Los gobiernos occidentales ya ni siquiera tratan de esconder el uso de
yihadistas. ¿Ejemplos? La OTAN derrocó a Kadhafi utilizando a al-Qaeda
como fuerza terrestre; Israel sacó a los “cascos azules” del Golán y
los reemplazó por los hombres de al-Nusra; la coalición internacional
contra el Emirato Islámico permitió que los yihadistas tomaran Palmira
para perjudicar al gobierno de Siria. Es fácil entender los intereses de
las potencias occidentales, pero resulta menos evidente entender
por qué y de qué manera los yihadistas prestan servicio al Tío Sam
en nombre del Corán.
El jeque Yussuf al-Qaradawi, gurú de la Hermandad Musulmana y predicador estelar del Corán en la televisión qatarí Al-Jazeera, bendice a los yihadistas que operan en Siria e Irak y afirma, muy seriamente, que si Mahoma viviese, hoy sería aliado de la OTAN. |
A menudo nos preguntamos cómo se las arreglan el
Pentágono y la CIA para manipular a millones de musulmanes y lograr que
luchen por los intereses del Tío Sam. Si bien es cierto que algunos
líderes son agentes pagados, también es verdad que la mayoría de
los yihadistas creen que luchan y mueren por ir al paraíso. La respuesta
es extremadamente simple: partiendo de la retórica de la Hermandad
Musulmana es posible apartarse de la realidad humana y enviarlos a matar
a cualquiera, como agitando un trapo rojo ante un toro.
Por supuesto, siempre habrá quien responda que todo no pasa de ser
una diferencia de orden personal surgida simplemente porque Abu Bakr
al-Baghdadi quiere ser jefe en lugar del jefe. Pero el hecho es que el
Emirato Islámico y al-Qaeda, aunque utilizan retóricas muy diferentes,
recurren exactamente a las mismas prácticas.
Tienen en común las consignas de la Hermandad Musulmana: «Nuestra Constitución es el Corán», «La solución es el islam».
La vida piadosa se hace así extremadamente simple. No importa que
el Creador nos haya hecho inteligentes, invariablemente y sin importar
las circunstancias, hay que aplicar la palabra divina como si fuésemos
máquinas. Y si la situación no aparece en El Libro… la solución es
destruirlo todo. Por supuesto, los resultados de esa forma de actuar son
catastróficos y esas organizaciones han sido incapaces de instaurar en
ningún lugar nada que se parezca al inicio de la sociedad perfecta que
dicen desear.
La diferencia reside en la historia de ambos grupos:
Desde 1979 hasta 1995, o sea desde la operación de la CIA en Afganistán hasta la Conferencia Árabe Popular e Islámica de Khartum, los mercenarios de Osama ben Laden luchaban contra la Unión Soviética con ayuda pública de Estados Unidos.
Desde 1995 hasta 2011, o sea desde la Conferencia de Khartum hasta la operación «Tridente de Neptuno», al-Qaeda exponía una retórica contra «los judíos y los cruzados» mientras seguía luchando contra Rusia en Yugoslavia y Chechenia.
Y a partir de 2011, o sea desde la «primavera árabe», al-Qaeda ha apoyado a la OTAN, en Libia, y a Israel, en la frontera del Golán ocupado.
Pero la opinión pública occidental no ha seguido esa evolución. Está
convencida del peligro de un mítico expansionismo ruso, se obstina
en atribuir a los yihadistas los atentados del 11 de septiembre, no ve
la realidad sobre lo sucedido en Libia y en la frontera del Golán
ocupado por Israel y se aferra por ello a la errónea idea que presenta
a al-Qaeda como una organización terrorista antiimperialista.
Los árabes, mientras tanto, no se basan en los hechos sino que eligen
–según los casos– la realidad o la propaganda occidental para inventarse
así una narración romántica sobre al-Qaeda.
El Emirato Islámico, por su parte, se aleja del Corán y se acerca a
los neoconservadores. Asegura que los principales enemigos son…
otros musulmanes: los chiitas y sus aliados. Prefiere olvidar la época
de la guerra en Bosnia, donde la Legión Árabe de ben Laden gozaba del
respaldo simultaneo de Estados Unidos, Arabia Saudita e Irán. Pero,
¿quiénes son los aliados de los chiitas? La República Árabe Siria
(Estado laico) y la Yihad Islámica palestina (sunnita). En otras
palabras, el Emirato Islámico lucha prioritariamente contra el Eje de
la Resistencia, que se opone al imperialismo. De hecho, el Emirato
Islámico asume su papel como aliado objetivo de Estados Unidos y
de Israel en el «Medio Oriente ampliado», aunque dice ser –teóricamente– enemigo de ambos.
La maleabilidad de ambas organizaciones reside en su ideología de
base, que es la de la Hermandad Musulmana. Por eso resulta lógico
el hecho que casi todos los jefes yihadistas han sido miembros en algún
momento de alguna rama de la Hermandad Musulmana. Por eso es también
totalmente lógico el hecho que la CIA ha respaldado no sólo la Hermandad
Musulmana egipcia, desde que esta fue recibida en la Casa Blanca por el
presidente Eisenhower –en 1955–, sino también todas sus ramas
extranjeras y todos sus grupos disidentes. En definitiva, el califato
que soñaba Hassan el-Bana, el mismo que dicen querer Ayman al-Zawahiri y
Abu Bakr al-Baghdadi, no busca volver a la Edad de Oro del Islam sino
instaurar el reino del oscurantismo.
Así lo confirmó, el ministro de Relaciones Exteriores de Francia,
Laurent Fabius, en 2012 –o sea antes de la escisión entre al-Qaeda y el
Emirato Islámico– cuando declaraba: «En el terreno, ¡están haciendo un buen trabajo!»
Red Voltaire
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