Uri Avnery es sin duda
el vidente izquierdista israelí más intelectual, filosófico y certero
que conozco. Como TS Eliot, tiene el hábito de usar las menos palabras
para decir las mayores verdades. Cada ensayo que escribe, este lector
siempre dice lo mismo: ¡exactamente! Sin embargo, por primera vez en 40
años, estoy en desacuerdo con ese gran hombre.
Avnery acaba de sugerir que el acuerdo de Benjamin Netanyahu para
dirigir un mensaje al Congreso estadunidense por invitación del Partido
Republicano este martes –dos semanas antes de la elección general
israelí–, y la decisión de Barack Obama de no ver al viejo rufián, han
destruido el apoyo bipartidista a Israel en Estados Unidos. Por primera
vez, dice Uri, los políticos demócratas se permiten criticar a Israel.
Congresistas de ambos partidos se han arrodillado, se han desmayado y chillado en apoyo a Bibi y sus predecesores con más entusiasmo que las hordas romanas en el Coliseo. La última vez que Bibi se
apareció en el Capitolio, recibió literalmente docenas de ovaciones de
pie de los ovejunos representantes del pueblo estadunidense, cuya
adoración acrítica del Estado israelí –y su temor abyecto a susurrar la
crítica más desangelada, por no arriesgarse a ser llamados antisemitas–
sugiere que Bibi sería un presidente estadunidense mucho más popular que Obama. Y el impecable acento estadunidense de Bibi no viene mal tampoco.
Y su objetivo –ganar votos para sí y destruir el único logro de
política exterior al alcance de Obama– no tendrá absolutamente ningún
efecto en las relaciones entre los dos países. Cuando Bibi se
convirtió en el hazmerreír del Consejo de Seguridad de la ONU –al
presentar un cartón infantil de una bomba iraní con una raya roja
enmedio, para indicar que Irán podría construir armas nucleares a
finales de 2013–, su charada fue tratada con indulgencia en los medios
de Estados Unidos. Esas fechas fatales han expirado con regularidad
durante más de una década, y a pesar de ello se supone que debemos
tomarlas en serio. Obama se esfuerza por lograr un acuerdo con Irán que
protegería al mundo de cualquier producción de armas nucleares por la
República Islámica.
Bibi quiere destruir esa oportunidad. Quiere más sanciones.
Quiere ganar las elecciones israelíes del 17 de marzo. Hasta podría
bombardear Irán, lo cual ocasionaría una respuesta militar inmediata
contra Estados Unidos. Pero va a decir al Congreso que la existencia
misma de Israel está en juego. Según Uri, Bibi escupirá en la cara al presidente Obama.
No creo que haya habido nunca algo igual, escribió Uri Avnery este fin de semana.
El primer ministro de un pequeño país vasallo, que depende de Estados Unidos prácticamente para todo, viene a desafiar abiertamente al presidente, tildándolo de hecho de engañador y mentiroso...: como Abraham, dispuesto a sacrificar a su hijo para agradar a Dios, Netanyahu está dispuesto a sacrificar los intereses más vitales de Israel para obtener la victoria en la elección.
No quiero exculpar de cinismo a Bibi. Hasta Uri admite que no puede imaginar un ardid electoral más efectivo.
Usar al Congreso de Estados Unidos como foro de propaganda es una pincelada de genio, afirma. Pero el primer ministro de Israel sabe que puede salirse con la suya en cualquier cosa en tierra estadunidense, con la misma confianza con que puede apoyar a su ejército cuando asesina a cientos de niños en Gaza en la
autodefensade Israel. Su discurso en el Congreso será tan desproporcionado como el bombardeo de sus soldados a la barriada más poderosa del mundo.
Y le irá de lujo. Nos dicen que los demócratas están inquietos. Nos
informan que Obama está muy, pero muy enojado. Pero la presidenta
demócrata en lista de espera no es problema para Bibi. Fue
Hillary, recordemos, quien nos dijo el verano pasado que no estaba
segura de que fuera posible repartir culpas por la masacre en Gaza
porque es imposible saber qué ocurre entre la bruma de la guerra. Las notas en los medios podrían haber oscurecido lo que pasaba.
A menudo pienso que la angustia a la que estamos propensos a causa de la cobertura, y las mujeres y niños y todo lo demás de aquello (sic), hace muy difícil abrirse paso hasta la verdad. Así que mientras menos reporteros haya, más cerca estaremos todos de la verdad acerca de las mujeres y niños muertos y
todo lo demás de aquello. No es de extrañar que los sionistas liberales, de acuerdo con The New York Times, se preocupen de que Hillary esté demasiado cerca de Bibi.
En cuanto a los republicanos, echémosle un ojo a nuestro viejo
conocido Jeb Bush, quien promete que todo será borrón y cuenta nueva si
llega a ser comandante en jefe. Como es fácil entender, no habrá enfoque
en
el pasado, de Papi George y Big Bro George W. Pero entre sus probables consejeros en una presidencia futura estarían Paul Wolfowitz, John Hannah (el viejo
consejero de seguridad nacionalde Cheney), Michael Hayden (quien engañó al Congreso con respecto a la tortura) y Condi Rice, quien dio su nombre a todo un buque tanque petrolero (y luego le fue retirado): en otras palabras, la misma pandilla perversa que produjo las
armas de destrucción masiva, la muerte de cientos de miles de iraquíes, billones de dólares en deudas, tortura y esa infame
nube de hongo(la verdadera
bruma de la guerra, si alguna vez hubo una).
La columnista Maureen Dowd afirma que Jeb Bush debería llamar a cuentas a quienes
infligieron profundas heridas a Estados Unidos. Pero ¿por qué? Lo único que Jeb no ha mencionado es que en 2003 Israel también producía las mismas falsedades acerca de las armas de destrucción masiva y los vínculos de Saddam Hussein con el
terrorismo mundial.
Por supuesto, Bibi no le recordará esto al Congreso en su
discurso del martes. Serán las armas de destrucción masiva de Irán y los
vínculos del Estado Islámico con el
terrorismo mundiallos que tendrán a los legisladores de pie. Es una lástima que Bibi no haya nacido en Nueva York. Así podríamos haber tenido al presidente Netanyahu... y dejar de fingir que existe alguna diferencia entre los gobiernos israelí y estadunidense.
Robert Fisk
©The Independent
Traducción: Jorge Anaya
Tomado de La Jornada
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