Si miramos la historia de Colombia (no la oficial, o la de los
jugosos centros de memoria burocrática) sino la que se ha dado en la
realidad; se puede ver que durante el siglo XIX hubo 9 enfrentamientos
fratricidas ejecutados por gamonales regionales y grandes comerciantes,
especuladores y exportadores dominantes de los partidos liberal y
conservador, quienes para resolver el asunto del Poder Estatal afectado
por las recurrentes crisis del mercado internacional de nuestras
exportaciones selváticas, así como el de las tierras baldías
especialmente los latifundios eclesiásticos; sin ningún escrúpulo
llevaron sus peonadas particulares o “montoneras” ( armadas
principalmente de machetes y algunos viejos y obsoletos fusiles) a las
degollinas que denominaron cínicamente “guerras civiles”. La más
destructiva y sangrienta (más de 100.000 muertos en un país de escasos 4
millones de habitantes) que fue aprovechada por los EEUU para
apoderarse sin ninguna dificultad de Panamá.
Nada refleja mejor las relaciones de producción y las fuerzas
productivas de una sociedad concreta en un momento dado de su historia,
que la Guerra.
Si miramos la historia de Colombia (no la oficial, o la de los
jugosos centros de memoria burocrática) sino la que se ha dado en la
realidad; se puede ver que durante el siglo XIX hubo 9 enfrentamientos
fratricidas ejecutados por gamonales regionales y grandes comerciantes,
especuladores y exportadores dominantes de los partidos liberal y
conservador, quienes para resolver el asunto del Poder Estatal afectado
por las recurrentes crisis del mercado internacional de nuestras
exportaciones selváticas, así como el de las tierras baldías
especialmente los latifundios eclesiásticos; sin ningún escrúpulo
llevaron sus peonadas particulares o “montoneras” ( armadas
principalmente de machetes y algunos viejos y obsoletos fusiles) a las
degollinas que denominaron cínicamente “guerras civiles”. La más
destructiva y sangrienta (más de 100.000 muertos en un país de escasos 4
millones de habitantes) que fue aprovechada por los EEUU para
apoderarse sin ninguna dificultad de Panamá.
Ganada esta guerra en 1902 por el partido conservador en el gobierno,
se vino la “paz con todos sus horrores” anunciada por el presidente
Marroquín, de las grandes expropiaciones de tierras y venganzas del
sanguinario general constitucional Arístides Fernández y sus
continuadores en todo el territorio del país hasta 1930, cuando la
lucha reivindicativa popular y campesina de los dos años anteriores
(masacres de Barranca, rio Magdalena, Bananeras, ect) y las denuncias a
la corrupción de la rosca goda gobernante, dieron al traste con lo que
los historiadores oficialistas han dado en llamar la hegemonía
conservadora, dándose inicio a un complejo periodo de 16 años de luchas
sociales populares y campesinas, así como de venganzas partidistas
llamado la hegemonía Liberal, durante el cual (para confirmar lo dicho
sobre la eliminación de la política y los adversarios) se realizó el
primer genocidio político impune realizado en la historia moderna de
Colombia:
La muerte en todo el país de 6.000 dirigentes del partido conservador
(según la propia denuncia de Laureano Gómez) y que llevó a este partido
a armar en todo el país diversos grupos de defensa propia, talvez el
más popular o conocido los “Chulavitas” de las cabeceras del rio
Chicamocha; los que luego en 1946, al concluir la llamada oficialmente
hegemonía conservadora y subir nuevamente el partido conservador al
Poder para implementar plenamente en Colombia la política estadounidense
anticomunista de la Guerra Fría, fueron usados como herramienta
paramilitar de gobierno en la guerra política para realizar el segundo
genocidio político impune realizado en Colombia hasta 1953:
El de los cuadros de base Gaitanistas, que dejó intacta la cúpula del
partido Liberal y cuya cifra no podrá nunca conocerse por haber quedado
contabilizados dentro de los 300.000 muertos de la llamada oficialmente
Violencia liberal-conservadora y el ulterior pacto de silencio que los
arropó.
En 1953, viene la dictadura de Rojas Pinilla que refuerza las bases
legales del “anticomunismo” oficial y hace posible la confluencia entre
el partido conservador y el liberal, para sellar una alianza en las
alturas con el pacto de silencio de Sitges en 1957, entre Laureano Gómez
y Lleras Camargo, que derrocó al dictador y estableció la amnesia
(¿amnistía?) de los 17 años del Estado de Sitio permanente del Frente
Nacional, durante la cual se da el tercer genocidio político impune de
Colombia:
La de los incontables militantes comunistas fusilados entre 1957 y
1984, cuyas cifras talvez aproximadas se podrán tratar de establecer en
el periódico Voz; fusilamientos y desapariciones continuadas entre 1984 y
1998, con el exterminio político también impune de los 5.000 cuadros
de la Unión Patriótica.
Lo demás ya se sabe: la irrupción plena en el proceso social y
económico de los colombianos de TRES fenómenos tan complejos y
dinámicos como deletéreos: Uno, el omnipresente, toti potencial, y
proteiforme narcotráfico a partir de 1970 con Turbay Ayala. Dos, la
puesta en marcha plenamente de la estrategia Paramilitar del Estado, o
paramilitares de segunda generación, a partir de la visita a Colombia
del general estadounidense William P. Yarborough en 1962, la
consolidación definitiva a partir del gobierno de Lleras Camargo y los
generales “coreanos” (en 1957) del Bloque de Poder Contrainsurgente
(BPCi) que ha dominado con sus 10 ruedas dentadas el acontecer político
conflictivo de los Colombianos en los últimos 60 años, con sus efectos
terroríficos en el exterminio de la protesta social, en la destrucción
del tejido social y en desarraigo y despojo social, al llevar a cabo la
estrategia de Guerra contrainsurgente de “quitarle el agua al pez”. Y
tres, a partir de 1997, la puesta en marcha en Colombia, por parte del
gobierno de los EEUU, del famoso y tan debatido Plan Colombia y la War
on Drugs.
Con esto se puede decir que la Guerra en Colombia ha tenido TRES
funciones básicas, nunca desentrañadas del todo, las cuales también van
más allá de lo planteado por el materialismo histórico y por el general
Clausewitz:
1-Como forma de hacer política y acceder al Poder hegemónico del Estado exterminado al contrario “Impunemente”.
2-Como un mecanismo de “modernización” del país (pero como dicen los entendidos sin modernidad)
3- Como Herramienta, o gestión, no de la política
como dice Clausewitz, sino del capital Transnacional en su imparable
proceso de acumulación (sangre y lodo) y con las cifras de gerencia y
enriquecimiento que hoy puede mostrar sobre el desastre social de
Colombia.
Así pues que Colombia más que periodizaciones pseudo históricas,
necesita de la verdad que desentrañe la responsabilidad del Estado en
las tres impunidades referidas, así como en la Guerra sin fin que hemos
padecido como pueblo, y que todavía algunos espíritus enfermos de odio
anticomunista, intentan continuar ad eternum.
Fuente imagen: datuopinion.com
ANNCOL
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