¿Hace falta una lista de presos políticos cubanos
para justificar lo injusto de la Posición Común Europea y lo impresentable del
bloqueo, y de paso olvidar que Estados Unidos tiene un campo de torturas en
Guantánamo? Con tal de que alguien la proporcione, da igual lo que contenga. Hoy
esa situación de desprecio a la verdad y la decencia, con el fin de infligir más
privaciones a los cubanos, alcanza un grado de abyección
inconcebible.
Un
examen de la lista de presos políticos que Elizardo Sánchez Santacruz acaba de
difundir revela que, como medio de propaganda deshonesta contra Cuba, es un
documento de calidad suprema. Pero como informe sobre la situación real de los
derechos humanos es de una pasmosa desvergüenza. Dejando a un lado una serie de
nombres que el mismo Sánchez ha confesado que son falsos, revisaré algunos
ejemplos especialmente sucios.
El 9 de
enero de 1992, Elías Pérez Bocourt y Erick Salmerón formaban parte de un grupo
que irrumpió en un centro de recreación infantil en la Playa cubana de Tarará,
atacaron por sorpresa a tres custodios, les ocuparon un fusil de asalto AK y
otras armas, los tiraron al suelo y los maniataron. El objetivo era robarse un
yate y emigrar ilegalmente a Estados Unidos, donde sabían que, pese a aquel
delito de piratería, serían acogidos gracias a la Ley de Ajuste Cubano vigente
desde 1966. Fuera de sí al no poder arrancar el motor del yate, los delincuentes
ametrallaron a los tres custodios: así, amarrados y a sangre fría. Un joven
policía acudió a ver qué pasaba y a él también lo mataron a tiros. La policía
capturó a los asesinos en menos de 24 horas y dos de ellos fueron condenados a
muerte. Pérez Bocourt, sin embargo, cumple una pena de 30 años de prisión y
Erick Salmerón una de 25.
Ahora
Elizardo Sánchez, que tras las excarcelaciones masivas de disidentes realizadas
en Cuba no tiene cómo llenar las listas por las que recibe dinero de Estados
Unidos y algunas embajadas europeas, miente de un modo incomprensiblemente
insidioso al incluir en su lista de víctimas de violaciones de los derechos
humanos a esos dos terroristas manchados de sangre inocente. Para alguien que no
conozca la atrocidad de aquellos hechos, la engañosa descripción de Elizardo
Sánchez resulta enigmática: se nos informa de que ni Pérez Bocourt ni Salmerón
eran opositores al régimen en el momento del crimen --lo cual hubiera bastado
para no incluirlos--, añadiendo que "dos integrantes del grupo fueron fusilados
y varios policías resultaron muertos". He aquí el humanismo de Sánchez
Santacruz: la cantidad de asesinos fusilados cuenta, pero no la de víctimas
asesinadas. Él sabe que cuatro policías fueron masacrados, pero suaviza el
crimen poniendo varios; también sabe que fue un salvaje asesinato, pero elige
otra formulación más capciosa: dice que "resultaron muertos". Esa pirueta
verbal deja abierta la duda acerca de quién mató a los jóvenes policías. Como si
hubieran sido asesinados por el cielo o por el Gobierno de
Cuba.
La noche
del 15 de octubre de 1994 unos jóvenes aficionados a la pesca fueron
sorprendidos en el pedraplén de Caibarién-Cayo Santa María por un comando
terrorista procedente de Miami. Los infiltrados, entre los que se encontraban
Miguel Díaz Bouza, Humerto Eladio Real Suárez y Armando Sosa Fortuny, venían
armados con cinco fusiles AK-47, un fusil AR-15, un fusil M-4 y cuatro pistolas.
Venían a matar cubanos, atacar instalaciones turísticas, crrear pánico en la
población y reclutar bandas terroristas. Un pescador se dirigió a ellos sin ni
siquiera percatarse de que eran gente hostil, y fue asesinado allí mismo. Sus
compañeros se salvaron de milagro, tirándose al agua cuando oyeron que los
infiltrados gritaban: ¡Mátenlos a todos!
Ahora
Elizardo Sánchez tiene el cinismo de informar a las organizaciones
internacionales que aún le hacen caso, de que las sentencias a esos terroristas
demuestran hasta qué punto el Gobierno cubano viola los derechos humanos.
