El venidero 4 de
marzo se cumplen 57 años del criminal sabotaje al vapor francés La Coubre, y el
mismo sigue siendo aún un misterio, no porque no se conozcan las causas que la
provocaron y quiénes tuvieron que ver en el criminal hecho, específicamente
elementos organizados y dirigidos por la Central de Inteligencia de los Estados
Unidos de América, sino por el sospechoso comportamiento de las
autoridades norteamericanas de negarse a desclasificar la información que posee
sobre el mismo. Ese mutismo oficial se ha mantenido durante casi cinco décadas,
junto a una reticencia férrea a desclasificar las informaciones
relacionadas con el caso, tal como pudo comprobarse apenas hace unos días,
cuando los propios Archivos Nacionales de Seguridad pertenecientes a la
Universidad George Washington, reconocieron la imposibilidad de acceder a
información federal al respecto.
Tal como ocurriría
con el brutal atentado a una aeronave de Cubana de Aviación, acaecido el 6 de
octubre de 1976, la administración norteamericana de turno y las
subsiguientes, trataron de camuflar la verdad comprometedora. Informes
amarillentos y envejecidos por el tiempo descansan en alguna oficina de la CIA,
bajo la tutela permanente de sus oficiales y directores. Sin embargo,
estudiosos y expertos en el tema del terrorismo han logrado armar sólidas
hipótesis que señalan con dedo acusador a la Agencia y a sus empleados
contrarrevolucionarios de origen cubano radicados en esa nación. Gracias a
ello, existen hoy varios hechos que levantan suspicacias sobre el rol de
Estados Unidos y sus agencias en el sabotaje.
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