No podemos evitar el viento pero podemos construir molinos (Proverbio chino)
El próximo mes se cumplirá un año de la muerte de Hugo Chávez quien
que fue el gran artífice de la transición de Latinoamérica hacia una
“época nueva”, la fuerza que hizo resquebrajar las estructuras del
“patio trasero” de los Estados Unidos que permitió a los países de la
región recobrar su dignidad, la soberanía y emprender la marcha hacia la
consolidación de la Unión Latinoamericana.
Es cierto que la ausencia de la voz vibrante, entusiasta y
desafiante del líder bolivariano ha quitado un cierto dinamismo y brillo
al actual proceso de transformación de América Latina. Sin embargo, la
marcha integracionista no se ha detenido, como lo demostró la II Cumbre
de la CELAC, tampoco se quebró la voluntad de su pueblo ni de la
mayoría de sus líderes de fortalecer la unidad para enfrentarse a la
severa crisis económica y financiera global.
Apareció un nuevo tono en el discurso, como el que practica el
presidente de Ecuador, Rafael Correa. Quizás no tenga tanto entorno y
carisma como el de Chávez, pero es más contundente en su contenido y más
concreto, pegado al pragmatismo. Por algo Rafael Correa es PhD. en
economía, el único presidente en América Latina que cuenta con el título
de doctorado. Desde que asumió el poder en 2007 ha logrado una profunda
transformación de Ecuador, según los propios y extraños, siempre
buscando nuevos caminos para encontrar un modelo económico alternativo y
enrumbar su país hacia la integración continental. Su forma de actuar y
presentar propuestas hace recordar una famosa frase de Confucio que
reza: “La sabiduría se preocupa en ser lenta en sus discursos y
diligente en sus acciones”.
Hace poco, la revista colombiana de economía y finanzas ´Dinero`
publicó un artículo titulado “El milagro ecuatoriano”, donde señala que
desde que Rafael Correa asumió el poder se produjo una revolución en el
país durante estos siete años y fue en tres frentes: infraestructura,
calidad de educación e innovación. Al comienzo se pensó en los círculos
económicos globalizados, que su discurso socialista y su atrevimiento al
criticar a los EE.UU. tanto en términos económicos como políticos
llevaría al país al desastre. Se equivocaron aquellos “visionarios” y
los de la oposición en sus pronósticos. Mucho antes de asumir el poder,
Correa tenía ya un proyecto de largo plazo de cómo sacar el país de la
crisis económica y del endeudamiento que estaba sufriendo Ecuador en
pleno auge del neoliberalismo.
Cuando en 2006 Rafael Correa ganó las elecciones presidenciales,
Ecuador prácticamente estaba en quiebra tras haber tenido, entre 1997 y
2007, cinco presidentes y dos juntas de Estado como resultado de una
revolución financiera neoliberal. Los oligarcas y las corporaciones
habían logrado rebajas de impuestos, los salarios reales habían caído
drásticamente, el desempleo creció y la ideología del individualismo fue
promovida por los medios de comunicación para destruir la solidaridad
natural de los habitantes del país. Desde los primeros días en el poder,
Correa tuvo que enfrentarse a una intensa guerra mediática orquestada
por la oligarquía, derecha reaccionaria, la jerarquía de la iglesia
católica, las innumerables Organizaciones No Gubernamentales y las
trasnacionales.
A pesar de todo esto, ha tenido el apoyo de su pueblo que le dio la
victoria en tres elecciones debido a la capacidad del presidente de
explicar el proyecto de su gobierno con claridad, convicción y cifras
concretas. Lo primero que hizo Rafael Correa fue limpiar, renovar y
poner en marcha un eficiente sistema tributario apretando tuercas a los
más pudientes, las corporaciones nacionales y multinacionales. Como
resultado el recaudo tributario pasó de 5,000 millones de dólares al año
a 15,000. También en estos siete años los ingresos petroleros crecieron
a 10,000 millones de dólares debido a la renegociación de los contratos
petroleros. En una reciente entrevista el presidente recalcó que “antes
se nos llevaba 80 de cada 100 barriles. Renegociamos y ahora 80 se
quedan aquí. .. también antes, por cada tres dólares que iban al pago de
la deuda externa uno era para el gasto social y ahora ocurre lo
contrario”.
Actualmente el petróleo le aporta a Ecuador 10,000 millones de
dólares anuales y la renegociación de los contratos con las
multinacionales petroleras le deja al país 3,000 millones al año. Al
aumentar el presupuesto nacional de 7,000 millones de dólares a 15,000
apareció el dinero para su inyección en la economía. Ahora la inversión
estatal en obras públicas representa el 13 por ciento del Producto
Interno Bruto (PIB). Esto permitió al gobierno invertir más de 5,000
millones de dólares en la infraestructura vial lo que significó 7,000
kilómetros de carreteras, incluyendo la construcción de puentes,
autopistas de ocho carriles y una red de nuevos puertos con una moderna
tecnología. También se hizo la primera línea del Metro de Quito con
capacidad de transportar 400,000 pasajeros al día. Se reconstruyeron
cuatro aeropuertos y entraron en funcionamiento ocho nuevas estaciones
hidroeléctricas. A diferencia de otras épocas toda las obras fueron
construidas dentro de los tiempos y costos programados.
