En Europa Occidental, la opinión pública observa erróneamente la
crisis ucraniana como una simple rivalidad entre occidentales y rusos.
Pero lo que le interesa a Washington no es que Ucrania se incorpore a la
Unión Europea sino privar a Rusia de uno de sus socios históricos. Y
para lograr su objetivo, Estados Unidos está dispuesto a provocar una
nueva guerra civil en Europa.
Después de desmembrar Yugoslavia con una guerra civil de 10 años (de
1990 a 1999), ¿ha decidido Estados Unidos destruir Ucrania de la misma
manera? Eso hacen pensar las maniobras que está preparando la oposición
para su realización durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi.
Ucrania ha estado dividida históricamente entre el oeste, con una
población favorable a la Unión Europea, y el este, cuya población es
favorable al acercamiento con Rusia. A esos dos grupos se agrega una
pequeña minoría musulmana en Crimea. Después de la independencia, el
Estado ucraniano fue debilitándose. Aprovechando la confusión, Estados
Unidos organizó en 2004 la llamada «revolución naranja» [1], que puso en
el poder un clan mafioso proatlantista. Cuando Moscú respondió anulando
sus subvenciones al precio de gas, los occidentales dieron la espalda
al gobierno naranja a la hora de pagar sus compras de gas a precio de
mercado. El gobierno naranja perdió la elección presidencial de 2010 y
la presidencia pasó a manos de Viktor Yanukovich, político corrupto y a
veces pro-ruso.
El 21 de noviembre de 2013, el gobierno ucraniano renuncia al acuerdo
de asociación negociado con la Unión Europea. La oposición responde a
esa decisión con una serie de manifestaciones en Kiev y en la parte
occidental del país, manifestaciones que rápidamente toman un cariz
insurreccional. La oposición exige elecciones legislativas y
presidenciales anticipadas, pero se niega a formar un gobierno cuando el
presidente Yanukovich le propone hacerlo, luego de la renuncia del
primer ministro. Ya para entonces, Radio Free Europe –radio del
Departamento de Estado estadounidense– había bautizado las
manifestaciones como Euromaidan y, posteriormente, como Eurorrevolución.
Por otro lado, el servicio de seguridad de la oposición lo garantiza
Azatlyk, un grupo de jóvenes tártaros de Crimea que regresó para eso de
la yihad en Siria, en la que participaron con el respaldo del senador
estadounidense John McCain [2].
La prensa atlantista también respalda a la «oposición democrática»
ucraniana y denuncia la influencia rusa. Altas personalidades de los
países miembros de la alianza atlántica incluso se han tomado el trabajo
de presentarse personalmente ante los manifestantes, como la secretaria
de Estado adjunta y ex embajadora de Estados Unidos ante la OTAN
Victoria Nuland y el ya mencionado senador estadounidense John McCain,
también presidente de la rama republicana de la NED. La prensa rusa
denuncia, por el contrario, que los manifestantes pretenden derrocar
desde la calle las instituciones ucranianas democráticamente electas.
15 000 nazis con antorchas marchan en Kiev el 1º de enero de 2014.
Al principio, el movimiento parece ser un intento de reeditar la
«revolución naranja». Pero el 1º de enero de 2014, el control de la
revuelta cambia de manos. El partido nazi Svoboda [Libertad] organiza
una marcha con antorchas que reúne 15 000 personas, en memoria de Stepan
Bandera (1909-1959), el líder nacionalista que luchó contra los
soviéticos aliándose con los nazis. A partir de ese momento, las paredes
de la capital ucraniana se cubren de consignas antisemitas y se
registran ataques callejeros contra personas de origen judío.
La oposición proeuropea se compone de 3 partidos políticos:
- La Unión Panucraniana «Patria» (Bakitchina), de la oligarca y ex
primera ministro Yulia Timochenko (quien actualmente se halla en la
cárcel cumpliendo varias condenas por malversación de fondos públicos),
partido encabezado ahora por el abogado y ex presidente del parlamento
Arseni Yatseniuk.
Defiende la propiedad privada y el modelo liberal vigente en Occidente. Obtuvo un 25,57% de los sufragios en las elecciones legislativas de 2012.
Defiende la propiedad privada y el modelo liberal vigente en Occidente. Obtuvo un 25,57% de los sufragios en las elecciones legislativas de 2012.
- La Alianza Democrática Ucraniana por la Reforma (UDAR) del ex campeón de boxeo Vitali Klichko.
Dice ser demócrata-cristiana y obtuvo un 13,98% de los votos en las elecciones de 2012.
Dice ser demócrata-cristiana y obtuvo un 13,98% de los votos en las elecciones de 2012.
- La Unión Panucraniana Libertad (Svoboda), del cirujano Oleg Tiagnibok.
Esta formación proviene del Partido Nacional-Socialista de Ucrania. Se pronuncia por retirar la nacionalidad ucraniana a los judíos. Obtuvo un 10,45% de los votos en las elecciones legislativas de 2012.
