Destapan multimillonario plan de la CIA para asesinar a dirigentes de la
insurgencia
[NOTA DE REBELION: Reproducimos a continuación la traducción literal del
reportaje del Washington Post, advirtiendo que contiene afirmaciones no
contrastadas, descalificaciones, estereotipos y eufemismos que se encuentran en
la línea editorial habitual de la gran prensa estadounidense al
"informar" sobre el conflicto colombiano y sus actores. Con
independencia de su "cuento de buenos y malos", este material revela
la envergadura y la profundidad del programa secreto de asistencia militar y de
inteligencia con el que Estados Unidos participa en el conflicto armado interno
colombiano].
Acción encubierta en Colombia
Inteligencia y kits de bombas GPS de Estados Unidos ayudan a la nación latinoamericana a paralizar a las fuerzas rebeldes
Acción encubierta en Colombia
Inteligencia y kits de bombas GPS de Estados Unidos ayudan a la nación latinoamericana a paralizar a las fuerzas rebeldes
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), de 50 años de
antigüedad y en su día consideradas la insurgencia mejor financiada del mundo,
se encuentra en su estado más reducido y vulnerable en décadas, debido en parte
a un programa de acción encubierta de la CIA que ha ayudado al Ejército
colombiano a matar al menos a dos docenas de líderes rebeldes, de acuerdo con
entrevistas realizadas a más de 30 funcionarios retirados y en ejercicio de
Estados Unidos y de Colombia.
La ayuda secreta, que también incluye ayuda en espionaje electrónico y
escuchas por parte de la Agencia de Seguridad Nacional, se sostiene gracias a
un presupuesto secreto de varios miles de millones de dólares. No es parte del
paquete público de 9 mil millones de dólares fundamentalmente en ayuda militar
denominado Plan Colombia, que comenzó en 2000.
El programa de la CIA desclasificado previamente fue autorizado por el
presidente George W.Bush a comienzos de los años 2000 y ha sido continuado bajo
el presidente Obama, de acuerdo con funcionarios militares, de inteligencia y
diplomáticos. La mayoría de los entrevistados declararon bajo anonimato debido
a que el programa es secreto y continúa en marcha.
El programa encubierto en Colombia proporciona dos servicios esenciales
a la batalla de esta nación contra las FARC y un grupo insurgente de menor
tamaño, el Ejército de Liberación Nacional (ELN): inteligencia en tiempo real
que permite a las fuerzas militares de Colombia cazar a los cabecillas de las
FARC individualmente y, desde 2006, una herramienta particularmente efectiva
para matarlos.
El arma es un kit de guiado por GPS que transforma una
bomba de gravedad de 500 libras muy poco precisa en una bomba inteligente de
alta precisión. Las bombas inteligentes, también denominadas munición guiada de
precisión o PGMs, son capaces de matar a un individuo en una selva triplemente
frondosa si su localización exacta puede determinarse y se programan las
coordenadas geográficas en el pequeño cerebro computarizado de la bomba.
En marzo de 2008, de acuerdo con nueve funcionarios estadounidenses y
colombianos, la Fuerza Aérea Colombiana, con la aprobación tácita de Estados
Unidos, lanzó bombas inteligentes de fabricación estadounidense a través de la
frontera de Ecuador para matar al alto dirigente de las FARC, Raúl Reyes. El
rol indirecto de Estados Unidos en ese ataque no ha sido previamente
desclasificado.
El programa de acción encubierta en Colombia es una más dentro de un
puñado de iniciativas de inteligencia que han escapado del conocimiento público
desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. La mayor parte de estos otros
programas, pequeños pero crecientes, se localizan en países donde los violentos
cárteles de la droga han causado inestabilidad.
Encabezando la lista se encuentra México, donde la ayuda de inteligencia
de Estados Unidos es mayor que en ningún otro lugar aparte de Afganistán, tal
como el Washington Post reportó en abril. También incluye Centroamérica y
África Occidental, a donde se han desplazado las rutas del tráfico como
consecuencia de la presión estadounidense contra los cárteles en los demás
lugares.
Cuando se le pidió un comentario sobre la ayuda de inteligencia
estadounidense, el presidente Juan Manuel Santos declaró al Post durante un
reciente viaje a Washington que no deseaba hablar de ello en detalle, por
resultar un tema sensible. "Ha sido de ayuda", afirmó. "Parte de
la experiencia y de la eficiencia de nuestras operaciones y nuestras
operaciones especiales han sido el producto de un mejor entrenamiento y
conocimiento que hemos adquirido de muchos países, entre ellos los Estados
Unidos".
