Las guerras son tiempos desesperados en los que se pueden forjar
extrañas alianzas, después de todo, el enemigo de mi enemigo es mi
amigo. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico y los
Estados Unidos pronto se vieron aliados a la Unión Soviética de Stalin,
probablemente el adversario más peligroso antes de que a Hitler le diese
por invadir a sus vecinos. Pero una asociación menos conocida surgió de
las necesidades y vicisitudes, a veces ocultas al público, de enfocar
todos los esfuerzos de una nación para lograr la victoria final. Es el
caso que ocurrió cuando las autoridades militares de los Estados Unidos reclutaron la cooperación de uno de los pandilleros mejor conocidos de la historia, Charlie “Lucky” Luciano, que viendo una oportunidad para mejorar su situación, accedió a prestar sus invaluables servicios, y los de sus compinches.
Charlie “Lucky” Luciano. |
Salvatore Lucania nació el 24 de noviembre de 1897 en Lercara Friddi,
Sicilia. La vida del segundo de cuatro hijos de Antonio, un minero, y
Rosalía, daría un giro decisivo cuando estos decidieron emigrar a los
Estados Unidos en 1907, para establecerse en Manhattan, en un barrio
típico de inmigrantes italianos. A los 14 años, Charlie, como ya era
conocido, abandonó los estudios para trabajar como repartidor en una
tienda de sombreros ganando siete dólares a la semana, pero un día,
después de haber ganado $244 jugando a los dados, decidió que el trabajo
honesto no era para él y que podía ganarse mejor la vida trabajando en
la calle. Al poco tiempo ya tenía su propia pandilla y,
además de pequeños robos, ofrecía protección a chicos judíos que
constantemente se veían atacados por sus vecinos irlandeses. Por esa
época conoció a Meyer Lansky, quien sería otra de las conocidas caras
del crimen organizado en las próximas décadas, amigo y socio de Luciano.
Recién cumplidos los 22 años, el gobierno de los Estados Unidos dio
al ambicioso joven la oportunidad que esperaba para hacerla en grande,
ratificando la enmienda constitucional que ilegalizaba la producción,
distribución y consumo de bebidas alcohólicas. Como es bien sabido, el mercado negro del alcohol que floreció enriqueció a las mafias
y las convirtió en grandes conglomerados del crimen, y Luciano fue uno
de los más beneficiados. Sus actividades, no obstante, no se limitaban
al contrabando, sino al robo, la extorsión y, especialmente, a la
prostitución. A principios de los años 30, se creía que Luciano controlaba a más de 5.000 prostitutas
en la ciudad de Nueva York. Además, y no precisamente con modos
amistosos, Luciano eliminó a los principales capos sicilianos en la Gran
Manzana y se convirtió en la figura dominante del crimen organizado en los Estados Unidos. Ser el jefe de la mafia, obviamente, le atrajo la atención de las autoridades.
Durante los primeros años de su “reinado”, y ya con el apodo de
“Lucky” (afortunado), Luciano prefirió mantener un perfil bajo, alejado
de los focos y del dominio público. Pero el dinero entraba a raudales en
sus cuentas y pronto Lucky se sintió más confiado y comenzó a dejarse
ver en los mejores locales de la ciudad, del brazo de
actrices famosas que lucían esplendorosas joyas. Las autoridades,
conocedoras de sus negocios sucios, al fin decidieron hacer algo al
respecto. Thomas Dewey, un fiscal especialmente nombrado para perseguir
el crimen organizado, llevó a cabo una investigación sobre los negocios
de prostitución del mafioso. En febrero de 1936, durante una redada en
200 burdeles en Manhattan y Brooklyn, más de un centenar de personas
resultaron detenidas. Tres de ellas, confesaron formar parte de un
círculo cuyo responsable final era Luciano. El 7 de junio, este fue encontrado culpable de 62 cargos de prostitución forzosa y sentenciado de 30 a 50 años
en compañía de varios de sus compinches. La buena vida de uno de los
más célebres mafiosos parecía terminar para siempre. Todo cambió el 7 de
diciembre de 1941, cuando las fuerzas aéreas y navales del Imperio del
Japón atacaron la base naval de Pearl Harbor y los Estados Unidos
entraban en la Segunda Guerra Mundial.
