Trump y Carlos Trujillo |
Uno de los urgentes
asuntos que ha de resolver la administración Trump y su secretario de Estado,
Mike Pompeo, en medio de la crisis que atraviesa su política fallida hacia
Cuba, Venezuela y Nicaragua, es la elección del sucesor de Kimberly Breier como
el próximo subsecretario de Estado para
Asuntos del Hemisferio Occidental. Dos nombres han aparecido en los medios
políticos como posibles sucesores de la Breier: el actual embajador USA ante la
OEA, Carlos Trujillo, y un viejo diplomático de larga data nombrado Michael
Kozak, actual miembro de la Oficina de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo
de ese Departamento de Estado, así como experimentado promotor de la guerra
sucia contra naciones progresistas en América Latina y otras regiones.
Estas dos apuestas
responden a presiones por parte de Marco Rubio en el caso de Carlos Trujillo y
de la vieja camada de reaccionados vinculados a Bolton, Roger Noriega, Otto
Reich, en el caso de Kozak. En realidad estas apuestas responden a las propias
contradicciones que existen entre los círculos de poder en Estados Unidos,
particularmente con respecto a la conducción de la política exterior en nuestra
región.
Trujillo tiene un
corto historial en cuanto a política exterior y una corta trayectoria en
política, la cual inició en noviembre de 2010 al ser electo entonces como republicano a la Cámara de Representantes
de Florida y manteniéndose como tal hasta que brindó su abierto apoyo a Trump
en la Convención Nacional Republicana de 2016. Esto le valió, además del empuje
de Marco Rubio y la derecha republicana, a que fuera nominado por el actual
mandatario como embajador de EEUU ante la OEA, siendo confirmado por el Senado
el 22 de marzo de 2018. Desde su actual cargo ha tratado vanamente de hacer
efectiva la guerra sucia contra Venezuela, Cuba y Nicaragua.
La historia de Michael
G. (Mike) Kozak es más amplia y se cataloga como un experto en soluciones nada
claras a los conflictos en los que se entromete su país. Además de los cargos
que ha ocupado en el Departamento de Estado, fue jefe de la entonces SINA en La
Habana entre los años 1996 al 1999 y embajador en Bielorrusia entre 2000 y 2003.
No obstante, desde diferentes posiciones diplomáticas siempre ha sido, desde la
década de los 80, un enemigo jurado y manipulador en asuntos anticubanos y latinoamericanos,
llegando a ocupar el cargo de subsecretario adjunto principal de estado en la
Oficina de Asuntos Interamericanos entre 1988 y 1991.
En un artículo
escrito por mí en junio de 2004 y titulado “La
cosa no está fácil para Kozak“, caracterizo
a este siniestro personaje y sus conspiraciones para propiciar un cambio en
Cuba a través de la entonces Comisión de Ayuda para una Cuba Libre (CAFC).
Su paso por la
diplomacia yanqui se centró en el tema de la manipulación del controvertido
asunto de los derechos humanos y en articular políticas de injerencismo y
golpes blandos en otras naciones, desde sus cargos como director principal del
personal del Consejo de Seguridad Nacional (2005-2009) y como asesor principal
del Subsecretario de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo (2009 y 2017).
Desde septiembre de 2017 ha ocupado el cargo de Oficial Superior de la Oficina
de Democracia, Derechos Humanos y Trabajo del Departamento de Estado.
Sea cual sea la
escogencia por parte de Estados Unidos para ocupar este papel injerencista, se
augura para el nuevo rufián y para el viejo zorro un estrepitoso fracaso. Hasta
el momento –y todo apunta a que no cambien las cosas– los procesos
revolucionarios en Cuba, Venezuela y Nicaragua permanecerán resistiendo todas
las asonadas imperialistas.
OVACIÓN
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