Mientras el pueblo
iraní se congregó en las principales ciudades del país persa y fundamentalmente
en Teherán para despedir a su legendario héroe –hoy mártir–reclamando justicia
y venganza ante el acto irracional provocado por una desaventurada decisión del
presidente Trump, el mundo hoy contempla con estupor un incierto panorama
venidero que pone cada vez más en peligro la paz mundial.
No fue casual este
ataque y la forma en que se llevó a cabo. Detrás del asesinato de Soleimani y
sus acompañantes se encuentra una labor de inteligencia de la CIA y del Mossad,
así como una cada vez más cierta penetración del enemigo dentro de la
inteligencia iraquí.
El blanco escogido
por Trump, a espaldas del Congreso norteamericano y de muchos políticos de su
país, representaba un serio escollo para las apetencias geopolíticas de EEUU en
la región. Soleimani fue el abanderado de la lucha contra los mismos grupos
terroristas creados por USA y financiados durante décadas por esa
superpotencia. Esta disparatada decisión, a todas luces, persigue varios
propósitos para apuntalar la deteriorada imagen pública del mandatario yanqui:
en primer lugar, obtener el apoyo de los sectores ultraconservadores
republicanos para sus pretensiones electoreras con vistas al 2020; en segundo
lugar, obtener un aumento de los precios del petróleo que le beneficie a EEUU y sus aliados; en tercer lugar,
granjearse el apoyo del Complejo Militar Industrial; y, en cuarto lugar, fortalecer
sus alianzas geoestratégicas con Israel, los Emiratos Árabes y la dinastía
Saudí.
Dos asesinatos
pretende USA llevar a cabo contra Soleimani. El primero fue el crimen físico y
el segundo está dirigido contra la imagen pública de este héroe. Para cumplir
esta misión EEUU se apoya en los grandes medios, en el uso de las redes
sociales y en figuras políticas de dudosa credibilidad, como el caso de Jair
Bolsonaro y Juan Guaidó, quienes pretenden satanizarlo mediáticamente para
justificar tan desalmado crimen: para todos ellos, sin fundamento alguno, se
empecinan en vincularlo como el cerebro de supuestas futuras acciones
terroristas contra naciones del Oriente Medio, Europa, Estados Unidos e,
incluso, Latinoamérica. Así comienzan a aparecer informaciones falsas que lo
vinculan a grupos narcoterroristas como Los Zetas y con potenciales falsas
amenazas contra naciones latinoamericanas que serían promovidas desde
Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Todo este ataque
mediático contra Irán y la figura de Soleimani pone sobre el tapete, como una
urgente alerta y como elemento de preparación sicológica, la inminencia de
varias operaciones de bandera falsa –promovidas por la CIA y el Mossad– que
estarían dirigidas a realizar atentados de supuesto origen iraní y de
milicianos de Hezbolá contra embajadas nortemaricanas bien sea en Bogotá o en
Brasil. Luego apuntaran como cómplices a Venezuela y otras naciones
progresistas en la región. En ese objetivo están inmersos hoy operativos de los
citados servicios israelíes y norteamericanos, con la venia de Marco Rubio,
Mauricio Claver Carone y otras figuras de la derecha USA.
No es casual que tal
asesinato se haya realizado en este contexto actual. Tampoco resulta absurdo
suponer que tanto la CIA como el Mossad llevaran tiempo monitoreando las
actividades de Soleimani y de sus aliados en Siria e Irak. El crimen fue
premeditado y para ello se usó la manida forma de asesinato selectivo ya
aplicada en otras ocasiones mediante un drone MQ-9 Reaper que lanzó cuatro
misiles contra los dos vehículos en que viajaba el general iraquí. El momento
de aterrizaje del avión procedente de Damasco que llevó a Bagdad a la
comitiva iraní era conocido por sus
ejecutores, el pasado viernes a las 00.03 horas. Era conocida la presencia en
el lugar de recibimiento del jefe de la milicia iraquí Kataib Hezbollah, Abu Mahdi al-Muhandis. También fue escogido el
lugar apropiado: la salida descampada del área de carga del aeropuerto.
Existen fotos que
evidencian no solo la fase preparatoria de la operación así como sus macabros
resultados que conllevaron al atroz crimen de ocho valiosos combatientes contra
el terrorismo. Las presento a mis lectores sin querer herir su sensibilidad,
sino como una fundada acusación al infame criminal.
¿Qué ocurrirá a
partir de ahora? Nadie lo sabe. Solo nos toca ser cautos y denunciar a Trump y
sus fieles servidores como lo que realmente son: los verdaderos terroristas.
Una gran parte de la responsabilidad para evitar una guerra le corresponde,
particularmente, a la élite política norteamericana y a los ciudadanos de esa nación, quienes
deben criticar y condenar severamente a quienes tratan de conducirlo a otro desafortunado
Vietnam.