1. Espiando desde el sofá
Las películas de la época clásica del cine transmitían una imagen
idílica, casi romántica, de los espías. Eran personas elegantemente
vestidas que se infiltraban en un país, empresa u organización y
aprovechan cualquier descuido para sacar papeles, revisar instalaciones o
transmitir datos a sus países de origen. Luego surgió el modelo de
espía tipo James Bond, que vino a representar una etapa de sofisticación
y capacidad de seducción que hizo soñar a hombres, mujeres y niños. Lo
que nadie imaginó, supongo, es que en pleno siglo XXI los espías fueran
ingenieros en computación de veintipocos años que trabajan en oficinas
repletas de viejos sofás, revisando comunicaciones transmitidas por
Internet sin interrupción las 24 horas del día a todo lo largo y ancho
del planeta.
Las revelaciones del prestigioso periódico inglés The Guardian son
demoledoras: los servicios secretos de Inglaterra y de Estados Unidos
espían millones de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes
enviados a través de las redes sociales. Las empresas que supuestamente
sirven para que nos comuniquemos de los demás no solamente están al
tanto de esa práctica, sino que la respaldan abiertamente. Youtube,
Facebook, Skype, Microsoft, Yahoo y muchas más han sido cómplices de
este expolio masivo de información privada. Quienes deberían ser los
guardianes de nuestros datos han sido los primeros en rendir la plaza.
Habrá que preguntarse a cambio de qué beneficios cedieron ese gran
volumen de información o, si no lo decidieron voluntariamente, habría
que preguntarles porqué razón no hicieron del conocimiento de la opinión
pública que el uso de sus servicios de comunicación suponía el riesgo
de que todo terminara en manos de diversos servicios secretos.
2. Miles de ojos biónicos
El espionaje se realiza “colgándose” de los cables de fibra óptica a
través de los cuales circulan por el planeta cotidianamente gran parte
de nuestra información personal privada, incluyendo nuestras
transacciones bancarias y nuestros pagos electrónicos con tarjeta de
crédito.
El servicio secreto inglés tiene destinados 300 agentes a analizar los
datos que pudieran ser relevantes y EU dedica 250 integrantes de la
National Security Agency (NSA) a la misma labor.
Los cables de fibra óptica efectivamente intervenidos y analizados (46
cables según The Guardian) transmiten diariamente el equivalente a 8mil
832 veces el contenido de todos los libros que guarda la famosa
Biblioteca Británica. El sistema de espionaje tiene la capacidad de
guardar toda esa información durante seis meses, mientras los
especialistas analizan el contenido que pudiera arrojar una pista o ser
relevante para una investigación. Todo llevado a cabo en secreto, de
espaldas a la ciudadanía de países que, como Estados Unidos e
Inglaterra, se presentan como paradigmas del sistema democrático en el
mundo.
¿Qué hipótesis se intentan perseguir con tantos datos?, ¿se trata de
desarmar a bandas terroristas?, ¿sirve para identificar a organizaciones
de explotación sexual de mujeres y niños?, ¿cómo se manejan los correos
que pongan en evidencia operaciones de compra venta de armas?, ¿y si un
agente detecta que una gran empresa está siendo espiada por uno de sus
empleados, le avisará a los directivos para que tomen medidas?,
¿avisarán los agentes norteamericanos a los empresas chinas, en caso de
que sepan que están siendo espiadas?
Se ha sabido que Inglaterra espió a los delegados de una reunión del G8
que se celebró en su territorio, para efecto de conocer por anticipado
sus posturas y poder obtener mejores resultados en la mesa de
negociación. Si eso se hace entre naciones amigas, ya podemos imaginar
lo que sucede con países menos cercanos.
La información de esta inmensa red de espionaje la hizo pública Edward
Snowden, un exempleado de la CIA al que el gobierno norteamericano está
persiguiendo bajo cargos de espionaje. Snowden ha buscado refugio en
Rusia, Ecuador y Nicaragua pero lo más probable es que le espere un
futuro parecido al de Bradley Manning, el empleado del Pentágono que le
pasó a Wikileaks el caudal de información secreta de naturaleza
diplomática que causó un escándalo internacional hace unos años. O quizá
Snowden termine encerrado en alguna sede consular, como lo está
actualmente Julian Assange.
Lo cierto es que no hay excusa ni justificación posible para una
actividad tan masiva y desproporcionada de espionaje: se trata de actos
propios de sistemas autoritarios, como los que se practicaban en la
antigua URSS o en la Alemania del Este y que tan bien se refleja en la
película “La vida de los otros” que ganó un Premio Óscar hace unos años a
mejor película extranjera.
Es muy decepcionante que el gobierno del presidente Barack Obama haya
participado activamente en este sistema de espionaje global, que sin
duda nos afecta también en México. Obama se propuso en la campaña de
2008 como el candidato del cambio, como un defensor del estado de
derecho y de nuestras libertades básicas. Incluso le dieron el Premio
Nobel de la Paz. Pero en este tema su actuación ha sido francamente
decepcionante. Y todavía peor ha sido su pretendida justificación:
“Resulta ingenuo, dijo el presidente Obama hace unos días, que se piense
que se puede lograr el 100% de seguridad, con el 100% de privacidad.
Algo se tiene que ceder”.
Desde luego que es del interés de todos que se combata el terrorismo y
desde luego que los terroristas deben ser perseguidos, con la ley en la
mano, hasta donde se encuentren. Pero de ahí a llevar a cabo una
recolección tan amplia de datos, me parece que existe una gran
distancia. En todo caso una distancia que no se debió recorrer de
espaldas a la ciudadanía.
4. ¿Existe todavía la vida privada?
Me parece lamentable que debamos renunciar a nuestra vida privada para
evitar que se coloquen bombas o se estrellen aviones en contra de
edificios. Creo, más bien, que se pueden tomar medidas diferentes,
sometidas al debate público y sujetas a mecanismos de control
parlamentario y judicial, bien distintas. Nada justifica que se ultraje
la vida privada de millones de personas que en modo alguno son
sospechosos de ningún acto ilícito.
De todas formas, lo importante es que ahora sabemos que todos estamos
siendo espiados y que todo lo que publiquemos en Facebook, sea o no
público, puede terminar siendo leído por un agente de la policía. Lo
mismo sucede con nuestros emails, nuestros mensajes en Twitter, nuestras
reservaciones de hotel realizadas por Internet, nuestras transacciones
bancarias, nuestros pagos con tarjetas de crédito, etcétera. Todo lo que
circula por la red está bajo la mirada de los espías. Y lo peor es que
nadie parece dispuesto a decirles que dejen de hacerlo.
En todo caso, se hace indispensable un debate público alrededor del
tema. No podemos dejar que sean personajes que se juegan la vida, como
Assange o Snowden (por simpáticos o antipáticos que nos parezcan), los
que carguen sobre sus espaldas con la entera responsabilidad de la
información que los gobiernos tienen y que de pronto se hace pública.
La democracia es un sistema de gobierno que alienta el debate público.
Eso lo afirmaron los Padres Fundadores (The founding fathers) que
redactaron la Constitución de los Estados Unidos en 1787 y nadie lo ha
desmentido hasta hoy. El secreto es algo que se opone a la sustancia
misma de la democracia y que se justifica solamente para proteger a los
individuos respecto a su vida privada, pero no al Estado respecto de sus
apetitos informativos. Estamos ante un uso masivo y perverso de las
nuevas tecnologías. Le menos que podemos hacer es discutir abiertamente
sobre sus ventajas y desventajas.
Por Miguel Carbonell
Tomado de http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=20997&
No hay comentarios:
Publicar un comentario