Es la hora de recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en
cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes (José Martí,
1853-1895)
Cuando hace más de dos años, en diciembre de 2011 fue fundada en Caracas la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuyo principal impulsor fue Hugo Chávez, la prensa globalizada recibió con mucho pesimismo esta organización considerando que las divergencias políticas y económicas dentro de Latinoamérica no le permitirían una vida larga y se convertiría en una simple creación burocrática. Pero no fue así.
Cuando hace más de dos años, en diciembre de 2011 fue fundada en Caracas la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), cuyo principal impulsor fue Hugo Chávez, la prensa globalizada recibió con mucho pesimismo esta organización considerando que las divergencias políticas y económicas dentro de Latinoamérica no le permitirían una vida larga y se convertiría en una simple creación burocrática. Pero no fue así.
Los pronósticos pesimistas no se cumplieron. A medida que pasó el
tiempo y la crisis económica en la Unión Europea y los Estados Unidos no
daba signos de retirada, los líderes latinoamericanos empezaron a darse
cuenta, por encima de diferencias ideológicas, de la necesidad de una
mayor integración para promover su propio modelo de desarrollo sin
injerencias y presiones.
La CELAC, que agrupa a 33 países de Latinoamérica y del Caribe, les
ofrece nuevos espacios de integración y nuevas posibilidades
geopolíticas, lo que la vieja Organización de los Estados Americanos
(OEA) siempre les ha negado siguiendo las instrucciones de Estados
Unidos y Canadá que han estado cubriendo anualmente el 60.96 y el 10.24
por ciento respectivamente del presupuesto de la OEA. La situación en
CELAC es completamente diferente pues los EE.UU. y Canadá están
excluidos y su influencia es bastante limitada. Como dijo recientemente
el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño, la CELAC “es un bloque
latinoamericano que por primera vez se ve en el mundo. La OEA nunca se
ha reunido con China, nunca se ha reunido con la Unión Europea (UE), la
OEA no se podía reunir con África, no tenía vida para hacerlo, vivía en
inercia, vivía en el pasado. CELAC vive en el futuro”.
Precisamente esta percepción del futuro en la época nueva hace
posible un diálogo y una discusión de los presidentes partidarios del
neoliberalismo como el mexicano Enrique Peña Nieto, el peruano Ollanta
Humala, el colombiano Juan Manuel Santos con los promotores de
Socialismo del Siglo XXI el venezolano Nicolás Maduro, el ecuatoriano
Rafael Correa, el boliviano Evo Morales, Daniel Ortega de Nicaragua o
con el populista José Mujica de Uruguay. Esta capacidad de sentarse a la
misma mesa para discutir los problemas e ideas por encima de las
ideologías es lo que garantiza una vida larga a la CELAC contra los
pronósticos poco optimistas de sus detractores. La celebración de la
Segunda Cumbre de la CELAC en la Habana el 28 y 29 de enero
precisamente en el 161 aniversario del nacimiento de José Martí – uno
de los precursores de la “Patria Grande” y con la presencia del
secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon y del secretario
general de la OEA, José Miguel Insulza, confirma este acertado.
Cuando se escribía este artículo, recién se estaban reuniendo los
cancilleres de los 33 estados miembros para consensuar el contenido de
cada documento y de la Declaración Final de la Habana y del Plan de
Acción de la CELAC para 2014. Los mayores roces en la discusión del
borrador de la Declaración Final fueron por un párrafo en reconocimiento
al fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013) y la propuesta
venezolana de invitar al bloque a Puerto Rico, el Estado Libre
Asociado de Estados Unidos.
El mismo lunes del pasado 27 de enero, el canciller cubano, Bruno
Rodríguez destacó que “de manera expedita pero sustanciosa” se aprobaron
28 documentos que priorizan temas como la lucha contra la pobreza, el
hambre y las desigualdades, así como también el respeto a los modelos
políticos, culturales, económicos y sociales que garantizan el
desarrollo de los pueblos y la solidaridad. También prepararon los
documentos que dan respaldo a la lucha de Argentina por la independencia
de las Islas Malvinas y rechazan el bloqueo económico y financiero de
Cuba y a la inclusión de La Habana en la lista de los países
auspiciadores del terrorismo.
