viernes, 1 de noviembre de 2013

Pesadilla laboral de un periodista en Guatemala


Elías Barahona y Barahona, vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap) y Secretario de su Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (Ciap-Felap), vive unan pesadilla laboral en su país: hace 12 años le quitaron la mitad de su jornada laboral en la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad de San Carlos (USAC), pero la institución empleadora no le hace caso a una sentencia judicial que restituye sus derechos laborales de manera retroactiva, para dejarlo en una suerte de limbo administrativo: despedido por inercia, por cumplir 70 años, pero sin someterse a la sentencia judicial ni proceder al despido formal que le permitiría iniciar sus trámites de jubilación tras una vida entera dedicada al periodismo. Para su colega Favio Hernández, el caso “llora sangre” (EC-MapochoPress). Texto completo:

 “Si esto es justicia, ¿cómo será la injusticia? Un caso que llora sangre. ¿Qué está pasando en la USAC?”.

El colega Elías Barahona y Barahona fue el último Director de la Escuela Centroamericana de Periodismo (ECAP), y el primer Director de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad de San Carlos (USAC), electo por el Consejo Superior Universitario en 1975.

Al frente de la nueva unidad académica modernizó los planes de estudio y creó las carreras de periodismo, locución y publicidad a nivel de licenciatura, ya que la ECAP solamente otorgaba el título de Periodista Profesional.

Su interés principal estribó en convertir a los futuros profesionales de la comunicación social en agentes transformadores de la realidad nacional para contribuir a la construcción de una sociedad justa y equitativa.

Por ello, y desde su cargo de reportero-redactor del desaparecido Diario El Imparcial, donde laboró durante 15 años, implementó un convenio de práctica periodística para los estudiantes en la prensa, la radio y la televisión.

Barahona, de extracción campesina pobre, superó, en parte, la situación en que vivía su -familia, estudiando de noche, lustrando zapatos y vendiendo periódicos y luego, como Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad de San Carlos (USAC), -obrero en fábricas textiles de la zona 12, fundó sindicatos y pasó a formar parte de la Escuela de Ciencias de la Comunicación (ECC), de la Universidad de San Carlos (USAC), s “listas negras de los empresarios”.

Co-fundador del radio periódico El Independiente, con el licenciado Ramiro Ponce Monroy, en 1962, en la Radio Nuevo Mundo de don Humberto González Juárez, inicia una carrera profesional meteórica que lo lleva a medios radiales, escritos y corresponsalías de prensa extranjera. Entre ellas la Agencia Mexicana de Noticias, AFP, UPI, ACAN-EFE y otras.

En 1974 funda el Sindicato de Trabajadores en los Medios de Comunicación Social (SIMCOS) y poco después se logra fijar el primer salario mínimo para los periodistas, salario que hasta la fecha no ha sido revisado.

Su actividad profesional y gremial lo convierten  en uno de los objetivos de los “escuadrones de la muerte” y se ve obligado a salir del país en 1980. Entonces, sobrevive realizando cualquier tipo de tareas, pero su prioridad es la denuncia de las violaciones a los derechos humanos en Guatemala, en distintos países del mundo.

Puede retornar a su patria en 1997 al suscribirse los Acuerdos de Paz y se reincorpora a la docencia en la Escuela de Ciencias de la Comunicación, gracias a la intervención de su director, el doctor Carlos Interiano.

Su carga académica es de cuatro horas, sin embargo por negarse a ser un hombre-alfombra y siendo director Wangner Díaz, en 2001 le son disminuidas dos horas. Por ese motivo planteó una demanda laboral ante el juzgado 7º de Trabajo y Previsión Social cuya sentencia de primera instancia, tras nueve años de litigio, le fue favorable el 11 de marzo del 2011 y el 4 de diciembre del 2012, casi dos años después, la sala Tercera de Trabajo y Previsión Social confirma la sentencia a su favor, por lo que ésta queda firme.

La sentencia ordena el pago de salarios caídos durante todos esos años y la restitución de las dos horas que le fueron disminuidas de su carga académica,  sin embargo, la señora Rosa María Ramírez Soto del Departamento Jurídico de la Universidad de San Carlos  ha obstaculizado la ejecución de la sentencia sin que haya recursos pendientes.

La situación de Barahona es delicada puesto que a sus 70 años y varias enfermedades crónicas, con un salario mensual de un poco más de 2.000 quetzales (algo menos de 250 dólares), será retirado este año de la docencia en un claro acto de discriminación ya que la Organización Internacional del Trabajo considera el despido por razones de edad como un típico delito de discriminación en el Convenio suscrito con el Estado de Guatemala.

Barahona está en un callejón sin salida. Si la universidad no cumple la sentencia él no puede tramitar su jubilación en el seguro social y quedaría desamparado pues tampoco se puede jubilar en el Plan de Prestaciones de la USAC porque no llena el tiempo debido a su exilio de 18 años. Barahona es  un ejemplo de ética y honestidad en el gremio. En septiembre del año pasado la asamblea general de la Federación Latinoamericana de Periodistas, en Venezuela, lo eligió uno de sus vicepresidentes.

No nos explicamos la política de recursos humanos del Alma Mater. Barahona tiene 14 diplomados, dos licenciaturas, dos maestrías, un doctorado en la Universidad de Salamanca (pendiente de tesis) y cursa  un doctorado en comunicación social. Sus 25 años en administración y docencia universitaria en Guatemala y otros países, sus 50 años de ejercicio periodístico y sus altas calificaciones en las evaluaciones docentes parecen no importarle a las autoridades de la Universidad de San Carlos.

El gremio periodístico, sus estudiantes, sus colegas profesores han sugerido al profesor Barahona no acudir, todavía, al ramo penal para pedir la captura del Rector Estuardo Gálvez, que está cayendo en desacato. Nosotros nos preguntamos si los pobres de Guatemala tienen alguna posibilidad de que se les haga justicia, sobre todo tomando en cuenta, la avidez económica de la mayoría de los abogados de este país. ¿Tendrán autoridad moral las autoridades de San Carlos para demandar justicia en el caso de su presupuesto si ellas mismas no son capaces de cumplir con la ley. Este caso, en realidad, llora sangre.





Por Favio Hernández / Revista APG (Asociación de Periodistas de Guatemala) / 31-10-2013


Ernesto Carmona Ulloa
MAPOCHO PRESS
Santiago - Chile
Reproducción permitida / Citar fuente

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