Un nuevo show
mediático anticubano se organiza en Costa Rica bajo el nombre de "Adoctrinamiento
de los pueblos a través de la educación castrista cubana" y organizado por
la mal llamada Justice Cuba. El llamado foro tendrá lugar el próximo 30 de mayo
en el Salón de Ex Presidentes de la Asamblea Legislativa. A todas luces esta
maniobra está dirigida contra la labor solidaria cubana para erradicar el
analfabetismo en otras naciones.
De acuerdo con la
convocatoria participan varios terroristas y provocadores anticubanos como Luis
Zúñiga Rey, Pedro Corzo, Orlando Gutiérrez-Boronat y Berta Antúnez, residentes en Miami, así como el abogado del
derechista partido español VOX y uno de los patrocinadores de la lawfare
anticubana a través de Justice Cuba, así como el escuálido venezolano Martín
Paz.
De sus integrantes
tomaré un solo caso pues las historias de los participantes son harto conocidas
dentro la mafia anticubana. Me refiero a Luis Zúñiga Rey, reconocido terrorista
implicado en los atentados con bomba contra instalaciones turísticas cubanas en
la década de los 90. El FBI dispone de abundantes elementos sobre el historial de este bandido.
En un artículo
publicado por mí hace algunos años bajo el título "Luis
Zúñiga Rey, el terrorista que yo conocí”, expongo suficientes elementos
sobre la larga data criminal de este criminal. Algunos de los pasajes de este
artículo son elocuentes:
"Aún lo recuerdo frente a mí aquella noche de
noviembre de 1993, cuando me impuso de los tenebrosos planes de la Fundación
Nacional Cubano Americana (FNCA), radicada en Miami, para hacer explotar
poderosas bombas en el Hotel Nacional de Ciudad de la Habana y en un famoso
restaurante de esta ciudad. No había en él ni pena ni preocupación por las
consecuencias de la propuesta que me acababa de formular. ¡Hágalo, dijo, y será
bien recompensado!
Acepté a cooperar con él en sus funestos planes en mi
condición de colaborador secreto de la Seguridad cubana. Esa era mi misión:
conocer y contribuir a desarticular los planes terroristas organizados por
Zúñiga y sus socios de correrías desde Miami, territorio de los Estados Unidos.
Sin embargo, escondiendo mi repulsa en lo más hondo de mí, soporté su presencia y la larga verborrea
contra su propio pueblo. No podía entender cómo este camaleón, capaz de
presentarse en diversos sitios, como lo hace hoy en Ginebra, para clamar «por
su sufrida Cuba», era capaz de organizar asesinatos y atentados sin el menor
pudor.
Zúñiga me dijo entonces, cara a cara, que era necesario
ser violento y frío, calculador y despiadado, para derribar a Fidel y a la
Revolución. Había que organizar un abastecimiento de armas y explosivos para
que mi pretendida célula colocara las bombas en los hoteles y sitios visitados
por turistas en la Habana. Me darían además, insistió, ocho cápsulas de fósforo
vivo para incendiar también cines y teatros atestados de cubanos inocentes.
Aquellas noches de noviembre y diciembre de 1993 no había piedad en él,
sólo odio irracional y sed de venganza. Supe, pues, sobre la necesidad de detenerlo
en nombre de la cordura y la razón, y eso hice con plena convicción.
No le bastó a Zúñiga sólo eso. Después que
desarticulamos sus tenebrosos planes, continuó involucrándome en otros planes
no menos dañinos y peligrosos. Había que estudiar la vulnerabilidad de los
principales hoteles, termoeléctricas y refinerías cubanas para atentar
posteriormente contra ellas. Había también que introducir dinero falso para
caotizar a la circulación monetaria; había que golpear a la dañada
economía cubana y propiciar con ello la caída del gobierno y el fin de la
Revolución.
En muchos planes contra Cuba estuvo comprometido Zúñiga
Rey. No fue sólo el contrarrevolucionario involucrado en actos de
subversión que lo llevaron a la cárcel en 1970. No fue, exclusivamente,
el infiltrado capturado aquel 1 de agosto de 1974, cerca de Boca Ciega, en la
Habana, cuando venía cargado de explosivos y armas, junto a otros dos
terroristas, a atentar contra su propio pueblo. Fue también el reclutador
de otras personas, de manera sistemática, para realizar actos terroristas
contra ciudadanos inocentes en Cuba. Eso hizo con un canadiense nombrado
Trepanier en 1992. Eso mismo intentó hacer con el cubano Olfiris Pérez Cabrera
en 1993, a quien encargó volar el cabaret Tropicana a cambio de 20 000
dólares, y que fue la misma oferta que repetirían conmigo unos meses después.
Eso mismo siguió haciendo desde su cargo de director de la FNCA y desde su
actual cargo de director ejecutivo del Consejo por la Libertad de Cuba,
organización que reúne a lo más intolerante de la mafia miamense. "
Ante estos
antecedentes, me pregunto, ¿permitirá en gobierno de Costa Rica la entrada de
un terrorista a su territorio?