No sé hasta qué punto
fue cosa de mera cortesía, pero lo cierto es que la sede de la Agencia Central
de Inteligencia (CIA) abrió el 19 de mayo sus puertas a un grupo reducido de
viejos contrarrevolucionarios de la bochornosa Brigada 2506 –derrotada en menos
de 72 horas en Playa Girón– y a otros funcionarios de Miami Dade. El encuentro
fue pactado por el senador Marco Rubio, allí presente, con el propio Donald
Trump, quien instruyó de esta visita al director de la misma, Mike Pompeo,
quien se encargó de halagar a los visitantes.
Aunque todo pareció
una jugada mediática de Trump para lisonjear a la extrema derecha anticubana
que le ha brindado total apoyo, la presencia de los viejos fracasados de Bahía
de Cochinos, entre los que se encontraban José Cancio y Félix Rodríguez
Mendigutía, despierta el claro mensaje del compromiso de la Agencia con la
añeja pretensión de derrocar a la Revolución Cubana.
Otro mensaje indica
que esta visita fue un acuerdo de Trump con Pompeo para disminuir el impacto mediático de los
desacuerdos entre Trump y la CIA, sobre todo cuando el diario The New York Times acaba de destapar
la noticia de que Pompeo se mantuvo pasando información confidencial a Michael
Flynn, ex asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, a pesar de que el
mismo estaba sujeto a investigación por supuestos vínculos con el embajador
ruso en Washington.
Fue simplemente una jugada
de concesiones entre partes que sirvió para afianzar a Marco Rubio en el
panorama político USA, aparentar una distensión dudosa entre Trump y la CIA y,
de paso, esperanzar a los viejos enemigos de Cuba.
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