miércoles, 12 de febrero de 2014

A siete años de la Revolución Ciudadana en Ecuador

No podemos evitar el viento pero podemos construir molinos  (Proverbio chino)

El próximo mes se cumplirá un año de la muerte de Hugo Chávez quien  que fue el gran artífice de la transición de Latinoamérica hacia una “época nueva”, la fuerza que hizo resquebrajar las estructuras del “patio trasero” de los Estados Unidos que permitió a los países de la región recobrar su dignidad, la soberanía y emprender la marcha hacia la consolidación de la Unión Latinoamericana.
 Es cierto que la ausencia de la voz vibrante, entusiasta y desafiante del líder bolivariano ha quitado un cierto dinamismo y brillo al actual proceso de transformación de América Latina. Sin embargo,  la marcha integracionista no se ha detenido, como lo demostró la II Cumbre de la CELAC,  tampoco se quebró la voluntad de su pueblo ni de la mayoría de sus líderes de fortalecer la unidad para enfrentarse a la severa crisis económica y financiera global.
Apareció un nuevo tono en el discurso, como el que practica el presidente de Ecuador, Rafael Correa. Quizás no tenga tanto entorno y carisma como el de Chávez, pero es más contundente en su contenido y más concreto, pegado al pragmatismo. Por algo Rafael Correa es PhD. en  economía, el único presidente en América Latina que cuenta con el título de doctorado. Desde que asumió el poder en 2007 ha logrado una profunda transformación de Ecuador, según los propios y extraños, siempre buscando nuevos caminos para encontrar un modelo económico alternativo  y enrumbar su país hacia la integración continental. Su forma de actuar y presentar propuestas hace recordar una famosa frase de Confucio que reza: “La sabiduría se preocupa en ser lenta en sus discursos y diligente en sus acciones”.
Hace poco, la revista colombiana de economía y finanzas ´Dinero` publicó un artículo titulado “El milagro ecuatoriano”, donde señala que desde que Rafael Correa asumió el poder se produjo una revolución en el país durante estos siete años y fue en tres frentes: infraestructura, calidad de educación e innovación. Al comienzo se pensó en los círculos económicos globalizados, que su discurso socialista y su atrevimiento al criticar a los EE.UU. tanto en términos económicos como políticos llevaría al país al desastre. Se equivocaron aquellos “visionarios” y los de la oposición en sus pronósticos. Mucho antes de asumir el poder, Correa tenía ya un proyecto de largo plazo de cómo sacar el país de la crisis económica y del endeudamiento que estaba sufriendo Ecuador en pleno auge del neoliberalismo.
Cuando en 2006 Rafael Correa ganó las elecciones presidenciales, Ecuador prácticamente estaba en quiebra tras haber tenido, entre 1997 y 2007, cinco presidentes y dos juntas de Estado como resultado de una revolución financiera neoliberal. Los oligarcas  y las corporaciones habían logrado rebajas de impuestos, los salarios reales habían caído drásticamente, el desempleo creció y la ideología del individualismo fue promovida por los medios de comunicación para destruir la solidaridad natural de los habitantes del país. Desde los primeros días en el poder, Correa tuvo que enfrentarse a una intensa guerra mediática orquestada por la oligarquía, derecha reaccionaria,  la jerarquía de la iglesia católica, las innumerables Organizaciones No Gubernamentales y las trasnacionales.
A pesar de todo esto, ha tenido el apoyo de su pueblo que le dio  la victoria en tres elecciones debido a la capacidad del presidente de explicar el proyecto de su gobierno con claridad, convicción y cifras concretas. Lo primero que hizo Rafael Correa fue limpiar, renovar y poner en marcha un eficiente sistema tributario apretando tuercas a los más pudientes, las corporaciones nacionales y multinacionales. Como resultado el recaudo tributario pasó de 5,000 millones de dólares al año a 15,000. También en estos siete años los ingresos petroleros crecieron a 10,000 millones de dólares debido a la renegociación de los contratos petroleros. En una reciente entrevista el presidente recalcó que “antes se nos llevaba 80 de cada 100 barriles. Renegociamos y ahora 80 se quedan aquí. .. también antes, por cada tres dólares que iban al pago de la deuda externa uno era para el gasto social y ahora ocurre lo contrario”.
Actualmente el petróleo le aporta a Ecuador 10,000 millones de dólares anuales y la renegociación de los contratos con las multinacionales petroleras le deja al país 3,000 millones al año. Al aumentar el presupuesto nacional de 7,000 millones de dólares a 15,000 apareció el dinero para su inyección en la economía. Ahora la inversión estatal en obras públicas representa el 13 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Esto permitió al gobierno  invertir  más de 5,000 millones de dólares en la infraestructura vial lo que significó 7,000 kilómetros de carreteras, incluyendo la construcción de puentes, autopistas de ocho carriles y una red de nuevos puertos con una moderna tecnología. También se hizo la primera línea del Metro de Quito con capacidad de transportar 400,000 pasajeros al día. Se reconstruyeron cuatro aeropuertos y entraron en funcionamiento ocho nuevas estaciones hidroeléctricas. A diferencia de otras épocas toda las obras fueron construidas dentro de los tiempos y costos programados.