Esta formación proviene del Partido Nacional-Socialista de Ucrania. Se pronuncia por retirar la nacionalidad ucraniana a los judíos. Obtuvo un 10,45% de los votos en las elecciones legislativas de 2012.
Estos partidos, representados en el parlamento ucraniano, cuentan con el respaldo de:
- El Congreso de los Nacionalistas Ucranianos, grupúsculo nazi nacido
de las antiguas redes stay-behind de la OTAN en el antiguo Bloque del
Este [3].
Es sionista y se pronuncia por la anulación de la nacionalidad de los judíos ucranianos y su expulsión hacia Israel. Obtuvo un 0,08% de los votos en las legislativas de 2012.
Es sionista y se pronuncia por la anulación de la nacionalidad de los judíos ucranianos y su expulsión hacia Israel. Obtuvo un 0,08% de los votos en las legislativas de 2012.
- La Autodefensa Ucraniana, grupúsculo nacionalista que ha enviado
sus miembros a luchar contra los rusos en Chechenia. También los envió a
Osetia durante el conflicto georgiano.
La oposición ha recibido también el apoyo de la iglesia ortodoxa ucraniana, en rebelión contra el Patriarcado de Moscú.
Desde que el partido nazi salió a la calle, los manifestantes –a
menudo protegidos con cascos y uniformes paramilitares– levantan
barricadas y asaltan los edificios oficiales. Algunos elementos de las
fuerzas policiales también han procedido brutalmente, llegando incluso a
torturar detenidos. Se afirma que han muerto varios manifestantes y que
se cuentan cerca de 2 000 heridos. Los desórdenes siguen propagándose
en las provincias de la parte occidental del país.
Según nuestras propias informaciones, la oposición ucraniana está
tratando de introducir material de guerra comprado en mercados
paralelos. Por supuesto, la compra y traslado de armas en Europa
Occidental es imposible… a no ser que se haga con el consentimiento de
la OTAN.
La estrategia de Washington en Ucrania parece ser una mezcla de las
recetas que ya han funcionado anteriormente, durante las «revoluciones
de colores», con las fórmulas recientemente aplicadas en las «primaveras
árabes» [4]. Estados Unidos ni siquiera trata de ocultarlo, al extremo
de haber enviado a Ucrania una alta funcionaria, Victoria Nuland
–adjunta de John Kerry en el Departamento de Estado– y el senador John
McCain –quien es también presidente del IRI, la rama republicana de la
NED [5]–, para expresar su apoyo a los manifestantes.
Al contrario de los casos de Libia y Siria, Washington no tiene en
Ucrania yihadistas que se encarguen de sembrar el caos –aparte de los
extremistas tártaros, pero estos están en Crimea. Así que decidió
utilizar a los nazis, con los que el Departamento de Estado ya había
trabajado anteriormente en contra de los soviéticos y a los que organizó
en partidos políticos después de la independencia.
El lector neófito puede encontrar chocante esta alianza entre la
administración Obama y los nazis. Pero hay que recordar que el
presidente estadounidense Ronald Reagan rindió públicamente homenaje a
varios nazis ucranianos, entre los que se encontraba Yaroslav Stetsko,
primer ministro ucraniano bajo el III Reich y posteriormente convertido
en jefe del Bloque de Naciones Antibolcheviques y miembro destacado de
la Liga Anticomunista Mundial [6]. Uno de sus lugartenientes, Lev
Dobriansky, fue embajador de Estados Unidos en Bahamas. Y la hija del
propio Dobriansky, Paula Dobriansky, fue subsecretaria de Estado para la
democracia (sic) en la administración de George W. Bush. Fue
precisamente la señora Dobriansky quien financió durante 10 años una
serie de estudios históricos destinados a hacer olvidar que el
Holodomor, la gran hambruna que asoló Ucrania en 1932-1933, también
devastó Rusia y Kazajstán y hacer creer que fue una decisión deliberada
de Stalin tomada para acabar con el pueblo ucraniano [7].
La realidad es que Washington, que respaldó el partido nazi alemán
hasta 1939 y siguió haciendo negocios con la Alemania nazi hasta finales
de 1941, nunca tuvo se planteó problemas morales hacia el nazismo, como
tampoco se los plantea en este momento cuando respalda militarmente el
yihadismo en Siria.
Las élites de Europa Occidental, que tanto utilizan el nazismo como
pretexto para perseguir a los aguafiestas –como puede comprobarse en
Francia con la polémica sobre la «quenelle» de Dieudonné M’Bala M’Bala
[8]– han olvidado el verdadero significado de la palabra «nazi». En
2005, cuando la entonces presidenta de Letonia, Vaira Vike-Freiberga,
rehabilitó el nazismo, prefirieron mirar para otro lado como si fuera
algo sin importancia [9]. Ahora, apoyándose en meras declaraciones a
favor de la Unión Europea, su candoroso atlantismo los lleva a respaldar
al peor enemigo de los europeos. La guerra civil podría comenzar en
Ucrania, durante los Juegos Olímpicos de Sochi.
Thierry Meyssan para Red Voltaire
Tomado de http://www.larepublica.es
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