El
pasado viernes, Rusia acusó a la Unión Europea de adoptar “posiciones
nada constructivas” en relación a la crisis de Ucrania después de que
esta última decidiera congelar las conversaciones sobre la eliminación
de visados a los ciudadanos rusos y sobre un nuevo acuerdo que iba a
regular los vínculos económicos entre Moscú y Bruselas.
“Rusia no aceptará el lenguaje de las sanciones y las amenazas y responderá si son impuestas”, dijo el Ministerio de Exteriores ruso en una declaración, comentando los acuerdos alcanzados en una reunión de emergencia de la UE el jueves.
La cumbre de la UE hizo un llamamiento para la retirada de las fuerzas rusas de Crimea y mostró su apoyo al inicio de conversaciones entre Moscú y Kiev en medio de fuertes tensiones dentro de Ucrania entre la población rusoparlante y las nuevas autoridades salidas de un golpe de estado en Kiev.
Durante la reunión, la UE aprobó dos medidas de carácter menor contra Rusia. La primera fue la suspensión de las conversaciones sobre visados, que iban dirigidas a permitir a los ciudadanos rusos viajar por Europa sin necesidad de los mismos.
La segunda medida aprobada contra Rusia fue la suspensión de las negociaciones sobre el nuevo pacto que reemplazará previsiblemente al Acuerdo de Asociación y Cooperación entre Rusia y la UE firmado en 1997. Este nuevo pacto está dirigido a reforzar la cooperación en el terreno económico, comercial, de inversiones, energético y de investigación.
Lo más relevante, sin embargo, del encuentro fue la no aprobación de sanciones económicas.
La causa de ello es que la UE ha decidido que las sanciones serían muy costosas y contraproducentes. La economía de la UE depende enormemente de Rusia, que es el tercer socio comercial del bloque. Los países de la Unión representan el primer inversor extranjero en Rusia.
Esta dependencia es particularmente aguda en lo que se refiere al sector energético y concretamente al gas natural. La única alternativa viable al gas ruso sería el iraní, pero esta posibilidad parece remota debido a la subordinación de los gobiernos europeos a los dictados de EEUU. La alternativa de Noruega, que algunos han mencionado, llevaría a un enorme incremento de los precios para los países europeos.
Los países más dispuestos a la aprobación de sanciones son los situados más al Este, como Polonia o los países bálticos. Sin embargo, esta postura no es compartida por los grandes socios de la UE.
Alemania, por ejemplo, importa más de un tercio de su gas natural y su petróleo de Rusia. El coordinador del gobierno alemán para las relaciones con Moscú, Gernot Erler, ha advertido, en este contexto, contra la imposición de sanciones “en este momento”, según Der Spiegel. El ministro de Financias de Austria, Michael Spindelegger, ha señalado también que en la crisis de Ucrania el enfoque no debe ir dirigido a la imposición de sanciones.
El Reino Unido, por su parte, ha anunciado medidas prohibiciones de entrada en el país a algunos responsables rusos y de Crimea, pero no parece dispuesto a aprobar sanciones económicas tampoco porque ellas afectarían al estatus financiero de Londres y a contratos sustanciales. En Londres viven numerosos rusos ricos y existen sustanciales inversiones rusas en el país.
Si el conflicto escalara, Rusia podría interrumpir los suministros energéticos a la UE y esta posibilidad asusta a los líderes europeos porque supondría un golpe duro a sus maltrechas economías. Por otro lado, un conflicto político y económico con Rusia tendría también serias repercusiones negativas para Europa a largo plazo ya que llevaría a Rusia a potenciar sus relaciones con sus socios asiáticos, como China, India o los países de la ASEAN, que no plantean ningún problema de sanciones.
Washington está también interesado en el debate europeo sobre las sanciones a Rusia porque sabe que EEUU, por sí mismo, es incapaz de ejercer suficiente presión sobre Moscú. Este país ni siquiera está entre los 10 socios comerciales más importantes de Rusia. En este sentido, EEUU necesita a Europa si quiere ejercer una presión sustancial sobre Moscú.