El crecimiento de la economía, alrededor del cinco por ciento anuales desde 2010, permitió al país invertir fuertemente en la educación, especialmente en la superior. De acuerdo al estudio del periodista Fernando Falconi, el gobierno ha destinado a la educación 30 veces más recursos que los últimos siete presidentes ecuatorianos juntos. La tasa de interés del crédito educativo bajó del 12 al 4.6 por ciento,  eliminó la deuda por mérito académico y otorgó becas a más de 5,000 estudiantes para que pudieran estudiar en las mejores universidades del mundo. Para seguir avanzando el proyecto del Buen Vivir se necesita, según Rafael Correa, acelerar el proceso de transformación de la matriz productiva lo que requiere la innovación y la inversión privada.
En todos estos siete años el sector privado nacional no ha mostrado el deseo de apoyar el programa económico del presidente, supuestamente por falta de confianza e incertidumbre, a pesar de que el país, en opinión de Correa “está estabilizado, las reglas son claras y hay grandes incentivos”. Lo que quieren los empresarios es seguir las reglas de juego a las que están acostumbrados. “El Estado debe estar en función de ellos: que si quiebran , quebramos todos, que si ganan, ganan ellos solitos, explotando a sus trabajadores”, suele recalcar el presidente. Así pasó con los banqueros en 1998 cuando ellos obligaron al Estado  salvarlos de la bancarrota, arrojando a todo el país a una severa crisis económica lo que obligó a cerca de dos millones de ecuatorianos  abandonar el país por todos los medios posibles.
El problema de la escasez de inversión extranjera ha sido motivado por el juicio que han entablado varias comunidades indígenas de la Amazonía ecuatoriana contra la corporación estadounidense Chevron acusada de destrucción del medio ambiente y de daños a la salud de miles de personas. Es un juicio largo detrás del cual están, como lo explicó Rafael Correa en una reciente entrevista con el periodista Ignacio Ramonet, intereses de los Estados Unidos. Para el presidente de Ecuador, “este caso no es jurídico, sino político contra nuestro gobierno”. Esto explica la “solidaridad” de inversionistas extranjeros con la sexta empresa petrolera en el mundo, Chevron, cuyas ganancias en 2012 alcanzaron 18 mil millones de dólares.
Definitivamente, tanto la política nacional o internacional de Ecuador en estos siete años no ha sido del agrado a Washington. El nuevo Ecuador ya no está desmoralizado pues recuperó su autoestima y su soberanía. Logró renegociar los bonos Global de 30 años ahorrando 7,000 millones de dólares terminando al mismo tiempo con el  tutelaje del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Reorientó su política comercial hacia China y los países del ALBA, CELAC  e intensificó sus relaciones con Rusia lo que no fue visto bien por los EE.UU., especialmente después de la clausura de la base norteamericana de Manta, la congelación de los proyectos de la USAid y la salida del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Si agregamos a eso el asilo otorgado al director de WikiLeaks, Juan Assange y el reciente pedido de Rafael Correa de la salida de 50 militares norteamericanos acreditados en la embajada de los EE.UU. en Quito, podremos entender la irritación de Washington contra el presidente ecuatoriano y deducir la causa de la “indecisión” de los inversionistas extranjeros hacer su negocio en el país existiendo excelentes condiciones y la seguridad de la inversión.
Hasta la aprobación de la Ley de Orgánica de Comunicación en 2013, la guerra mediática contra Rafael Correa había sido despiadada, persistente y sumamente subjetiva sin ninguna concepción ética solamente  basada en los intereses de las trasnacionales y los oligarcas locales. El 83 por ciento del espacio radioelectrónico estaba en manos privadas, el 13 por ciento fue manejado por la iglesia y sólo el tres por ciento estaba destinado al sector público y comunitario. Actualmente el espectro radioelectrónico se distribuye en tres partes: 33 por ciento para el sector público, otro 33 por ciento para el privado y el 34 por ciento para los medios comunitarios.
 Por supuesto esta Ley fue tildada por la oposición como “Ley Mordaza” que significa el “linchamiento mediático”. Lo que más irritó a los medios de comunicación globalizados fue el Artículo 26 que dice que “queda prohibida la difusión de información que de manera directa o a través de terceros, sea producida de forma concertada y publicada reiteradamente con el propósito de desprestigiar a una persona jurídica o natural o reducir su credibilidad pública”. Antes de esta ley no existía para los medios de comunicación el concepto de “presunción de inocencia”. Sólo existía el concepto del dinero y del poder de las elites. Como dijo el profesor ecuatoriano, Oswaldo Ávila, “con la Ley Orgánica de Comunicación se terminaron quienes se creían propietarios de la verdad, y a olvidarse de que la libertad para injuriar no es opinión. El peso de la Ley deberá caer sin privilegios contra los infractores”.
Estas son las condiciones en que está avanzando Ecuador con sus 15 millones de habitantes hacia un futuro llamado el Buen Vivir, sorteando y desafiando dificultades y las presiones de los globalizadores para los cuales el país es también parte del infame “Eje del Mal”. Mientras tanto el país sigue adelante y hace poco Rafael Correa anunció nueva meta de sustituir importaciones por 6,000 millones de dólares hasta el año 2017 firmando 48 convenios con las empresas para la desaduanización de mercadería que corresponden a 300 subpartidas que involucran a más de 1,000 productos.
Escribió alguna vez el escritor francés Antoine de Saint-Exupery que “una pila de piedras deja de ser una pila de piedras en el momento que un sólo hombre la contempla, concibiendo por dentro la imagen de una catedral”.  Esta “catedral” de Exupery es el nuevo Ecuador en su marcha hacia el Buen Vivir.

Columna semanal de Vicky Peláez
Ria Novosti

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