En una rueda de
prensa organizada el pasado jueves por el Departamento de Estado y en la que
participaron varios funcionarios de esa entidad y de la USAID –Kenneth Merten,
Subsecretario Adjunto Principal para Asuntos del Hemisferio Occidental y
Coordinador Especial para Haití; así como Tim Callaghan, jefe de un Equipo de
Asistencia para Respuesta a Desastres (DART) de la USAID– se puso sobre el
tapete un cuestionamiento sobre por qué Cuba no había solicitado ayuda a los
EEUU para resarcir los daños ocasionados por el huracán Irma.
El diplomático Merten
respondió lacónicamente: “Los cubanos típicamente no piden ayuda”, lo que
discrimina a esa nación de cualquier ayuda pues es un requisito formal que la
misma sea solicitada por una nación en cuestión y luego procesada por la Oficina
de Asistencia para Desastres en el Extranjero (OFDA), perteneciente a la USAID.
Lo mismo aseveró Callaghan.
Aunque es cierto que
Cuba necesita de acciones y contribuciones solidarias desde el exterior, nunca
aceptará la ayuda de una organización como la USAID que ha sido actora
principal en los planes desestabilizadores contra su gobernabilidad. Millones
de USD ha desembolsado esta agencia para dañarnos y, a pesar de las
necesidades, los principios mandan.
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