Elizardo Sánchez oculta, inmoralmente, que el asesino y terrorista Real Suárez
fue condenado a muerte por lo que hizo, pero que se le conmutó la pena capital
por 30 años de prisión. En su lista, Sánchez deshumaniza a la verdadera víctima
ocultando que se llamaba Arcilio Dionisio Rodríguez García, y que tenía 34 años
cuando lo mataron.
El 10 de
abril de 2003 cinco hombres redujeron por la fuerza a un recluta del Servicio
Militar en La Isla de la Juventud, robándole un fusil de asalto AK-M. Horas
después fueron detenidos en el aparcamiento del aeropuerto. En el auto en que
viajaban, llevaban el AK-M con su bayoneta, tres cargadores y dos cuchillos con
los que tenían la determinación de abordar, por la fuerza de las armas, un avión
de la línea Nueva Gerona-La Habana, tomar como rehenes a los pasajeros y obligar
al piloto a volar a Miami. Aquellos terroristas se llaman Leudios Arce Romero,
Lázaro Ávila Sierra, José Ángel Díaz Ortiz, Jorge Luís Pérez Fuentes y Francisco
Reyes Rodríguez y esos señores, asegura Elizardo Sánchez, son víctimas del
desprecio del Gobierno de Cuba por los derechos humanos. En el avión que iban a
secuestrar viajaban 30 seres humanos, muchos de ellos
niños.
He aquí
otros nombres que Sánchez Santacruz nos ofrece como activistas políticos presos
en Cuba: Máximo Pradera Valdés, Hihosvanni Suris de la Torre y Santiago Padrón
Quintero. Esos cubanos miamenses formaban parte de un grupo de terroristas que,
procedentes de Estados Unidos, desembarcaron en la costa de Villaclara en abril
de 2001. Para realizar el activismo político que defiende Elizardo Sánchez, y
que era organizar una matanza en el conocido Cabaret Tropicana, los infiltrados
portaban un fusil de largo alcance con mira telescópica y silenciador, cuatro
fusiles de asalto AK-47, munición abundante y tres pistolas.
Karel de
Miranda Rubio, Alain Forbes Lamorú, Rider Lescay Veloz, Leandro Cerezo Sirut y
Yoan Torrez son ex militares cubanos que el 3 de mayo de 2007 asesinaron a dos
rehenes cuando intentaron secuestrar un avión portando armas de fuego. Ellos
también están en la lista de Sánchez y hay información suficiente en internet
para seguir revelando la verdad de muchos otros nombres de falsos presos
políticos. En esta ocasión no voy a examinar caso por caso. Elizardo Sánchez es
el héroe sonriente de la mentira calculadora y fría, el falsario profesional que
nos angañó a todos: al Centro Internacional Olof Palme, que tuvo que apartarse
de él en su momento siendo yo responsable de los proyectos cubanos de esa
respetable organización; a la ONU, a Amnistía Internacional y a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad que una día creímos en sus
embustes.
El caso
más triste de todos es quizás el de don Carl Johan Groth, un hombre honorable de
probada honestidad. Diplomático de currículo impecable, Groth fue el último
Relator Especial de la ONU sobre los derechos humanos en Cuba. Mientras el
relator hacía esfuerzos titánicos, de los que fui testigo presencial, por
informar a la ONU sobre Cuba lo más objetivamente posible, las desinformaciones
acerca de supuestos perseguidos políticos que obtenía de Elizardo Sánchez
contenían tantas patrañas, embustes y nombres falsos, que al fin contribuyeron
al fracaso de la misión de Groth.
Elizardo
Sánchez Santacruz sólo puede sobrevivir moralmente en un ambiente de agresión
mediática y diplomática contra el pueblo Cuba. De espaldas a la honradez, hoy
solo Freedom House y algunas organizaciones anticastristas de extrema derecha
dan crédito a las listas de este defensor de asesinos, siempre y cuando
pertenezcan al bando de los protegidos de Estados Unidos y la Unión Europea, en
su triste guerra contra Cuba.
Por René Vázquez Díaz*/Foto Virgilio Ponce -Le Monde Diplomatique-Martianos-Hermes-Cubainformación.-
*René Vázquez Díaz escritor cubano
residente en Suecia. Su novela más reciente es "Ciudades junto al mar", Alianza Editorial 2011.
Publicado en: LE MONDE
DIPLOMATIQUE
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