Llega un nuevo abril a nosotros y con él se rememora, obligatoriamente, a
aquellos que la mano asesina de la CIA y la contrarrevolución arrancaron
salvajemente de nuestro lado. Obreros como Rigoberto Sierra; decenas de gentes
sencillas muertos en Girón y en los ataques precedentes como Eduardo García
Delgado; la inolvidable Fe del Valle, asesinada en el sabotaje a la tienda “El
Encanto”; nuestros funcionarios como Sergio
Pérez del Castillo, asesinado cuando una bomba fue colocada en la oficina
comercial de Cuba en Montreal, Canadá; nuestros diplomáticos Adriana Corcho
Callejas y Efrén Monteagudo Rodríguez, asesinados en Portugal cuando una bomba explotó
en nuestra embajada en ese país; así como el humilde pescador Bienvenido Máuriz
Díaz. No podemos olvidarnos jamás de estos crímenes, pues tenemos memoria y
nuestros muertos aún reclaman justicia.
PASAJES DEL TERRORISMO CONTRA CUBA EN ABRIL
Nuestros muertos aún reclaman justicia
Cuba
conoce abriles tristes desde hace mucho tiempo. Sus enemigos se han ensañado
más de una vez contra ella de manera despiadada y golpeándola en su lado más
sensible: sus propios hijos. Por eso, cuando llega Abril, muchos hogares son
invadidos por esa tristeza que no se nos va del todo y queda allí, como
recuerdo doloroso y llaga incurable. Es la hora del recuento, la hora de
extrañar a aquellos a los que una vez la mano criminal arrancó de nuestro lado
para poblarnos de ausencia y hacernos más firmes todavía, más comprometidos con
nuestro terco peregrinar hacia un futuro mejor.
El terrorismo
promovido por Estados Unidos y la mafia terrorista de Miami comenzó desde el
principio mismo de la Revolución y aún permanece como una amenaza. Más de dos
mil muertos nos ha cobrado, y miles de heridos, en esas últimas cuatro décadas.
Sus victimarios, sin embargo, aún se regodean entre la impunidad y sus propias
vilezas. Son los hijos preferidos de Washington, sus creaciones malévolas que
han usado para tratar de detenernos, para impedir nuestro tránsito hacia una
vida mejor y más plena.
Abril, entonces, viene descarnado y triste para aquellos hogares en los que aún alguna madre llora al hijo asesinado y sin encontrar consuelo para su pena casi milenaria; viene también, apenado, hacia aquellos niños que han crecido esperando ante sus puertas al padre incapaz de volver a consolarlos y ofrecerles la tan necesaria carga de ternura y consejos. Ese ha sido el costo que hemos pagado, sin lugar a dudas, y ese es el fruto del accionar de gente monstruosa y sin escrúpulos.
Abril, entonces, viene descarnado y triste para aquellos hogares en los que aún alguna madre llora al hijo asesinado y sin encontrar consuelo para su pena casi milenaria; viene también, apenado, hacia aquellos niños que han crecido esperando ante sus puertas al padre incapaz de volver a consolarlos y ofrecerles la tan necesaria carga de ternura y consejos. Ese ha sido el costo que hemos pagado, sin lugar a dudas, y ese es el fruto del accionar de gente monstruosa y sin escrúpulos.
Bien temprano, pues,
nuestro pueblo comenzó a padecer el odio de sus enemigos. En abril de 1961 fue
asesinado el obrero Rigoberto Sierra, cuando manos criminales al servicio de la
CIA y de la contrarrevolución produjeron un sabotaje en el local de la revista
Verde Olivo. Un hogar cubano sufrió entonces honda pena y luto. Sus victimarios
clamaron de júbilo ante el bestial hecho.
Poco después se recrudecieron las acciones terroristas. Era la antesala de la próxima invasión de Playa Girón. Vuelos de aviones piratas, sabotajes a la conductora central de la Cuenca Sur, continuadas provocaciones en la Base Naval de Guantánamo, anunciaban que algo malo estaba por venir. El pueblo, sin embargo, no se amilanó y se preparó para defenderse. Dentro de este contexto, y como preludio de la agresión, sobrevino el criminal sabotaje a la tienda por Departamentos "El Encanto".
Poco después se recrudecieron las acciones terroristas. Era la antesala de la próxima invasión de Playa Girón. Vuelos de aviones piratas, sabotajes a la conductora central de la Cuenca Sur, continuadas provocaciones en la Base Naval de Guantánamo, anunciaban que algo malo estaba por venir. El pueblo, sin embargo, no se amilanó y se preparó para defenderse. Dentro de este contexto, y como preludio de la agresión, sobrevino el criminal sabotaje a la tienda por Departamentos "El Encanto".
Fe era toda fe en la Revolución.
Esta criminal acción
se produjo a partir de la 7 de la noche del 13 de abril de 1961, iniciándose
presumiblemente en el segundo piso del edificio, en el área de sastrería. Un
rato después, a las 7.45 p.m., ya las llamas devoraban al inmueble en su
totalidad. A pesar del esfuerzo inicial de los cuarenta trabajadores y siete milicianos
que se encontraban en el lugar, las llamas consumieron implacablemente a toda
la edificación.