Un portavoz de la CIA rechazó hacer declaraciones.
Colombia y las FARC han sostenido negociaciones de paz durante un año en
La Habana. Hasta el momento han acordado los marcos de trabajo para la reforma
agraria, el desarrollo rural y para permitir a los insurgentes participar en el
proceso político una vez finalice la guerra. Ambas partes se encuentran
discutiendo actualmente un nuevo enfoque de la lucha contra el narcotráfico.
Al borde del colapso
Hoy una comparación entre Colombia, con su dinámica economía y el
estiloso ámbito social de Bogotá, y Afganistán podría parecer absurda. Pero
hace poco más de una década Colombia tenía la tasa de homicidios más alta del
mundo. Los bombardeos aleatorios y fuertes operaciones militares invadían la
vida cotidiana. Unas 3.000 personas fueron secuestradas en un año. Los
profesores, defensores de derechos humanos y los periodistas sospechosos de
simpatizar con las FARC aparecían muertos cotidianamente.
La mezcla explosiva de las FARC, los cárteles, los paramilitares y unas fuerzas
de seguridad corruptas creaban un hervidero de violencia sin precedentes en la
América Latina contemporánea. Casi un cuarto de millón de personas han muerto
durante la larga guerra, y muchos miles han desaparecido.
Las FARC fueron fundadas en 1964 como un movimiento campesino marxista
en busca de tierra y justicia para los pobres. para 1998, el presidente de
Colombia en aquel entonces, Andrés Pastrana, concedió a las FARC una zona
desmilitarizada del tamaño de Suiza para animar las negociaciones de paz, pero
sus violentos ataques no hicieron sino aumentar, así como sus vínculos con el
narcotráfico.
Para el año 2000, una envalentonada insurgencia de 18.000 efectivos
apuntó hacia los líderes políticos. Asesinó a representantes electos. Secuestró
a una candidata presidencial e intentó asesinar a un favorito a las
presidenciales, el intransigente Álvaro Uribe, a cuyo padre las FARC habían
asesinado en 1983.
Temiendo que Colombia se convirtiera en un estado fallido con un peso
todavía mayor en el tráfico de drogas dentro de Estados Unidos, la
administración Bush y el Congreso incrementaron la ayuda a los militares
colombianos a través del Plan Colombia.
Para 2003, la implicación de Estados Unidos en Colombia abarcaba a 40
agencias y 4.500 personas, incluyendo contratistas, todos trabajando para la
Embajada estadounidense en Bogotá, en aquel momento la mayor embajada de
Estados Unidos en el mundo. Siguió siéndolo hasta 2004, cuando fue superada por
Afganistán.
"No hay ningún país, incluido Afganistán, en el que tuviéramos más
actividad", declaró William Wood, quien fuera embajador en Colombia de
2003 a 2007 antes de ocupar el mismo cargo en el Afganistán destrozado por la
guerra durante dos años.
Cuando Bush se convirtió en presidente, ya había en los registros dos
fallos presidenciales autorizando acciones encubiertas por todo el mundo. Uno
autorizaba operaciones de la CIA contra organizaciones terroristas
internacionales. La otra, firmada a mediados de los años 80 por el presidente
Ronald Reagan, autorizaba la acción contra narcotraficantes internacionales.
Se requiere una autorización presidencial para que la CIA pueda hacer
cualquier cosa además de recopilar y analizar información de inteligencia en el
exterior. Proporcionar equipamiento de espionaje a un socio, apoyar a partidos
políticos extranjeros, sembrar propaganda y participar en operaciones o
entrenamientos letales son todas acciones que requieren una autorización y una
notificación a los comités de inteligencia del Congreso.
La autorización antinarcóticos había permitido a la CIA y a una unidad
técnica del clandestino Comando de Operaciones Especiales Conjuntas (JSOC)
proporcionar apoyo a la caza que duró años contra el señor de las drogas
colombiano Pablo Escobar, de cuyo asesinato por las fuerzas colombianas se
cumplen 20 años este mes. También hizo posible operaciones apoyadas por la CIA
contra traficantes y terroristas en Bolivia y Perú hace años.
