viernes, 23 de agosto de 2013

Tengo carta de Obama

carta_obama 


Lo confirmaba la televisión. Fue una bomba, o más exactamente dos, lo que  escuchamos en el Pabellón Cuba el 12 de julio de 1997. Las explosiones habían ocurrido con apenas diez minutos de diferencia en los hoteles Nacional y Capri, dejando varios heridos, y el efecto de haber estado a escasos metros, en compañía de numerosos niños -entre ellos el mío- que esa mañana de sábado asistían junto a sus padres a la céntrica instalación habanera, era sobrecogedor.

Aparté la mirada del televisor y contemplé a Rubén que jugaba en el piso con sus tres años, ajeno a todo peligro, respiré hondo pero con mucha incertidumbre. Luego se supo todo. Eran mercenarios centroamericanos contratados por Luis Posada Carriles con dinero de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), la misma organización que  proclamaría alegremente en una publicación: “En Cuba también explotan aguacates”, atribuyendo la autoría a cubanos de la Isla.

El gobierno cubano no hizo como EE.UU. con los terroristas de Boston. Sin disparar un tiro fue capturando a los autores directos en un esfuerzo combinado de información de inteligencia y trabajo en el terreno y propuso al presidente estadounidense Bill Clinton, a través del escritor Gabriel García Márquez, poner en conocimiento de las autoridades norteamericanas los planes terroristas y sus organizadores. Aunque aparentemente aceptaron, la verdadera respuesta no se hizo esperar, y el 12 de septiembre de 1998 el FBI en Miami capturó a los cubanos que buscaban información para evitar los actos terroristas y los medios de comunicación allí desataron una campaña -que hoy se sabe fue pagada con dinero federal- para asegurar la condena a quienes evitaban se incrementara la lista de más de tres mil cubanos muertos por el terrorismo practicado contra Cuba desde EE.UU. Cuatro de esos hombres aún están en prisión cumpliendo penas de hasta dos cadenas perpetuas y un quinto pudo regresar a su país tras permanecer casi tres lustros separado de su familia, incluyendo sus dos  hijas.

Todos amamos a nuestros hijos o hijas. En 1998 Barack Obama, siendo sólo un senador del Estado de Illinois, tuvo su primera hija Malia Ann, y en 2001 la segunda, Natasha. A ellas les  escribió al ser electo presidente por primera vez:

…quiero que cada niño tenga las mismas oportunidades de aprender y soñar y crecer que ustedes, niñas, han tenido. Por eso he decidido emprender esta aventura con mi familia.
“Estoy tan orgulloso de ustedes. Las quiero más de lo que pueden imaginar. Y doy gracias cada día por su paciencia, porte, gentileza y humor mientras nos preparamos para iniciar esta vida juntos en la Casa Blanca.

“Las quiere,

“Papá”

Allí, frente a la Casa Blanca, este 12 septiembre, se ha convocado una vigilia por los quince años de aquella madrugada en que el FBI asaltó las casas de quienes en Miami velaban por las oportunidades de aprender y soñar de los niños cubanos, a salvo de bombas y explosiones. El padre de Malia y Natasha es el único que puede colocar a esos hombres -considerados héroes en Cuba y gran parte del mundo- junto a sus familias y constantemente recibe mensajes que no lee y reclamos que no escucha para que lo haga.

Hace algún tiempo, creyendo que ayudaría en algo a la libertad de los Cinco -como se les conoce en Cuba-, firmé en el sitio web de la Casa Blanca una petición a favor de la libertad de esos cubanos. No cambió nada pero ahora, gracias a que obtuvieron mi correo electrónico, me llegan mensajes spam de Obama, como uno de ayer en que me pide lo apoye para que los jóvenes estadounidenses puedan cursar estudios universitarios sin tener que endeudarse de por vida.

Por supuesto que lo apoyo y le digo además que los padres cubanos no necesitamos del presidente de Estados Unidos para que sea el talento y no el dinero el que les permita a nuestros hijos acceder a la Universidad pero que nos haría muy felices si escuchara a quienes este 12 de septiembre se manifestarán frente a su casa.

Iroel Sánchez

 (Publicado en CubAhora)

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