En términos generales, según Bruno Rodríguez, reinó el clima de
armonía y coincidencias durante las reuniones de los ministros de
Relaciones Exteriores reunidos en Cuba. Y no podría ser de otra manera
porque actualmente en Latinoamérica hay más puntos de coincidencia que
de divergencia entre los países que están tratando de evitar ser
arrastrados por la crisis económica que viven la Unión Europea y los
Estados Unidos. Hace poco, el presidente de Marcotta Wealth Management y
asesor de Wall Street, David John Marotta presentó datos estadísticos
que indicaban que la tasa real de desempleo en EE.UU. es de un 37.2 por
ciento y no del 6.7 por ciento anunciado por el gobierno y estimó que el
índice de la pobreza es de 14 por ciento.
A la vez el economista de la Universidad de California, Emmanuel Saez
declaró que el 95 por ciento de aumento de ingresos benefició solamente
al uno por ciento de la población. Hasta el multimillonario
norteamericano, Stanley Druckenmiller llamó los tres programas de
Flexibilización Cuantitativa de 3,7 millones de millones de dólares
entregados por la Reserva Federal a las instituciones financieras como
“la más grande redistribución de la riqueza en la historia de EE.UU. de
la clase media y los pobres a los más ricos”. En España el desempleo ya
está superando el 26 por ciento y la mayoría de los empleados ya están
dispuestos a trabajar por 750 euros al mes (957 dólares). En Alemania la
canciller Angela Merkel está hablando de la posibilidad de establecer
un salario mínimo a sugerencia de las grandes corporaciones nacionales
poniendo fin al tradicional estado de bienestar social del cual tanto se
alababan los líderes de este país.
América Latina en este contexto internacional tiene muchas ventajas
debido a la existencia de los nuevos y poco explorados espacios
geoeconómicos tanto regionales como fuera del continente. Pero se
necesita la mayor integración tomando en consideración y respetando
diferentes modelos de desarrollo cuyas metas finales frecuentemente
coinciden como la lucha contra la pobreza, por ejemplo.
América Latina y el Caribe tienen todos los recursos a su
disposición. En este territorio donde habitan 570 millones de habitantes
se encuentran el 25 por ciento de los bosques y el 40 por ciento de la
biodiversidad del planeta. Sus entrañas guardan la tercera parte de las
reservas mundiales de cobre, bauxita y plata como también el 27 por
ciento de carbón, el 24 por ciento de petróleo (algo de 380 mil millones
barriles), el 8 por ciento del gas y el 5 por ciento de uranio. Sus
cuencas acuíferas contienen el 35 por ciento de la potencia
hidroenergética mundial.
Lastimosamente no existe una política integral a nivel de América
Latina y el Caribe no solamente para el uso de estos abundantes recursos
naturales como la materia prima sino también para su transformación en
productos industriales. La CELAC debería ser propulsor de
industrialización y tecnificación de Latinoamérica y hacer todo lo
posible para revertir el actual ciclo del sector industrial cuyo peso en
el Producto Bruto Interno (PBI) bajó entre 2002 a 2006 del 12.7 por
ciento (1970-1974) al 6.7 por ciento. También la actual reunión de la
CELAC debería de encontrar un criterio común para la firma de tratados
de libre comercio (TLC). “Actualmente”, de acuerdo al ex ministro de
Hacienda de Colombia y ex secretario general de la Comisión Económica
para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL), José Antonio Ocampo,
“hay una indigestión de los TLC, pues firmamos donde se nos ocurra sin
un suficiente estudio y discusión sobre sus consecuencias”.
Hace dos años cuando esta columnista escribió un artículo sobre la
Primera Cumbre de la CELAC habló sobre la necesidad de crear una nueva
estructura e infraestructura para facilitar la integración de los países
latinoamericanos, formar su Banco de Reserva y crear su moneda Sucre
respaldada por el oro. Sin embargo, en este período de tiempo se ha
avanzado muy poco pues todavía falta el coraje de los gobiernos y la
voluntad de los pueblos que se han dispersado en la indiferencia
generalizada y el individualismo como resultado de la paciente labor de
los medios de comunicación corporativos.
Esperamos que la II Cumbre de la CELAC de un paso adelante en este
aspecto para que la actual época sea de verdad una “época nueva” y nos
liberemos de los tentáculos neoliberales del FMI, BM, OMC, CIADI, OEA,
CIA, NSA, DEA, Wall Street, Pentágono y de muchos TLC para que “la
unidad de nuestros pueblos no sea simple una quimera”, según Simón
Bolívar, “sino inexorable derecho de destino”.
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