Bajo el programa colombiano, la CIA no tiene autorización para
participar directamente en las operaciones. Las mismas restricciones aplican
para la participación militar en el Plan Colombia. Tal actividad ha sido
constreñida por los miembros del Congreso que vivieron el escándalo del rol
secreto de Estados Unidos en las guerras centroamericanas en los años 80. El
Congreso rechazó autorizar que la participación militar de Estados Unidos en
Colombia escalara como lo hizo en Nicaragua, El Salvador, Honduras y Panamá.
Las FARC calculan mal
El nuevo golpe encubierto contra las FARC comenzó de forma no oficial el
13 de febrero de 2003. Aquel día un Cessna 208 con un solo motor se estrelló en
la selva dominada por los rebeldes. Los guerrilleros en la zona ejecutaron al
oficial colombiano a bordo y a uno de los cuatro contratistas estadounidenses
que estaban trabajando en la erradicación de coca. Los otros tres fueron
tomados como rehenes.
Estados Unidos ya había declarado a las FARC como organización
terrorista por sus asesinatos indiscriminados y el narcotráfico. Aunque la CIA
tenía las manos ocupadas en Iraq y Afganistán, Bush "presionó a [l
director de la CIA George] Tenet" para ayudar a encontrar a los tres
rehenes, según un ex oficial superior de inteligencia que tomó parte en las
discusiones.
La designación de las FARC como terrorista hizo que fuera más fácil
encontrar un presupuesto negro. "Conseguimos dinero de muchos botes
diferentes", declaró un alto diplomático.
Uno de los oficiales de la CIA que Tenet envió a Bogotá era un agente de
unos cuarenta años cuyo nombre el Washington Post se reserva porque permanece
encubierto. Él creó la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de
Estados Unidos, apodada "el Bunker".
Era una habitación estrecha, de 30 por 30 pies con techo bajo y tres
hileras de computadoras. Ocho personas se sentaban en cada fila de consolas.
Unos peinaban mapas satelitales de la selva; otros buscaban lugares ocultos de
las FARC en el subsuelo. Algunos hacían seguimiento a imágenes del movimiento
de vehículos marcados con dispositivos de rastreo. Las interceptaciones de voz
de comunicaciones de radio y teléfonos celulares eran desencriptadas y
traducidas por la Agencia de Seguridad Nacional.
Los analistas del Bunker fusionaban las pistas de los informantes con
información obtenida a partir de medios técnicos. Los analistas buscaban
vincular a individuos con el flujo de la insurgencia de drogas, armas y dinero.
Ya que la mayor parte, dejaban solo los violentos grupos paramilitares.
Los expertos técnicos y los contratistas del Bunker construyeron para
los colombianos su propio sistema informático de inteligencia de alcance
nacional. También ayudaron posteriormente a crear centros de fusión regionales
para llevar la inteligencia táctica a los comandantes. La agencia también pagó
el mecanismo de comunicaciones encriptadas.
"Teníamos mucho interés en pillar a las FARC, y no era tanto
cuestión de capacidad como de inteligencia", afirmó Wood,
"específicamente la habilidad de localizarlos en la franja horaria de una
operación".
Fuera del Bunker, agentes asignados de la CIA y contratistas enseñaron
el arte de reclutar informantes a unidades colombianas que habían sido
investigadas y a las que se había sometido al polígrafo. Entregaron dinero a
personas con información sobre los rehenes.
Mientras tanto, la otra agencia secreta estadounidense que había estado
en la primera línea en la localización y asesinato de miembros de al-Qaeda
apareció en escena. Comandos de élite del JSOC comenzaron sesiones periódicas
de entrenamiento anual y misiones de reconocimiento con pequeñas unidades para
intentar encontrar a los rehenes.
A pesar de todo el esfuerzo, la localización de los rehenes resultó ser
escurridiza. Buscando otra cosa que hacer con el nuevo equipamiento y personal
de inteligencia, el jefe del Bunker y su agregado militar del Comando de
Operaciones Especiales de Estados Unidos asignaron a sus hombres una segunda
misión: convertir en objetivo a la dirigencia de las FARC. Esto era exactamente
lo que la CIA y el JSOC habían estado haciendo contra al-Qaeda al otro lado del
mundo. La metodología era familiar.
"Hubo polinización cruzada en ambas direcciones", declaró un
alto oficial con acceso al Bunker en aquel momento. "No necesitábamos
inventar la rueda".