Una de las primeras preocupaciones del gobierno norteamericano era la
actividad de los submarinos alemanes en el atlántico que, a principios
de 1942 aún se encontraba en ascendencia a pesar de la implantación de
los convoyes, llegando a hundir más de dos millones de toneladas al mes
durante la primera mitad del año. A las autoridades navales les llamaba
la atención que muchos de los barcos eran hundidos al poco de zarpar de
Nueva York, por lo que empezaron a sospechar que los alemanes tendrían
agentes en los muelles, alemanes o italianos simpatizantes de Mussolini,
que estaban pasando información a las fuerzas del eje. La inteligencia
naval situó sus propios agentes en el puerto para intentar averiguar
algo, pero lo único que encontraron fue un sólido silencio. Nadie se
atrevía a hablar sin permiso de sus patrones, mafiosos todos. La marina
se sentía frustrada.
El incendio del Normandy |
Entonces, el 9 de febrero de 1942, el antiguo trasatlántico francés
de lujo Normandy, que había sido requisado por el gobierno
estadounidense después de la rendición de Francia y estaba siendo
convertido en un transporte de tropas, sufrió un incendio que terminó
por hundirlo al lado del mismo muelle. Antes de que la investigación
concluyera que el fuego se debió a un accidente causado por un soldador,
Lucky Luciano, desde la cárcel, corrió el rumor de que sus compinches habían provocado el fuego. Para entonces, la inteligencia naval estaba desesperada y decidió aproximarse a los jefes de la mafia para solicitar su colaboración.
Oficialmente, nunca hubo un trato, pero los testimonios de varias
personas involucradas y, principalmente, el destino final de Luciano
ofrecen más que sospechas de lo contrario. Según los testigos, el
Comandante Charles R. Haffenden de la Oficina de Inteligencia Naval creo la Operación Underworld
(Inframundo), para investigar la relación entre la Cosa Nostra y el
posible espionaje y sabotajes de los trabajadores de los muelles. Como
un primer paso, los agentes navales se acercaron a Joseph Lanza, jefe
del Mercado Fulton y aliado de Luciano, pero este rechazó cualquier
colaboración sin la autorización del Capo encarcelado. Según el propio
Meyer Lansky, que era judío y odiaba a los nazis, fue él quien
intercedió para lograr un acuerdo. Los detalles permanecen oscuros, pero
lo cierto es que durante el resto de la guerra no volvió a ocurrir ningún accidente en los muelles ni se convocó ninguna huelga. Pero la relación no terminó con los estibadores de Nueva York.
En julio de 1943, mientras los aliados se preparaban para llevar a cabo la invasión de Sicilia,
los militares pensaron, correctamente como se pudo comprobar, que los
contactos de Luciano en su tierra natal podrían ser de utilidad durante
los desembarcos. Una nueva petición al mafioso consiguió la cooperación de las familias locales,
quienes no sólo enviaron fotografías de las playas de la isla, sino
que, una vez llegadas las primeras tropas norteamericanas, les
proveyeron de guías y de sus propios soldados para eliminar los puntos
de resistencia nazi más difíciles. Tanto era el respeto y admiración que
los sicilianos sentían por Luciano, que la sola mención de su apellido
por los estadounidenses les ofrecía el mejor de los recibimientos y todo
tipo de colaboración.
Como decía anteriormente, el Gobierno de los Estados Unidos nunca ha
admitido tácitamente que hubiese contactado con Luciano para solicitar
su ayuda, pero es muy llamativo el hecho de que este fuese liberado en 1946,
después de haber servido sólo diez de sus treinta años de sentencia, y
con la condición de que abandonara el país. Lucky Luciano fue deportado
a Italia, pero no pensó en ningún momento abandonar sus negocios, y
durante unos meses entre 1946 y 1947 residió en La Habana, desde donde
pensaba retomar las riendas de su imperio, hasta que una protesta de los
Estados Unidos obligó al gobierno cubano a deportarlo definitivamente a
Italia. El mafioso que ayudó a ganar la guerra, toda una figura respetable en su país natal, falleció el 26 de enero de 1962
en el Aeropuerto Internacional de Nápoles cuando esperaba a un
productor de Hollywood interesado en hacer una película sobre su vida.
Tomado de http://cienciahistorica.com
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