Cuando eran evacuados
los trabajadores y demás personas ante el peligro del incontrolable incendio,
cuyas columnas de humo se contemplaban desde varias cuadras, una de las
trabajadoras de la tienda regresó al lugar del siniestro. Era Fe del Valle,
jefa del departamento de niños, ubicado en el cuarto piso. ¿Qué la hizo
regresar y enfrentarse a una muerte segura? Para entenderlo, hay que conocer la
breve historia de esta valerosa mujer.
Fe había nacido el 9
de agosto de 1917, en la ciudad de Remedios, antigua provincia de Las Villas,
en el seno de una familia de no amplios recursos económicos. Luego de
trasladarse a la Habana, en unión de su familia, decidió trabajar
tempranamente, a partir de los quince años de edad, en la tienda "Fin de
Siglo". Luego se trasladó, en 1939, a la tienda "El Encanto",
donde permanecería hasta el momento de su muerte. Allí se destacó por su
defensa a los derechos de los empleados, por su apoyo a la lucha por
sindicalizarlos y, sobre todo, por su simpatía con los revolucionarios que
combatían a la dictadura de Batista.
Al triunfo de la
Revolución en enero de 1959, Fe volcó todo su entusiasmo y energías en apoyarla
incondicionalmente. Se hizo miliciana y se incorporó a los Comités de Defensa
de la Revolución. Aún se le recuerda recolectando fondos para comprar las armas
necesarias para que Cuba pudiera defenderse de próximas y peligrosas
agresiones. Aún se le recuerda, también, estimulando la idea de apadrinar una
lejana y humilde escuelita situada en Mayarí, Oriente.
Esa mujer toda
sencillez y entusiasmo, acarició la idea de apoyar la creación de los Círculos
Infantiles donde las madres trabajadoras pudieran dejar a sus hijos mientras
laboraban. Ese amor a los niños y a tan noble idea fue lo que la empujó esa
noche a la muerte. Regresó para rescatar los fondos de la recaudación para
construir dichos círculos, los que se hallaban en su taquilla. Las llamas, sin
embargo, le impidieron salir y salvarse.
No tuvo dudas nuestro
pueblo de cuál había sido la mano criminal que segó la vida de Fe del Valle y
destruyó "El Encanto". Poco tiempo después serían capturados los
involucrados en este criminal sabotaje.
El principal
encartado, Reynold González, cabecilla de la organización terrorista Movimiento
Revolucionario del Pueblo y agente de la CIA, fue detenido el 11 de octubre de
ese mismo año, al igual que otros criminales como Carlos González Vidal, Dalia
Jorge Díaz y Juan Izquierdo Díaz. Antonio Veciana Blanch, jefe militar de este
criminal grupo escapó hacia los Estados Unidos.
Los principales
instigadores de este criminal hecho, radicados en las oficinas de la CIA en
Langley, Virginia, escaparon sin embargo a la justicia.
No contentos con la
derrota recibida en Girón, la CIA y sus lacayos en Cuba fraguaron otros
criminales atentados como el ocurrido en el cine "Riego", ubicado en
Pinar del Río, ocasión en que hirieron a 40 personas (26 niños y 14 adultos).
Este sabotaje puso en evidencia la falta de escrúpulos de los servidores del
imperialismo y su odio irracional hacia el pueblo cubano y su Revolución.
Abril de 1961 trajo muerte a los cubanos. Muchos murieron defendiendo a la Patria de la artera agresión ocurrida en Girón. Otros fueron asesinados por las armas y aviones de los mercenarios, tal como ocurrió con Eduardo García Delgado. Pero habría para ellos otros tristes abriles por venir.
Abril de 1961 trajo muerte a los cubanos. Muchos murieron defendiendo a la Patria de la artera agresión ocurrida en Girón. Otros fueron asesinados por las armas y aviones de los mercenarios, tal como ocurrió con Eduardo García Delgado. Pero habría para ellos otros tristes abriles por venir.
El terror contra Cuba continúa en abril.
Las organizaciones
contrarrevolucionarias radicadas en Estados Unidos desarrollaron una criminal
beligerancia contra los intereses de Cuba en el exterior y contra quienes
simpatizaban con la Revolución en diferentes lugares del mundo. Decenas de
atentados se ejecutaron contra misiones diplomáticas y representaciones cubanas
en otros países.
El 4 de abril de 1972
fue asesinado el funcionario cubano Sergio Pérez del Castillo, cuando manos
criminales de Omega-7, una de las más despiadadas organizaciones terroristas,
colocaron una bomba en la oficina comercial de Cuba en Montreal, Canadá.
Hoy se conocen los
detalles. Dirigida por el archicriminal Eduardo Arocena, Omega-7 agrupó a
asesinos de la talla de Pedro Crispín Remón y Ramón Saúl Sánchez. Uno espera
sentencia junto a Luis Posada Carriles en Panamá, mientras el otro se pasea
libremente por las calles de Miami y planifica provocaciones y otros oscuros
planes contra Cuba. Fueron estos individuos quienes asesinaron al cubano Sergio
Pérez del Castillo, enlutando su hogar y causando gran pesar a su familia.