Una petición del presidente de Colombia
Localizar a los dirigentes de las FARC resultó ser más sencillo que
capturarlos o matarlos. Unas 60 veces las fuerzas colombianas habían obtenido o
se les había entregado información confiable pero fallaron en capturar o matar
a algún alto dirigente, de acuerdo con las declaraciones de dos oficiales
estadounidenses y un alto oficial colombiano en retiro. Era siempre la misma
historia. Helicópteros Black Hawk proporcionados por Estados Unidos
transportaban tropas colombianas dentro de la selva a unos seis kilómetros de
un campamento. Los hombres se adentraban en el denso follaje pero los
campamentos estaban siempre vacíos para cuando ellos llegaban. Luego supieron
que las FARC tenían un sistema de alerta temprana: anillos de seguridad a
varios kilómetros de los campamentos.
Para 2006, el deprimente record llamó la atención del recién llegado
jefe de misión de la Fuerza Aérea estadounidense. El coronel estaba perplejo.
¿Por qué el tercer receptor en ayuda militar de Estados Unidos [detrás de
Egipto e Israel] había hecho tan pocos progresos?
"Estoy pensando: ¿con qué matamos a las FARC?", dijo en una
entrevista el coronel, quien declaró bajo la condición de anonimato.
El coronel, un experto en aviones de carga, afirmó que "empezó a
buscar en Google bombas y bombarderos" buscando ideas. Eventualmente
llegaron al Paveway II Mejorado, un kit de guiado relativamente barato que se
podía atar con correas a una bomba de gravedad Mark-82 de 500 libras.
El coronel aseguró que le habló al entonces ministro de Defensa Santos
sobre su idea y escribió un informe de una página para que se lo entregara a
Uribe. Santos llevó la idea al Secretario de Defensa estadounidense Donald
Rumsfeld. En junio de 2006, Uribe visitó a Bush en la Casa Blanca. Mencionó el
reciente asesinato del jefe de al-Qaeda en Iraq, Abu Musab al-Zarqawi. Un F-16
había lanzado dos bombas inteligentes de 500 libras al interior de su escondite
y lo habían matado. Uribe presionó para obtener la misma capacidad.
"Claramente esto era muy importante" para Uribe, afirmó el
General retirado de la Fuerza Aérea Michael V.Hayden, quien había pasado a ser
director de la CIA unos meses antes.
Primero, estaba el asunto de montar bombar pequeñas en una aeronave
colombiana. Colombia no tenía F-16. Raytheon, el fabricante del kit, envió
ingenieros para encontrar la forma de montar el equipo en un avión. Primero
intentaron montarlo en un Embraer A-29 Super Tucano de fabricación brasileña,
una aeronave turbopropulsada diseñada para misiones de contrainsurgencia de
baja altura. Pero para fijar el cable que iba del cerebro computerizado de la
bomba a la cabina de mando había que taladrar demasiado cerca del depósito de
combustible. En lugar de eso, lo montaron de cualquier forma en un Cessna A-37
Dragonfly más antiguo, una aeronave de ataque ligera que se desarrolló por la
fuerza aérea de Operaciones Especiales para Vietnam y posteriormente se utilizó
en la guerra civil salvadoreña.
Entonces los ingenieros y los pilotos colombianos probaron el primero de
tres PGMs en un campo aéreo remoto cerca de la frontera venezolana. El objetivo
era de 2 por 4 y estaba clavado en el suelo. El avión lanzó la bomba desde una
altura de 20.000 pies. "Aterrizó a un pie de distancia", dijo el
coronel. El resultado fue tan bueno, que pensó: "¿Por qué malgastar dos
kits más?". Las bombas inteligentes estaban listas para ser utilizadas.
Pero los abogados de la Casa Blanca, junto con sus colegas de la CIA y
de los departamentos de Justicia, Defensa y Estado, tenían sus propias
preguntas que hacer. Una cosa era usar un PGM para derrotar a un enemigo en el
campo de batalla -la fuerza aérea estadounidense llevaba años haciéndolo-. Pero
otra cosa era usarlo para alcanzar a un lider individual de las FARC.
¿Constituiría eso un asesinato, prohibido por la legislación de Estados Unidos?
Y, "¿Podríamos ser acusados de participar en asesinato, incluso si no lo
hacíamos nosotros?", dijo un abogado implicado.