“Rusia no aceptará el lenguaje de las sanciones y las amenazas y responderá si son impuestas”, dijo el Ministerio de Exteriores ruso en una declaración, comentando los acuerdos alcanzados en una reunión de emergencia de la UE el jueves.
La cumbre de la UE hizo un llamamiento para la retirada de las fuerzas rusas de Crimea y mostró su apoyo al inicio de conversaciones entre Moscú y Kiev en medio de fuertes tensiones dentro de Ucrania entre la población rusoparlante y las nuevas autoridades salidas de un golpe de estado en Kiev.
Durante la reunión, la UE aprobó dos medidas de carácter menor contra Rusia. La primera fue la suspensión de las conversaciones sobre visados, que iban dirigidas a permitir a los ciudadanos rusos viajar por Europa sin necesidad de los mismos.
La segunda medida aprobada contra Rusia fue la suspensión de las negociaciones sobre el nuevo pacto que reemplazará previsiblemente al Acuerdo de Asociación y Cooperación entre Rusia y la UE firmado en 1997. Este nuevo pacto está dirigido a reforzar la cooperación en el terreno económico, comercial, de inversiones, energético y de investigación.
Lo más relevante, sin embargo, del encuentro fue la no aprobación de sanciones económicas.
La causa de ello es que la UE ha decidido que las sanciones serían muy costosas y contraproducentes. La economía de la UE depende enormemente de Rusia, que es el tercer socio comercial del bloque. Los países de la Unión representan el primer inversor extranjero en Rusia.
Esta dependencia es particularmente aguda en lo que se refiere al sector energético y concretamente al gas natural. La única alternativa viable al gas ruso sería el iraní, pero esta posibilidad parece remota debido a la subordinación de los gobiernos europeos a los dictados de EEUU. La alternativa de Noruega, que algunos han mencionado, llevaría a un enorme incremento de los precios para los países europeos.
Los países más dispuestos a la aprobación de sanciones son los situados más al Este, como Polonia o los países bálticos. Sin embargo, esta postura no es compartida por los grandes socios de la UE.
Alemania, por ejemplo, importa más de un tercio de su gas natural y su petróleo de Rusia. El coordinador del gobierno alemán para las relaciones con Moscú, Gernot Erler, ha advertido, en este contexto, contra la imposición de sanciones “en este momento”, según Der Spiegel. El ministro de Financias de Austria, Michael Spindelegger, ha señalado también que en la crisis de Ucrania el enfoque no debe ir dirigido a la imposición de sanciones.
El Reino Unido, por su parte, ha anunciado medidas prohibiciones de entrada en el país a algunos responsables rusos y de Crimea, pero no parece dispuesto a aprobar sanciones económicas tampoco porque ellas afectarían al estatus financiero de Londres y a contratos sustanciales. En Londres viven numerosos rusos ricos y existen sustanciales inversiones rusas en el país.
Si el conflicto escalara, Rusia podría interrumpir los suministros energéticos a la UE y esta posibilidad asusta a los líderes europeos porque supondría un golpe duro a sus maltrechas economías. Por otro lado, un conflicto político y económico con Rusia tendría también serias repercusiones negativas para Europa a largo plazo ya que llevaría a Rusia a potenciar sus relaciones con sus socios asiáticos, como China, India o los países de la ASEAN, que no plantean ningún problema de sanciones.
Washington está también interesado en el debate europeo sobre las sanciones a Rusia porque sabe que EEUU, por sí mismo, es incapaz de ejercer suficiente presión sobre Moscú. Este país ni siquiera está entre los 10 socios comerciales más importantes de Rusia. En este sentido, EEUU necesita a Europa si quiere ejercer una presión sustancial sobre Moscú.
Diana Rojas
Tomado de http://www.almanar.com.lb
No hay comentarios:
Publicar un comentario