Diez años después de que, en una audaz y celebrada medida al inicio
de su mandato, José Luis Rodríguez Zapatero decidiera la vuelta a España
de las tropas que el año anterior había desplazado a Irak José María
Aznar, el Gobierno de Mariano Rajoy ha acordado enviar al torturado país
árabe 300 militares para instruir a su Ejército. Es una iniciativa que,
como la del 2013, se enmarca en una ofensiva internacional pilotada por
Estados Unidos, pero las circunstancias y los objetivos son muy
distintos. Entonces se trataba de derrocar a un régimen, el de Sadam,
que se decía que tenía unas armas de destrucción masiva que nunca
aparecieron; y hoy la misión es ayudar a los iraquís a defenderse del
azote de un vesánico grupo integrista, el Estado Islámico, que quiere
imponer a sangre y fuego un régimen feudal. Entonces los países que se
embarcaron en aquella aventura obraron por su cuenta y riesgo, sin
ninguna cobertura jurídica internacional; y hoy responden a la petición
del legítimo Gobierno iraquí. Y en lo que respecta a España, entonces el
Ejecutivo del PP desoyó las gigantescas manifestaciones contra la
invasión de Irak; y hoy (al menos por ahora) no ha tenido críticas
significativas y es apoyado por el PSOE y otros grupos.
Los
ataques aéreos de EEUU, Francia y el Reino Unido contra posiciones del
EI en Irak no han dado el resultado esperado y la estrategia de
Washington parece pasar ahora por asesorar a las fuerzas terrestres de
Irak para que adquieran la inteligencia y el músculo necesarios para
combatir a los yihadistas. La misión española debería permanecer en Irak
siete u ocho semanas, según Defensa, pero es aventurado que el curso
del conflicto permita mantener esta previsión. En todo caso, España
excluye participar en el «combate directo» y asegura que las tropas
gozarán de «todas las garantías de seguridad». El recuerdo de los nueve
militares muertos en una emboscada en el 2003 pesa.
El EI tiene
movilidad, buen armamento y funciona con tácticas de guerrilla que
implican a la población civil. No es un grupo salido de la nada, sino
que hunde sus raíces en la insurgencia contra la invasión de hace 11
años. Su derrota es necesaria, pero debe ir acompañada de una estrategia
de Occidente para toda la zona -sobre todo Siria-, que hoy por hoy no
existe. Un telón de fondo quizá más inquietante que el propio yihadismo.
Tomado de http://www.elperiodico.com
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