Cuatro años después,
el 22 de abril de 1976, otros dos funcionarios diplomáticos cubanos fueron
asesinados en Portugal, cuando una bomba estalla en las puertas de la embajada
de Cuba en ese país.
La bomba conteniendo
más de seis kilogramos de explosivos fue colocada a la entrada del edificio
ubicado en la avenida Fontes Pereira de Melo # 19, en Lisboa, explotando
exactamente a las 4.45 de la tarde y provocando la muerte inmediata de Adriana
Corcho Callejas y de Efrén Monteagudo Rodríguez.
Los criminales que perpetraron el sabotaje no tuvieron en cuenta que pondrían en peligro a varios niños, hijos de funcionarios diplomáticos de la Isla, quienes regresaban siempre a esa hora de la escuela. Por azar, sólo por azar, estos se salvaron de una muerte segura al ser demorado su regreso a la sede de la embajada. De no haber sido así, hoy nuestro pueblo lloraría a más víctimas de las sucedidas ese nefasto 22 de abril de 1976.
Los criminales que perpetraron el sabotaje no tuvieron en cuenta que pondrían en peligro a varios niños, hijos de funcionarios diplomáticos de la Isla, quienes regresaban siempre a esa hora de la escuela. Por azar, sólo por azar, estos se salvaron de una muerte segura al ser demorado su regreso a la sede de la embajada. De no haber sido así, hoy nuestro pueblo lloraría a más víctimas de las sucedidas ese nefasto 22 de abril de 1976.
Luchadora estudiantil
contra la dictadura de Batista y militante de la Juventud Socialista, Adriana
Corcho, madre de tres hijos y con 36 años de edad, ingresó en 1971 en el
Ministerio de relaciones exteriores de Cuba. Luego de permanecer como
diplomática en España hasta 1975, paso a trabajar en la embajada cubana en
Portugal.
Su temprana muerte
enlutó su hogar y privó a sus tres hijos de 10, 11 y 12 años del amor y los
cuidados de su madre.
Por su parte, Efrén
Monteagudo, quien contaba al morir 33 años de edad, provenía de una familia
humilde y conoció a la miseria cercana y dolorosa. Privado de la posibilidad de
estudiar debido a que tuvo que contribuir casi niño al sustento de la familia,
la Revolución le permitió encontrar nuevos y más promisorios horizontes. Activo
ante las múltiples tareas encaminadas a consolidar la naciente sociedad
socialista, se incorporó al MINREX y cumplió importantes misiones en las sedes
diplomáticas cubanas en el Reino Unido, Polonia y, finalmente, en Portugal.
Su injustificada
muerte también llenó de luto un hogar cubano.
Cuando ser pescador y hombre humilde es un delito para
algunos.
El 6 de abril de 1976
fue asesinado el pescador Bienvenido Máuriz Díaz, vinculado a la flota
matancera, mientras pescaba pacíficamente en la zona ubicada entre Anguila y
Cayo Sal, en las Bahamas. Varias lanchas piratas tirotearon con ametralladoras
de gran calibre a los pesqueros Ferro 123 y Ferro 119, en los que varios
pescadores cubanos tomaban del mar sus frutos para alimentar a su pueblo.
¿Qué provocó tal
ensañamiento por parte de los navegantes de las lanchas piratas procedentes de
la Florida? Aún hoy resulta difícil de explicar la causa por la que estos
terroristas descargaron su odio criminal contra humildes pescadores. Tal vez
fue porque ellos representaban al pueblo cubano y a sus sueños emergentes de libertad.
Tal vez porque ellos amaban al mundo nuevo, hecho a costa de sacrificios y
laboriosidad, de esfuerzo y tenacidad, de apego a la nobleza y al humanismo.
Lo cierto es que
mataron a Bienvenido sin piedad e hirieron a tres de sus compañeros, sumiendo a
sus familiares y a los cubanos en una dolorosa experiencia.
Sin embargo, no los amedrentaron. No hubo temores ni flaquezas y siguieron pescando como digno honor a sus muertos. Así lo juraron aquel 10 de abril a lo largo del Muelle Real de la Ciudad de Matanzas, cuando miles de ciudadanos condenaron tan detestable hecho al filo del mediodía.
Sin embargo, no los amedrentaron. No hubo temores ni flaquezas y siguieron pescando como digno honor a sus muertos. Así lo juraron aquel 10 de abril a lo largo del Muelle Real de la Ciudad de Matanzas, cuando miles de ciudadanos condenaron tan detestable hecho al filo del mediodía.
Por ello, cuando
recuerdo a cada abril triste en nuestras vidas, pienso que hay también abriles
luminosos y de digna respuesta ante el terror. El pueblo cubano, adolorido y
conteniendo sus lágrimas, levantó en cada ocasión sus puños para condenar tales
crímenes y para jurarle a sus muertos, que aún esperan justicia, no detenerse
jamás en el empeño de alcanzar la felicidad.
31 de marzo de 2004
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