Seré breve esta vez,
pues mucho se ha condenado ya por el pueblo cubano el retorno a la barbarie, la
prepotencia y el despiste público de Donald Trump al anunciar su cambio de
política con respecto a Cuba. Otras voces críticas se han levantado dentro de los
propios Estados Unidos. El bufón de la Casa Blanca dio un show cargado de
insolencia, burdas amenazas y desconocimiento de la historia, tan solo para
congraciarse con añejos terroristas, mercenarios traidorzuelos y enajenados
sociópatas vindicando viejos odios y enfermizas pretensiones.
Cuba, como esperar,
respondió con total dignidad.
Hoy el aprendiz de su
payaso en jefe, nada menos que Sean
Spicer, imitando como secretario de prensa al señor Trump, trató de
vender a la prensa la falsa idea de que el anuncio cavernario de su mandatario
fue todo un éxito. Sin embargo, fue cauteloso en anunciar nuevas medidas y
presiones hacia Cuba, sabedor ya del repudio que ha causado la nueva política
fallida USA.
La falsa idea de
pretender empoderar al pueblo cubano –refiriéndose como tal a los grupúsculos
contrarrevolucionarios– resulta una barrabasada sin parangón. Nadie se ha
sentido con miedo dentro de nosotros e, irremediablemente, esta política no
hará otra cosa que fortalecer la unidad de nuestro pueblo y la solidez de sus
convicciones. Tal vez el mayor perdedor sea el propio pueblo norteamericano.
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