El hermano de uno de los asesinados en el barco Sierra Aránzazu
continúa reivindicando 50 años después que el episodio histórico
sufrido por el mercante vasco a 70 millas de Cuba “se silenció y se ha
olvidado” y va más allá en su denuncia: “¡Y peor, se ha tergiversado!”.
Pero, ¿qué ocurrió aquel 13 de septiembre de 1964 en el enclave centroamericano hace precisos 50 años? El buque Sierra Aránzazu
era un mercante de la compañía vasca Marítimia del Norte que
transportaba con destino La Habana material general, sobre todo
alimentos. El gobierno de Estados Unidos ya aplicaba al la isla
antillana el aún existente bloqueo económico. Sin embargo, a las 13.00 horas de aquel mediodía, un avión de la Navy estadounidense sobrevoló el buque.
A las 19.50, una lancha con desconocidos se acercó al barco y confirmó alumbrando el nombre del flotante que era el Sierra Aránzazu.
Pasados diez minutos, dos lanchas, una a babor y otra a estribor,
ametrallaron el navío. Tanto disparo acabó con la vida -no en el
momento- de tres tripulantes: el capitán Pedro Ibargurengoitia, natural
de Plentzia; el segundo de puente Francisco Javier Cabeldo, de Vigo, y
el tercer maquinista, José Vaquero Iglesias.
El ataque acabó en tragedia al impactar tiros y cañonazos
contra el casco y el puente del buque. Desmembraron la chimenea y
originaron un incendio, así como hirieron a parte de la tripulación. A
tres de muerte. En los primeros momentos, sus tripulantes trataron de
quitar agua haciendo uso de zapatos y platos. No fue suficiente y los
heridos leves arriaron un bote salvavidas al que subió una veintena de
hombres. Los dos marineros más graves murieron desangrados en aquella
barquichuela agujereada a la deriva. Entre ellos, el hermano de Julio
Vaquero, José, de 23 años, con un impacto de bala que le perforó el
abdomen.
El capitán vizcaino Junto
a él, también falleció asesinado Pedro Ibargurengoitia, el capitán
vizcaino, herido “por una bala explosiva”, mantiene Julio. Francisco
Javier Cabello, el segundo oficial por su parte, también resultó herido
de gravedad y perdió la vida horas más tarde de ser rescatados por un
barco de bandera holandesa. “Mi hermano falleció en el bote salvavidas”,
lamenta Julio.
La mala noticia tardó en llegar a las familias de los
asesinados “tres o cuatro días”. El leonés rememora que la repatriación
de los tripulantes se llevó a cabo en dos tandas. El primero, fue en un
avión que trasladó a aquellos no heridos de gravedad. Aconteció el 17 de
septiembre. Y el 19, aterrizaron en Barajas, los que habían sido
heridos con más gravedad, “tratados en Puerto Rico, y con los ataúdes de
los tres asesinados”, entre ellos el capitán vasco. “Pedro
Ibargurengoitia se mantuvo aún herido de muerte, dando órdenes hasta el
final. Fue una gran persona y un buen marino”, valora
José Vaquero encontró la inesperada muerte a los 23 años. “Mi
hermano era un hombre muy inteligente, un estudiante espléndido que
había hecho Marina y se preparaba para dejar el Sierra Aránzazu y continuar sus estudios, en esta ocasión de Medicina”, explica Julio, historiador y catedrático.
Mentiras desmontadas Con
el tiempo, el MRR asumió la autoría del embate, no sin antes argumentar
“con mentiras desmontadas por nosotros” que no acertaron el objetivo:
no iban a por el Sierra Aránzazu, sino a por el Sierra Maestra,
buque referente de la flota cubana, cinco veces mayor que el mercante
vasco. Trataron de justificar que anochecía y que el nombre Sierra les confundió. Sin embargo, el Sierra Maestra -“como bien sabían los estadounidenses”- había atravesado el canal de Panamá una semana antes con destino China.
La familia Vaquero llegó a investigar documentos
desclasificados de la CIA que detallan que el sistema de comunicaciones
de las lanchas del MRR había sido facilitado. Este legajo, como
curiosidad, contiene también la documentación sobre el asesinato de John
Fitgerald Kennedy, presidente de EE.UU. asesinado el 22 de noviembre de
1963.
“Acabamos hartos de que se mantuvieran las mentiras del Sierra Aránzazu.
Además, lo hacían de forma intencionada. Pero lo desmontamos”, valora
orgulloso y da a conocer que en un documento de la Agencia Central de
Inteligencia quedó para la historia que un miembro cubano del MRR,
informó desde París de que un radiooperador informó de las coordenadas
del Sierra Aránzazu el día de los asesinatos.
Julio concluye: “Durante medio siglo este vandálico acto de
terrorismo de Estado se ha mantenido oculto con la connivencia del
Gobierno español franquista de aquel tiempo tras un espeso e interesado
manto de silencio”.
Tomado de http://www.deia.com
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