La Oficina de Asesoramiento Legal de la Casa Blanca y otros decidieron
finalmente que el mismo análisis legal que habían aplicado a al-Qaeda podía
aplicarse a las FARC. Matar a un líder de las FARC no sería asesinato porque la
organización suponía una amenaza para Colombia. Además, no se podía esperar que
ningún comandante de las FARC se rindiera.
Y, como organización narcotraficante, el estatus de las FARC como una
amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos había sido fijado
anteriormente, con la autorización de Reagan antidrogas. Para ese tiempo, la
epidemia del crack estaba en su punto álgido, y el Gobierno decidió que las
organizaciones que llevaban drogas a las calles de Estados Unidos eran una
amenaza para la seguridad nacional.
Existía otra preocupación. Algunos altos oficiales estaban preocupados
porque las fuerzas colombianas podrían utilizar los PGMs para asesinar a
quienes consideraban enemigos políticos. "Las preocupaciones eran grandes,
dados sus problemas de derechos humanos", declaró un ex alto oficial del
Ejército.
Para asegurarse de que los colombianos no darían mal uso a las bombas,
los oficiales de Estados Unidos idearon una solución innovadora. La CIA
mantendría el control sobre la clave de encriptación insertada en la bomba, que
descodificaba las comunicaciones con los satélites GPS de forma que pudieran
ser leídos por las computadoras de la bomba. La bomba no podía alcanzar su
objetivo sin la clave. Los colombianos tendrían que solicitar aprobación para
algunos objetivos, y si daban mal uso a las bombas, la CIA podía denegar la
recepción de GPS para uso futuro.
"Queríamos un mecanismo de refrendación", declaró un alto
oficial que participó en las deliberaciones.
Para cortar la cinta roja inicial, los primeros 20 kits de bombas
inteligentes -sin las llaves de encriptación- llegaron a través de la CIA. La
cuenta fue por menos de 1 millón de dólares. Después de eso, a Colombia se le
permitió adquirirlos a través del Programa Exterior de Ventas Militares.
Un primer golpe
Tomás Medina Caracas, también conocido como Negro Acacio, el jefe
narcotraficante de las FARC y comandante del Frente 16, fue el primer hombre
que la Célula de Fusión de Inteligencia de la Embajada de Estados Unidos puso
en la cola de un ataque con PGM.
Sobre las 4:30am del 1 de septiembre de 2007, pilotos con gafas de
visión nocturna soltaron varias bombas inteligentes Enhanced Paveway II sobre
su campamento en el oriente colombiano mientras oficiales en ambas capitales
esperaban. Las tropas sólo pudieron recuperar una pierna. Parecía por su
complexión oscura pertenecer a Acacio, uno de los pocos líderes negros de las
FARC. Los test de ADN confirmaron su muerte.
"Hubo gran excitación", recuerda William Scoggins, jefe del
programa antinarcóticos del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos.
"No sabíamos qué impacto tendría, pero pensamos que esto era un factor que
cambiaba el juego".
Seis semanas después, bombas inteligentes mataron a Gustavo Rueda Díaz,
alias Martín Caballero, líder del Frente 37, mientras hablaba por su teléfono
celular. Las muertes de Acacio y Caballero causaron el derrumbe de los frentes
16 y 37. También desencadenaron deserciones masivas, según un cable secreto del
Departamento de Estado fechado el 6 de marzo de 2008 y hecho público por el
grupo anti-secretismo Wikileaks en 2010. Este era justo el comienzo de la
desintegración de las FARC.
Para ocultar el uso de los PGMs al conocimiento del público, y para
asegurar el máximo daño al campamento de los líderes de las FARC, la fuerza
aérea y los asesores de Estados Unidos desarrollaron nuevas tácticas de ataques
aéreos. En una misión típica, varios Dragonfys A-37 volando a 20.000 pies de
altura llevaban bombas inteligentes. Tan pronto como los aviones entraban en
una "cesta" a tres millas del objetivo, el software GPS de una bomba
se activaba automáticamente.
Los Dragonflys eran seguidos por varios Super Tucanos A-29, volando
mucho más bajo. Ellos lanzaban una serie de bombas tontas en un patrón cercano.
Su presión de explosión mataría a cualquiera que se encontrara cerca y además
despejaría la densa selva y oscurecería el uso de bombas inteligentes.
