Destacamentos del Estado Islámico
localizados en el valle del Yarmuk, a pocos kilómetros de los Altos del Golán.
La noticia, difundida hace apenas unos días por la segunda cadena de televisión
israelí, hizo saltar las alarmas. ¿El Estado Islámicos? ¿Iba a convertirse la
quimera que se había adueñado de la mitad del suelo sirio y el Norte de Irak en
un peligro real para el Estado judío? Aparentemente, disponen de carros de
combate, artillería pesada y… ¡armas químicas!, advierte la inteligencia
militar hebrea, que vigila desde hace meses a los simpatizantes del EI.
La amenaza no llegó a materializarse, pero la alerta subsiste, tornándose en una auténtica pesadilla para los pobladores de los asentamientos judíos de los Altos del Golán. Detalle interesante: hasta los primeros días de septiembre, a la población israelí no le inquietaba sobremanera la presencia del Estado Islámico en la región. Es cierto: las sanguinarias huestes del EI se hallaban en el país vecino. Los asesinatos y la destrucción formaban parte del menú televisivo de los habitantes de Tel Aviv, Haifa o Jerusalén. Pero Siria quedaba lejos, al menos, mentalmente. Lo que sucede más allá de los confines de Israel nada tiene que ver con la seguridad armada que ampara a los más de seis millones de judíos que viven en Tierra Santa. En ese contexto, surgió el dubitativo interrogante: ¿acabar con el Estado Islámico? ¿Para qué?
Fue ésta una de las preguntas que se
plantearon recientemente los politólogos y los estrategas de Tel Aviv, más
preocupados por la amenaza iraní o el peligro que supone la presencia de
Hezbollah en la frontera con el Líbano. De ahí el extraño mensaje lanzado hace
menos de un mes por el afamado estratega Efraim Imbar, director del Centro de
Estudios Estratégicos Begin-Sadat (BESA), entidad que realiza trabajos de
consultoría tanto para el Gobierno israelí como para la OTAN. No hay que acabar
con el EI; la agrupación podría convertirse en un arma eficaz en la lucha
contra Irán, Hezbollah, Siria y Rusia, señala el minucioso informe elaborado
por Imbar. Texto
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