viernes, 25 de diciembre de 2015

Recetas para ser un perfecto ingrato. “Olvidar es de ruines”



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Varias fueron las personas que cuestionaron el artículo publicado el pasado mes de julio sobre el director de cine y teatro Juan Carlos Cremata Malverti, bajo el título de “Un huérfano ingrato”, el cual reflejaba algunas verdades que el mencionado artista ocultaba, o al parecer había olvidado.

El motivo de dicho escrito se basaba en la obra teatral que dirigió donde deseaba la muerte a Fidel Castro Ruz, quien personalmente había tenido deferencias muy especiales cuando Juan Carlos Cremata enfermó en Francia, después de algunos excesos que le hicieron olvidar que padece de una enfermedad contagiosa incurable, y cualquier desatino dislocado puede acercarle a la muerte.

Ante la gravedad de su estado de salud, Fidel Castro asumió la atención médica en un hospital de París, a donde fueron enviados su madre y su hermano, el director del excelente grupo teatral infantil La Colmenita, conocido como Tin Cremata.

Tin se encontraba en Argentina y su madre en La Habana. Como prueba de su preocupación por el joven director de cine, Fidel envió al entonces canciller Felipe Pérez Roque al hospital de París, a fin de interesarse personalmente del tratamiento médico, siendo recogido en la historia de esa instalación hospitalaria como el primer ministro de exteriores en visitarlo.

A pesar de esto, Juan Carlos Cremata Malverti, demuestra una absoluta ingratitud para quien se preocupó de que no falleciera, pagándole con una aberrante obra teatral donde desea que Fidel muera.

Toda persona tiene derecho a pensar, escoger la ideología a defender, definir su vida laboral e incluso su orientación sexual, pero jamás deberá morder la mano de quien lo ayuda y eso es lo que hace Cremata con su actitud hacia el líder histórico cubano.

Algunos oportunistas del gremio se le suman en busca de publicidad y ser bien vistos en Miami y hasta en el Departamento de Estado, quizás como carta de cambio para tener alguna oportunidad en una añorada transición al capitalismo.

Para reforzar más aun su ingratitud, Juan Carlos acaba de escribir un correo donde expone las “instrucciones básicas para ser (o parecer como) un buen revolucionario cubano”, algo que pone de manifiesto sus proyecciones psicológicas, quizás afectadas por la pérdida de su padre, muerto en el cruel acto terrorista de la voladura del avión de Cubana de Aviación en 1976, y cuyos autores residen plácidamente en Miami.

Es posible que esas “instrucciones” reflejen lo que ha sido su vida y sus sentimientos, especialmente para la patria, algo que al parecer no representan nada para él.

De forma irrespetuosa hacia los emblemas más sagrados de los cubanos expone:

“…para ser un buen revolucionario cubano hay que defender con apego, vehemencia y arrojo, como si fuesen únicamente suyos, los símbolos patrios”, y añade:

“de ser posible duerma abrazado a la bandera, mándese a hacer un tatuaje en el pecho con el escudo nacional, pues a la espalda, podrá agregar a la mismísima Caridad del Cobre, el Guerrillero Heroico o al Comandante en Jefe”.

Para que no quepan dudas de sus posiciones expresa:

“…para ser un buen revolucionario, debe citar las palabras dichas por el histórico máximo líder. No se preocupe si en ello no es exacto. ¡Total! Él habló tanto, durante tantos años, que cualquiera de sus extensos discursos podrá servirle para argumentar diatribas”.

Demostrando un escaso conocimiento de la historia de Cuba y nublado por sentimientos encontrados, afirma en su correo:

“…utilice siempre al bloqueo y la injerencia imperialista, como los argumentos más eficaces para zanjar disputas, porque toda la culpa será eternamente de ellos, aunque hayamos sido nosotros los que hayamos procedido mal en un principio”.

Es lamentable que Cremata no recuerde que mucho antes de 1959, el gobierno de Estados Unidos trataba de impedir el triunfo de los rebeldes, algo que está reflejado en el acta de la última reunión del Consejo Nacional de Seguridad, celebrada en diciembre de 1958.

En la misma, el director de la CIA, Allen Dulles y el propio presidente D. Eisenhower, planteaban la necesidad de impedir el triunfo de Castro.

Tampoco conoce los procesos de 1898, cuando Estados Unidos organizó el pretexto de la voladura del acorazado Maine, para intervenir en la guerra hispano-cubana, con el fin de apoderarse de la Isla; la Enmienda Platt y los programas terroristas de Acción Encubierta de la CIA.

Tristemente no conoció de las votaciones en la ONU, donde excepto Estados Unidos y su aliado Israel, todos los estados del mundo condenan el criminal Bloqueo Económico, Comercial y Financiero, impuesto contra Cuba, el que, según documentos yanquis desclasificados, está diseñado para:

[…] “inducir al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”.

Estos conceptos no forman parte de la propaganda comunista, son los del gobierno estadounidense y no son argumentos para la recta de Cremata de convertirse en “un buen revolucionario”.

Estas y otras afirmaciones provienen de una persona que gracias al proceso revolucionario que ahora tanto repudia, estudió gratuitamente hasta convertirse en director de cine, y filmar varias películas sin gastar un solo centavo de su peculio personal, algo impensable para un niño huérfano de padre, en ese sistema capitalista que tanto lo ha deslumbrado.

Si fuera consecuente con sus actuales ideas, Cremata debería renunciar a todos los medicamentos que gratuitamente recibe de la Revolución socialista, desbordada de tolerancia y mucha sensatez con aquellos que mientras han estado mamando de las ubres de las vacas del Estado, sin que se le pregunte como piensan políticamente, ahora olvidan y se transforman en desagradecidos que desean la muerte de aquel que en 1959 le devolvió la dignidad a su pueblo.

Certero fue José Martí cuando aseguró:

“Olvidar es de ruines”

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