Entonces, volando bajo, aviones artillados AC-47 de la era de Vietnam,
apodadas Puff the Magic Dragon, ametrallaban la zona con ametralladoras fijas,
"disparando a los heridos que trataran de ponerse a cubierto", según
uno de los varios oficiales del ejército que describieron el mismo escenario.
Sólo entonces llegaban las fuerzas de infantería colombianas para hacer
prisioneros, y recoger a los muertos, así como teléfonos celulares,
computadores y discos duros. La CIA también pasó tres años entrenando a los
equipos de apoyo aéreo colombianos en el uso de lasers para guiar
clandestinamente a los pilotos y a las bombas inteligentes guiadas por láser a
sus objetivos.
Casi todas las operaciones dependían en gran medida de las interceptaciones
de señales de la Agencia de Seguridad Nacional, que alimentaban con
inteligencia a las tropas en el terreno o a los pilotos antes y durante una
operación. "Las interceptaciones.... eran un factor que cambiaba el
juego", afirmó Scoggins, del Comando Sur de Estados Unidos.
La naturaleza ininterrumpida del trabajo de la NSA fue recogido en un
cable secreto del Departamento de Estado publicado por Wikileaks. En la
primavera de 2009, el objetivo era el traficante de droga Daniel Rendón
Herrera, conocido como Don Mario, entonces el hombre más buscado de Colombia y
responsable de 3.000 asesinatos en 18 meses.
"Durante siete días, utilizando inteligencia humana y de
señales", activos de la NSA "trabajaron día y noche" para
reposicionar a 250 comandos aerotransportados entrenados y equipados por
Estados Unidos cerca de Herrera mientras intentaba escapar, según un cable de
abril de 2009 y un alto representante del Gobierno que confirmaron el rol de la
NSA en la misión.
La CIA también entrenó a los interrogadores colombianos para preguntar
con mayor efectividad a miles de desertores de las FARC, sin el uso de las
técnicas "mejoradas de interrogatorio" aprobadas para al-Qaeda y
luego rechazadas como abusivas por el Congreso. La agencia creó asimismo bases
de datos para hacer seguimiento de informes de forma que se pudieran hacer
búsquedas y referencias cruzadas para construir una imagen más completa de la
organización.
El gobierno colombiano pagaba a los desertores y les permitía
reintegrarse a la sociedad civil. Algunos, a cambio, ofrecieron valiosa
información sobre la cadena de mando de las FARC, rutas de viaje estándar,
campamentos, línea de suministros, fuentes de droga y dinero. Ayudaron a dar
sentido a las interceptaciones de voz de la NSA, que habitualmente utilizaban
palabras clave. Los desertores también se utilizaron en ocasiones para
infiltrar los campamentos de las FARC sembrando aparatos de escucha o balizas
que emitían una coordenada GPS para las bombas inteligentes.
"Aprendimos de la CIA", afirmó un alto oficial de la seguridad
nacional colombiana sobre el programa de informes. "Anteriormente no le
prestábamos mucha atención a los detalles".
Ecuador y los rehenes no olvidados
En febrero de 2008, el equipo estadounidense-colombiano consiguió su
primer avistamiento de los tres rehenes estadounidenses. Tras una espera de
cinco años, la reacción fue rápida en el cuartel general del Comando de
Operaciones Especiales de Estados Unidos en Tampa, que empezó a enviar comandos
del JSOC, declaró un alto oficial de Estados Unidos que se encontraba en
Colombia cuando arribaron.
El equipo del JSOC estaba encabezado por un comandante del Equipo Seis
de las fuerzas de operaciones especiales de la Marina. Pequeñas unidades
establecieron tres áreas de operaciones cerca de los rehenes y llevaron a cabo
reconocimiento de largo alcance, afirmó el alto oficial. La NSA aumentó su
vigilancia. Todos los ojos estaban puestos en la remota localización de la
selva. Pero al tiempo que las preparaciones preliminares se desarrollaban, las
operaciones se calentaban en otro lugar.
Justo al otro lado del río Putumayo, una milla dentro de Ecuador, la
inteligencia estadounidense y un informante colombiano confirmaron el escondite
de Luis Edgar Devia Silva, también conocido como Raúl Reyes y considerado el
número 2 en el secretariado de las FARC integrado por siete miembros.
