en la localidad de Sangin, en Afganistán, en la que posan
junto a su bandera nacional y un símbolo nazi de las SS, causó una mala
impresión en todo el mundo, el cual todavía no sobreponía de la aparición de un
video en que cuatro miembros del Marine Corps se veían orinando sobre los
cuerpos de varios talibanes muertos.
El
Pentágono sufrió las consecuencias de la inapropiada conducta de su personal
militar en Cartagena de Indias, Colombia, al involucrarse con 21 prostitutas en
un hotel de esa ciudad, durante las noches del 11 y el 12 de abril del 2012.
Junto a miembros del Servicio Secreto destinados a cuidar a Obama, el personal
militar violó importantes normativas de seguridad y fueron retirados del país.
Ni el entonces Secretario de Defensa, Leon Panetta, pudo amortiguar el
escándalo.
Otro
escándalo que afectó a las élites del Pentágono y la CIA tuvo que ver al darse
a conocer los vínculos sexuales del general David Petraeus, entonces director
general de la CIA, así como del general John Allen, comandante de las fuerzas
de la OTAN en Afganistán, con Jill Kelley, una bella mujer de la Florida, esposa
y madre de tres hijos. Otra vez Panetta trató de calmar los ánimos luego de la
renuncia de Petraeus y la jubilación de Allen.
La citada mujer niega estas relaciones sexuales, empero involucra a otra mujer
nombrada Paula Broadwell, amante del exdirector de la CIA.
En
octubre del 2013, ante el cierre del gobierno norteamericano, el Pentágono se vio
obligado a buscar una solución para poder pagar a los familiares de los
soldados caídos en combate. Ante la falta de liquidez, tuvo que contactar a una
fundación nombrada Fisher House, para lograr remediar el penoso asunto. Hubo
casos tan bochornosos como el del soldado Jeremiah Collins, muerto en combate
en Afganistán, cuya madre carecía de recursos para los gastos de su funeral.
En
enero de este año, el Pentágono se vio sacudido por otro escándalo, al ser
publicadas por revista TMZ 41 fotos que
muestran a soldados norteamericanos quemando los cuerpos inertes de soldados
iraquíes, en la localidad de Fallujah, en el año 2004.
Ayer,
el Secretario de Defensa, Chuck Hagel, tuvo que tomar cartas en el asunto y
ordenar una profunda investigación, luego que trascendieran informaciones sobre
el uso de drogas y alcohol, así como falsificación de pruebas de aptitud, por
parte de numerosos oficiales encargados de la fuerza nuclear norteamericana,
particularmente los pertenecientes a la Base
Aérea de Malmstrom, en Montana. Esta
práctica se extendió a 6 bases militares de EE UU ubicadas en ese país y en el
Reino Unido. Ese escándalo aumentó la ya deteriorada imagen de los militares,
luego de que un general, encargado del control de los misiles nucleares
norteamericanos se viera envuelto en un sonado caso de vínculos con prostitutas
y abuso de alcohol durante una visita a Rusia.
Estos
son solo algunos ejemplos de la moralidad cuestionada, del dudable patriotismo
de las tropas USA y de los numerosos escándalos en que han visto envueltos
altos jefes del Pentágono y unas fuerzas militares con las manos manchadas de
mucha gente inocente.
Percy
Francisco Alvarado Godoy
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