El crecimiento de la economía, alrededor del cinco por ciento anuales
desde 2010, permitió al país invertir fuertemente en la educación,
especialmente en la superior. De acuerdo al estudio del periodista
Fernando Falconi, el gobierno ha destinado a la educación 30 veces más
recursos que los últimos siete presidentes ecuatorianos juntos. La tasa
de interés del crédito educativo bajó del 12 al 4.6 por ciento, eliminó
la deuda por mérito académico y otorgó becas a más de 5,000 estudiantes
para que pudieran estudiar en las mejores universidades del mundo. Para
seguir avanzando el proyecto del Buen Vivir se necesita, según Rafael
Correa, acelerar el proceso de transformación de la matriz productiva lo
que requiere la innovación y la inversión privada.
En todos estos siete años el sector privado nacional no ha mostrado
el deseo de apoyar el programa económico del presidente, supuestamente
por falta de confianza e incertidumbre, a pesar de que el país, en
opinión de Correa “está estabilizado, las reglas son claras y hay
grandes incentivos”. Lo que quieren los empresarios es seguir las reglas
de juego a las que están acostumbrados. “El Estado debe estar en
función de ellos: que si quiebran , quebramos todos, que si ganan, ganan
ellos solitos, explotando a sus trabajadores”, suele recalcar el
presidente. Así pasó con los banqueros en 1998 cuando ellos obligaron al
Estado salvarlos de la bancarrota, arrojando a todo el país a una
severa crisis económica lo que obligó a cerca de dos millones de
ecuatorianos abandonar el país por todos los medios posibles.
El problema de la escasez de inversión extranjera ha sido motivado
por el juicio que han entablado varias comunidades indígenas de la
Amazonía ecuatoriana contra la corporación estadounidense Chevron
acusada de destrucción del medio ambiente y de daños a la salud de miles
de personas. Es un juicio largo detrás del cual están, como lo explicó
Rafael Correa en una reciente entrevista con el periodista Ignacio
Ramonet, intereses de los Estados Unidos. Para el presidente de Ecuador,
“este caso no es jurídico, sino político contra nuestro gobierno”. Esto
explica la “solidaridad” de inversionistas extranjeros con la sexta
empresa petrolera en el mundo, Chevron, cuyas ganancias en 2012
alcanzaron 18 mil millones de dólares.
Definitivamente, tanto la política nacional o internacional de
Ecuador en estos siete años no ha sido del agrado a Washington. El nuevo
Ecuador ya no está desmoralizado pues recuperó su autoestima y su
soberanía. Logró renegociar los bonos Global de 30 años ahorrando 7,000
millones de dólares terminando al mismo tiempo con el tutelaje del
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Reorientó su política
comercial hacia China y los países del ALBA, CELAC e intensificó sus
relaciones con Rusia lo que no fue visto bien por los EE.UU.,
especialmente después de la clausura de la base norteamericana de Manta,
la congelación de los proyectos de la USAid y la salida del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Si agregamos a eso el
asilo otorgado al director de WikiLeaks, Juan Assange y el reciente
pedido de Rafael Correa de la salida de 50 militares norteamericanos
acreditados en la embajada de los EE.UU. en Quito, podremos entender la
irritación de Washington contra el presidente ecuatoriano y deducir la
causa de la “indecisión” de los inversionistas extranjeros hacer su
negocio en el país existiendo excelentes condiciones y la seguridad de
la inversión.
Hasta la aprobación de la Ley de Orgánica de Comunicación en 2013, la
guerra mediática contra Rafael Correa había sido despiadada,
persistente y sumamente subjetiva sin ninguna concepción ética
solamente basada en los intereses de las trasnacionales y los oligarcas
locales. El 83 por ciento del espacio radioelectrónico estaba en manos
privadas, el 13 por ciento fue manejado por la iglesia y sólo el tres
por ciento estaba destinado al sector público y comunitario. Actualmente
el espectro radioelectrónico se distribuye en tres partes: 33 por
ciento para el sector público, otro 33 por ciento para el privado y el
34 por ciento para los medios comunitarios.
Por supuesto esta Ley fue tildada por la oposición como “Ley
Mordaza” que significa el “linchamiento mediático”. Lo que más irritó a
los medios de comunicación globalizados fue el Artículo 26 que dice que
“queda prohibida la difusión de información que de manera directa o a
través de terceros, sea producida de forma concertada y publicada
reiteradamente con el propósito de desprestigiar a una persona jurídica o
natural o reducir su credibilidad pública”. Antes de esta ley no
existía para los medios de comunicación el concepto de “presunción de
inocencia”. Sólo existía el concepto del dinero y del poder de las
elites. Como dijo el profesor ecuatoriano, Oswaldo Ávila, “con la Ley
Orgánica de Comunicación se terminaron quienes se creían propietarios de
la verdad, y a olvidarse de que la libertad para injuriar no es
opinión. El peso de la Ley deberá caer sin privilegios contra los
infractores”.
Estas son las condiciones en que está avanzando Ecuador con sus 15
millones de habitantes hacia un futuro llamado el Buen Vivir, sorteando y
desafiando dificultades y las presiones de los globalizadores para los
cuales el país es también parte del infame “Eje del Mal”. Mientras tanto
el país sigue adelante y hace poco Rafael Correa anunció nueva meta de
sustituir importaciones por 6,000 millones de dólares hasta el año 2017
firmando 48 convenios con las empresas para la desaduanización de
mercadería que corresponden a 300 subpartidas que involucran a más de
1,000 productos.
Escribió alguna vez el escritor francés Antoine de Saint-Exupery que
“una pila de piedras deja de ser una pila de piedras en el momento que
un sólo hombre la contempla, concibiendo por dentro la imagen de una
catedral”. Esta “catedral” de Exupery es el nuevo Ecuador en su marcha
hacia el Buen Vivir.
Columna semanal de Vicky Peláez
Ria Novosti
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