Era un descubrimiento delicado para Colombia y Estados Unidos. Llevar a
cabo un ataque aéreo significaba que un piloto colombiano a bordo de un avión
colombiano impactara el campamento utilizando una bomba fabricada en Estados
Unidos con un cerebro controlado por la CIA.
El coronel de la Fuerza Aérea tenía un sucinto mensaje para el
comandante de operaciones aéreas colombiano a cargo de la misión. "Le
dije: Mira, todos sabemos dónde está este tipo. Simplemente no la jodas".
Los abogados de seguridad nacional de Estados Unidos vieron la operación
como un acto de defensa propia. A raíz del 11-S habían elaborado una nueva
interpretación del uso de la fuerza permisible contra actores no estatales como
al-Qaeda y las FARC. Era así: Si un grupo terrorista era controlado desde un
país que no podía o no quería detenerlo, entonces el país atacado -en este
caso, Colombia- tenía el derecho de defenderse utilizando la fuerza, incluso si
eso suponía adentrarse en otro país soberano.
Esta era la justificación legal para los ataques con drones de la CIA y
otras operaciones letales en Pakistán, Yemen, Somalia y mucho después, para el
asalto en Pakistán que mató a Osama bin Laden.
De esta forma, minutos después de la medianoche del 1 de marzo, tres
Dragonflys A-37 despegaron de Colombia, seguidos por cinco Super Tucanos. El
sistema de guiado de las bombas inteligentes se activó una vez que los aviones
alcanzaron el radio de tres millas de la localización de Reyes.
Como se les había ordenado, los pilotos colombianos permanecieron en el
espacio aéreo colombiano. Las bombas impactaron donde se había programado,
destruyendo el campamento y matando a Reyes, quien, de acuerdo a los informes
de los noticieros colombianos, estaba durmiendo en pijama.
Las fuerzas colombianas se apresuraron a cruzar la frontera y se
adentraron en Ecuador para recolectar los restos de Reyes y se alzaron asimismo
con un gran tesoro oculto de equipos informáticos que resultó ser el más
valioso descubrimiento de inteligencia de las FARC obtenido nunca.
El bombardeo desencadenó una seria crisis diplomática. El líder
venezolano Hugo Chávez llamó a Colombia "estado terrorista" y
desplazó tropas a la frontera, igual que hizo Ecuador. Nicaragua rompió
relaciones. Uribe, bajo presión, se disculpó ante Ecuador.
La disculpa, si bien calmó las relaciones en América Latina, enfadó al
pequeño círculo de oficiales estadounidenses que conocían la historia detrás,
uno de ellos dijo: "Recuerdo haber pensado: no puedo creer que estén
diciendo esto", afirmó. "Para ellos era una locura renunciar a una
importante argumentación legal".
Pero la conmoción no dañó los profundos lazos entre Estados Unidos y las
fuerzas colombianas ni desalentó la misión para rescatar a los rehenes. De
hecho, el número de tropas JSOC continuó aumentando hasta llegar a más de
1.000, afirmó un alto funcionario en Colombia en aquel entonces. Los
funcionarios pensaron que con seguridad serían avistados, pero no lo fueron. Un
ejercicio militar conjunto de Estados Unidos y Colombia proporcionó la
cobertura suficiente cuando el Comité Internacional de la Cruz Roja apareció en
bases aisladas y tropezó con unos estadounidenses corpulentos, afirmaron dos
funcionarios de Estados Unidos.
Después de seis semanas esperando encontrar a los rehenes, casi todas
las tropas del JSOC abandonaron el país para ir a misiones en otros lugares.
Una unidad permaneció. El 2 de julio de 2008, tuvo el papel poco habitual de
suplente en la dramática y bien documentada Operación Jaque, en la que fuerzas
colombianas haciéndose pasar por miembros de un grupo humanitario engañaron a
las FARC para que entregaran a los tres rehenes de Estados Unidos y otros 12
sin disparar un tiro. El equipo del JSOC y una flota de aeronaves de Estados
Unidos estaban posicionados como Plan B, en caso de que la operación colombiana
saliera mal. Santos continua la guerra de bombas inteligentes.
Como señal de confianza, a comienzo de 2010 el Gobierno estadounidense
dio a Colombia el control sobre la clave de encriptación GPS. No había habido
informes de mal uso, fallos o daño colateral de las bombas inteligentes. La
transferencia fue precedida por rápidas negociaciones sobre las normas de
compromiso para el uso de bombas inteligentes. Entre las normas figura que
solamente se lanzarían contra campamentos aislados en la selva.
