Apenas había
triunfado la Revolución Cubana aquel 1ro de enero de 1959 y la generación de
niños y adolescentes radicados en Cuba o solidarios con la Isla nos enfrentamos
a un enorme reto que marcaría para siempre nuestras vidas. Aportar nuestro
granito de arena a las ideas y promesas hechas por Fidel en su alegato “La Historia
me Absolverá”. Como muchos, despojándonos de miedos y comodidades, dimos el
paso. Abandonamos nuestros hogares y marchamos a llevar la luz de la enseñanza
a parajes lejanos y olvidados.
Es cierto, cumplimos
con esa enorme tarea y el maestro que nació en cada uno de nosotros, aún se
mantiene vivo 57 años después. El amor a Fidel también perdura.
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