Las aparentes y
supuestas agresiones acústicas contra más de una veintena de funcionarios y
algunos familiares de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana han provocado
una reacción apresurada e irreflexiva por parte de la administración Trump al
dar a conocer una serie de medidas que afectan directamente al proceso de
restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, expuestas hoy en un comunicado
del Departamento de Estado y en declaraciones “anónimas” de funcionarios de
esa entidad.
Con independencia de
que las autoridades de ambas naciones llevan investigando estos eventos, hasta
el momento no han podido determinar quién es responsable o qué está causando
estos ataques. El propio comunicado reconoce: “El Departamento no tiene respuestas definitivas sobre la causa o la
fuente de los ataques y no puede recomendar un medio para mitigar la
exposición.” A la par se reconoce en el mismo la preocupación cubana por
seguir investigando estos ataques. Por ello, tal justificación para esa
decisión es una ambigua medida por parte de USA so pretexto de que Cuba no
garantice la seguridad de sus funcionarios diplomáticos.
Las medidas adoptadas
se resumen a la reducción del personal diplomático a un mínimo de funcionarios
considerados como “personal de emergencia”, una advertencia de viaje
aconsejando a los ciudadanos de los Estados Unidos para evitar viajar a Cuba, suspensión
de las operaciones rutinarias de visado de forma indefinida, así como limitar
los viajes de sus funcionarios a Cuba solo a aquellos implicados en la
investigación sobre los ataques contra el personal diplomático. Asimismo, Estados
Unidos no enviará delegaciones oficiales a Cuba ni programará reuniones bilaterales
en Cuba por el momento, aunque las mismas sí podrían realizarse en territorio norteamericano.
Tales medidas causaron una reacción de rechazo por parte del Sindicato de Trabajadores del Servicio
Exterior de Estados Unidos, quienes sustentan la postura de que los
funcionarios “necesitan permanecer en el terreno de juego”.
Cuba respondió a
través de la directora para EE.UU. de la Cancillería cubana, Josefina Vidal,
quien aseveró que esa decisión va a
perjudicar la relación, "en particular la cooperación sobre temas de
interés mutuo y los intercambios de diversa naturaleza que tienen lugar".
Agregó sin cortapisas: "El Gobierno
cubano no tiene responsabilidad alguna con los hechos que se alegan y cumple
seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena sobre
protección de diplomáticos".
Según mi punto de
vista esta decisión norteamericana responde a los compromisos establecidos por
Trump con la ultraderecha norteamericana en el Congreso y a las presiones que
recibe la misma de aquellos que le garantizaron su ascenso a la presidencia,
sobre todo los sectores más radicales implicados en la guerra anticubana. Las
reacciones de los mismos son elocuentes y demuestran que claman, incluso, por
medidas más radicales como la expulsión masiva de diplomáticos cubanos
acreditados en EE.UU., la ruptura de relaciones con Cuba y la implementación de
acciones agresivas directas contra nuestra Patria.