Ya antes del revés en Londres, un centenar de republicanos de la
Cámara de Representantes, encabezados por su presidente, John Boehner,
junto a unos veinte demócratas, dirigieron una carta a Obama exigiéndole
que consulte al legislativo antes de ordenar lo que parece ser la
inminente represalia contra el gobierno sirio por el supuesto uso de
armas químicas.
Si bien es cierto que en Estados Unidos no es fácil encontrar
simpatizantes del presidente Bashar al Asad, no por eso los congresistas
parecen estar dispuestos a permitir que el país se meta en una nueva
aventura militar, por limitada que Obama prometa que vaya a ser, sin un
debate sobre las razones y, sobre todo, los planes.
Además, el recuerdo de las ahora impopulares guerras en Afganistán e
Irak -está última promovida por los republicanos- les da una oportunidad
de congraciarse circunstancialmente con la opinión pública, siguiendo
el pulso político que han mantenido con la Casa Blanca de Obama.
Aunque es poco probable que en Washington pase lo que pasó en
Londres, el que ese pulso trascienda lo doméstico y se meta en terrenos
de tradicionales consensos, como lo internacional, es algo notable.
Participar o consultar
La Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, está en
permanente enfrentamiento con la Casa Blanca por temas como salud
pública, inmigración o control de armas.
Hasta ahora los puntos de la política internacional y el manejo de
las fuerzas armadas habían quedado más allá de esas fricciones, aunque
el caso sirio parece indicar que en ese terreno también habrá
diferencias.
Lo que exigen Boehner y los suyos es conocer los argumentos en los
que se basa el presidente para justificar acciones de fuerza en Siria,
la manera como la seguridad nacional se ve comprometida y sobre todo,
cuál es la estrategia de salida.
Funcionarios del más alto rango del Departamento de Estado, de
Defensa y de Seguridad Doméstica han estado informando a los integrantes
de los comités de defensa e inteligencia sobre esos argumentos.
Hasta ahora se trata de una participación, no una consulta vinculante
que es lo que quisieran muchos: un voto que autorice al presidente el
uso de la fuerza militar en cumplimiento de lo establecido en la
Constitución.
En realidad, la cautela congresional opositora podría tener más que
ver con esos cálculos de política doméstica que con preocupaciones por
la legalidad internacional o incluso las inclinaciones de la opinión
pública nacional.
Acción limitada
Parece lógico que los congresistas, en tanto representantes de la
ciudadanía, exijan que el país sepa en qué se está metiendo Washington.
Una encuesta de la firma Ipsos, publicada por la agencia Reuters,
señalan que sólo el 25% de los estadounidenses aprobaría una
intervención militar en Siria, en caso de que se demostrara que se
usaron armas químicas.
Para disipar temores de muchos ciudadanos de que las fuerzas
estadounidenses estén por involucrarse en otro conflicto de largo
aliento, el presidente Obama explicó en una entrevista con la televisora
pública PBS que lo que quiere es enviar “una llamada de atención” al
gobierno sirio para que no vuelva a usar armas químicas.
Contrario a las intervenciones en Afganistán o Irak, no se trata de
sacar del poder a Bashar al Asad, sino de dejar claro que esa “raya
roja” que Obama decretó al comienzo del conflicto interno sirio no debe
cruzarse.
Las declaraciones del presidente estadounidense dejaron a muchos
preguntándose qué es lo que se busca con un ataque contra Siria, porque
si el gobierno seguirá siendo el mismo y el objetivo no es ayudar a la
oposición armada (como se hizo en Libia) una serie de bombardeos aéreos
no necesariamente alterará el balance del conflicto.
Ironías políticas
Al insistir en que está seguro de que la semana pasada hubo un ataque
químico en Damasco y que el responsable es el gobierno, la Casa Blanca
se puso así misma en la disyuntiva de tener que respaldar con hechos sus
palabras de amenaza.
Después de varios días de ánimos inflados y de reclutar aliados
–Reino Unido, hasta este jueves el más entusiasta de todos- Obama
quedaría mal parado dentro y fuera del país si decidiera no hacer nada
para “castigar” a Al Asad.
Los republicanos han fustigado al presidente por no haberse
involucrado más en la crisis siria desde que empezó hace 29 meses,
aunque reconocen que entre los contrarios al Al Asad hay grupos que no
simpatizan con la política estadounidense en el Medio Oriente, a quienes
ellos no quisieran ayudar a controlar el poder.
Resulta irónico que el llamado Viejo Gran Partido esté beneficiándose
ahora del escepticismo que ayudaron a crear cuando en 2003 el gobierno
de George W. Bush decidió invadir Irak con “pruebas” que al final no
resultaron tales.
La sospecha que desde ese entonces quedó en buena parte de la
ciudadanía sobre la infalibilidad y manipulación de los datos de
inteligencia permiten hoy que algunos presionen a la Casa Blanca para
presentarla como mal informada o en el mejor de los casos indecisa.
Poderes militares
- La Constitución y la llamada Resolución de Poderes Militares –que a pesar de su nombre tienen rango de ley de Estados Unidos.- establece que el Congreso debe autorizar el uso de la fuerza militar.
- Solo en casos de ataques contra el país o sus fuerzas militares, el poder ejecutivo tiene hasta 60 días para optar por una respuesta armada antes de buscar la aprobación del legislativo.
- Algunos expertos dicen que en el pasado se ha interpretado erradamente esa provisión –Sección 2C-, para realizar operaciones como las que hizo EE.UU. con la OTAN en Kosovo en 1998 o más recientemente en Libia, en 2011.
- Además, varios presidentes han cuestionado la constitucionalidad de algunos aspectos de la Resolución, aunque no han presentado un caso en su contra ante la Corte Suprema, única instancia que podría anularla. Así que sus objeciones son solo una opinión.
Tomado de http://www.animalpolitico.com
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