El presidente Santos, que fue ministro de Defensa bajo Uribe, ha
aumentado enormemente el ritmo de las operaciones contra las FARC. Se han
asesinado casi tres veces más dirigentes de las FARC -47 frente a 16- bajo
Santos que bajo Uribe. Entrevistas y análisis de páginas web gubernamentales e
informes de prensa muestran que al menos 23 de los ataques bajo el Gobierno de
Santos fueron operaciones aéreas. Las bombas inteligentes se usaron solamente
contra los más importantes líderes de las FARC, afirmaron funcionarios
colombianos en respuesta a las preguntas. En los demás casos se utilizaron
bombas de gravedad.
Colombia continúa mejorando sus capacidades aéreas. En 2013, la fuerza
aérea mejoró su flota de bombardeos a reacción Kfir, de fabricación israelí,
equipándolos con bombas guiadas por laser Griffin de fabricación israelí. También
ha montado bombas inteligentes en algunos de sus Super Tucanos.
Habiendo diezmado a la máxima dirigencia de las FARC entre los
comandantes del frente, el ejército, con la ayuda continuada de la CIA y otras
agencias de inteligencia, parece que se abre camino entre los rangos de nivel
medio, incluyendo a los comandantes de compañía móvil, los cuadros más curtidos
en combate y con más experiencia que quedan. Según funcionarios colombianos, un
tercio de estos últimos han sido muertos o capturados.
La administración Santos también ha apuntado a las redes de suministro
financiero y de armas que apoyan a las FARC. Algunos críticos piensan que el
Gobierno ha estado demasiado concentrado en matar a los dirigentes y no lo
suficiente en usar al ejército y la policía para ocupar y controlar el
territorio rebelde.
Matar a un individuo nunca ha sido la medida del éxito en la guerra,
dicen los expertos en contrainsurgencia. Lo que importa es el caos y la
disfunción que causa en la organización matar a la dirigencia. Las operaciones
aéreas contra la dirigencia de las FARC "han puesto la organización patas
arriba", afirma un funcionario del Pentágono que ha estudiado la historia
estadounidense clasificada de la guerra en Colombia.
Algunos han huido a Venezuela. Un miembro del secretariado se esconde
intermitentemente en Ecuador, según altos funcionarios de Colombia, lo que
rompe el importante lazo psicológico con las tropas en el terreno y dificulta
el reclutamiento.
Por el temor de ser localizados y bombardeados, las unidades ya no
duermen dos días seguidos en el mismo lugar, por lo que los campamentos deben
esparcirse más. "Saben que el Gobierno tiene ahora tanta información sobre
ellos e inteligencia en tiempo real", declaró Germán Espejo, consejero de
seguridad y defensa de la Embajada colombiana. Preocupados por los espías en
sus filas, son comunes las ejecuciones.
Las FARC todavía lanzan ataques -un coche bomba en una estación de
policía rural el 7 de diciembre mató a seis oficiales de policía y dos civiles-
pero ya no viajan en grupos grandes, y esto limita a la mayoría de las unidades
a menos de 20. Ya no son capaces de lanzar asaltos a gran escala, el grupo ha
tenido que volver a tácticas de golpear y correr, utilizando francotiradores y
explosivos.
El desgaste de 50 años de vida errante en la selva ha pasado cuentas en
el equipo negociador de las FARC, también. Aquellos que han vivido en el exilio
parecen más dispuestos a continuar la lucha que aquellos que han estado
combatiendo, afirman funcionarios colombianos. Las negociaciones, afirmó Santos
en la entrevista, son resultado de la exitosa campaña militar, "la guinda
en el pastel".
El 15 de diciembre las FARC declararon que comenzarían un cese al fuego
unilateral de 30 días como señal de buena voluntad durante las fiestas. La
administración Santos despreció el gesto y prometió continuar su campaña
militar. Más tarde ese mismo día, las fuerzas de seguridad mataron a un
guerrillero de las FARC implicado en un ataque con bomba contra un ex ministro.
Tres días después, el Ejército mató a otros cinco.
Elyssa Pachico y Julie Tate contribuyeron a este
reportaje. Traducido del inglés para Rebelión por P.R.
Dana Priest
Tomado de Rebelión
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