martes, 5 de mayo de 2020

Serias dudas en torno al atacante a la embajada cubana en Washington.


La manera en que el Servicio Secreto y otras agencias norteamericanas están manejando el caso criminal contra Alexander Alazo, el tirador contra la embajada cubana en Washington la pasada madrugada del jueves 30 de abril, levanta serias suspicacias. La constante filtración de información a los medios sin que medie una declaración seria de manera oficial confirma la intención de manipular el estado de opinión de los ciudadanos y vender la fraudulenta historia de que fue producto de un ser actuando bajo un estado psicótico y desequilibrado. Una cortina de humo se está levantando sobre este hecho.
La parte afectada, Cuba, no ha recibido detalles sobre dicho sujeto y los móviles reales de la ofensa criminal.
Por mi parte creo dos cosas importantes: todo huele a una operación negra de alguna agencia de inteligencia USA o de grupos remanentes de la mafia terrorista cuyo pasado delictivo se concentra en más de una decena de organizaciones terroristas cuyo desempeño criminal se extendió desde el mismo 1959 y alcanzó auge en las décadas del 60, 70, 80 y los 90 del siglo pasado. No obstante, también existe la posibilidad de que esta acción sea el resultado de la fuerte manipulación anticubana en las redes sociales que alcanza niveles asombrosos en los últimos años, incitando al odio hacia Cuba y su gobernabilidad. Es tan similar y nada diferente de la labor hecha por los grupos islámicos como el ISIS en las redes sociales, lanzando convocatorias a la violencia y a acciones de tipo terrorista. Es un retroceso del terrorismo mediático al terrorismo tradicional.
No cabe duda que Alazo no debe ser juzgado aisladamente, ni de manera apresurada. La investigación debe conducir a quienes azuzan a los ciudadanos a hostigar frecuentemente a la embajada y los intereses de Cuba en Estados Unidos y otras capitales del mundo, a quienes instigan a realizar acciones violentas dentro de la Isla y a quienes –mediante mentiras– tergiversan nuestra realidad.



Espero que el juez Michael Harvey, del tribunal federal del Distrito de Columbia, tome seriamente la acusación contra Alazo y haga que la fiscalía aporte las pruebas suficientes para evitar un juicio “exprés” contra  el acusado, evitando cualquier subterfugio legal que le conceda prisión fuera de cárcel o aportes de pruebas falsas sobre su estado sicológico. El próximo 14 de mayo, fecha en que se realizará la vista preliminar sobre el caso, las agencias deben deshacer esa cortina de humo que malintencionadamente se ha tejido sobre el caso.
Hasta el momento, las pruebas fotográficas y periciales, algunas de las que presento en este artículo, son suficientes para inculpar a Alazo, pero insuficientes para juzgar a los autores intelectuales de esta acción terrorista.
Alazo, plenamente confeso de sus intenciones criminales, colocando contra la pared a su defensor de oficio, Tony Miles, que poco puede hacer salvo seguir con el circo en que inventaran dudosos testigos e historias poco creíbles, se prestará a fabricar la risible historia de locura o defensa ante una amenaza que, a fin de cuentas, tratará de presentar a Cuba como responsable del actuar desequilibrado de su cliente.
Pocas salidas veo a este circo, aunque los verdaderos culpables necesitan una urgentemente: entre ellas un asesinato perpetrado contra Alazo o un suicido dudoso aludiendo a su desequilibrio mental. Todo puede suceder en USA, incluido alojar al culpable en una institución mental y ocultar el verdadero rostro de los principales responsables. La verdad será la única víctima.

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