sábado, 2 de noviembre de 2013

Mumía Abú-Jamal en la Asociación Nacional de Abogados (Español/English)



PUERTO RICO: Bajo la Ley Colonial Norteamericana


Saludos a los Miembros y Delegados de la Asociación Nacional de Abogados, NLG, en San Juan, Puerto Rico, que participan en la Convención sobre la Ley para el Pueblo.

Pensando en este evento, no pude evitarlo y pensé sobre el estado de Puerto Rico, como parte del Imperio de los Estados Unidos.

Los puertorriqueños son, claro, ciudadanos norteamericanos por nacimiento, pero, ¿qué clase de ciudadanos? Por ley y costumbre de los Estados Unidos, los puertorriqueños son algo diferente que la mayoría de los norteamericanos, porque aún cuando libremente pueden servir en el ejército, los puertorriqueños no pueden (mientras vivan en la isla) votar en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos; o, si hablamos de éso, no pueden influir en como su delegado en la Casa de Representantes del Congreso norteamericano vaya a votar en asuntos fuera del comité.

Esta distinción de Puerto Rico, como pueblo separado de los norteamericanos, tiene en verdad su génesis en la ocupación norteamericana de la isla, que la tomó de España en 1898, y después, la idea se hizo concreta en la decisión de 1922 de la Corte Suprema en el caso Balzac vs Puerto Rico [258 U.S. 298], que les negó el derecho a juicios con jurado, diciendo, en esencia, que los puertorriqueños no estaban preparados para tal innovación.

Para que no haya dudas sobre mi razonamiento, por favor vea el segmento de esa decisión, que sigue:

El sistema de jurados necesita ciudadanos preparados al ejercicio responsible de jueces. En países de ley común, siglos de tradición ha creado un concepto sobre la actitud imparcial que los jueces deben asumir. El sistema de jurados postula el deber consciente de la paticipación en la maquinaria de justicia que es difícil ser adquirida rápidamente por los no criados en gobiernos que son básicamente del pueblo. Uno de los grandes beneficios está en la seguridad que dá al pueblo que ellos, como jueces o como posibles jueces, son parte del sistema judicial del país y pueden prevenir su uso arbitrario o abuso. El Congreso ha pensado que a pueblos, como el filipino o el puertorriqueño, que vienen de sistemas judiciales que no conocen jurados, que viven en comunidades cerradas y antiguas, con costumbres y conceptos políticos definitivamente formados, se deba pemitir que ellos mismos determinen hasta que punto quieren adoptar esta institución de origen anglo-sajón, y cuando…..[pp.310-311]

Evidentemente los puertorriqueños (y aparentemente también los filipinos) no eran lo suficientemente anglo sajones para ser parte de jurados en un juicio.

Y aún cuando ciertamente los tiempos han cambiado (vemos que hoy la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos se vanagloria de tener una Juez puertorriqueña), la perspectiva Imperial de distinción, de diferencia, de deferencia que los Imperios imponen a sus colonias, todavía existe.

Para millones de puertorriqueños, especialmente para sus prisioneros políticos de los comienzos del siglo XX y de hoy, el derecho de independencia nacional es mucho más grande en sus mentes que ser ciudadanos de segunda clase del Imperio norteamericano. En 1950 y en 1954 luchadores por la independencia de Puerto Rico habrieron fuego al Presidente Harry Truman y a miembros del Congreso de los Estados Unidos para dramatizar su apoyo a la independencia de su patria.

Lolita Lebrón y Rafael Cancel Miranda, entre otros, pasaron décadas en las prisiones norteamericanas por sus luchas por la independencia de Puerto Rico.

Una nueva generación de Independendistas surgió después de los ‘60s, y de los ‘80s del siglo pasado, y 11 fueron liberados en la era de Clinton, para conseguir apoyo para Hillary Clinton en su campaña para el Senado por Nueva York.

Algunos, por sus principios, permancen hoy en prisión, como Oscar López Rivera, uno de los prisioneros políticos detenido por tiempo más largo en el mundo.

No debemos tomarlo como broma. Puerto Rico, aún cuando elegantemente presentado, es una colonia; además, como joya tomada después que una agotada España fue forzada a retirarse al perder su lucha por Cuba, Puerto Rico, repito, todavía no es libre.

Quizás los puertoriqueños todavía no son lo suficientemente anglosajones.


--© ‘13maj


Traducción libre del inglés enviado por
Fatirah Aziz, Litestar01@aol.com,
hecha en REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas.
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PUERTO RICO: Under U.S. Colonial Law
[Speech/NLG: 10/21/13] © ’13 Mumia Abu-Jamal

Greetings to Members and Delegates of the National Lawyers Guild (NLG) IN San Juan, Puerto Rico for the Law for the People Convention.

As I thought about this event, I could not avoid thinking of the status of Puerto Ricans as part of the American empire.

Puerto Ricans are, of course, American citizens by birth, but what kind of citizens? By U.S. law and custom, they are something other than most Americans, for though they may freely join the Army, they are forbidden (while on the island) from voting for a president; or, for that matter, for having their delegate to the U.S. House vote on matters outside of committee.

This distinction of Puerto Rico, as a people separate from Americans, surely had its genesis in its seizure from Spain in 1898, and thereafter, that idea was concretized in the U.S. Supreme Court’s Balzac v. Porto Rico [258 U.S. 298] (1922) decision, which denied the right of Puerto Ricans to jury trials, saying, in essence, that they weren’t ready for such an innovation.

Lest any doubt my reasoning, please heed the following account from the opinion [p.310]:

The jury system needs citizens trained to the exercise of responsibility of jurors. In common law countries centuries of tradition have prepared a conception of the impartial attitudes jurors must assume. The jury system postulates a conscious duty of participation in the machinery of justice which it is hard for people not brought up in fundamentally popular governments at once to acquire. One of the greatest benefits is in the security it gives the people that they as jurors actual or possible, being part of the judicial system of the country, can prevent its arbitrary use or abuse. Congress has thought that a people like the  Filipinos or the Porto Ricans, trained to a complete judicial  system which knows no juries, living in compact and ancient communities, with definitely formed customs and political conceptions, should be permitted themselves to determine how far they wish to adopt this institution of Anglo-Saxon origin, and when…..[pp.310-311]

Apparently, Puerto Ricans (and Filipinos, it seems), weren’t Anglo-Saxon enough to handle jury trials.

And while time has certainly changed (we note that the court now boasts a Puerto Rican justice), the Imperial perspective, of distinction, of difference, of deference, owed the empire by the colony, yet remains.

For millions of Puerto Ricans, especially her political prisoners from the early 20th century to today, the right of national independence rates higher than second-class citizenship within the U.S. Empire.  In 1950 and 1954 Puerto Rican independence fighters opened fire at President Harry Truman and members of Congress to emphasize their support for independence.

Lolita LeBron and Rafael Cancel Miranda, among others, spent decades in American prisons for their efforts.

A new generation of Independendistas emerged after the ‘60s, and the ‘80s, and 11 were freed during the Clinton era, to buy support for Hillary Clinton’s NY Senate campaign.

Some, on principle, like Oscar Lopez Rivera, remain in prison today, one of the longest held political prisoners in the world.

We should not kid ourselves. Puerto Rico, though bedecked in finery, is a colony; moreover, as a jewel seized after an exhausted Spain was forced to withdraw after a losing effort to hold on to Cuba, it still isn’t free.

Perhaps, they are still not Anglo-Saxon enough.

--© ‘13maj

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