Ha muerto Luis Posada
Carriles bendecido por la impunidad permitida por Estados Unidos, quien lo
instruyó, financió y apoyó durante décadas para realizar los más atroces
crímenes contra Cuba. Yo le conocí cercanamente e, incluso, “participé” con él,
como agente encubierto de la Seguridad de Cuba, en la implementación de alguno
de ellos. Luego he seguido cada uno de sus pasos y he denunciado –en tiempo
real– cada una de sus conspiraciones. Su muerte, empero, no cierra el largo
ciclo del terrorismo contra Cuba.
Sus cómplices siguen
vivos. No solo aquellos ya ancianos como él que han intentado mediante el
terror doblegar a nuestro pueblo, sino una nueva camada de mafiosos que tienen
la potestad –como es el caso del senador Marco Rubio– de dirigir la política
hostil hacia nuestra Patria.
Existen evidencias
suficientes de que, a pesar de su edad y estado de salud deteriorado, apegado a
su enfermizo odio contra Cuba, se encontraba conspirando para realizar actos de
terrorismo en nuestro país contra objetivos vinculados a la economía y,
particularmente, contra el turismo, intentando revivir los actos violentos de
la pasada década de los noventa. Otro de sus obcecados fines era volar otro
avión cubano tal como ocurrió en Barbados en 1976, así como otros varios
intentos en Jamaica y en vuelos procedentes de Centroamérica.
Posada había recibido
en los últimos meses cuantiosas cifras de dinero procedente de
contrarrevolucionarios radicados en Panamá y otras naciones de Centroamérica,
así como de poderosos grupos anticubanos radicados en Estados Unidos. Se reunía
secretamente con sus viejos cómplices para crear nuevos escenarios de terror y
particularmente –al menos en tres oportunidades con Marco Rubio– ante la vista
gorda del FBI y de la CIA.
No me gusta
especular, sin embargo hay dos preguntas que quiero lanzar a mis lectores: ¿Por
qué un avión rentado por Cuba se desplomó y provocó la muerte de más de un
centenar de personas hace pocos días, luego de que desde hace más de seis meses
los principales medios de la contrarrevolución anticubana como Martínoticias y
DDC, con una frecuencia inusitada, atacaran a Cubana de Aviación y vendieran la
falsa idea de un deterioro en su parque de aviones, de supuestas negligencias y
fallas operacionales? ¿Por qué justo ahora, me pregunto, cuando se trató de
manipular deliberadamente a la opinión pública con este ataque mediático
creando miedo y tratando de desestimular los viajes de turistas a Cuba, ocurrió
este supuesto y fatal accidente? A la par aparecen declaraciones de supuestos
expertos y otras personas tratando de inculpar precipitadamente a Cuba.
Solo la investigación
que se realiza, en la que participan expertos cubanos, mejicanos y
norteamericanos, esclarecerá realmente lo sucedido y las causas de este
siniestro. Hasta que esto suceda no desaparecerá en mí la suspicacia de que
pudo haber sido un sabotaje perpetrado por terroristas anticubanos radicados en
Miami y cómplices de Posada Carriles. ¡Ojalá no se confirmen mis recelos!
La repentina muerte
de Posada –a pesar de estar gravemente enfermo– a pocos días del siniestro aumenta
aún más mi desconfianza, nacida esta del hecho de haber convivido con este tipo
de criminales durante largos años. Es una pieza necesaria de callar con
urgencia dados sus antecedentes de chantajear a sus financistas.
Sea como sea, la
muerte de Posada sin llegar a pagar sus culpas es una prueba del triunfo de la
impunidad y del odio irracional contra nuestra gobernabilidad, promovidos aún
más desde la actual administración Trump. A nosotros nos toca, por las dudas,
perfeccionar nuestros métodos de enfrentamiento al enemigo.